Disponible en Netflix, Noche de fuego (2021) cuenta la historia de tres niñas pequeñas que, mientras crecen, sobreviven a una comunidad en llamas gobernada por el narcotráfico.
Con una mirada tierna y femenina, la directora y escritora salvadoreña, Tatiana Huezo, nos sitúa en un mundo totalmente ajeno para los espectadores, aunque toca temas recurrentes del país como el narcoestado, la violencia de género y la violencia temprana en el mundo masculino.
Demuestra que todo depende de quién observa y desde dónde. En Guerrero, los secuestros de niñas por parte de los narcotraficantes son cada vez más frecuentes. ¿Qué sucede con ellas? Nadie sabe realmente, pero las opciones son pocas.
La naturalidad con la que se da el mundo cotidiano de los personajes y sus actuaciones magistrales demuestran el gran oficio de Huezo para conocer e investigar a profundidad realidades similares a la que construye.
La película, basada en la novela de Jennifer Clement, Prayers for the Stolen, es la primera cinta de ficción de la documentalista salvadoreña. Su vasta experiencia en el mundo del documental se evidencia en la película con la construcción de un retrato realista e íntimo sobre la vida que enfrentan miles de niñas y mujeres en México y Latinoamérica.
El peligro de nacer mujer
La cineasta no muestra a la mujer como víctima. Al contrario, la muestra con fuerza y garra para enfrentarse a una realidad tan hostil.
Con cámara en mano, la directora genera la sensación de estar viendo una realidad documentada, en donde solamente somos testigos de lo que verdaderamente pasa. Este es un factor fundamental para que la película genere el impacto que merecen las niñas y madres que actualmente viven situaciones tan violentas e injustas. Además, Noche de fuego está cargada de símbolos y metáforas interesantes de comprender, como la presencia de alacranes y vacas durante todo el largometraje.
La película es fascinante, a través de la historia y la mirada de Ana, interpretada por Ana Cristina Ordoñez (niña) y por Mayra Membreño (adolescente), entendemos una serie de experiencias sutiles y comunes para todas las mujeres del mundo, pero que cobran un significado particular en el contexto de la comunidad de Guerrero. Estas experiencias duelen y al mismo tiempo unen a todas las mujeres del pueblo. De manera contradictoria, significan simultáneamente lo que podría matarlas y lo que las mantiene vivas.
La frase feminista “nos cuidamos entre nosotras” cobra un sentido enorme en la película.
Crecer para las niñas del pueblo es un peligro, por lo que sus madres optan por cortarles el pelo lo antes posible para que parezcan hombres. Menstruar también es un signo de alerta. Para Rita (Mayra Batalla), la mamá de Ana, es un indicador de que su hija es ahora carne de carnada. Así, la frase feminista “nos cuidamos entre nosotras” cobra un sentido enorme en la película, a pesar de que Tatiana no haya tenido la intención de hacer una película militante, como ha mencionado anteriormente en entrevistas.
Ser mujer en este mundo es de por sí un riesgo, aún más si naciste en un contexto empobrecido y oprimido, en donde el Estado brilla por su ausencia y corrupción. Sin embargo, la cineasta no muestra a la mujer como víctima. Al contrario, la muestra con fuerza y garra para enfrentarse a una realidad tan hostil.
En este punto, la amistad de las tres niñas se convierte en refugio y motivación. En pequeñas cosas la cineasta explora cómo esta unión es realmente poderosa y significativa. Ellas juegan a comunicarse telepáticamente, se reconfortan cuando la menstruación le llega a Ana, se buscan para acompañarse en la operación de Maria, se arriesgan a recibir veneno para rescatar a Paula.
Por otro lado, la cinta nos permite conocer lo que tantas madres deben hacer por sus hijas en México: encontrar lugares para esconderlas. Cavar huecos en la tierra para que se refugien cuando llegan los narcos. Nos permite conocer a esas madres que han tenido que endurecerse, salir adelante solas, ser tajantes con sus hijas y, al mismo tiempo, intentar protegerlas de lo que realmente sucede para que no vivan aterrorizadas.
Sobrevivir en el núcleo de la brutalidad
Noche de fuego, aunque se centra en la relación amistosa entre Ana, Paula y María y la de ellas con sus madres, no deja de lado la experiencia masculina.
La belleza también es parte de la cinematografía de la cinta. No le podía faltar una estética alucinante al situarse en el corazón de la selva, donde la naturaleza es un personaje más. Su silencio significa paz para sus habitantes, pero cuando éste es interrumpido sabemos que se acercan amenazas. La naturaleza también es protectora y la lluvia limpia el veneno que lanzan las autoridades indiscriminadamente desde el privilegio de sus helicópteros, para destruir los campos de amapola.
Ana y Rita juegan a distinguir los sonidos que se escuchan en medio de la noche para divertirse, pero también para saber cuáles son solo grillos y cuales son señal para correr al hueco. Su oído definitivamente está afinado y también la vista. Diferencian las luces de las luciérnagas de las luces de los carros grandes y blindados que se acercan a lo lejos.
Noche de fuego, aunque se centra en la relación amistosa entre Ana, Paula y María y la de ellas con sus madres, no deja de lado la experiencia masculina. La expresa con honestidad y comprensión. Margarito, el hermano mayor de María, se enfrenta desde muy pequeñito a la muerte trabajando en la mina de la montaña. En Guerrero no solo se ha asentado el narcoestado, sino también campos mineros que más pronto que tarde terminarán por desplazarlos del lugar.
Margarito mira atentamente la explosión que derriba la montaña, acepta su lugar en lo peligroso, con miedo. Sabe que tiene que hacerle frente a la muerte para vivir. Poco después se topa con un arma de fuego por primera vez en el carro de unos hombres a quienes les hacía algún trabajito. Va descubriendo cómo funciona el mundo del crimen y también el poder.
Los hombres y padres de Guerrero aparentemente se enfrentan a tres destinos posibles. Muchos abandonan a sus esposas e hijos en busca de un mejor futuro, cruzando la frontera, pero en realidad casi no vuelven a hacerse presentes. Otros son asesinados por no rendirse ante el crimen y el resto se han visto envueltos en un ciclo violento del que ya no podrán salir jamás; por amor y protección para los suyos, por supervivencia.
Lo más valioso de esta obra es que, a pesar de topar temas tan violentos, no utiliza la violencia para narrar estos hechos.
La figura masculina ejemplar para las niñas y los niños son los maestros de la escuela, a pesar de que siempre se van antes de acabar el año por amenazas y temor. Ellos también los abandonan. El tema de la educación entra en la película como un refugio y una herramienta potente, nos recuerda que es una de las vías más importantes para cambiar las injusticias y para no conformarse. El rol del maestro es fundamental.
Lo más valioso de esta obra es que, a pesar de topar temas tan violentos, no utiliza la violencia para narrar estos hechos. Más bien apela a la emoción y a la imaginación. Más bien, a través del amor y la amistad conocemos con cuánta violencia la sociedad pretende destruirlos. Pero no lo logra.
La sororidad que se siente en la película y la fuerza de las relaciones que se construyen en un medio tan incierto y devastador son incorruptibles. Conocemos íntimamente la amistad femenina que se teje de una manera especial en un entorno nocivo para las niñas. Es una amistad que no deja de jugar y de cuidarse incluso en la distancia, que no pierde su inocencia, que no se traiciona.
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En el festival de Cannes (2021), Noche de fuego recibió una mención especial del jurado y una ovación de varios minutos. Ganó el premio a mejor película latinoamericana en el festival de San Sebastián (2021).
Después de éxitos como Tempestad (2016) y El lugar más pequeño (2011), Tatiana Huezo demuestra una vez más ser una voz poderosa que continuará calando profundo en las personas y la sociedad.