En estos días se desarrolla la edición número 21 del Encuentro Internacional Manta por la Danza. Entérate de qué se trata aquí.
La pandemia nos cambió de golpe. A todxs. Nos metió en nuestra casa sin otra posibilidad de salir al mundo exterior que uno que otro breve y muy controlado paseo. Al parque, o, en su defecto, al mercado o al supermercado.
Modificó la forma en que practicamos nuestros distintos oficios. Ahora, una pantalla y una conexión de red lo suficientemente buena son todo lo que necesitamos para relacionarnos con el mundo. Y eso incluye, por supuesto, a la danza.
¿Qué se pierde en el proceso y qué se gana? ¿Qué depara el futuro al oficio? Esas son las cuestiones que los organizadores del Encuentro internacional Manta por la Danza han tenido que abordar en estos últimos meses.
La coordinadora del evento, Gabriela García, explica que, para la edición número 21 del festival, muchas cosas cambiaron forzosamente. Empezando por el formato. Es la primera vez que el Encuentro internacional Manta por la Danza se está realizando de forma online.
El pasado lunes 12 de octubre, el festival abrió sus actividades bajo esta nueva modalidad después de un tiempo de planificación y reflexión.
“Fue, de buenas a primeras, cambiar el formato y entender que esto tenía que darse online. No sabíamos qué iba a pasar entre junio y octubre. No sabíamos si íbamos a pasar de rojo a amarillo, si habría rebrote. Era demasiado arriesgado para nosotros pensar en el proyecto presencial”, señala Gabriela.
Obviamente, esto implicó una reinvención radical.
“Después de 20 años de hacer un festival bajo un mismo concepto: invitar a gente, que vaya a tu ciudad, conseguir hoteles, alojarlos, ya teníamos toda la parte logística muy bien aprendida y gente lista para cada cosa”, dice la artista y gestora.
No obstante, hay cosas que no han cambiado en esta nueva edición. Y que no deberían cambiar.
Un espacio para aprender
Además de mostrar varias obras de danza contemporánea, este año, como en los anteriores, el Encuentro Internacional Manta por la Danza da a los nuevos talentos la posibilidad de prepararse. Para la danza y para los tiempos que vivimos.
Centrado mayormente en la danza contemporánea, el festival tiene dedicada una parte importante de sus actividades a la formación de la gente. Y esta parte tiene el nombre “Residencia creativa”.
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¿De dónde viene la necesidad de una residencia creativa? En palabras de Gabriela, de que “en provincia hay poca capacitación profesional”.
La Residencia creativa permite a los artistas emergentes, provenientes de Loja, Quito, Cuenca, Manabí, Guayaquil, desarrollar un proyecto de danza y video a lo largo de las tres semanas que dura el evento. Los trabajos serán presentados el 30 y el 31 de este mes.
Con la labor de Magdalena Brezzo —coreógrafa, encargada de la asesoría y dirección en los proyectos— y Ana López —encargada de la asesoría en videodanza—, la residencia se presenta principalmente como una suerte de guía para echar a andar los proyectos.
Lo demás dependerá de cada estudiante y de su propia visión artística.
Otro punto importante del festival son las clases magistrales y los talleres, que son dictados por expertos con más de 10 años de experiencia comprobada.
Tampoco podemos olvidar la muestra de productos audiovisuales terminados que se realizará en paralelo a la parte de la docencia.
La danza en tiempos del COVID
Según Gabriela, si hay algo que podemos concluir del número más bien corto de las propuestas terminadas que integran la muestra, es que hay un vacío en la creación artística del país. Algo que nos ha recordado, a la fuerza, la pandemia.
“Nos hemos dado cuenta de que hace falta conocimiento para hacer una creación de danza y video, pensado en ambos lenguajes”, indica García.
No ha sido fácil encarar este hecho. Pero el festival lo ha hecho con decisión y en el menor tiempo posible. Lo que, si bien ha resultado complicado, ya ha traído a los organizadores del encuentro, un resultado muy positivo.
“Yo creo que una de las grandes ventajas que hemos visto, en las actividades que hemos hecho hasta ahora, es que hemos tenido una gran acogida nacional, que eso es algo que no nos pasaba. Un festival, en lo local, tiene su público y su gente, pero no llega afuera. Ahora hemos tenido participación de todo el país. Y no sólo en la parte escénica”, afirma Gabriela.
Al festival le ha venido muy bien esto. Pues ampliarse, expandir su alcance a otros lares le viene muy bien a la propia ciudad de Manta.
“Necesitábamos que venga gente de afuera y nos capacite, porque era muy difícil llevar a la gente a otro país, a otra ciudad. Era más sencillo tener a un maestro que haga una capacitación”, puntualiza García.
De aquí en adelante
En el futuro, al parecer, las cosas no cambiarán demasiado para el Encuentro Internacional Manta por la Danza. Una vez que la antigua normalidad retorne, volverá a realizarse, como desde el 2016, en el lugar de la Fundación Cultural La Trinchera —entidad que organiza el festival—, sitio que reemplazó a teatro Chusig después de que el terremoto provocara grandes daños en este.
Sin embargo, hay un aspecto en el que es imposible dar marcha atrás: la parte audiovisual. Contrario a lo que podría pensarse, hacer un proyecto audiovisual de danza no es, para la gente del festival, algo pasajero, producto de las circunstancias tan extrañas en las que nos encontramos.
Por el contrario, han venido para quedarse:
“Yo visualizo ahorita, no sólo este festival, sino los proyectos que podamos emprender, con una mixtura. Yo lo veo como una ventaja, como una oportunidad. Nosotros nunca dejamos de hacer un festival, incluso el año del terremoto”.