La piel del miedo: el dolor tatuado en la memoria

por Juan Sebastián Jaramillo
La piel del miedo, novela del escritor quiteño Javier Vásconez, fue reeditada por la editorial USFQ Press y publicada en febrero como el abrebocas de su nuevo sello ‘Dragon Books’ . Conversamos con el autor sobre su literatura, su vida y por supuesto, sobre la obra.

 

Jorge Villamar es el personaje principal de La piel del miedo. Hijo de un periodista que se enfrenta al poder, a sus propios demonios y a su familia. Jorge, por su parte, se enfrentará a las consecuencias del abandono, la ruptura familiar y la epilepsia que le desencadena un episodio violento tempranamente en su vida.

A lo largo de las cerca de 240 páginas que componen esta, la cuarta novela de Vásconez, observamos el proceso de crecimiento de Jorge. Lo acompañamos desde el fin de su niñez hasta el inicio de su adultez. La piel del miedo es lo que algunas personas llamarían una novela de aprendizaje, o una Bildungsroman, por su término en alemán.

Es decir, esta es una historia de transición, de acompañar las distintas etapas de la adolescencia del protagonista y cruzar junto a él el umbral de la vida, teniendo al miedo como eje principal de la historia y a una serie de personajes y momentos que terminan dando el empujón definitivo para lograrlo.

Existen otras temáticas que atraviesan a la novela como la amistad, el deseo, la política, la corrupción, los tatuajes y que, en conjunto, forman una atmósfera oscura y melancólica.

Vásconez tiene una trayectoria de más de cuarenta años y La piel del miedo fue publicada originalmente en 2010. Ésta es su séptima edición con la que se inaugura el nuevo sello de USFQ Press, Dragon Books. El sello incorporará una serie de libros que buscan “hacer de lo bello, una herramienta de reflexión y crítica”.

Portada La piel del miedo de Javier Vásconez, séptima edición

A continuación, la entrevista con el autor:

Juan Sebastián Jaramillo: La piel del miedo se publicó por primera vez en 2010. En ese momento usted llevaba más o menos 30 años en la carrera literaria. ¿Cuáles eran sus búsquedas creativas en ese momento? ¿Qué era lo que usted estaba buscando a través de su literatura?

Javier Vásconez: Esta novela tan peculiar y personal, en muchísimos aspectos, es un libro planificado y pensado durante muchos años, porque requería un cierto sosiego, una cierta calma al abordar un tema tan personal y específico.

Hasta ese momento, yo no consideraba que tenía, digamos, esa capacidad. La publiqué en el 2010, efectivamente. Y bueno, como bien sabes, esta es una novela cerrada, a diferencia de El viajero de Praga (Alfaguara, 1996), que es una novela abierta, viajera, una novela que intenta comunicarse y vincularse con otras literaturas, con otros escritores y, de alguna manera, comunicar nuestro país y nuestra literatura, con esos escritores.

Es una novela que está estructurada como una novela negra. Digamos que el tema central de una novela negra sería el crimen; en este caso es el miedo. Es el miedo que aqueja a todos los personajes de la novela. Trata de la vida de un periodista político, un periodista alcoholizado y violento que por una situación personal y política se enloquece.

A partir de ahí, el miedo se expande, se convierte en tema personal durante toda la novela. El personaje principal de La Piel del Miedo es Jorge, un joven hijo del periodista. Una familia, digamos, de clase media, la típica familia de un periodista y vive en una ciudad, en los años finales de los 70. A partir de ahí, hay esta crisis de violencia.

El padre aborda a la familia. Empieza a disparar, enloquece, se ve que es una violencia familiar con la madre y la hermana. Y como te digo, el miedo se expande por toda la novela y le da una crisis de epilepsia (a Jorge). Este es otro tema de la novela, un asunto muy personal.

Pero,  por otro lado, La Piel del Miedo tiene personajes como tatuadores —personajes que nunca habían aparecido en mi narrativa anterior— como Papi George, que es un artista, y Ramón Ochoa, que termina siendo el gran amigo de Jorge, que también es tatuador y termina siendo un personaje incómodo y complejo. Esto es un poco lo que puedo decir a grandes rasgos de la novela.

Juan Sebastián Jaramillo: El miedo se expresa de varias maneras, sobre todo en este miedo al abandono. ¿Qué ha significado para usted este enfrentamiento al miedo desde la literatura?

Javier Vásconez: Yo creo que el miedo es de los grandes temas de la literatura, como lo es la muerte, el viaje, la codicia, el poder, el amor… Y creo que el miedo, desde Shakespeare, hasta Dante, pasando por muchos otros escritores, Malcom Lowry y por supuesto, toda la novela negra y la novela policíaca, están atravesados por este tema.

Siento que nadie podría vanagloriarse de no haber vivido, no haber sentido miedo. Pero en mi caso, o en el caso de La Piel del Miedo, ya desde el mismo título de la novela es algo muy importante, ¿no? El hecho de que se llame así es una metáfora de lo que podría ser el miedo en el momento en que alguien se hace un tatuaje y el momento aprehensivo en el que, digamos, un tatuador empieza a componer una ilustración llena de color y aborda, invade la piel de una persona.

En ese sentido, los dos tatuadores son como elementos simbólicos del miedo elevado a todas sus consecuencias. El miedo a la familia. El miedo que siente el padre contra su enemigo; y, a su vez, el miedo que siente el hijo hacia al violencia del padre y al hecho de que le abandonará. Llega al punto de inventarse varias vidas sobre el padre. El miedo que siente la madre ante la violencia del marido y el hecho de quedarse sola.

Y el miedo se va expandiendo por toda la ciudad. Hay un momento en el que hasta los animales que deambulan por la ciudad, algunos perros, están también contaminados con el miedo en su mirada, es decir, el miedo es el gatillo que hace de esta una novela compuesta por múltiples pequeñas historias. Es el miedo el que empuja y el que arrastra al lector a seguir adelante.

Juan Sebastián Jaramillo: Otro de los temas, como usted lo ha mencionado, es la epilepsia de Jorge. En distintos momentos nos adentramos en estas narraciones casi cinematográficas de estos episodios. Es muy inmersivo, incluye saltos en el tiempo, y uno al principio ni siquiera se da cuenta y, de repente, ya está en un ataque de epilepsia del personaje. ¿Usted ha podido vivir de cerca esta enfermedad? ¿De dónde nace esta exploración?

Javier Vásconez: Desde algún punto de vista, La Piel del Miedo es la descripción vertiginosa y tensa de un ataque epiléptico con toda su violencia, con el miedo que un ataque epiléptico puede producir para quien lo padece, por esta fuerza que viene desde algún lado o desde ningún lado. Vaya uno a saber de dónde viene esta fuerza, esta violencia hacia el cuerpo.

Una persona cae, pierde el conocimiento y de alguna manera se desvanece. No se desvanece en el sentido puramente típico de caerse, sino que se desvanece en el vacío y pierde la posibilidad del contacto con las palabras, con el lenguaje, con los sentimientos, con la realidad. Todo lo que está a su alrededor se va difuminando.

Yo he padecido esta enfermedad, la tengo controlada hace muchos años, pero la temo y es algo muy, muy difícil de explicar porque son muchas las clases de epilepsia.

Por eso tardé muchos años en abordarla, porque no quería que fuese una novela patética y emotiva, sino una novela que separa a la enfermedad a partir de una serie de elementos que venían de otra parte, como es el caso de la violencia causada a partir de que el padre, enloquecido por un tema político, empieza a disparar. Y bueno, convierte su casa, la vida, en una especie de thriller.

No creo que la epilepsia sea algo que se pueda resumir fácilmente o se pueda sintetizar, porque, como te digo, es una enfermedad muy misteriosa, tiene muchas precedencias, tiene muchas variedades y tal.

A mí me sirvió como un arranque, como un disparo, para escribir esta novela. Lo importante es la escritura de esta novela, cómo la novela está construida, cerrada, y que posee una especial intensidad. No creo que haya muchas novelas en este país que tengan esa arremetida y esa intensidad.

Juan Sebastián Jaramillo: La novela viene a ser algo así como una historia de transición de la niñez a la adolescencia y luego de la adolescencia a la primera adultez, ¿no?

Javier Vásconez: Ignacio Echeverría, crítico español, cuando leyó la novela hizo ese comentario. Es una historia en la que efectivamente, el protagonista era un joven, al comienzo casi un niño, y la novela va avanzando en todos los elementos, todos los detalles posibles en la vida de él. Sus primeros despertares sexuales, su contacto con la libertad, sus paseos por la ciudad —que es un mito esa ciudad, en cierta forma oscura, sórdida.

Una ciudad todavía bastante inocente comparada con la actual, una ciudad de los años 60, ¿no? Pero es recorrida, digamos, es descubierta por Jorge. Se interna en el mundo del tatuaje, en los antros en los que vive y trabaja Papi George, el tatuador, con todas las mujeres que andan por ahí y es la ciudad donde empieza la amistad con Ramón Ochoa, un personaje que tomará una dirección muy especial e inquietante.

Entonces, efectivamente, es un recorrido de la vida de un muchacho, camino a la juventud, sus primeras experiencias, sus primeros desaciertos.

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Juan Sebastián Jaramillo: A propósito de los tatuajes, ¿cómo ha sido su relación con este arte? ¿Tiene usted alguno o por qué le llaman tanto la atención? ¿Por qué hay esta exploración en la novela?

Javier Vásconez: No, no tengo ninguno. Soy felizmente aprensivo ante los tatuajes y sin embargo siempre me han fascinado, me han producido una extraña curiosidad. Ahora de alguna manera están, digamos, banalizados.

Pero hace unos años, diez, quince, veinte años, los tatuajes no estaban tanto de moda como están ahora. Para escribir la novela hay un recorrido por varios despachos de tatuadores que me permitieron asistir a algunas sesiones.

La primera vez que yo supe de los tatuajes fue por la literatura. Por este personaje Queequeg de Moby Dick que fue mi primera novela, digamos, fulminante, que me transformó la vida y me sacó de las novelas juveniles y me introdujo en una gran novela, la novela total y definitiva. Y eso ya me llamó la atención. Esos tatuajes, marginales, marinos, muchas veces criminales. Luego hice muchas lecturas por aquí, por allá, sobre el mundo de los tatuajes.

Tengo ahora muchos amigos tatuados. Pero yo personalmente soy demasiado aprensivo, como para hacerme un tatuaje y dejar que haya una ilustración, cualquiera que sea.

Las ilustraciones que la gente se tatúa tienen un sentido, un significado especial, también según de dónde se tatúen: en los muslos, en los brazos, en el estómago, etc. Pero yo me sentiría muy incómodo dejándome tatuar.

Generan en mí una fascinación parecida a la escritura. Es algo que uno busca para dejar, digamos, una señal del paso de uno por este mundo. En este caso un dragón o una mariposa o un ancla.

Juan Sebastián Jaramillo: En la novela nos topamos con estos personajes que se encuentran en esta ambivalencia entre la inocencia y la crudeza, justamente por ser una novela, como hablamos, de transición en la adolescencia a la adultez. ¿Cómo es este proceso suyo de construir personajes?

Javier Vásconez: Bueno, no es mecánicamente. No hay ningún manual en el que se pueda escribir un tratado de cómo construir personajes. Cada escritor tiene su mecanismo, sus formas de llegar a los personajes.

En mi caso, por ejemplo, en El Viajero de Praga, no empezó a raíz de un personaje, sino a raíz de una frase: “llovía en la ciudad”. Y es esta frase la que me abrió las posibilidades para toda la novela. Es decir, por el hecho de que llovía en la ciudad ya estaba todo, ya supe cómo iba a ser la novela. A partir de la frase ya no pude entender mi viaje.

En el caso de La Piel del Miedo, desde el comienzo yo vi casi como si fuera una filmación, la violencia con la que empieza la novela. El episodio es largo, violento, intenso en el que el padre, enloquecido y alcoholizado, empieza a disparar e introduce un ataque de pánico a todos los que están en la casa.

Entonces, en La Piel del Miedo es a partir del padre, violento y alcoholizado, que actúa sobre todos y amenaza a todos, que empecé a armar la vida de este hombre y, a su vez, la vida de este hombre con su esposa y sus hijos. Fue a partir de un personaje como el periodista.

En algunos casos, los inicios de las novelas o los tonos de la novela vienen a través del lenguaje, que define una atmósfera que está en mi cabeza. En esta novela es a través de un personaje.

Los personajes no nos buscan, parecería que se instalan, vienen, te empujan y, poco a poco, uno los va manejando, dirigiendo. Estoy de acuerdo en que, si bien parece a ratos que es una arremetida inconsciente, uno siempre tiene control de sus personajes y así debe ser. Los personajes están dentro de uno y se dejan llevar, pero uno tiene un control sobre ellos.

Juan Sebastián Jaramillo: Me gustaría saber, ¿cuáles son otros temas recurrentes en sus novelas? ¿Qué se puede encontrar en este universo narrativo de Javier Vásconez?

Javier Vásconez: Es difícil, un poco incómodo hablar de la obra de uno mismo. Es difícil no caer en la vanidad o extralimitarse. Pero en fin, ya que me empujas y me preguntas, a veces me he cansado de oír de la crítica que mi literatura está centrada solamente en la ciudad de Quito. No creo que sea así.

Hace mucho que encuentro una serie de elementos góticos, debido a mi pasión e interés por la novela negra y la novela gótica. Yo he incorporado a mi literatura estos elementos relacionados con estos temas: la oscuridad, el misterio, una cierta indiferencia ante un realismo excesivo.

Por otro lado, hay una relación con el amor. Toda mi novela es una indagación sobre el amor y sobre todo, el deseo. Me extraña que la pasión y el deseo a veces sean más fuertes que el mismo amor. El deseo nos empuja a posturas oscuras y a su vez fascinantes.

También están el poder y la corrupción en toda mi novela, de una manera indirecta. No son mis novelas específicamente relacionadas con el poder. No me interesa la literatura como los escritores del Boom, que escribieron novelas exclusivas sobre el poder, como García Márquez o el mismo Vargas Llosa.

A mí me interesa contar la vida más cotidiana, más íntima, incluso subjetiva, de otro tipo de personajes, envueltos por sus propios intereses, pasiones, intereses de deseo y amor.

Por otro lado, está la corrupción. Nada hay más humano que la corrupción. No vas a encontrar animales corruptos. La corrupción es esencialmente humana y esa corrupción nos lleva a zonas terribles como las que estamos viviendo ahorita en el país. Parecería que ataca todas las zonas, todos los instantes y lugares de la sociedad. Produce monstruos y produce victorias alarmantes. Eso me ha interesado siempre.

En el caso de esta novela varios personajes se estarían aproximando a esa monstruosidad. El presidente Enriquez, debido a su poder, sus caprichos, tiene unas actitudes muy mezquinas con relación a quien fue su gran amigo, el padre del protagonista.

O en El coleccionista de sombras (Pre-textos, 2021), el mismo conde. Son personajes que están empapados de poder y de todo lo que ese poder ha destruido. En fin, hay también ciertos detalles que siempre me han gustado como lugares, bares, amistad… Eso es lo que te puedo contar.

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