La magia de lo común

Cuando llegaron a nuestra cabina , encontraron una mesa llena de palabras . Todas ellas sacadas aleatoriamente de las letras de Jorge Drexler. Cada una eligió las que quiso y creó con ellas una nueva historia.

 Ellas admiten que el amor es su tema más recurrente. Enseguida, aclaran que huyen de las fórmulas típicas que expresan ese sentimiento. Rechazan cualquier  frase convencional que evoque romances obvios y tradicionales. Aunque parecería que se pasan horas cazando palabras o rebuscando libros de poesía, ellas prefieren lo simple y cotidiano.

Paola, Cristina y Doménica son cantautoras de la escena local. Estas mujeres escribían en privado, narraban en secreto y guardaban sus textos como parte de un universo personal. El clímax de sus historias ocurrió el día en que hicieron públicos sus escritos y los transformaron en canciones.

Estas son historias de mujeres que proponen nuevas maneras de contar sus delirios y traducir experiencias. Ellas buscan una palabra sencilla que conjugue sus momentos de quiebre. Son los que inspiran y motivan sus creaciones.

Paola Navarrete pone a prueba su creación. Desde que una canción da señales de vida, debe demostrarle que es realmente buena. Solo así puede existir y materializarse. Ella no sale corriendo en busca de un lápiz y un papel si una canción aparece en su cabeza. “Si yo no me acuerdo de mis canciones, otra persona no las va a recordar. Me gusta discernir entre mi propio material. Sé que si una composición vuelve sola a mi mente, va a funcionar”.

A los cuatro o cinco años memorizaba decenas de letras, la mayoría de ellas de telenovelas. A los 12, empezaron a llegar sus propias melodías y enseguida, los versos. No guardaba sus textos. Cantaba para sí misma, pensando en voz alta.“Me preguntaba por qué me salía esa voz y toda esa cosa que no entendía. No sonaba como Britney Spears o Nelly Furtado, que eran las referencias pop de esas épocas. Siempre pensaba: sueno como mi abuelita”.

En el 2006, apareció Manuel Canepa, el músico que le propuso ser parte de una banda. The Buffands era un grupo que componía alrededor del jazz, bossa nova, blues y retro rock. Fue un espacio en el que Paola pudo trabajar mejor sus canciones. Hasta ese momento, todas en inglés.

Pero la escena que transformó su historia como cantautora, sucedió cuatro años más tarde en Buenos Aires, cuando viajó para estudiar en la universidad. Sin una banda a sus espaldas, su opción era hacer música sola. Sentía que era momento de contar historias en español. Durante su nueva búsqueda creativa, escuchaba a Jorge Drexler. “Él usa en sus letras palabras complicadas y logra que sean súper musicales. Yo no entendía cómo lo hacía. Me frustré y pensé que esto no era lo mío”.

Una tarde mientras cocinaba, se dejó invadir por su entorno. Empezó a nombrar lo que la rodeaba, a describir el espacio. En ese instante, surgieron palabras pequeñas y simples: La ciudad, se ha vestido de gris…. Fue entonces cuando descubrió cuál era su lenguaje y cómo quería contar sus historias. Así nació Ficción.

¿Qué descubriste cuándo escribiste tu primera canción en español?

Me di cuenta que no debía pensar tanto en lo que escribo. Estar pensando en si hay contenido o si suena súper poético, no era mi camino. Yo no hablo así. Tampoco leo tanto, entonces mi cabeza nunca va a funcionar de esa forma. Para mí todo es muy concreto. Dije: ‘eso es lo que soy, a quién voy a mentir…’

¿A qué temas les huyes al momento de escribir?

No me gusta la música protesta. No me gusta ponerme en primera persona. No me gusta jactarme de cosas que yo sé que hago. No me gusta la idea de decir que eres el único que quiere cambiar el mundo.

Los llamaba escritos. Sus textos eran el desfogue diario, la actividad nocturna que permitía decir todo lo que en el día quedó en pausa.  Eran privados, viscerales, “salían del estómago”.

Hasta los 17 años, jamás había compartido sus letras. “Pensaba que eran muy malas hasta que las intercambié con un escritor. Su aprobación me dio confianza”.

Después de cuatro años, Cristina había grabado algunos temas. Ninguno narraba sus delirios. Un productor musical escuchó esas composiciones y pensó que les faltaba algo. Entonces le sugirió que transformara sus poemas en canciones.  “De repente todo eso que era tan íntimo, solo se publicó”.

Cuando Cristina expone fragmentos de su intimidad,  se siente vulnerable. En el 2013, decidió llevar esa sensación al extremo. Hizo una lectura de poemas junto a su amigo Raúl Molina. El performance se llamó “Simbiosis del Delirio”, en él narraba sus textos frente al público, en una sala de teatro. “Usualmente no nos ponemos tan nerviosos para conciertos pero antes de esa presentación, temblábamos”.

Cristina usa palabras simples para describir situaciones intensas: Quiero que me recites, que me hables de cosas lindas como la muerte. Ella cree que su música tiene ira, enfado, explosión, amor, situaciones imposibles y mucha oscuridad. “Las letras nacen del conflicto conmigo misma. Pero cuando les doy forma, van apareciendo personajes y micro mundos”.

Busca que sus letras y melodías creen imágenes. Para lograrlo, no solo elije las palabras más efectivas sino que ambienta sus espacios de trabajo. Al grabar uno de sus temas, usó el choque de hielos como un efecto. Cuenta que al poner ese sonido como base de la canción, se produjo una sensación fría e invernal.

¿A qué temas te gusta recurrir al momento de escribir?

De lo que más escribo es sobre amor. No en el sentido cursi de me quiero casar contigo y me quiero quedar por siempre a tu lado, sino cosas también feas. Sé que hay daños y oscuridad en el amor. Mis melodías pueden ser ligeras pero las letras nunca lo son.

¿Qué caracteriza tu manera de escribir?

Creo imágenes claras. Siempre es fácil descubrir lo que estoy diciendo. Uso palabras simples y escribo desde el inconsciente.

Cuando era pequeña se alejaba de los otros niños, iba a una esquina y cantaba las letras que armaba en su cabeza. Más tarde, recibió una guitarra y sus primeras lecciones musicales. Enseguida sintió curiosidad por conocer las fórmulas para componer. Le pedía a su profesor  de guitarra que le enseñara todo lo que fuera útil para hacer sus propias canciones. Luego creaba sola, con cautela, con timidez, en su cuarto y en secreto.

La primera crítica que recibió, la alejó de la música durante cinco años. “Me dijeron que no servía para cantar”. Doménica guardó su instrumento y desenchufó las ganas de componer. A los 17, Jhon Lenon, Patti Smith, Lou Reed y Silvio Rodríguez reavivaron sus ganas de experimentar. Empapada de música indie, volvió a escribir. “Sentía que en esa música no habían reglas y podía hacer lo que yo quisiera. En mi primera canción usaba una sola cuerda”.

Su computadora se ha convertido en un estudio improvisado de grabación. Registra ahí sus creaciones y luego las comparte a través de su cuenta de SoundCloud. Bajo el nombre de Dominga y Los Lunes, publica constantemente sus composiciones.  Sus temas son ligeros y relajados. Es fácil dejarse llevar por  la primera canción y escuchar de corrido sus más de veinte tracks.  “Mi música es como jugar. Es transparente y simple, suave como el algodón”.

A Dominga le gusta asumir situaciones a través de sus letras. “A veces canto desde personajes masculinos. También pienso mucho en la vejez, en la idea de querer irte y que otros quieran que te quedes. Imagino la sensación de estar inmóvil”.

¿Cuáles son algunas características constantes de tus canciones?

Uso palabras sencillas, pero que no se utilicen mucho en la música, palabras que nunca imaginarías como: cuchara, reloj de arena, túneles o nombres de comidas. He usado, por ejemplo,  buttercup o  tea. Casi no uso puntos al escribir, no pienso mucho en la gramática. Generalmente escribo todo en una sola línea, de corrido.

¿Qué momentos prefieres para escribir?

Prefiero escribir cuando estoy mal. Cuando estás bien no tienes mucho que expresar. Estar triste te obliga a sacar ese sentimiento y pasarlo a una canción. Ahí es donde se queda esa situación.

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