Galápagos: paraíso en pérdida es el nombre del nuevo documental de Gustavo Yánez y Pocho Álvarez. El largometraje, estrenado el 12 de febrero, cuenta la historia sobre la otra cara de Galápagos, la que no se ve en postales o documentales sobre la naturaleza. Es decir, el lado oscuro de las islas…
Estábamos unas cuatro personas en la sala de cine el pasado martes. Lo cual fue hermoso —para mí—, porque nadie iba a poder verme llorando, nadie iba a verme en ese momento vulnerable, emocional. Porque en nuestra sociedad ser vulnerable, está mal visto. Se confunde, muy equívocamente, con debilidad.
Pero, ¿por qué se llora en un documental sobre Galápagos? Fácil, porque la estamos cagando. El ecosistema social del Ecuador no es compatible con el ecosistema biológico de las islas. De cierto modo, cuando, como país, decidimos colonizar las Galápagos, llevamos con nosotros todos los males del continente.
Si juntas una estructura política y económica, podrida por corrupción e hiperpresidencialismo, con pobreza estructural, clasismo, racismo, machismo, inseguridad, narcotráfico, cambio climático y un escaso accionar estatal, el resultado es la pérdida del Paraíso.
“Nosotros distribuimos esta película porque creemos que lo importante es que la gente lo vea”, me responde de manera sentenciosa Sebastián “Chan” Benalcázar, productor ejecutivo de Peacock Films. Y lo hace ante la duda de por qué decidieron publicar la película en un contexto en el que es más difícil de lo normal llenar salas de cine.
“A mí me hubiera gustado distribuir la película cuando había toda la problemática de la flota China”, me explica. “Llegó la pandemia y simplemente no podíamos esperar más”. Sin embargo, no contaban con los fondos necesarios para hacerlo.
Gracias a un fondo de fomento del —ahora— Instituto de Fomento a la Innovación y Creatividad (IFCI), lograron publicar el documental. El cual, por cierto, ha generado cierta polémica en algunos sectores vinculados con las islas.
El Paraíso —porque así lo llamamos quienes tenemos la suerte de haber turisteado por allá— se ha convertido en un infierno para la población y los expertos en biología y sociología. Claro que eso no lo dice el documental. Al menos, no de manera directa.
Una de las decisiones geniales de Pocho Álvarez —guionista y editor del docu— fue el no incluir claquetas con los nombres y puestos de trabajo de lxs entrevistadxs, como suele acostumbrarse en este formato. De esta manera, no es su rango social, laboral o económico el que determina el peso de su testimonio, sino que eso lo hace el testimonio en sí.
Al final, todos son testimonios de gente que vive en las islas y eso es lo importante. Sin embargo, la minuciosa edición revela un poco del contexto de cada uno de los personajes/personas que ayudan a construir este retrato no deseable.
Algo que va de la mano de la visión de Peacock Films, ya que, como explica Chan, su misión es “dar voz no sólo a nuevos talentos, sino a personas que quizás no tengan una voz”. Razón por la cual trabajan con ONG’s, proyectos que velan por los derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas, o la conservación de la naturaleza.
“Hacer una película es una aventura de descubrimiento, hacia adentro y hacia afuera. Tú descubres un universo, y este universo te descubre a ti”, me explica el Pocho, en una de las conversaciones más agradables que he tenido últimamente.
A continuación, una entrevista con este experimentado cineasta, que hace de codirector, guionista y editor del documental. El cual, por cierto, estará estas semanas en cartelera de Multicines y, posteriormente, estará disponible al público vía Choloflix.
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Juan Sebastián Jaramillo: Primero quiero que me cuentes la historia, Pocho. La historia detrás del documental.
Pocho Álvarez: Gustavo Yánez es un colega ecuatoriano-alemán, digámoslo así, porque ya vive mucho tiempo en Alemania. Y él tuvo una inquietud respecto a vincularse con el Ecuador y no desconectarse del país. Vino a Ecuador hace como cinco años a filmar en Galápagos. Pero su enfoque no era sobre las islas, ese universo maravilloso de la flora y fauna, sino enfocarse en la otra especie: los seres humanos.
Terminó de filmar y pasó un tiempo más para tratar de resolver el tema. Se contactó conmigo hace unos dos años, me pidió una mano, y me fui a Alemania para editar la película.
Yo llego, reviso el material y lo que salta a la vista es aquello que está en el título. Galápagos es un paraíso en pérdida. No porque yo lo diga, sino porque es nuestra condición como país, de nosotros como un depredador.
Y no sólo se expresa en este documental, se expresa en todos los ecosistemas, como el manglar, que ha sido y sigue siendo depredado. La Amazonía, de la que nosotros somos el “Chernóbil”, por la contaminación petrolera. Ese modelo de desarrollo nos ha pasado factura y extinguió la cascada de San Rafael, y nadie ha dicho nada. El lecho del Río Coca está en un proceso de erosión regresiva.
No hemos adoptado esta opción de modernidad conscientemente, pero sí como política pública. Es responsabilidad de los gobiernos y de sus políticas de conservación, de preservación del laboratorio natural que es este precioso país.
Entonces, la factura de Galápagos como un paraíso natural responde a esa inquietud que debemos sembrar. Aquello que queremos ser y hacer con este nosotros que nos habita. ¿Queremos seguir siendo, junto con Brasil, uno de los primeros países en destruir la Amazonía?
JSJ: Tú hiciste la edición, el montaje y el guion. Y en cuanto a la investigación, ¿estuviste ahí?
PA: No, en cuanto a los personajes, no. No estuve en la filmación. Verás, la idea primigenia de esto fue cambiando, especialmente en la edición.
Cuando yo llego a Alemania, lo que veo es una suma de testimonios de personajes, y me toca articular un paraguas, y este paraguas es aquello que habita en las islas como humanidad y que hace que este sea un paraíso en pérdida. No son las especies animales, no es la iguana, no es el cangrejo; es el ser humano.
Un ser humano concreto, con cédula de identidad y obedece a una forma de ser plural, aprendida socialmente. A estos personajes los identifica una sola realidad: están echando a perder Galápagos.
JSJ: La ecología, como ciencia, cataloga al ser humano como una especie más, parte del ecosistema. Luego, en las ciudades, el ser humano se convierte en un depredador del campo y la naturaleza. ¿Crees que tu visión va alineada con la de la ecología?
PA: Yo parto de mi óptica, que viene del cine. El cine es un arte y lo que busca el arte es ser luz en un espacio de oscuridad. A través del cine he ido entendiendo muchos problemas que nos acosan, y he tratado de encontrar respuestas en la propia realidad, en la gente.
Descubrí en la lucha de los campesinos, en la lucha de la resistencia en defensa del agua y los páramos, esa respuesta. Además, descubrí que la cultura, lo que nos permite construir un nosotros y pertenecer a algo, responde a que somos seres bióticos, condicionados por el ecosistema en el que vivimos.
Y nuestra forma de ser de montaña es porque tenemos unos “apus”: espíritus, seres protectores. En la Amazonía tienen a la selva viva, con espíritus, en cada laguna.
Esa concepción, que no es más que una respuesta espiritual a la naturaleza que nos rodea, es la que nos hacer ser, y eso es lo que hay que preservar. Porque si hay algo maravilloso en la humanidad, es la diversidad. Y la diversidad es, o su origen está, donde tú habitas. Donde tú decides ser humano.
Esa concepción va en contra de lo que somos como país, como unidad política. Tú ves eso en Galápagos: son seres que buscan trasladar el confort de las grandes ciudades a Galápagos, y no les interesa el entorno. Porque así fueron criados.
Además, hay una política pública orientada a la depredación. A ver la selva y Galápagos como recursos económicos que deben ser explotados, independientemente de cualquier consideración. Esa es la gran contradicción en la que estamos, y Galápagos, como el gran ícono del Ecuador, está en ese péndulo.
JSJ: A mi modo de ver, todos los males del Ecuador están en el documental. Estas tomas del dron que muestran los techos son muy gráficas. Es algo que encuentras en Quito, en la Costa. Igual, la corrupción, las empresas que ponen por encima de todo el capital. El dinero como fin, no como medio. Y eso pone el peligro las islas, y viene de acá. Todo eso fue con los colonos.
PA: Exactamente. Esa es una realidad que percibes en cada testimonio y toma.
Hago aquí un paréntesis. No busco hacer daño al turismo, porque ya hemos recibido críticas. ¿Cómo es posible hacer una película así en estos momentos y presentarla? Porque, justamente, el sector que dinamiza Galápagos, el turismo, es el más golpeado.
No se trata de eso. Se trata de poner un punto de reflexión respecto de hacia dónde vamos. Si tú ves las ciudades en Galápagos, son tugurios. Es la reproducción de esa plaga de la ciudad depredadora. ¿Cómo puedes permitir ordenanzas arquitectónicas en Galápagos de edificios de cuatro pisos, si no hay agua potable? No es posible tener flujo de agua hacia arriba, y eso se ve en el documental.
Pero todo el mundo busca tener un hotel. Un hotel que es un tugurio. ¿A qué se asemejan esas calles? A los suburbios de las grandes ciudades. Suburbios de Quevedo, de Guayaquil, de Quito… donde no hay oxígeno para los seres humanos. Todo eso responde a una ausencia de políticas públicas, a una que eduque. Porque esos seres humanos necesitan ser educados para que convivan con este ecosistema.
JSJ: Es raro, porque la educación parece ser la solución a todos los problemas del Ecuador, en cualquier conversación. Pero yo diría que no es tanto la educación como institución, como esto de poner colegios, sino de la cultura, de los hábitos. De lo que transmitimos de generación en generación. Y ahí es clave el arte. Creo que es un paso hablar de esta otra cara, no tan bonita ni maquillada, de Galápagos, como lo es la del turismo.
PA: Hay que ser críticos con nuestra forma de ser. Que el refugio para resolver los problemas es que no somos educados, es una parte mínima. Nuestra condición plural es el verdadero problema. ¿Qué significa? Una ausencia de respeto, una ausencia de consideración. Respeto del entorno, del vecino, del otro que te permite ser lo que eres.
Por lo tanto, le debes todas las consideraciones. ¿Cómo? No siendo racista, no siendo xenofóbico, no siendo discriminador ni excluyente, algo que el ecuatoriano es por excelencia. Si no están de acuerdo, que me pregunten lo que ha pasado entre la Costa y la Sierra.
¿Cuál fue el tratamiento que la política ecuatoriana le dio a Galápagos? Esa fue la consecuencia, lo que está en el documental. Históricamente debemos ser críticos con las instituciones “sagradas” del Ecuador.
Por ejemplo, con los militares. Ellos, en la junta militar de gobierno, declararon provincia a Galápagos. ¿Qué significó eso? Darle el estatus político de cualquier otra provincia e insertar el cáncer de la política en un espacio que no debía tener ese tratamiento.
Una nación debe propugnar la formación humana, no la ciudadanía solamente, sino una formación humana. Contarnos para formar un concepto de humanidad, que subordina al concepto de ciudadanía. Y así, esa paranoia de la soberanía para utilizarlas políticamente volvió a repetirse en la “segunda dictadura”.
Desde ahí tenemos diputados que ofrecen, como cualquier baratillo de ofertas, votos para Galápagos, que se sostiene gracias al turismo. Y seguramente la minería entrará a las islas, porque es de interés estratégico para el Estado, y a este le vale un “joroco” el tema de los páramos. Y también los bosques húmedos están amenazados.
Tenemos que revisar nuestra condición de seres humanos.
JSJ: Volviendo a esa crítica que les hicieron, ¿desde qué sectores lo hicieron?
PA: Turismo.
Galápagos está en semáforo rojo desde hace un tiempo. ¿Quién aupó la migración desenfrenada a Galápagos? En los últimos diez años se aupó, porque ahí hay la opción de hacer plata. Y porque Galápagos es un espacio donde se cruzan negocios “no muy limpios”. Es un punto de recomposición para el tráfico de drogas, hay prostíbulos, y vaya uno a saber qué más hay.
Lastimosamente, ese aspecto no fue filmado, pero deberían haberlo hecho. Yo soy de los que dicen que en el cine no se cuenta: se muestra. Eso debería haber sido mostrado a las grandes empresas de turismo.
¿Quién vira el color rojo del semáforo para Galápagos? Las empresas turísticas internacionales. Habría que preguntar cuánto queda de ese turismo de lujo que empezaron a implementar. De ese turismo que buscaba convertir a las islas en un gran resort mundial. Eso es lo que hay que preguntarle también, como política pública, al Ecuador.
Estoy seguro de que habrá muchos interesados en construir un turismo así, carísimo, exótico, para Galápagos.
JSJ: Esa cultura de la que hablas es también la de esperar las decisiones del Estado, las decisiones de arriba. Es algo que pensaba viendo el documental. Aquí no estamos organizadxs. No conozco a mis vecinxs, ellxs no me conocen, peor la siguiente cuadra, y peor el barrio en su conjunto. Y es de esa organización de la que deberían partir las políticas públicas. Porque ¿quién conoce mejor sus necesidades que el mismo pueblo? ¿Qué reflexiones sacas de esa falta de organización nuestra, como ecuatorianxs?
PA: Históricamente, el Estado y esa parafernalia de lo que significa elegir y ser elegidos, esa democracia del voto, cada vez se ha ido deformando más, hasta ser un marketing que busca vender soluciones. Y la solución, por supuesto, no está en ti, está en el candidato que eliges.
Entonces, ¿quién es “el salvador”? Es Correa. Él se presenta como “el salvador”, y responde a lo que es él: una clonación de Febres Cordero y de Abdalá Bucaram. De ahí se formó él.
Cuando Febres Cordero era presidente, Rafael Correa seguramente lo veía como el estereotipo del presidente fuerte, que debía transformar el país. Pero, al mismo tiempo, seguramente su ser costeño se identificó con la tarima de Bucaram. Y a su vez, Febres Cordero y Bucaram son clonaciones de Velasco Ibarra, de García Moreno, de ese populismo que ha ido carcomiendo el sentido de la política. En ese sentido, ¿qué es el Estado?
Es un negocio para los que buscan vivir de la utopía llamada democracia, la cual no existe. Porque el Estado debe ser el reflejo de la sociedad civil, y es la sociedad civil la que le debe dar carácter al Estado, y no la inversa. ¿De cuándo acá nos hablan de democracia los que usufructúan del marketing de la democracia?
La solución no está en los mesías electorales. Está en que debemos organizarnos y, por lo tanto, hermanarnos. No excluirnos, darnos un abrazo, ser un ente plural. De lo contrario seremos un nosotros quebrado. Hay que reparar esa fractura, para reparar al país y al entorno.
JSJ: Me llamó la atención el hecho de que no haya claquetas en los personajes, de que te hable la cara y que no sepas el cargo ni el nombre. Quisiera que me hables de esta decisión creativa.
PA: Por lo general, cuando tú optas por el testimonio como construcción del relato, lo que haces es recoger una polifonía de voces que van edificando un relato que busca mostrar, decir, gritar, protestar, denunciar. Contarte esperanzas, dolores.
En esa construcción, lo que interesa es lo que ves y escuchas, no el cargo ni quién es. Porque se abstrae eso y lo que importa se junta en ese colectivo de voces, esos diferentes puntos de vista. Si ustedes quieren ver quién es quién, está en orden de aparición, en los créditos.
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No trato de diluir la individualidad, pero quiero volverla concreta, sin títulos, sin nombres. Nadie los va a recordar, a menos que se trate de una estrella, y, siendo así, tampoco lo pondría.
Como dijimos, lo construimos en Alemania. Algo interesante es que la música la hizo un joven compositor alemán. Él tuvo que despojarse de ese estereotipo de que Galápagos es un paraíso y entender esa realidad, donde hay contaminación.
JSJ: Hablando de esto, me pareció escuchar un berimbau, este instrumento de capoeira…
PA: Hay una imitación de eso que él mismo hace. Yo le dije que eso es, de alguna manera, improvisar una queja, un dolor. También hubo posibilidad de meter flautas andinas, pero ese folklorismo no nos interesaba.
JSJ: Alguna vez oí que Roque Sevilla dijo que esto del turismo de lujo era una forma de conservación de la naturaleza, porque la cantidad de gente que va es mucho menor…
PA: Sí y no. De lo que se trata es de que prime el respeto a la comunidad biótica, sea el turismo mochilero o el turismo “de gran calado”. Ambos deben tener normas específicas de respeto, concreto, real. ¿Qué significa? Formación y sensibilidad respecto de los otros seres que habitan los espacios.
JSJ: Entiendo que eres sociólogo…
PA: Es esto de que “fue y ya no es” (risas). Entiendo que todo el mundo debe serlo, porque es esto de entender la sociedad en que vives.
JSJ: ¿Cómo haces este cruce de sociología y cine? Porque tiene mucho de sociología el documental…
PA: El cine es una herramienta que se nutre no sólo de las otras artes, sino de todas las ciencias. Necesitas tener elementos de psicología para construir un relato cinematográfico. Necesitas conocer algo de antropología para comprender qué es el ser humano. Y, de la misma manera, necesitas herramientas de la sociología para entender a la sociedad humana, ese plural.
La sociología no está reñida con ninguna profesión. Al contrario, nutre a cada una, porque estas se desempeñan en sociedad. De alguna manera, estas asignaturas llamadas “ciencias sociales” deberían ser parte del pensum de los médicos, de los ingenieros, de igual manera que aquello que se denomina “la ciencia de la ecología”, para que tengamos conciencia de que el páramo no es una tierra improductiva, sino una esponja que guarda el agua, y que hay espacios que guardan la vida y no deben ser tocados. Ni por el turismo, ni por las empresas, ni por nada.
Debe cambiarse la concepción de que la naturaleza y los seres humanos somos recursos. Somos vida, y la vida genera vida.