Eurocine presenta Nuestra Tierra: una voz para la naturaleza en el cine

por Jesús Felipe Jarrín
La decimosexta edición del festival Eurocine por primera vez incluye una selección de películas ambientales en el segmento Nuestra Tierra.

Fotograma de la película «Lo que arde», de Oliver Laxe. Imágenes cortesía del Festival Eurocine.

El Festival Eurocine se inauguró el 26 de septiembre e iba a cerrar el 14 de octubre. Cualquier ecuatoriano sabe que gran parte de esos días, ir casualmente a una sala de cine no estaba dentro de las prioridades de nadie. Por causa del paro y el toque de queda ocasionado por éste, se detuvo cualquier tipo de actividad recreativa en el país. 

¿Sigue siendo relevante hablar de las películas de Nuestra Tierra y la importancia de su inclusión? Sí. Y más aún ahora que ha sido extendido hasta el 20 de octubre.

Si bien fue eclipsado completamente por la situación del país, aún hay una reflexión que es más relevante que nunca. Aunque las salas de cine han sido utilizadas en tiempos hostiles como un medio de escapismo, las películas de Nuestra Tierra  cumplen una función opuesta: adentrarnos de cabeza en un grave problema global. 

Quién sabe. Tal vez estaríamos en una situación muy diferente si utilizáramos el arte de esta manera más a menudo, adentrándonos en los conflictos en lugar de tratar de olvidarnos de ellos. Existe una clara ironía histórica en el hecho de que la realidad actual nos haya presentado un colosal conflicto nacional por combustibles fósiles con partícipes indígenas, al mismo tiempo que se presentó un festival de cine europeo con una selección de películas ambientales.

Fotograma de «El Minero», de Hanna Slack

Naturaleza, política y muchos otros temas separados y conectados, simultáneamente contradictorios y coherentes, convergieron en una inusual coyuntura que limitó la reflexión pausada, forzando a muchos a pensar de manera colectiva aceleradamente y olvidarse de la individualidad. Sin embargo, y aunque  pueda sonar paradójico, desde ésta parte la verdadera empatía. El arte tiene la capacidad de cambiar y unir a todos para mejorar. Todo depende de la atención y valor que le atribuyamos. 

Es probable que muchos de ustedes no pudieran disfrutar del Eurocine y la selección de películas de Nuestra Tierra, pero ¡aún hay tiempo! Por ello, aquí haré mi mejor intento de compartir su importancia en estos momentos de incertidumbre nacional y global, uniendo varios puntos que a simple vista parecen separados, pero están profundamente ligados. Empezaré por la humanidad y la naturaleza.

Fotograma de «Lo que arde», de Oliver Laxe

El festival Eurocine siempre ha tenido segmentos de corte activista, con la intención de concientizar a la audiencia de cierto tipo de temas. El año anterior hubo un segmento llamado Más Humanos, que reunía películas enfocadas en los derechos humanos. Ahora le dieron una voz al planeta Tierra, que necesita más derechos y no tiene ningún tipo de voz. La página del Eurocine describe Nuestra Tierra como un segmento que propone una nueva perspectiva desde el cine, sobre nuestra damnificada relación con el planeta.

Para referirse a Nuestra Tierra, Eurocine menciona la importancia del antropoceno: teoría científica que afirma que estamos en una era geológica en la que la humanidad es una fuerza de la naturaleza de nivel geológico, con el suficiente impacto para cambiar permanentemente el ecosistema; algo  único entre todas las especies. Esto ocurrió por milenios de avances tecnológicos en donde el ser humano se veía a sí mismo en conflicto con la naturaleza, separándose de ella para sobrevivir, fabricando materiales cada vez menos biodegradables. 

La corriente de pensamiento del antropoceno también propone algo más: que los humanos no somos algo separado de la naturaleza, y creer que nuestra civilización es un proceso ajeno a ésta no es más que un delirio egoísta de nuestra especie. Nuestros artificios y tecnología no son algo separado de la naturaleza, y nuestras fabricaciones estéticas tampoco.

Fotograma de «Lessons of Darkness», de Werner Herzog

El arte, en sus bases más primitivas, lo primero que emulaba era la naturaleza: sus sonidos y su belleza. La narrativa fue el primer tipo de arte que empezó la tendencia a antropomorfizar aspectos de la naturaleza, haciendo dioses al mar, la tierra y el sol. Naturalmente el cine, la forma de arte narrativa más sensorial e inmersiva en las emociones de actores, tiene una tendencia humana en sus historias. En las películas de Nuestra Tierra esta convención toma un giro inesperado.

Por ejemplo en «O que Arde (2019)», dirigida por Oliver Laxe, si bien el protagonista es humano, su relación con el bosque que rodea su pueblo es mucho más importante que cualquier interacción humana que tiene. La compleja reconciliación con el bosque que alguna vez fue acusado de haber quemado se detalla en la sutileza del retrato de sus árboles y la calma de su lluvia; es una relación cambiante durante la trama. Mientras que la relación con su madre, con quien vuelve a vivir tras volver de prisión, es algo más estática y secundaria. Sigue siendo importante, pero no es el enfoque principal, como sería en una película de estructura más convencional tratando la misma historia. 

Fotograma de «Lo que arde», de Oliver Laxe

La humanidad es solo una pequeña parte de la vida biológica, y la vida biológica es solo una pequeña parte del planeta Tierra. Películas como «Homo Sapiens (2016)», de Nikolaus Geyrhalter, exploran esta idea. Su premisa es mostrar lo que quedará de nosotros cuando nos hayamos ido. No retrata humanos. La perspectiva está direccionada hacia las ruinas de nuestra civilización como si ésta ya hubiera terminado. Edificios desolados y paisajes abandonados generan una sensación apocalíptica e incómoda. El mensaje es abierto pero directo: al paso que vamos no estamos dejando nada particularmente digno.

El daño parece colosal solo porque presenta un alto riesgo de acabar con nuestra especie, pero para el resto del planeta este cambio sería insignificante. En la Tierra han habido cinco extinciones masivas previas y la vida siempre se ha recuperado con el tiempo. Esta no sería la excepción. La Tierra no tiene prisa. A largo plazo el cambio ambiental solo nos afecta a nosotros y solo nosotros podemos cambiarlo. Si nos separamos de la naturaleza, ésta solo prescindirá de nosotros sin inmutarse.

Fotograma de «Homo Sapiens», de Nikolaus Geyrhalter

Los festivales son un refugio para el arte en donde la realidad puede seguir siendo re-contextualizada para reflexionar y no para consumir. A diferencia de las grandes producciones de estudio, que aunque parezcan estar vendiéndote ideas progresistas, solo te las van a presentar de una manera que sea rentable y explotable como prioridad. En un festival, desde varias  miradas personales se pueden ver los malestares colectivos de la sociedad con mayor claridad. El hecho de que en los últimos años haya habido una mayor cantidad de cineastas que han decidido no darle un enfoque humano a sus historias dice mucho del rol que debemos tomar como humanidad; no solo para concientizar, sino también para recordar el pequeño impacto que tenemos realmente en el curso natural de la vida del planeta.  

Un festival es un oasis para nutrir el alma en las aguas puras de la visión subjetiva de un autor. Las películas de Nuestra Tierra son imprescindibles para dar luz a una mirada que normalmente hemos olvidado.

La selección completa del segmento es:

  • Lo que Arde (2019) Oliver Laxe, España
  • Lessons Of Darkness (1992) Werner Herzog,  Alemania
  • Fata Morgana (1972) Werner Herzog, Alemania del Oeste
  • Homo Sapiens (2016) Nikolaus Geyrhalter,  Noruega
  • El Minero (2017) Hanna Slack,  Eslovenia
  • Los Creadores del Mundo del Consumo (2001) Harun Farocki, Alemania 

Pueden ver más información sobre el festival en www.eurocineecuador.com

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