¿Cuáles son los deseos modernos que alimentan el sistema en el que vivimos? ¿Qué relación tiene la tecnología con la naturaleza? Esas y varias otras cuestiones son las que se plantea Luis Enrique Zela-Koort en su expo Deseos modernos.
Desde el 23 de abril, la exposición Deseos modernos, del artista e investigador peruano Luis Enrique Zela-Koort, habita los pabellones 1 y 2 del Centro de Arte Contemporáneo de Quito (CAC). La muestra, abierta al público hasta el 25 de julio, es una suerte de retrospectiva de su creador. Recoge obras de los últimos dos años que se vinculan en el eje central de la relación dinámica entre tecnología, naturaleza y cultura.
Los diferentes medios utilizados en esta obra, desde la escultura, mapping y hasta el bordado digital, sugieren nuevas formas de entender las relaciones que, como humanos, hemos adoptado a partir de la modernidad. En nuestros días es necesario hablar sobre lo humano y post-humano, sobre las prácticas culturales atravesadas por la tecnología y máquinas, y sobre el binarismo —cuyo ejemplo más claro y cuestionable es la división firme entre naturaleza y tecnología— que sigue impregnado en nosotros y que continúa replicándose estructuralmente a diferentes niveles.
Tan sólo entrar a las salas de esta expo produce ya una primera carga sensorial. Acompañado de un entorno rosado, el trabajo, en lo que respecta a soportes, tamaños y distribución, refleja la intención del artista para intervenir cada detalle a su alcance. De esta manera presenta un trabajo potente en contenido y reflexión, preocupándose por establecer una coherencia entre lo que dice y los objetos expuestos.
Además, este trabajo es parte de la discusión que plantea dudar sobre qué tan coherente es el humano frente a sus acciones y la toma de conciencia que suele hacer sobre estas.
Para Luis Enrique, la búsqueda del conocimiento es uno de los grandes pilares de su trabajo. Y es que con su obra busca evidenciar los vínculos entre saberes provenientes de diferentes áreas y cómo estos vínculos han sido negados. Se refiere a la modernidad como un período en que se polarizaron los conceptos, ubicándolos en esferas distintas y construyendo muros entre algunos.
Por lo tanto, hay que generar nuevos aprendizajes. Navegar entre varios saberes. Ese es el camino para enfrentar al sistema del que somos parte, pero del que pocas veces nos damos cuenta. A fin de cuentas, es difícil oponerse a algo sin el conocimiento suficiente.
¿Qué significa convertir un código genético en una imagen o escultura? A lo largo de la muestra se plantea las maneras en que formas de vida distintas de la nuestra experimentan el mundo. La transmutación, el cambio, está presente en la materialidad de varias obras de origen animal, vegetal o humano cuyas formas varían gracias a las prácticas tecnológicas. Prácticas que no podemos ignorar y sobre las que debemos reflexionar.
Deseos modernos presentar la crítica de la tecnología mediante el uso de la tecnología misma. Así a lo largo de la muestra se generan, intencionalmente, tensiones entre los conceptos y sus divisiones.
Cabe mencionar, por cierto, una particularidad respecto al orden de las muestra. Dentro de la exposición, el nexo entre obras no se da secuencialmente. Se podría decir más bien que cada una de las partes tiene su propio sentido, se desenvuelve dentro de su propio tiempo, a la vez que forma parte de un conjunto mayor. Lo que no quiere decir que no haya un orden en la exposición.
Es posible percibir una intención de establecer una relación entre las piezas mediante patrones exponenciales, casi como si se tratara de una relación fractal en torno a una matriz. Vale decir que los patrones no sólo pueden percibirse en lo que respecta al orden. También están presentes en la estética de las distintas obras, y se establecen como una acertada metáfora de aquello que se reproduce y escala varios niveles y acaba por formar parte de un macrosistema.
En este punto, Luis Enrique nos muestra la forma en que la violencia, las relaciones de poder y la concepción binaria entre personas no están ceñidas únicamente a lo humano. Se expresan también en torno a lo vegetal y lo animal. Algo que, atravesado por la instrumentalidad de la tecnología, nos pone en una posición de peligro y arriesga nuestra propia existencia.
Las obras presentadas en esta muestra, más allá de ser estéticamente agradables o no para quien las mire, son tangibles. Eso, en sí mismo, marca uno de los diálogos más representativos de su autor con nostrxs. Pues las formas que han llegado a ser expuestas han pasado por un proceso que puede ser caótico: removidas de su entorno original para fusionarse, añadirse y recrearse.
Estas obras representan los deseos inconformes, violentos, alteradores, que nunca están satisfechos, sino que buscan más y más. En otras palabras, representan los deseos modernos, alimentados por el sistema.
A continuación, presentamos una conversación con Luis Enrique, que, además de revelarnos algunos aspectos de su trabajo, nos dio una idea del origen de este.
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Xavier Vinueza: Deseos Modernos se presenta en torno a relaciones entre naturaleza, tecnología y cultura. ¿De dónde proviene tu motivación para proponer este diálogo?
Luis Enrique Zela-Koort: Todo parte muy de mí. Yo crecí con mi abuelita, que tenía un jardín gigante y era muy amante de la naturaleza. Siempre he estado muy conectado con la tierra y la naturaleza. Y, a la vez, políticamente, me parece que nuestra generación tiene toda una obligación de cuestionarse sobre cómo estamos maltratando la naturaleza y cómo se ha construido el sistema que posibilita la explotación sin precedentes en la historia de la humanidad.
Es una forma de hacer una antología y una historiografía de ver cómo es que, a lo largo del tiempo, y mediante qué mecanismos, se han consolidado las relaciones jerárquicas que sostenemos hoy en día con la naturaleza, en la que la tecnología cumple un rol instrumental.
Dentro de “cultura” hay varios elementos que se conjugan en la muestra. Hay elementos muy ritualistas, relacionados con ciertas manifestaciones religiosas, y elementos muy vinculados al género. Algo que es inherente a mi práctica. Y es porque trato varios temas. Creo que, sobre todo hoy en día, hay que ver los nexos entre las cosas.
En el momento en el cual estamos, en el cual la modernidad ha fragmentado los lazos visibles entre capital, sociedad, género, naturaleza, me parece valioso redescubrir las conexiones entre las áreas de conocimiento para generar nuevo conocimiento. Es justamente lo que necesitamos para pensar otras formas de ver el mundo y organizarnos.
XV: Algunas de tus obras parten de un origen natural, como microorganismos, que no pueden ser percibidos a simple vista, pero que, al atravesar el proceso artístico, se materializan en nuevos elementos fusionados. ¿Qué representa el cambio de entorno de estos? ¿Que implica poner estas nuevas creaciones a disposición de un público?
LEZ: Puedo tomar como ejemplo la obra del bordado digital “Deseos Tormentosos”. Ese tiene, por ejemplo, información genética de plantas. Usando un software generativo, convertí esa información en una imagen que, luego, bordé. Entrando un poco en diálogo y resonancia con las formas tradicionales de representar la naturaleza mediante tejidos, como se hacía en el Perú precolombino. En general, me gusta utilizar elementos con morfologías animales o de plantas y re-mezclarlas, bajo la idea de que no hay cuerpo sin conocimiento.
Hay cosas intrínsecas en nuestra biología y hay cosas intrínsecamente sociales, y ambas confluyen. Así construimos un cuerpo social. A mí lo que me interesaba es faltarle al respeto a ese cuerpo social, a la idea de la primacía humana. Los elementos humanos se re-mezclan con elementos no humanos para deshacer esa jerarquía de que todo puede coexistir y fusionarse. Otros cuerpos y otras formas de vida tienen diferentes aproximaciones a la realidad y me parece interesante rescatarlos. En la muestra lo hago desde una posición de visibilizar la opresión, que es algo que lo hacemos todos conscientemente, pero no hay alternativa.
XV: Varias de las obras se materializan a partir de la unión de patrones, a modo de fractales. Elementos que nos podrían remitir a conceptos de perfección tanto desde lo natural como desde lo artificial. ¿Qué se pretende profundizar a partir de estos elementos?
LEZ: El fractal, como lenguaje, a mí me parece que es la síntesis de la muestra. No importa en qué escala ocurra el fractal, se repite en cada nivel. La forma es recursiva en cada nivel de escala. Eso es un poco a lo que iba la muestra, de que el “blueprint”, el mapa de guía bajo el cual hemos conceptualizado la tecnología como mediadora entre la cultura y la naturaleza porque es la que nos permite “colonizar al mundo”, es ver que detrás de la consolidación de un tipo de tecnología hay todo un sistema ético, social, culturalmente construido a lo largo de años.
En cuanto a la relación que tiene la naturaleza con la tecnología, pensadores desde inicio de los 90 dicen que la tecnología se ha mimetizado con la relación jerárquica del patriarcado del varón oprimiendo a la mujer. Lo mismo hace la tecnología con la naturaleza. En la modernidad, en el capitalismo industrial, la naturaleza está conceptualizada como un ente que no tiene agencia. Pero es mentira, la naturaleza es caótica, es vida y muerte ocurriendo mil veces por segundo.
La caracterización que le da la modernidad a la naturaleza es como un ente pasivo a disposición del hombre, que existe solamente para recibir el vigor tecnológico y ser extraída, como esta matriz, para materializar el deseo humano. Esto se alimenta del sistema social en el cual fue creado. Estamos haciendo eco de cosas que creemos que son verdades objetivas, cuando en verdad los procesos en los que la ciencia y la tecnología se constituyen hoy en día tienen un sesgo ideológico que se replica en cada nivel de la sociedad.
Entonces, el fractal es una metáfora para hablar de que estos sistemas ocurren en el nivel más abstracto, general, como ocurren en el nivel más cotidiano, individual. Y es ver que todo está conectado. Hacer conexiones entre diferentes áreas de conocimiento para explicitar nexos que han sido intencionalmente ofuscados.
Estamos gobernados por abstracciones todo el tiempo y eso ha dado pie a una confusión generalizada de que no entendemos cómo funciona el sistema, y por eso no lo podemos cambiar. Porque el sistema borra sus pasos, se oculta a sí mismo.
XV: Me gustó ver la intervención que hiciste en cuanto al montaje e instalación de los espacios. La distribución y cómo se suma de cada pieza llevan a la sala misma a ser una obra. Las paredes pintadas de rosado además le cambian el diálogo al cubo blanco.
LEZ: Yo creo que si te voy a hablar de un tema complejo, de nada sirve hacerlo ajeno. Primero es una estrategia de comunicación. Yo, como artista, no sólo pienso en la obra, pienso en cómo el público va a recibir esa obra.
Cuando creo un espacio de instalación, lo que hago es condicionarlo y facilitar la aprehensión de la obra al hacerlo sensorial. No es el cubo blanco clásico de galería. Siempre que puedo intervenirlo, prefiero hacerlo. Si es una muestra individual mía, prefiero intervenir en el espacio en la mayor medida posible para que el espacio también respire la misma estética de la muestra.
De ahí, ¿por qué los colores de la paleta de rosados? Me interesaban esos tonos porque son muy infantiles, anestésicos, transmiten cierta ingenuidad. Me interesaba que resaltaran que todo esto ocurre a manera de piloto automático, estamos muy anestesiados por la modernidad para darnos cuenta de las formas en las que se emplea la violencia contra lo no humano. Y me interesaba exacerbar esas tensiones y hacer el ambiente lo más “pinky” posible, a pesar de que el tema te está hablando con una densidad filosófica.
XV: Puedo ver que la tecnología funge como crítica en la exposición, pero es utilizada a su vez para hacer posibles esas obras que transmiten dicha crítica… ¿Cómo reconcilias la tecnología en un proceso de exhibición y de crítica?
LEZ: Un poco la idea es esta: para hacer la investigación de cáncer, un médico tiene que trabajar con células cancerosas.
Voy a citar a Mao en que no puedes opinar sin saber de lo que estás opinando, porque esas opiniones no benefician a nadie. Yo creo que para hablar de cómo opera la tecnología hay que usar la tecnología.
Marx decía que no es cuestión de bajarnos todo y volver a las cavernas, sino es ver el potencial que tienen los medios de producción y transformarlos y apropiarnos. En el arte es lo mismo.
De todas formas, sí me preocupo de no cruzar cierta línea. Por ejemplo, ahora están los NFTs, esta idea de que se puede vender arte digital usando el Blockchain o Criptocurrency. Yo nunca lo vendería porque la huella de carbono es como si tuviera mi taller prendido un año, eso me parece ya demasiado abusivo.
En alguna medida es como que tiene que ver en cómo transformas el recurso para que hable lo que tu quieras, para apropiártelo desde el arte.
Para hablar de algo tienes que usarlo. Las reflexiones a las cuales puedes llegar, sin saber de lo que quieres hablar, son bien limitadas. Yo creo que para que la obra funcione tiene que ser coherente. Cómo está hecha, de qué está hecha, cómo se ve, cómo está conceptualizada, todos los diferentes niveles de análisis y todo suma. Para que una obra sea buena tiene que ser un universo coherente.
XV: En la segunda sala se hacen presentes elementos que remiten a género y sexualidad. ¿Cuáles son las perspectivas sobre las que se quiere indagar aquí?
LEZ: La primera sala tiene un foco más sci-fi, recoge de qué forma la estética de la ficción avanza en estas promesas del futuro, de cómo se estructura y cómo se construye.
El segundo pabellón se vuelca más hacia el cuerpo, a pensar el cuerpo como una tecnología. El primer espacio es mucho más frío y el segundo es más corporal.
Me interesaba ver cómo se ha construido el binarismo en la modernidad: tecnología-naturaleza, naturaleza-cultura. Es lo uno o lo otro. Aunque, de hecho, las culturas precolombinas, no tenían esos binarios rígidos que tenemos nosotros entre la cultura y la naturaleza. Por ejemplo en el Perú moderno, no ha habido alguien del mismo rango que la Dama de Cao que era una líder de la cultura Moche y la máxima representante del poder. Hemos tenido en el Perú precolombino una mujer gobernadora como no ha habido en el Perú contemporáneo, y ejemplos así hay miles. A mí me interesaba romper ese binario construido que fue importado en la colonización.
Cuando estuve haciendo esta investigación me interesó que la Dama de Cao se dibujaba un órgano genital en el mentón, que fusionaba morfologías masculinas y femeninas y, a la vez, hacía eco anatómico del órgano genital de un embrión. Este elemento es el mismo que uso en las cerámicas, escultura y en el video. Lo que a mí me interesaba con esta pieza es hacer un altar a esta naturaleza no binaria. No binaria del conocimiento, no binaria de nuestro cuerpo, no binaria de un período histórico que la modernidad ha borrado y que sin embargo tiene nodos de conocimiento muy valiosos.
XV: En algunas obras parece existir una intención “industrial”, de llevar hacia la producción a gran escala a aquello que originalmente no se desarrolla ahí…
LEZ: Eso parte de un entendimiento de qué es la máquina. Por definición, la buena máquina no se equivoca y te asegura que un proceso va a ser ejecutado. La máquina le da cuerpo a un proceso. Si tomamos esa definición, una máquina no tiene que necesariamente ser física, cualquier mecanismo de estandarización de un proceso es máquina.
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Entonces las ciudades son máquinas. Y así podemos extrapolar la idea de la máquina para convertirla en un símbolo que habla del control excesivo de la modernidad hacia la naturaleza. Como la naturaleza es una fuerza ajena al humano, tiene que ser traducida, digerida. La máquina convierte al otro, al mundo natural, en materia prima. La máquina cumple un rol de estandarizar procesos. Por eso me interesaba utilizar a la máquina en algunos casos literalmente con piezas giratorias y en otros casos como símbolos.
XV: ¿Cuáles dirías que son los deseos modernos?
LEZ: Es un deseo violento, es un deseo que tiene la necesidad de transformar. La realidad, como es, nunca es suficiente para la modernidad. Toda naturaleza tiene que pasar por un proceso adicional para convertirse en materia prima.
El deseo moderno es un deseo violento, transformador, manipulador, en el sentido de que manipula la realidad constantemente. Es un deseo que se ejerce con un control excesivo de la realidad. Un deseo que está constantemente inconforme con lo que tiene al frente.