Después de una larga pausa sin nuevo material, Guardarraya se prepara para lanzar un nuevo disco tirando la casa por la ventana.
«Guardarraya siempre ha tenido como una de sus características que las cosas que se han hecho, se han hecho a fuego lento«, dice Álvaro Bermeo. «Esa es la diferencia entre un camino de chaquiñán, y una gran vía. Nosotros no vamos por esa vía. Nosotros somos Guardarraya».
Una guardarraya, para quienes saben y quienes no, es un camino culebrero y sinuoso, generalmente de tercer orden y que generalmente atraviesa el campo. No es un camino para llegar rápido a ninguna parte, pero sí uno para llegar contento, después de haber gozado cada vuelta del paisaje. Ese es el camino que ha escogido una de las bandas ecuatorianas más queridas y más importantes de los últimos años para trabajar y para sacar su nuevo álbum Me Fui a Volver.
El disco está en las puertas del horno y la mesa está servida para saborearlo enterito este 10 de noviembre de 2017 en el Teatro Sucre. Nosotros no cabemos de la emoción mientras llega el día. Ellos tampoco.
La ventaja de cocinar a fuego lento, es que todo queda más rico. «Como los tamales de la abuela que dejaba remojando los granos una semana antes», dice Álvaro. En el caso de Guardarraya, los granos se remojaron durante ocho años. Por ende, ellos están seguros de que los colores, las formas y los sabores musicales que van entregarle a su público con el nuevo disco vienen llenos de sazón y de cariño, como si hubieran exprimido hasta la última gota de su esencia para condimentar cada acorde y cada verso con ella.
La espera se debió a que por un lado, hacer un disco es un proceso largo y complejo que toma tiempo y presenta todavía más dificultades en un medio como el nuestro, en el que no siempre existen todas las facilidades del caso. Por otro lado y aún más importante, está el respeto a la creatividad y a la autenticidad. Guardarraya no es una banda que encaje en el modelo de producción acelerado en el que se vive hoy en día en ningún sentido. No es una banda que haga música para parecerse a nadie ni por caerle bien a nadie. Como ellos lo ponen, no podrían hacer música sin ser fieles a sí mismos.
«No es que nos presentamos diciendo ‘esto es lo mejor’. ¡No, no! Esta es nuestra forma de hacer las cosas, de vivir y eso se sigue preservando en este disco. Si a mí por ejemplo me dices: ‘Álvaro, tienes que hacer 15 temas para sacar un disco en los próximos cuatro meses», creo que no podría y que no me interesaría porque no es lo que sé hacer, nada más», reflexiona Bermeo. Por su parte, Jason de la Vega agrega que «es lindazo porque nunca hubo una intención de imponer, pero sí de proponer. Este es un sentimiento de familia, y cuando está ese sentimiento con el respeto y la buena onda sobre todo, ya todo pasa a otro plano».
Ese sentir de familia transluce en su música desde la primera nota y es el que a lo largo de sus casi dos décadas de carrera les ha permitido sumar adeptos a la «tropa guardametense». Y también es ese sentimiento el que inspiró a su fanaticada a confiar en ellos ciegamente para hacer de Me Fui a Volver uno de los primeros discos financiados por crowdfunding de nuestro país. El cariño de su gente que les permite componer y tocar a su ritmo, los hace sentir privilegiados y asumir una responsabilidad con su música, para entregarla siempre sin poses y sin vainas, desde el shungo y la imaginación.
Por ello, la evolución musical se dio de forma orgánica para el nuevo disco. Ellos mismo lo dicen: «Tiene una perspectiva bastante más moderna de lo que es Guardarraya, pero no deja de ser Guardarraya». Es la primera vez que componen pensando en la presencia predominante de teclados y sintes, y por ende, las canciones tienen arreglos más eléctricos por aquí y por allá que las vuelven un poco más psicodélicas a la hora de ponernos a tripear. Estas atmósferas musicales aportan también a que nuevos personajes y nuevas historias de las letras de las canciones cobren vida en nuestras cabezas.
Materializar todo eso fue un proceso casi ritual. Después de un largo y arduo periodo de ensayos y composición, todos se encerraron durante siete días seguidos para llevar a cabo la grabación en una casa en las montañas de Cayambe que encontraron gracias a las conexiones de Mateo Crespo, guitarrista. Gracias a ello, las 13 nuevas canciones que conforman el álbum fueron paridas en la intimidad, vienen cargadas de la energía que todos compartieron en esa convivencia musical, y cada una de ellas tiene un carácter particular dado a las imperfecciones del lugar en el que nacieron, tan recóndito y tan distinto a un estudio de grabación cualquiera.
«Cocinar con nuevos ingredientes también involucra tener un poco de cuidado para no dañar la receta original de la que yo he sido fan toda mi vida», dice Jason de la Vega, quien además de tocar la guitarra e imprimirle gran parte de su carácter moderno al disco, también fue su productor musical. «Grabar dentro de las circunstancias que ofreció esta casa también fue un reto que asumimos a propósito. La casa no es perfecta, pero esa imperfección es lo que suena único. Estoy claro que ese sonido nunca se repetirá«, agrega convencido.
Podría parecer paradójico que después de tomarse siete años para entrar al «estudio», decidieran terminar toda la grabación en siete días, pero esa mismo es la columna vertebral del sonido según ellos, el único camino para concretar los meses de arduo ensayo con los que se prepararon. Una vez que regresaron de ese refugio en el campo con las canciones calientitas, Jason se encargó de la post-producción en su estudio casero en Quito antes de enviarlas fuera para la masterización.
Con el nuevo disco también vino una renovación en la imagen y en la gráfica de la banda, y de eso se encargaron los ilustradores quiteños Sofía Acosta, alias La Suerte y David Sur. El contacto se dio gracias a Andrés Caicedo, que hasta ahora había ejercido el cargo de «ministro de diseño» de la banda, según Álvaro. Ambos se dedicaron a ponerle rostro a los personajes de cada canción a partir de un demo. Con ello, materializaron todo en un disco-objeto que recoge físicamente todo el amor puesto en los sonidos y que sorprendió a los mismos integrantes de la banda cuando lo vieron.
Pese a que pasaron una semana de encierro lejos para traer el disco al mundo, éste no deja de parecer una banda sonora compuesta para la ciudad y sus rincones. Guardarraya suena a Quito de alguna forma intrínseca e inexplicable. Sienten que la ciudad es como su nido cobijado por las montañas. Lo aman y lo odian, con todas sus calles, sus barrios y sus contradicciones, y por eso lo hacen cantar con tanta facilidad en cada acorde que tocan. Por eso, ahora que van a lanzar su disco en el Teatro Sucre sienten que están viviendo la realización de un sueño.
Con la música lista en las manos, quedaba encontrarle un lugar para revelarla al público. «No encontrábamos un lugar que le haga un poco de honor a los temas del disco. Hay muchos temas que son bien íntimos. Yo les siento súper cercanos. Por eso era lindazo pensar en un teatro», dice Jason. Cuando se enteraron de que había la posibilidad de estrenar Me Fui a Volver en el teatro más importante de Quito se fueron de cabeza y, sin pensarlo dos veces, decidieron adelantar todo el proceso del estreno para no dejar pasar esta oportunidad única en la vida.
«Estamos hablando del teatro de la ciudad. Creo que eso barrió con un montón de mierda que teníamos todos y fue un impulso increíble. Cuando estuvimos ahí para la sesión de fotos yo veía mil ochocientos ochenta y tanto y decía ‘cuántas cosas han pasado por aquí’, y a ratos hasta me perdía y luego decía, ‘estoy aquí porque aquí voy a tocar'», dice Álvaro con brillo en los ojos. Dicen que todavía no lo pueden creer mientras ensayan llenos de emoción y de nervios, pensando en que ya todo está concretado y la hora final se acerca.
Me Fui a Volver viene a un mundo complicado que quizás ya no entiende lo que significa escuchar un disco, componer durante ocho años, tocar sin pensar en la plata. Pero de todas formas, viene cargado de luz y de honestidad, desde lo más hondo de Guardarraya y respaldado por el apoyo material de una hinchada que se probó fiel como ninguna otra. La gratitud que tiene la banda con ella, en medio de su renacimiento, es enorme.
«A mí lo que me deja loco es la confianza de la gente. En este caso, sin haber cultura, la gente coge y te deposita dinero en una cuenta privada. Hay un acto de confianza muy grande ahí. Además, es un país en el que la corrupción es pan de todos los días y en el que tu mamá te dice: ‘hijito, verás que no hay que confiar en nadie'», afirma Bermeo emocionado. «Que haya ese nivel de compromiso es una locura. Esa es de las cosas que nos tiene loquitos, chiflados de la cabeza y dándole para adelante porque ya es un tema inequívoco«.
El futuro es brillante y la guardarraya todavía se extiende hacia el horizonte. Por lo pronto les queda seguir tocando en festivales y dándole la vuelta al país con sus nuevas canciones, buscando traducir su intimidad a escenarios más grandes fuera de los teatros. Dicen además que tienen un disco y medio guardado de temas inéditos. Pero ahora es el momento de estar aquí. Se fueron a volver. Solo nos queda prepararnos para disfrutar con todo y dejarnos llevar por donde su música diga.