El pasado domingo se terminó la edición número quince del BAFICI, uno, por no decir el más, importante festival de cine de esta parte del mundo. Los diez días que dura el festival la vida toma otra dimensión, de repente uno tiene la posibilidad de entrar y salir de una cantidad de mundos, de puntos de vista, de perversiones, de juegos, de miedos, de alegrías, de vuelos personales, de ladrillos conceptuales, en fin. Esa posibilidad me recuerda una caricatura ( más bien un recurso de algunos dibujos animados) en la que una persona dibuja un hoyo negro y descubre que con ese hoyo puede ingresar a un montón de sitios restringidos para él por diversos motivos, y ahí va la persona entrando y saliendo de todos esos espacios con absoluto placer. Supongo que muchos quisimos tener uno de esos cuando niños y muy probablemente lo sigamos queriendo; pero a la vista de la imposibilidad ahí está el cine. Está claro que podríamos encerrarnos en nuestras casas, bajarnos toda clase de películas y dedicarnos a verlas desde las diez de la mañana hasta la madrugada del día siguiente, o podemos tener la libertad de administrar mejor el tiempo, podemos verlas como queramos y ver la película que queramos (bueno más o menos). Pero no es lo mismo, cuando se ve una película en la computadora y hasta en la tele seguimos en el mundo; en cambio cuando entramos en una sala de cine, el mundo deja de existir, el tiempo es el tiempo de la película, ahí dentro pueden pasar años, meses, días. Al espectador solo le importa lo que pasa en la pantalla frente a sus ojos y luego sale toma un poco de aire y vuelve a entrar a la sala esperando por otro universo. Así cuando por fin tenga que volver a su realidad ineludible, vuelva más sensible, más consciente de la existencia de otros mundos e inclusive de su propia existencia.
Festivales como el BAFICI permiten que uno pueda ingresar a mundos que normalmente no están disponibles, a mundos que las salas tradicionales han decidido no tomar en cuenta. Y de esta forma se constituyen en espacios fundamentales para la creación y ampliación de públicos. Por aquí por nuestras tierras, los festivales de cine luchan contra la falta de apoyo y presupuesto; así todo desde hace once años, este es el año doce, esta ciudad alberga uno de los festivales más importantes de cine Documental de Latinoamérica: los EDOC.
Los EDOC se inaugurarán el nueve de mayo, en dos semanas exactamente, y nos permitirán durante diez días sacar del bolsillo nuestro hoyo negro portátil, e ir entrando y saliendo de toda clase de universos. Por ahora el EDOC, es nuestro BAFICI, el año pasado se llenaron algunas salas, y se agotaron entradas, eso quiere decir que el festival sigue creciendo, que va rompiendo las fronteras de ser un festival exclusivo para la gente que regularmente acude a las salas “alternativas”. El festival se va convirtiendo en un espacio que tiene el poder de cambiar la ciudad durante diez días. Esperemos que las instituciones gubernamentales lo vayan entendiendo.