El promotor cultural José Cruz dice que una de las principales razones para girar por Europa tiene que ver con las distancias. «Puedes alquilar una van a diesel por 1000 euros al mes y recorrer 30000 km si quieres. Puedes moverte de un lado a otro y atacar diferentes mercados en un solo viaje». Con la consigna de recorrer las carreteras europeas, los Swing Original Monks y la Rocola Bacalao decidieron explorar nuevos escenarios y encontrarse con públicos desconocidos. Su música llegó a ese continente sin subtítulos y con un sello independiente.
Músicos de las dos bandas narran episodios de sus crónicas de viaje. A la vez, José Cruz y José Fabara hablan de sus trazos en el mapa europeo y de la movida musical para aquellas bandas que quieren llevar sus proyectos a Europa.
«Desde un inicio lo teníamos claro. Nos íbamos llevando lo que nosotros hacemos y lo que nosotros somos», dice José Fabara, trombonista de la Rocola Bacalao y gestor cultural de la escena independiente. La primera gira europea de «la banda más chimba del mundo» se planeó en el 2007. Ellos ya conocían bien los escenarios ecuatorianos, los habían explorado y conquistado. Surgió así la necesidad de buscar nuevos mercados.
En esa época, Paolo Moncagatta, ex bajista de la banda, vivía en Barcelona y representaba un primer contacto en Europa. Por su parte, «El Flaco» se comunicaba con algunas disqueras y bookings de allá. En medio de ese proceso, llegó a Ecuador un agente musical de Francia. «Él fue a un concierto de la banda, se acercó y nos propuso tocar en su país. Ahí nació el primer toque en Francia, en un festival. No era imposible conseguir más conciertos. Empezamos a trabajar en que se convierta en una gira, en definir fechas. Poco a poco empezamos a contactarnos y buscar».
Con su cuarto disco,»Infierno», bajo el brazo, un barco imaginario cargado de objetos criollos y la promesa de llevar fresh latin ska from Ecuador al viejo continente, la Rocola despegó hacia su «Immigration» Tour 2008.
Las crónicas musicales de la primera gira europea de los Monks comenzaron a escribirse en el verano del 2013. Ellos también tenían un disco listo cuando cruzaron el Atlántico y comenzaron girar. El primer álbum de la banda, «La Santa Fanesca», ya se había paseado por muchos escenarios ecuatorianos y sonaba en miles de cabezas que se sumergieron en la infusión musical de los Monks. «Fue un año de seguir instintos, estábamos en un proceso de probar muchas cosas. Decidimos lanzarnos», dice Nathalia Madrigal, la «Juana», quien pone la voz femenina a los temas de la banda. José Cruz, su actual manager, guió el destino del disco por nuevas rutas. Él creó junto a los Monks un correo electrónico muy estructurado que mostraba el trabajo del grupo. Con esa información pudieron aplicar a festivales europeos y armar así su viaje intercontinental.
La travesía Europea no se cuenta en un solo capítulo. Los viajeros concuerdan en que la primera gira es un inicio. «Fue como ir a dejar una semilla, ver qué pasa…», dice José Fabara quien ya tiene tres giras europeas en su historia y acaba de terminar la cuarta. «Es un proceso de tres años», asegura José Cruz. «En el primero es importante ganar credibilidad, llegar a los festivales y documentar lo que haces. Así, cuentas con un registro para aplicar al segundo año».
Al escuchar las historias de viaje de las dos bandas, se encuentran puntos en común en cuanto a la planificación de sus giras y el manejo de sus recursos. Una primera estrategia compartida es la creación de un circuito que les permita recorrer Europa en carro. «Esa es la base. Si creas un circuito en el que haces aproximadamente 15000 km en un mes, no tienes tantos gastos de movilización y eso te da la oportunidad de llegar a los festivales», cuenta José Cruz. Bajo ese esquema las bandas pueden aterrizar en España y luego recorrer ciudades de Suiza, Alemania, Francia, Italia, Holanda y Bélgica en 20 ó 30 días.
Tramitar por su cuenta el pasaje aéreo desde Ecuador a Europa es una ventaja competitiva al aplicar a los festivales. José Cruz explica que en ese momento las nuevas bandas pueden competir con aquellas que tienen pasajes garantizados e incluso con artistas europeos. «Siempre el problema es que los festivales quieren programar a las bandas pero no tienen ese presupuesto gigante».
«Llegar, bajar el backline, hacer pruebas de sonido, descansar un rato, comer, tocar, dormir; a la siguiente mañana ir a otro lugar y así por 25 días», ese es un bosquejo general de la rutina de una gira, según José Fabara. Para que los cronogramas funcionen como un reloj, los músicos asumen responsabilidades adicionales. Ellos forman comisiones para cubrir distintas tareas durante el viaje. Existe un grupo encargado de controlar los aspectos técnicos, una comisión económica que cobra, factura y se preocupa de las cuentas, otros se hacen cargo de la mercadería y también existe una comisión logística que hace compras y cocina para todos.
«Generalmente cuando te presentas, te pagan, te dan comida y hospedaje para ese día. Cuando no tocábamos, creábamos un fondo en el que cada uno ponía una cantidad de dinero y lo repartíamos, teníamos 20 euros diarios por persona para la comida», cuenta José Fabara. Cuando el hospedaje y la comida corren por cuenta de la banda, salta el nombre con el que José Cruz bautiza a cada una de sus giras: «Tour Gamín». «Tengo una red de conocidos y amigos que viven en Europa. Sé que migraron o están estudiando y no tienen problema con recibirnos en sus casas».
Según José Cruz, la Rocola y los Monks tienen como esencia musical una base latina que invita a bailar. Ese rasgo de la identidad de estas bandas les permite brillar dentro de imaginarios musicales distintos. Además, sus sonidos pueden detonar shows divertidos y envolventes que son muy bien recibidos en diferentes festivales veraniegos.
José Fabara encuentra mucho valor en la fusión. «Hay ritmos como el swing o la polka que son de allá pero que nosotros mezclamos con cosas de acá… Eso nos permitía movernos por públicos latinos, y cuando habían festivales de punk, hardcore o ska, también teníamos cabida. Coqueteábamos con varios públicos todo el tiempo».
De sus primeras experiencias en escenarios de Europa, las dos bandas toman como referentes importantes a los festivales callejeros. «Esa primera experiencia en la calle fue la que nos cambió. Era la Fiesta de la Música en Ginebra y fueron tres días de tocar en un puesto. En una tarima está todo predispuesto para que te vean, en la calle es ponerte en cualquier esquina y hacer algo que llame la atención. Si no es lo suficientemente llamativo, la gente se va», dice Gabriel Baumann, Mr. Bumbass, quien canta y performa la música de los Monks. «En esas primeras presentaciones nos sentimos como una banda chama… Jugando de local es otra cosa. Al primer platillazo de arranque del show, la gente se embala, uno entra más canchero, ya sabes a lo que vas. Allá es un reto fuerte. Fue empezar de cero y humildemente», dice José Fabara.
Los Monks llevaron una puesta en escena sencilla que guardaba coherencia con lo que habían estado haciendo a nivel local. Cuando se encontraron con públicos nuevos, con idiomas y lenguajes distintos, pusieron a prueba la solidez de su propuesta musical. «Muchos no entendían las letras de las canciones pero las sentían», dice Gabriel. «Había un niño que trataba de imitar los movimientos del Gabriel, él no tenía idea de lo que estábamos diciendo pero bailaba y se emocionaba», cuenta Juana.
Sumando conciertos a su colchón de experiencia, la propuesta escénica de la Rocola Bacalao fue creciendo. Ellos incorporaron elementos ecuatorianos como máscaras de Diablo Huma, ponchos y anacos. Además, en varios de sus conciertos se proyectaba un video con imágenes locales. José Fabara recuerda una reacción en especial. «En Bélgica una pelada nos dijo que ahora conocía dos cosas de Ecuador: a las Galápagos y a la Rocola».
Al sacar su música del contexto ecuatoriano, las bandas reconocieron esas chispas que potencian sus proyectos. Las giras fueron también radiografías en donde pudieron analizar cuáles aspectos se podrían replantear. «Los tours son el paso para descubrir quién eres fuera de tu país y hacia dónde vas. Te permiten ver si hay chance afuera o ver si es algo local», dice Gabriel.
Para los Swing Original Monks la gira europea activó un nuevo plan de acción. El trabajo se concentró en dar solidez a la puesta en escena, revisar con lupa los detalles visuales y también crear historias a través del vestuario. «Ratificamos que nuestra energía en vivo es súper importante, lo que transmitimos crea un aura especial y nos conecta con la gente», afirma Juana.
José Cruz cree que las giras europeas permiten a las bandas ver panoramas reales de trabajo.»Te ayudan a poner los pies en la tierra y no creerte más de lo que eres. Ves que otras bandas buenas siguen los mismos procesos, que lo que nosotros hacemos lo están haciendo otros. El mundo es demasiado grande y hay que seguir trabajando».
La Rocola Bacalao acumula sus aprendizajes pero lleva como emblema de viaje la importancia de la seriedad y la puntualidad. Ellos buscan girar cada vez de manera más sensata, evaluando cada detalle y planeando las rutas con precisión.
«Canciones bien hechas, melodías bacanas, arreglos de voces… Creo que lo musical está antes de cualquier cosa», dice José Fabara al referirse a la principal fortaleza de la banda. Los Monks concuerdan. «La fiesta llamaba la atención, la gente estaba feliz y conectada. Musicalmente supimos que estábamos en el camino correcto».