Capturar la esencia de una persona y representar las emociones de un cuerpo. Eso se propuso la fotógrafa guayaquileña Paulette Sánchez.
El cuerpo de la mujer promedio ecuatoriana no es uno que se encuentre en el día a día, en las pantallas de celulares, o televisores. Paulette Sánchez, fotógrafa guayaquileña, partió de la falta de representación que la rodeaba. Nunca consideró retratar desnudos porque opinaba que hay otras formas de capturar la esencia de una persona. Pero su opinión cambió el día que, al revisar el trabajo de otros colegas, vio este tipo de fotografías con variantes en común. “Eran desnudos como tal y no representaciones de algo”, explica.
Paulette supo que si su objetivo era retratar a una “mujer común”, no era factible contactarse con modelos. Inició desde lo más cercano: sus amistades. “Yo no veía que mis amigas se parecieran a las mujeres de las fotos. Quería que las personas vieran desnudas y se sintieran un poco identificadas con su cuerpo, porque ningún otro desnudo que yo vi de fotógrafes locales me representaba de alguna manera”, dice.
La fotógrafa estableció un proceso de instrospección que cada mujer debía completar. No quería imponerles su perspectiva del cuerpo femenino sino proyectar lo que sentían. “Yo personalmente soy mucho de escribir. Entonces, yo sabía que si bien estas mujeres estaban aceptando ser retratadas, de alguna u otra manera estaban siendo retratadas por mi visión. Quería que ellas tuvieran una voz dentro de cada sesión”, explica.
“Viví con miedo mucho tiempo, atada a mi mente tratando de volverme a encontrar, hasta que lo hice, y no hay vuelta atrás, no hay nada mejor que ser y sentirse libre, libre de accionar y libre de pensar”, escribió Ivanna Intriago, una de las primeras mujeres en ser capturadas en el lente de Paulette.
“Mi cuerpo no es perfecto. Yo no soy perfecta ¿Me importa? Sí ¿Debo aspirar a la perfección? No. No puedo aspirar ser algo que no existe, pero puedo intentar”, redactó Belén, la segunda mujer expuesta en el proyecto fotográfico. En su mayoría las participantes hablaron de cómo se sentía habitar en su cuerpo viviendo en Ecuador.
Pero el texto que cambió el eje del proyecto fue el siguiente: “Amo mi cuerpo. Pero eso no importa, porque no puedo mostrarme libre, tomarme fotos sin ropa, porque si lo hago, alguien va a pensar lo peor. ¿Por qué? Porque mi cuerpo para muchos es un objeto. Es algo sexual. Que no importa que estas fotos tengan un fin artístico, siempre habrá quien lo convierta en algo peor que eso. Siempre”, escribió Mary, pseudónimo de la mujer retratada que prefirió quedarse en anonimato.
Emociones, no cuerpos
El testimonio de Mary hizo que Paulette parase el proyecto, con la finalidad de darle otro enfoque. “Una foto cuando es expuesta se puede prestar para muchas cosas. Para la sexualización, para el insulto. Para representar un cuerpo es necesario saber las emociones que habitan en ese cuerpo”, expuso.
Así, nació Moods, alteración del primer trabajo, que buscaba crear un concepto alrededor de emociones que mujeres proyectan sobre la piel que las contiene. “Quería mostrar ese sentimiento de estar encapsulada lo más literal posible, sin incluir un desnudo estricto y explícito”.
“Como fotógrafa creo que no se debe satanizar los desnudos. Actualmente, muchas de las plataformas en donde se expone el trabajo de un fotógrafe son las redes sociales. Son un arma de doble filo donde lastimosamente te vas a encontrar con acosadores. Esto no es culpa ni del fotógrafo ni de la retratada a menos que haya sido sin consentimiento de la persona”, opina Paulette.
Sánchez entiende que ningún trabajo te va dar la potestad de creerte dueño sobre el cuerpo de una fémina. Para cerrar, quiso recordar a modelos o personas que realizan este tipo de trabajo: “Nunca tengan miedo de decir que algo no les gusta, si es que hay alguna pose de que verdad no les convence, si quieren ir acompañados o si no les gusta el lugar”.