Un evento necesario para nuestros días. Un acontecimiento de grandes proporciones. Así es EQUIS, el primer Festival de Cine Feminista del Ecuador. Te presentamos una introducción a este evento, para que te animes y no dejes de ir desde hoy.
Del 26 de Noviembre al 1ro de Diciembre llega a Quito y Guayaquil EQUIS: el primer Festival de Cine Feminista en Ecuador. Con la proyección de 34 películas, 10 cortometrajes ecuatorianos, una exposición de fotografía, funciones al aire libre, talleres y conversatorios, la apuesta de EQUIS por un contenido pensado en clave de género es sustanciosa y emocionante.
La llegada de un Festival de Cine que lleva la palabra “feminista” en su título no puede ni debe ser pensada por fuera de la coyuntura en la que vivimos. En los últimos años —pongamos como punto de partida el “Ni Una Menos” argentino en 2015, por ejemplo— hemos visto cómo este movimiento social y político ha inundado el espacio público y las ahora politizadas vidas “privadas” de mujeres, lesbianas, bisexuales, trans, travestis y no binaries de nuestra Latinoamérica. Es decir, de todxs quienes componemos esa minoría simbólica a la que el término “mujeres” ya no le basta.
El mismo fenómeno se despliega a nivel mundial, en el diseño de diversas estrategias colectivas que tienen como objetivo denunciar la violencia de género (#MeToo) y exigir reparaciones en pos de la equidad de género que persigue el feminismo.
Nuestro propio país no ha sido ajeno a esta vorágine. Las organizaciones feministas ahora marcan y disputan la agenda política —acordémonos del Paro— y tenemos varios ejemplos que lo comprueban: la multitudinaria convocatoria del Ni Una Menos en Noviembre de 2016 —la marcha de mujeres más grande de nuestra historia moderna hasta ese momento—, el lanzamiento de la campaña “Aborto Libre” que remite a la famosa marea verde argentina y el debate en la Asamblea del proyecto de ley que buscaba despenalizarlo por cinco causales —situaciones específicas en las que estaría permitida la práctica de un aborto—.
Sin embargo, el movimiento no se agota en la esfera de las políticas públicas o la militancia más tradicional. El cuestionamiento a dinámicas y prácticas machistas pretende empapar todas las aristas de la vida social. Nuestras relaciones, nuestros hábitos y nuestros consumos no escapan a la necesidad de ser re-ensamblados a partir de una nueva perspectiva de género. El arte, el cine y la producción creativa tampoco serán la excepción.
La necesidad de tener cine feminista es la expresión de nuestra generalizada demanda por ocupar espacios de los que fuimos históricamente excluidas o relegadas a habitarlos desde un mismo rol. Se trata de transformar el agotamiento de vernos en pantalla como accesorios de un gastado héroe masculino, en un encuentro frente a mujeres con personajes complejos que tienen diálogos e historias propias.
Hay algo contundente y oxigenante en la representación: alzar la mirada y sentirse interpelada internamente por figuras que poseen la familiaridad suficiente para abrazarnos a la idea de que podríamos ser nosotras. Si no, pensemos en el fenómeno de la Mujer Maravilla de Gal Gadot dirigida por Patty Jenkins que tanto conmocionó en 2017. Darles la oportunidad a cientos de niñas de disfrazarse de una superheroína y jugar a salvar el mundo, no es un dato menor ni intrascendente —más allá de las importantes reflexiones que podemos hacer en torno al clásico heroísmo norteamericano y su catastrófica misión de “llevar paz” a lugares—. En tanto entendemos al cine como un transmisor masivo de cultura y sentido común, queda más en claro todo lo que está en disputa con estas rupturas.
¿Ver personajes femeninos en pantalla alcanza?
No. Contar con personajes femeninos que encajan perfectamente en cánones hegemónicos de belleza dentro de la gran industria, no alcanza. Necesitamos que el deseo de reflejarnos en otras ocurra también detrás de cámaras y seamos directoras, productoras, fotógrafas y guionistas. Muy poco cambia si se empiezan a contar historias que hablen de nosotras, y los equipos de realización y producción que las hacen posibles, no estén conformados por quienes de hecho las viven. El desafío consiste en que la representatividad se haga presente a lo largo de todo el proceso, y no sólo en el producto final que se vende. Porque de lo contrario, no es difícil pensar que el interés por “incorporarnos” responde a un estratégico aprovechamiento del boom de nuestras luchas —googlear “pink-washing”—.
Si algo queda claro, es que existe una urgencia imperante porque todos estos diversos debates y esfuerzos en torno al género —que no son un nuevo invento, la historia de las mujeres en el cine da para largo— tengan espacios visibles que los acojan e impulsen. Fomentarlos como encuentros colectivos es una muy precisa forma de homenajear históricas luchas. Me animo a afirmar que el Festival EQUIS puede ser uno de ellos, como lo demuestran los diversos foros, conversatorios y talleres que propone para acompañar sus cortos y largometrajes.
Entendiendo que la propuesta de gestar narrativas que refieran a ese amplio nosotrxs, implica, en un mundo aún profundamente desigual, pensar en nuestras violencias y las estrategias o desafíos que de ellas se desprenden; las secciones temáticas que agrupan las proyecciones del festival, lo resuelven bastante bien. Poner el cuerpo, Amiga date cuenta y Puño arriba son las 3 categorías que anuncian una rica programación donde al necesario apoyo al cine independiente, se suma la posibilidad de conocer qué miran quienes tienen interés por construir un mundo del cine más feminista.
El documental que se proyectará en la inauguración —26 Noviembre Sala Alfredo Pareja CCE, Quito— sintetiza maravillosamente esta idea. Los primeros créditos aparecen y, con satisfacción, descubro que son todas mujeres. “Female Pleasure”, de Barbara Miller, nos sumerge en la relación de 5 mujeres con sus respectivas culturas y aquello que permanece oculto, que es incómodo, que no se nombra: la sexualidad femenina. Legitimadas por la religión y sus mandatos, el documental denuncia como aún hoy en pleno siglo XXI, la violencia y opresión sufridas por las mujeres siguen vigentes, escudadas en el rótulo de “prácticas culturales”. Matrimonios arreglados, mutilación genital femenina (mgf), abuso sexual, odio y repudio de su comunidad, son algunas de las vivencias padecidas que narran estas mujeres que desean ser las últimas.
A través de sus relatos, estas mujeres nos muestran cómo las estructuras de poder se reproducen una y otra vez por medio de esos libros escritos por hombres, que dicen escribir en nombre de Dios. Se trata de un ciclo que alberga la amenaza de que siendo esas mujeres, las que esos hombres describen, no seamos capaces jamás de cambiarlo.
Pero ellas, por suerte, fueron otras.
Hay una frase del documental que surge en medio de una entrevista y dice que el patriarcado es la religión universal. Para estas mujeres, que vienen del judaísmo, el budismo, el catolicismo o el islam, el punto de encuentro reside allí en esa frase. En esa difundida concepción asimétrica y binaria que destina lo femenino a la sumisión y la inferioridad. Al pecado, a la culpa, a la vergüenza.
Pero lo que más me interesa destacar, es que después de horrorizarnos junto a ellas y sentir el cuerpo revuelto de indignación —aún no encontré las palabras para digerir la práctica de la mgf—, todas las mujeres que eligió Barbara elaboran alternativas tangibles para contagiar esa urgencia de que todas, no solo ellas, puedan ser otras. Creo que es un poco de eso de lo que se trata el feminismo, de compartir y construir herramientas que labren por un mundo más habitable. Más justo, más equitativo, más diversx.
Concentremos esfuerzos, entonces, porque las salas del Festival EQUIS estallen. Apostemos por estos espacios de encuentro y creación, para que desde el aprendizaje, las iniciativas se multipliquen y continuemos sentando las bases del arte y el cine que nos interesa crear y consumir. Para seguir conmoviéndonos, para que la organización no se agote, para motorizar y nutrir las convicciones, y sobretodo, para que nunca perdamos la certeza de que necesitamos seguir repensándonos.
¡Invitadxs todxs!
Pueden consultar la programación del festival aquí. No dejen de ir y pasar la voz, así al menos por estas semanas apaciguamos la queja de que nunca haya nada nuevo para ver.
Este noviembre, a 60 años de la muerte de las hermanas Mirabal, lo celebramos en el primer Festival de Cine Feminista Ecuatoriano.