¿Pixar es para Niños?

(Alerta de Posibles Spoilers)          

Esto no se trata de un ejercicio para arruinar infancias, ni para buscarle cinco patas al gato. No obstante, es un ejercicio para rescatar ideas importantes, de películas que son una parte muy importante de la cultura moderna. Considerando lo complicado que es hacer arte enfocado para niños, en cualquier forma, hay un mérito enorme en que dicho arte también llegue y llene a los adultos, transmitiendo mensajes diferentes, con el mismo lenguaje.

A partir de Toy Story, todos, o casi todos, crecimos fuertemente influenciados por las películas de Pixar. Parte de nuestra infancia colectiva estuvo marcada por las ganas de encontrar a nuestros juguetes cobrando vida por la noche, descubrir a un monstruo detrás de la puerta, o de amarrar globos a nuestra casa para que salga volando. Las historias que cobran vida gracias a Pixar han marcado a varias generaciones de niños, saltándose toda clase de barreras culturales y contextuales. Se podría decir que las películas de este célebre estudio ya tienen descifrada la fórmula del éxito, pues cada una de ellas es más alucinante y colorida que la anterior. No es sorpresa que cada vez que una se estrena, siempre se presente entre los mayores contendores a llevarse el Óscar a mejor película animada, además de arrasar con las taquillas constantemente. Justamente por eso son una influencia cultural tan grande para la niñez a nivel mundial, un producto poderoso de alcance masivo. Pero, como diría el tío de Spiderman: “Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad.”

Pixar puso sobre sus hombros una carga muy delicada al comprometerse a nutrir la imaginación de los niños de todo el mundo de forma tan contundente. La tarea es muy complicada, pues también pretenden nutrir la mente de los adultos al mismo tiempo. Desde hace 20 años, la firma de la lamparita que salta ha sabido hacer malabares con esta fórmula ambiciosa, sin dejar caer las pelotas hasta ahora.

Detrás de las hormiguitas alegres que huyen de los saltamontes, del anciano que vuela en su casa, de los monstruos que sacan energía del miedo de los niños, y de tantos otros, se esconden mensajes crípticos y subtextos de calibre pesado. Los guiones de Pixar están plagados de momentos o de elementos que solo le duelen los mayores, en medio de mundos fascinantes donde los niños parecen estar a salvo mientras dan rienda suelta a sus fantasías. Esos momentos están para recordar a los adultos que los sentimientos son una fuerza implacable y llena de matices grises, aún en medio del colorido de los cuentos. Después de dejar atrás la infancia y curtirse un poco más por la vida, volver a ver una película de Pixar con ojos de “grande” es un verdadero viaje emocional.

Toy Story

Seguramente, una de las trilogías animadas más grandes de la historia. Toy Story fue la primera piedra en la torre que construiría Pixar con el tiempo, y desde su primera entrega dejó en claro la fuerza de los guiones que habría de manejar el estudio en adelante.
Estrenada en el 94, Toy Story demostró que Pixar entró al mundo del cine infantil pateando las puertas. Su guión encaja muchas piezas complejas para crear una «buena historia». Dichas piezas están aderezadas constantemente por acciones que funcionan con un significado para los niños, y con otro para los adultos que ven la cinta.

Por ejemplo, pocas cosas deben ser más devastadoras que ver a Buzz Lightyear caer en un intento fallido de volar, romperse el brazo y después abandonarse a la locura aceptando ser “La Señorita Nesbitt” en la hora del té de las muñecas de la hermana de Sid, el antagonista. Todo esto, después de haber visto un comercial en la tele donde lo anunciaban como un juguete, y darse cuenta al fin y al cabo de que él solo era eso: un juguete. El punto más bajo de la película es una especie de guiño a lo doloroso que puede ser mirarse al espejo y reconocerse finalmente en los defectos propios, en la verdadera identidad. Buzz rebota obviamente, es una película de niños. No obstante, en la vida real, hay gente que no logra sobreponerse al golpe de encontrar la verdad sobre sí misma en medio de alguna mentira que construyó en su mente, y sin más remedio queda pasmada, como el astronauta al dejarse vestir de señora. Para un niño, el astronauta se ha vuelto loco. Para un adulto, el individuo ha quedado en shock después de haberse ha topado con su verdadero ser.

Saltamos 15 años en el tiempo y la historia revive en su tercera entrega. Y aquí, Pixar deja uno de sus golpes más fuertes hasta ahora. En el momento en que los juguetes parecen haber perdido toda esperanza al quedar atrapados en el incinerador de basura, sus acciones son algo que un niño seguramente no entiende, pero que un adulto encontraría desgarrador en una película como esta. Abandonados a su suerte, esperando que los desperdicios los arrastren al fuego y a su final, los juguetes dejan de luchar.

Es impactante ver a alguien darse por vencido, más aún ante la muerte, y más aún en una película para niños. La acción es abrumadora, tanto que casi podría arruinar una película infantil. ¿Acaso el verdadero amor por la vida y lo que uno defendió en ella, implica también saber aceptar a la muerte como un final digno? Cada uno puede interpretar la resignación a su manera. ¿Se han preguntado qué pasaría por sus cabezas si tuvieran que dejar de luchar y se vieran obligados a esperar el fin lentamente?
Nuevamente, la inocencia se rescata con la aparición de los marcianitos verdes, justo a tiempo para salvar a Woody y su pandilla. Al fin y al cabo esta sigue siendo una película de niños. Sin embargo, ya vimos a los héroes bajar los brazos y alzar la cabeza en un acto de resignación profunda.

Monsters Inc. & Monsters University

Fuera de la Odisea de Mike y Sully por salvar su reputación, su trabajo, su amistad y el mundo de los monstruos, de la toxicidad de los niños, el subtexto de esta película deja en evidencia un concepto que podría ser muy oscuro. ¿Se habían puesto a pensar en que la energía que permite subsistir al mundo de Monsters Inc., proviene del miedo? Es un miedo ambivalente. Para que las cosas funcionen, hay que hacer gritar a los niños. Y para que el mundo de los monstruos esté a salvo, hay que mantenernos alejados de ellos. Sin irse por las ramas, y dejando a libre interpretación todos los matices, parecería ser que se nos está denunciando una realidad deprimente de la actualidad: Los sistemas de trabajo que mantienen al mundo en movimiento funcionan por medio del miedo.

Lo que es más impresionante aún, es que todo esto parte de un concepto tan inocente como el creer que una criatura extraña se esconde en nuestro clóset cuando somos pequeños. Tal vez las grandes empresas o los gobiernos injustos que monopolizan recursos y explotan trabajadores sean el monstruo que unos ven de un lado de la puerta. Tal vez los trabajadores que podrían causar un desequilibrio en el sistema si entendieran la fuerza de su coraje sean el niño tóxico que ven los otros, al otro lado. Y tal vez yo esté divagando al escribir algo tan grande que parece no servir para nada, desde la comodidad de mi escritorio. En todo caso, el valor de Monsters Inc. Pesa más allá de cualquier conjetura socio-político-antropológica que se quiera hacer, con o sin conocimiento del tema. Incluso el Trailer de la película, invita a la reflexión desde un inicio al usar la canción de “The Doors”, “Break On Through”. Es como si nos estuviesen invitando a pensar en lo que pasaría si es que la barrera del miedo que sostiene al sistema se rompe. ¿Cabe preguntarse acerca del funcionamiento de mundo sustentado en la alegría? Ideas muy grandes para una película que aparentemente está dirigida a los más pequeños.

Monsters University aparece 12 años más tarde para hablar de un tema más introspectivo. Esta vez, la película narra el viaje de Mike durante la Universidad, para descubrir su verdadera identidad y llegar a aprovechar su lugar en el mundo como un monstruo que no asusta. Aquí, los mensajes “maduros” se encuentran regados en el espacio de la película, más que en la esencia de su premisa. No obstante, pueblan casi toda la historia, ambientándola en un mundo que es completamente ajeno a los niños, y aún así logra mantenerse entretenido para ellos. Cualquier adulto, o joven, recordando sus años universitarios, sabrá reírse y sorprenderse con los personajes que se presentan en esta universidad de monstruos como reflejo de algunos arquetipos que merodean entre los estudiantes humanos. Los monstruos de la fraternidad Oozma Kappa son un ejemplo claro de personajes para grandes, infiltrados en el mundo de los chicos. Art, el “monstruo hippie” es uno de ellos, mostrándose similar al hippie misterioso del mundo real que oculta un pasado turbio, quizás lleno de drogas y rebeldía juvenil. Seguramente ningún niño rió en el cine al escucharlo decir “¡No puedo volver a la cárcel!” cuando los guardias de seguridad lo descubren junto a Mike y su pandilla espiando en Monsters Inc. Tampoco debieron haber entendido la gracia en ver a una fraternidad universitaria luchando por ser “cool” mientras su sede es la casa de la madre de uno de sus miembros.

La Universidad de los monstruos es un lugar que serviría para que se identifiquen solo los mayores de 18 años, aquellos que ya entraron en el mundo de la universidad real. No obstante, en medio de un contexto incomprensible para los niños, se cuenta una historia que logró atraerlos a las salas y hacer que salieran contentos de ellas.

Wall-E

Wall-E es una distopía para niños. ¿Qué cosa más torcida que eso? Pixar tomó a un robotcito tierno y carismático y lo puso en medio de los despojos del planeta Tierra en un futuro que parece no ser tan disparatado, y más bien se asemeja al resultado de todas las advertencias ecologistas que pasamos por alto a diario. El mundo de Wall-E está lleno de mensajes aterradores y de momentos que nos hacen sentir, en miedo de la fantasía, la nostalgia de un mundo que estamos dejando ir.

Apuesto que mucha gente sintió un nudo en la garganta al ver aquel fragmento de Mary Poppins que Wall-E repite mil veces como una postal de un mundo que alguna vez existió en el montón de desperdicios donde él debe dedicarse a recoger basura sin terminar nunca. Las cosas se ponen aún más oscuras cuando la película nos lleva a la nave que alberga a lo que queda de la humanidad. No contentos con destruir el planeta, los pobladores de ese hotel flotante comienzan a auto-destruirse en medio del tedio y la comodidad, perdiendo la capacidad de moverse, de interactuar mirándose a los ojos, de despegarse de una pantalla, de ser humanos al fin y al cabo. Es como si el futuro se hubiese predicho hace 7 años con el estreno de esa película, en forma de mensaje pre-apocalíptico.

¿Qué es lo que salva a la Tierra, hace triunfar al robot y proporciona el final feliz a toda la historia? El Amor. Cursi como podrá sonar, no es nada más que el amor aquello que termina por salvar al mundo. El Amor es la fuerza que mueve a Wall-E a buscar a EVA, a cuidar la plantita que representa la esperanza de renacer de la Tierra, y finalmente a sobreponerse a todos los otros robots para hacerles saber a los humanos que todavía podrían pensar en salvar a su planeta. El Amor es la fuerza que rescata la esperanza, y es curioso que dicha fuerza sea portada por un robot, más humano en sí mismo que todos los humanos del futuro.

UP

¿Cómo lograr que un anciano cascarrabias sea un héroe carismático dentro de una película infantil? Carl Fredricksen debe ser uno de los personajes más disparejos que existen. Logra hacer que los niños viajen con él, cuando lo ven repeler a un niño en la pantalla. Hay un factor importante en su construcción, y es que cuando inicia la película, lo vemos ser niño también. Pixar juega inteligentemente con la identificación como un recurso para hacer que el personaje se gane al público, en todos sus rangos etarios.

Apenas empieza la historia, vemos a Carl crecer, casarse, sufrir el no poder tener hijos, rescatar su matrimonio y finalmente enviudar. Todo ese recorrido se resume en aproximadamente 5 minutos que dejan uno de los viajes visuales más desgarradores que se pueda imaginar. Es como ver a la vida y al amor pasar frente a nuestros ojos, literalmente. Solamente quienes hayan cumplido cierta cuota de años podrán entender el peso de esta secuencia en la película, pues un niño no alcanza a comprender la fuerza del paso del tiempo. Los mayores sentirán empatía por un anciano que lucha contra la soledad y busca cumplir una promesa de amor aún después de verse abatido por el paso del tiempo. Los niños sentirán empatía por un anciano que se muestra como un cascarrabias, pero que llama con éxito a su imaginación al amarrar cientos de globos a su casa y salir volando por los aires en ella.

El momento de mayor revelación de la película llega cuando Carl, después de tener que apagar el incendio que el antagonista provocó en su casa, encuentra en la última página de su álbum de recuerdos una nota de su esposa invitándolo a ir en busca de una nueva aventura. Es entonces que él se da cuenta de que, para seguir volando, debe liberarse de la carga de su pasado y utilizar la memoria para caminar hacia adelante. Una vez saldada su deuda con Ellie al dejar la casa en el lugar de sus sueños, debe saldar una deuda consigo mismo y rescatar al niño explorador que lleva dentro, y que se refleja en Russel. Del otro lado está su ídolo, Charles Muntz, el adulto explorador que no buscaba aventuras por amor a las mismas sino por la ansiedad de sentirse famoso y aclamado. Al igual que Carl, él es un anciano cascarrabias. La línea que los separa y que deja ver la crueldad y amargura de Muntz, escondidas tras una fachada de explorador simpático, es su obsesión con otra deuda no saldada con el pasado: atrapar al ave.

Un niño, con un pasado que no se remontará a más de 10 años como máximo, difícilmente entenderá que la única forma de no marchitar ante el paso de los años, es no dejar que se mueran nuestra inocencia a medida que avanza el reloj.

Inside-Out (Intensa-Mente)

La última película de Pixar es una especie de puesta en escena del psicoanálisis, traducida para los niños. Todas las situaciones que mueven la premisa principal de la película están cargadas de un doble sentido profundo y chocante para los mayores. Donde nosotros los “grandes” vemos guiños a la pérdida de la infancia, a la desintegración de la personalidad que provoca la depresión o al funcionamiento de la memoria, un niño ve las aventuras de un personaje parecido a Tinkerbell para salvar a una niña. Todo en esta historia lleva al extremo el uso de los sentimientos para dar vida a un guión y hacer que llegue al espectador.

Es una historia que trata de “sentimientos que tienen sentimientos”. Detrás del final feliz queda una premisa que serviría como terapia psicológica explícita: para crecer, es necesario entender que la tristeza también es una fuerza importante para renovar nuestro ser. Alegría es la heroína dentro de la historia, pero no es hasta que reconoce el valor de Tristeza, que logra salvar a Riley. Finalmente, vemos cómo las memorias que sirven de eje a toda la personalidad de la niña se tiñen de azul y amarillo, pues la realización de lo que nos apena, es la única forma de poder repararlo para ser felices.

Fuera del significado general de la trama, hay guiños dentro de la película que realmente golpean duro a los adultos, sin llegar a ser asimilados por completo por los más pequeños.

Ver a Ding-Bong, el amigo imaginario, sacrificarse para que Alegría pueda seguir adelante en su misión, es entender de cierto modo que para crecer hay que dejar ir parte de la chispa y la inocencia de nuestra infancia.

Cuando entramos en la cabeza de los padres de Riley viene otro momento que revela un significado fuerte para el espectador maduro. Quien guía los pensamientos de mamá es la tristeza, y quien guía los de papá es la ira. Es como si nos estuvieran induciendo a pensar que durante la vida adulta las alegrías de la vida se reducen a un lugar secundario en nuestra mente, aplastadas por los cambios que nos llevan a adoptar a estos otros sentimientos más “oscuros” como la dominante en nuestra forma de ver el mundo.

Finalmente, vemos hacia el final de la película, en el momento en que Riley vuelve a casa, cómo mamá ve con admiración a papá y sus sentimientos desechan la foto de un instructor de parapente brasileño que se convirtió en su amor platónico hace tiempo. No obstante, es Miedo, quien la vuelve a recoger en medio de la celebración, diciendo: “por si acaso”. He aquí el reflejo de cómo a veces nos aferramos a las ilusiones como una especie de placebo para la hora de afrontar el presente.

El genio de una película está en su capacidad para aliviar nuestras emociones y pensamientos o contarnos cosas acerca de ellos, por medio de una historia. Para escribir un guión cinematográfico, es necesario entender que esos elementos son la fuerza vital que mueve a una trama. No obstante, la comprensión de los mismos en la infancia y en la adultez está separada por una brecha enorme, marcada principalmente por el paso de los años y el peso de la experiencia.

Cuando una historia logra cerrar esa brecha, o ser contada de forma efectiva en ambos lados de ella, merece ser reconocida como algo magistral. Al final, el propósito del cine como arte es el producir una catarsis en el espectador. Si la película que vimos logra hacerlo de forma diferenciada por edades, utilizando el mismo lenguaje, es porque dicha película ha sabido abarcar en su totalidad la fuerza de las emociones humanas como el eje universal de la vida. En Pixar saben cómo hacer eso, y es por eso que no nos cansamos de sus películas ni de las ideas que nos revelan, aún después de que hemos recorrido trechos diferentes en el camino de nuestras vidas.

La invitación queda hecha para que vuelvan a las películas de su infancia, y se atrevan a encontrar en ellas los mensajes que apelan a su madurez. Tal vez sea necesario encontrarse con estas historias cada 10 años, y así descubrir cómo es que el tiempo y la madurez van tiñendo con otros colores a los colores de los dibujos animados de Pixar.

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