Si no puedes ir al teatro, el teatro va hacia ti. Actores y gestores nos dan una idea de qué significar adaptarse a los entornos virtuales en tiempos de cuarentena.
Dentro de las miles transformaciones que está experimentando el mundo por la crisis del coronavirus, el teatro atraviesa una de las más singulares. El arte viva que se alimenta de la puesta en escena, la música y, sobretodo, del intercambio de energía entre el público y los artistas, parecía entrar en una pausa eterna con el inicio del confinamiento. Sin embargo, la creatividad de los actores puso en consideración a las tablas virtuales: video conferencias, transmisiones en vivo y podcasts.
¿Es o no teatro si se transmite por Zoom? ¿Funciona si lo hacen por Spotify o Facebook? Éstas y más preguntas surcaron la mente de varios gestores y artistas del medio local como Juana Guarderas, Christoph Baumann, Santiago Roldós, Javier Cevallos, Carla Calasasns y Gio Valdiviezo, quienes nos compartieron su experiencia con los nuevos formatos del teatro virtual.
Una nueva modalidad
Juana Guarderas fue de las primeras en lanzarse a la piscina. Comenta que había considerado transmitir sus obras vía streaming hace tiempo, pero no lo cristalizó porque pensaba que era perjudicial para llenar las salas de su teatro el Patio de Comedias.
La idea se hizo más atractiva cuando realizó la gira de su proyecto La Venadita, la primera obra en el Ecuador que le permitía a personas con cualquier tipo de discapacidad disfrutar el show. “Ofrecíamos programas de mano en Braille, visitas táctiles por la escenografía y los elementos de utilería, narraciones con descripciones, lengua de señas y sonido amplificado”, cuenta.
Confiesa que, antes de la cuarentena, ya preveía que tendrían que adaptarse a estos formatos inexplorados. Primero, abrió su canal de Youtube para publicar episodios de “Abrilia, una maruja en cuarentena”, sketches acompañados de subtítulos e interpretación de lengua de señas. Luego, después de varias semanas en ensayos técnicos, puso a la venta tickets para su obra “Abrilia, no quiero morir virgen”. Las 100 entradas se acabaron al instante. Guarderas ya adecuó las salas virtuales para que entren 300 personas. “Es una nueva modalidad que debemos aún perfeccionar”, dice.
Su primera experiencia la llevó a redactar un pequeño manual para su público que incluye reglas como no prender su micrófono, desactivar la cámara en caso de no tener buena conexión, etc. Incluso, la compartió con otros actores. “Estamos en un momento en el que no podemos decir, ‘sálvese quien pueda’ sino ‘1,2,3…¡Salvados todos!”, explica.
“Es una de las cosas más gratas que me ha pasado con el público en mucho tiempo”, agrega. Espera en algún momento llevar estos shows al personal médico que combate la pandemia o pacientes de COVID-19.
“Hay muchos que están con el romanticismo de que eso no es teatro y claro que no es teatro. Es otro traslado del lenguaje, un lenguaje digital”, opina Carla Calasans, directora de la La Ría Producciones que coincide con Guarderas. “Deberían verlo para futuro como una alternativa para gente con discapacidad que no puede ir a las salas”.
Otro tipo de magia
“Yo he vivido varias crisis aquí en el Ecuador. De la dolarización, luego los últimos años que han sido medio duros. Pero ésta ha sido la prueba en la que dices, ‘mi futuro se fue al carajo”, reflexiona Christoph Baumann entre risas. Su stand up comedy “Soroche” también fue un éxito con el público.
Sobre la permanencia del teatro presencial pone como ejemplo a la peste bubónica que azotó a Londres 1800. Las salas estuvieron cerradas cinco años por seguridad, y, aun así, sobrevivieron. “Nuestro caso va a ser igual y va a cargar con estas vivencias nuevas”.
“Me sentí en una caja de cristal. Tuve que inventarme un público”, cuenta. También asegura que es preciso jugar con elementos audiovisuales como el acercamiento de la cámara. “Aunque sea en el mismo cuadro que no se mueve, acercarse brinda dinamismo”, explica por su experiencia en la TV y YouTube.
“El final es un poco raro. Es lindo escuchar los aplausos del público, pero no es lo mismo. La magia esa del teatro no está ahí. Pero hay otras dos magias: poder expresarte y que empiezas a trascender del público de Quito”, cuenta. A finales de mes, planea hacer obras en zonas horarias distintas para personas que viven en otros países como España y su natal Alemania.
El ritmo de la historia
El estrés, el nerviosismo, las penurias económicas, las incertidumbres son el repertorio de Limbo Radioteatro, proyecto del Muégano, fundación cultural dedicada a la producción de obras de teatro. “El nombre es muy propio de esta época. Nos sentíamos en el limbo y por ello nos pareció un nombre lindo”, explica Santiago Roldós, codirector del grupo teatral.
Tenían un demo preparado porque ya habían considerado la idea meses antes. Pilar Aranda, codirectora del Muégano, había impulsado la idea para ampliar la accesibilidad a las obras. El confinamiento fue la excusa perfecta para iniciar. Arrancaron el 12 de junio con el primer acto de “Pequeño ensayo sobre la soledad”, pieza estrenada en el 2012. “Son obras que ya están consolidadas en la memoria de sus actores y sus cuerpos (incluso si no habían actuado previamente en ellas). Por ejemplo, Estefanía Rodríguez no hacía “Pequeño ensayo sobre la soledad”, pero lo vio una centena de veces”.
Lanzarán una obra por mes dividida en tres actos cada jueves en Spotify, Soundcloud y Anchor FM. El cuarto episodio será un tras cámaras en el que invitarán a los oyentes a compartir la experiencia de escuchar las obras que alguna vez vieron presencialmente. “Una amiga nuestra tenía miedo de escucharlo porque ella recordaba que nuestro teatro era muy físico y visual. Dependía mucho de la expresión corporal. Pero, ella no había caído en cuenta de que nuestro teatro siempre ha sido musical”. Sus diálogos siguen una partitura, poseen un ritmo que al cerrar los ojos traslada al oyente al espacio de la historia.
Roldós no descarta abrir Espacio Muégano siguiendo los protocolos de seguridad, pero lo ve muy lejano. Antes de la pandemia tenían planeado, como mucho otros, estrenos de temporadas y talleres. “Seguramente volveremos al espacio vivo, pero el limbo es un descubrimiento fascinante”, cuenta.
Los cuentos que curan
“Cuando uno sufre una tragedia tiene dos caminos: lo escondes en tu subconsciente y lo niegas o construyes una historia con la que puedas vivir asumiendo esa tragedia. A nivel profesional quienes trabajan eso son los psicólogos, pero los artistas hacen ese mismo trabajo a través de las grandes tragedias comunitarias y sociales”, explica Javier Cevallos, director de la fundación Quito Eterno. Esta organización publica sus podcasts en Spotify y hace transmisiones en Facebook Live en las que los personajes de sus recorridos como “El Diablo” te cuenta un mito del Quito colonial.
Además, ofrecen talleres sobre cómo hacer brebajes de jengibre online y venden el plato de comida que pudo haber comido Simón Bolívar al llegar a Quito acompañado de un podcast en el cual “El Diablo” te cuenta curiosidades de la época. Esta gestión sirve para financiar visitas a hospitales para el personal médico con el objetivo de entretenerlos, pero más aún usar la narración como recurso de información y desfogue. “Es importante saber que no es la primera vez que pasa algo como esto. Las epidemias de viruelas en Quito del siglo 18 y de fiebre amarilla en Guayaquil hasta el siglo 19 eran devastadoras y acababan con las ciudades completas”, cuenta Cevallos.
Para Cevallos fue fácil migrar a este formato porque lo suyo es la narración oral. No presentan a sus personajes visualmente para que las personas se sientan más intrigadas y puedan crear con su imaginación los paisajes y los personajes. “Nosotros dejamos los lives en Facebook colgados y hay gente que comenta que no es lo mismo porque saben que es una grabación. El momento que paraste el live y le pusiste stop a la transmisión, se acabó el lenguaje teatral y aunque no le cambies un pelo a lo grabado, empieza el audiovisual porque el público entra en otra ficción”, opina Cevallos sobre la validez del teatro en línea.
Títeres en la ventana
“Todo lo que es artes escénicas está pensado para que sea un encuentro real. El teatro está en el momento en que vives algo mágico. Lo online funciona. Cuando transmites en vivo, tienes ese momento único e irrepetible”, dice Gio Valdiviezo, gestora y actriz de Sueño Yumbo Títeres.
Valdiviezo, como Baumann, también pensó que debía buscar otro oficio para sobrevivir la crisis. Un día a su hija le mandaron el deber sobre hacer títeres de sombras. Optó por subir un tutorial a su página @suenoyumbotiteres y el recibimiento de sus seguidores la motivó. “Hicimos otro tutorial sobre hacer títeres con medias y le fue igual de bien”, cuenta.
Así fue que empezó a publicar en Youtube y Facebook episodios de “Desde la ventana”, una serie que tiene como protagonistas a Doña Consuelito y Doña Rosarito, dos beatas chapadas a la antigua llenas de sal quiteña. “En la obra presencial ellas tenían unos balcones. Ahorita mis títeres están en cuarentena conmigo así que las puse en acción”, explica. Los videos son producidos con anterioridad porque Valdiviezo cree que la calidad técnica de plataformas como Zoom no es 100% confiable aún. No descarta la idea de aplicarlo más adelante.
La tecnología ha replicado el sentido de lo efímero, parte elemental del teatro. Sin embargo, la fusión con lo audiovisual le da otro tinte que poco a poco se debe definir. Las salas no desaparecerán, la historia mundial y local ha demostrado aquello. Lo que sí es innegable es que los actores y gestores se han visto obligados a probar un mundo ajeno e interesante que les permite ampliar su difusión. “Es importante no dejar de crear. El arte tiene una misión política e importante en este confinamiento porque nosotros vamos a enmarcar en la memoria histórica mucho de lo que está pasando en el mundo”, asegura Valdiviezo.