Las piezas que construyeron la escena indie local

por Marcos Echeverría Ortiz

¿Cuáles son los elementos fundamentales que han ayudado a desarrollar a la música independiente local? Radio COCOA investigó las piezas y habló con los personajes fundamentales que ayudaron a construirlas.

 

Un viernes cualquiera: entras a Facebook y tienes la opción de asistir a tres conciertos diferentes de música alternativa en una noche. Te decides por uno. Llegas y el venue es un lugar estrecho pero bien acondicionado. Aunque no esté pensado para conciertos, ves el escenario en una pequeña esquina. Es sencillo, auto gestionado y logra sorprenderte: tiene un par de luces que son suficientes para alumbrar a la banda y una tela blanca para proyecciones de fondo. Frente a él están unos 50 veinteañeros bailando mientras oyen a la banda -que bien podría estar tocando post punk, indie pop, rock, folk o algo experimental-. La mayoría de los integrantes de ese grupo son jóvenes músicos de profesión o están en el camino para serlo. El toque sigue y ves que junto a los artistas hay un tipo que registra el concierto con una cámara “media pro”. La audiencia, de la que eres parte, celebra su asistencia con un par de fotos y selfies subidas a la red. Sigues escuchando la música y en este punto surge la pregunta ¿cómo llegamos aquí?

Este es el retrato de la variada escena local actual. Una “movida” en crecimiento y pleno apogeo que utiliza la tecnología y las redes sociales para organizarse, convocar y comunicar. Pero más allá de la tecnología ¿Cómo llegó a este punto? ¿Qué pasó para que haya este “boom musical”? Lo que se vive en el under local actual, según productores y músicos independientes, comenzó 20 años atrás.

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Durante los años ochenta e inicios de los noventa, el argumento de la industria musical de nuestro país era el pop. Mientras Gerardo conquistaba la industria Estadounidense con letras sexistas, ritmos latinos y una pinta de niño malo, bandas locales como Tercer Mundo o AU-D estaban repletas de letras melosas sobre amor y sufrimiento. ¿Los contra argumentos? El metal y el rock, sonidos que se paraban duro frente a lo mainstream. Aunque estos géneros habían sido los predominantes dentro del circuito de música underground, en los noventa aparecieron dos bandas que reinventaron el rock nacional. La propuesta de ambas fue catártica y fundamental para diversificar el publico dentro de la escena.

“Teníamos esa sensación de lanzarnos al vacío y de no saber qué realmente estábamos haciendo. La banda tenía el reto de proponer estos estilos que no habían aquí. Buscamos sonidos que nos identificaran y con esto dimos esa sensación de apertura de cabeza, de hacer música fuera de un estilo rígido”, cuenta Edgar Castellanos, principal vocalista y fundador de Mamá Vudú en 1992. La banda inició su recorrido alejada del metal y apegada al punk-rock autodidacta, algo que ayudó a generar un nuevo público que buscaba sonidos menos extremos que el metal pero más originales que los “easy listening” del pop.

Dos años más tarde a la fundación de Mamá Vudú, otro grupo comenzó a ser parte del circuito de conciertos underground. Sal y Mileto apostó por un performance

entre letras poéticas, y sonidos mestizos y andinos. A esto lo llamaron “Rock Libre Ecuatoriano”, un género que le dio identidad nacional al rock. “Yo me considero un albañil de la música en este país, en el rock. Soy uno de los tantos músicos que se preocupa por el trabajo que hacemos. Ahí está el rito de la música y de defenderla”, comenta Igor Icaza, baterista y posterior líder de Sal y Mileto.

 Para ambos, la autogestión fue valiosa porque tenían la consigna de hacer música desde un punto de vista amateur. Esto les permitía tener libertad para lograr lo más importante, que era producir música sin la necesidad de alinearse a una tendencia mercantil.

En aquel entonces, la escena no estaba estratificada por géneros musicales ni por público como la de hoy. El circuito de conciertos de aquel entonces que ocurría en casas y en bares de mala muerte convocaba a toda una comunidad diversa. “Nos incluían en eventos precarios underground de todo tipo. Tocábamos junto a bandas de death, metal, hard-core e inclusive hip-hop. Era una cuestión rarísima”, cuenta Castellanos. Con esta estrategia, el principal objetivo era congregar en un solo lugar al mayor público alternativo posible. Posteriormente, con un público a medio construir, era necesario mantener un vinculo directo y para ello era necesario generar redes de comunicación y distribución musical.

Los espacio dentro de la parrilla de programación en los medios tradicionales eran escasos, pero a través de la autogestión de fanzines y correo las bandas lograron generar medios alternativos de distribución. “A través de ellos se hacían los contactos en las diferentes ciudades del país. Algunos comunicadores independientes te entrevistaban, después les mandabas el demo, te publicaban, la gente te cachaba y terminabas tocando en Tulcán, por ejemplo. Así comenzó el circuito”, explica Castellanos. Por su parte, Igor tenía una noción más personalizada de lo que era construir una comunidad. “El hecho de salir a pegar afiches era un clásico. Encontrarte con la gente, darles los volantes, era más directo. Siempre ha sido la guerra para auto sustentar todo. Imagínate lo que era no depender del Internet”.

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En 1999, Ecuador entró a una de las peores crisis económicas de su historia moderna. El país tenía un déficit al 6% del producto interno bruto, el fenómeno de El Niño había azotado diferentes áreas de producción en la costa y la crisis financiera terminó con el cierre de cinco de los bancos más grandes del país. Con una inflación anual de 56%, el país entró en quiebra. Según el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), durante los dos siguientes años más de medio millón de ecuatorianos emigraron hacia España, Italia y Estados Unidos. Inevitablemente, esta serie de eventos golpearon a productores, músicos y a la escena que estaban cuajando.

Grupos que venían trabajando replantearon su existencia y se cuestionaron si la música les permitiría afrontar la crisis. Para algunos, vivir de la producción musical fue imposible y tuvieron que migrar o dedicarse a otra actividad más rentable. Para los que se quedaron, la crisis se convirtió en un reto que replanteó su trabajo. “Si queríamos mantener la banda, teníamos que profesionalizarnos, aguantar la decadencia y responder a ella tratando de mejorar nuestro mensaje y nuestra actitud profesional”, dice Castellanos. Esta fue una de las razones por las que el músico amateur comenzó a profesionalizarse. A partir de aquí también hubo un giro conceptual: ya no se trataba de producir solo música, sino también de ver a la banda como un proyecto integral y de trabajar la propuesta a un nivel más complejo, tomando en cuenta elementos visuales, escénicos, e inclusive audiovisuales.

Secuencia del video clip para canción «La Calle» de Rocola Bacalao (2002).

Los resultados de esta visión fueron palpables a principios de los años 2000. Bandas emergentes de aquella época como Rocola Bacalao ya trabajan sus producciones a niveles más sofisticados. Por ejemplo, produjeron una serie de videoclips de bajo presupuesto grabados por ellos mismos, lo cual reflejaba un statement de espíritu independiente.

Aunque gran parte del movimiento underground estaba alejado de la academia, nuevas universidades abrieron programas de producción y creación musical. Esto impactó a una nueva generación de músicos que hoy tienen la posibilidad de ser profesionales de la música. “A parte de la Universidad San Francisco, ahora está el Instituto de Artes visuales de Quito y la Universidad de las Américas. Siento que cada vez hay más gente estudiando música y que estos institutos están cocinando talentos más cercanos a un profesionalismo. Claro que para tener una banda no tienes que saber academia, pero hay más productores musicales o sonidistas que son fundamentales para la producción.” dice Nicolás Meneses, baterista de Los Alkaloides, una de las bandas contemporáneas más populares que ya trabajan su proyecto musical en varios niveles, incluyendo redes sociales, videoclips o fotografía.

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Quito, 2002. Cuando eran alrededor de las 18h00, Radio Latina transmitía música alternativa ecuatoriana. Esto marcó un precedente y abrió nuevas posibilidades de difusión durante la post crisis financiera. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué había sido tan importante para que un medio incluya en su parilla de programación a un movimiento relegado por años? Aunque el país estaba recuperándose poco a poco, las secuelas de la crisis económica de 1999 aun estaban presentes y esto generó el declive de algunos medios. Era la decadencia de Radio Latina y en uno de sus actos desesperados por levantar y atraer a nuevos públicos, vieron en la música independiente local un nuevo nicho para explorar.

Irónicamente, las secuelas de la crisis y el declive de una radio fueron factores fundamentales que permitieron la difusión de una nueva generación de bandas como
Can Can. Esta banda apareció en el 2002 con una propuesta se apegaba a sonidos contemporáneas para la época. De nuevo, alejados de sonidos más fuertes brotaron en la escena con mezclas entre trip-hop, drum n’ bass y secuencias repletas de sintetizadores: esto revoloteó los sesos de adolescentes. “Nos invitaron a tocar a Radio Latina unos cuatro o cinco temas. Me acuerdo que el lugar era un galón grande y frio en el que nunca te hubieras imaginado que funcionaba una radio. Este tipo de iniciativas era algo que no pasaba en ningún otro medio y fue increíble porque era la primera radio 100% abierta a escuchar todo lo que estaba pasando en el país”, dice Denisse Santos, vocalista de la banda.

En ese entonces, Meneses fue uno de los adolescentes que comenzaban a descubrir una nueva oleada de bandas locales a través de estas emisiones radiales. “Sonaban grupos como Runká, Rocola Bacalao, Cacería de Lagartos, Curaré, Mamá Vudú o Can-Can”. Para adolescentes como él, hambriento por recolectar nueva música, la única forma de escuchar a estas bandas era la radio porque distribución de discos era escasa. No habían tiendas que oferten “los alternativo” nacional, y el internet aun no tenía las herramientas de hoy. La única forma de conseguir un álbum era pedírselo a un pana que ya lo tenía o esperar al próximo concierto de la banda para tratar de conseguir algún CD. Hoy, la distribución musical ha cambiado y algunos, solo algunos medios tradicionales tienen una mayor apertura a transmitir nuevos sonidos.

“Son los reporteros, más que los editores, los que están participando de la escena, yendo a conciertos y queriendo escribir lo que sucede”, dice Meneses. Sí, una nueva generación de comunicadores que han ido crecido con el desarrollo de la escena ven necesario contar y difundir lo que está pasando dentro del circuito de conciertos independientes. Aunque existe una parcial apertura en los medios escritos, la radio aún es un problema. “Tienes que pagar para que te pasen. Si, la radio FM es nuestro peor enemigo creo yo”.

Una forma de contrarrestar este factor apareció en mayo del 2012. El artículo 108 de la Ley de Comunicación establece el sistema 1×1 y obliga a que “La radio y televisión deberán promocionar la música nacional frente a la extranjera”. Es decir, por cada canción internacional deberán emitir una nacional. En teoría, esta es una medida que podría no solo beneficiar a la música independiente sino también a la música ecuatoriana en general. No obstante, los músicos locales consideran que aun hay trabas.

Daniel Vinueza es un diseñador guayaquileño y líder de la banda de indie-pop Cadáver Exquisito. Daniel no solo se encarga de coproducir la música, sino también de gestionar las redes sociales y de hacer gira de medios para la banda. Desde su aparición en el 2010, Cadaver Exquisito ha sido uno de los grupos más mediáticos. Daniel dice que nunca ha existido un acercamiento directo desde los medios hacia la banda y la única forma en la que los medios te presten atención es si tienes una cierta cantidad de influencia en redes sociales. “Usamos la web y nos damos a conocer. Se pasa la voz, te conocen más y ahí es cuando los medios te quieren sacar”.

Inclusive con una ley de por medio que obliga a las radios a transmitir música local, el problema sobre la difusión aun está latente. “Hace 20 años no existía una educación musical en la gente que hacía radio. Tampoco es que la exista ahora. Lo de Radio Latina fue bueno mientras duró”, cierra Denis.

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Es innegable que las bandas contemporáneas tiene más herramientas y facilidades para comunicar y distribuir su música. Subir un demo a Soundcloud, grabar un video y colgarlo en Youtube, tener una fanpage en Facebook, crear una página web, difundir tu proyecto y ser visible como banda, es posible. Pero el internet no es la panacea y a pesar de las ventajas, todavía hay problemas. ¿Qué falta por hacer?

“Sacas un CD, haces un concierto grande, tocas en festivales, sales en medios y posiblemente te vuelvas presentador de farándula. ¿Qué viene después?”. Para Daniel y su banda este esta es la vida y muerte de un grupo independiente local. ¿Cómo trascender? A falta de una industria musical nacional que permita plantear nuevas oportunidades fuera del circulo independiente, la ventana a la migración es lo único que parece funcionar. “Tenemos la necesidad de crear más cosas, más vestuarios, más arreglos, más videos y más cuestiones visuales. Por eso estamos en México, porque queremos vivir de esto”.

Documental sobre el concierto despedida de Cadáver Exquisito antes de ir a México.

Nicolás tiene una noción parecida. “Nuestro Soundcloud es full escuchado en Estados Unidos, Argentina y México. Pero ¿sale algún contacto de eso? Para ir a tocar en esos países faltan promotores musicales, casas disqueras. Es necesario alguien que esté gestionando el movimiento de las bandas, haciendo giras y vendiendo el producto. Gente que se meta de cabeza a hacer eso. Así como los actores tienen productores que les consiguen películas, nosotros necesitamos de gente que nos consiga toques afuera”.

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Alkaloides y Nicolás Meneses (Mitad a la derecha) / Foto: Sebastián Benalcázar

¿Cuál es el reto de esta nueva generación de músicos dentro de la escena? A diferencia de las anteriores décadas que buscaban satisfacer otras necesidades a través de la autogestión, hoy existen nuevos objetivos. “En lo que hay que trabajar es en buscar más público que soporte toda esta oferta que hay. Lo complicado siempre es financiarse. Si tienes mucha suerte, algunas cosas se auto gestionan, pero nunca para que sea una profesión y que vivas de eso”, dice Nicolás.

¿Cómo hacerlo? Castellanos, Meneses y Vinueza tienen un punto adicional: a parte de la autogestión y del necesario rol de managers, promotores y gente especializada para desarrollar la escena, los medios deberían ser parte de este proceso cultural y brindarle al  “público” ese empujoncito, esa oportunidad de ofertarles música independiente. Así, posiblemente, “nueva gente seguirá identificándose con esta música, como yo lo hice”, cierra Meneses.

Créditos:

  • Texto, videos y diseño: Marcos Echeverría Ortiz
  • Fotos de archivo: Majo Rodriguez, Sebastían Benalcazar, Estudio Morrón, archivo Sal y Mileto, archivo Mamá Vudú, archivo Cadáver Exquisito y archivo Can Can. 

 

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