Por cuarta ocasión, OchoyMedio presenta el ciclo de cine «La fractura del siglo». La muestra contará con películas sobre el Holocausto judío y la migración. Prepárate para una semana repleta de cine que invita a la empatía y la reflexión.
Dos temas principales atraviesan el ciclo de cine “La fractura del siglo”, que desde hoy podremos disfrutar en el OchoyMedio: el exterminio y la migración. Dos cuestiones que no podrían tener mayor actualidad en el mundo caótico en que vivimos.
Por un lado, siempre es necesario tener viva la memoria de los horrores cometidos. Por otro, tanto en el resto del mundo como en nuestro continente, somos testigos, día a día, de los desplazamientos humanos a otros territorios. Una búsqueda forzada de mejores días en otros lugares, que la gente de nuestro país ha experimentado también, especialmente en las últimas dos décadas.
En el ciclo, los espectadores podrán vivir esas circunstancias a través de una lista muy cuidada de películas. A la vez, podrán reflexionar sobre ellas. Entre los films exhibidos encontramos desde cintas actuales, como La manuela, Al otro lado de la esperanza y Marea humana, hasta clásicos, como Éxodo, La vida es bella y el larguísimo documental oral Shoah.
La cita comienza hoy y tendrá lugar hasta el 31 de enero. Puedes consultar los horarios en la página de OchoyMedio. Como abreboca te presentamos una reseña de una de las películas más originales de la muestra, el largometraje chileno de animación La casa lobo.
La casa lobo – Cristóbal León y Joaquín Cociña (Chile, 2018)
Rilke decía, en una de las elegías de Duino, que la belleza no es sino el comienzo de lo terrible. El sentimiento de que esto es verdad es una de las primeras cosas que La casa lobo, de los chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña, provoca en el espectador. El aspecto inocente y dulce de un cuento de hadas esconde un fondo inquietante.
La trama se centra en María, una muchacha alemana que ha escapado del sitio donde vivía. Sin un lugar al que ir, la niña se oculta en una misteriosa casa. Allí cuida de un par cerdos a los que convierte en niños gracias a la fuerza de su imaginación. Por un tiempo vive feliz junto a ellos. Pero la presencia siniestra y ubicua de la voz del “lobo” quiebra su paz. Esto le llevará a tomar una decisión inevitable.
La presentación de la trama funciona al modo de los cuentos infantiles tradicionales. Éstos solían desarrollar una sencilla moraleja, envuelta en una historia con tintes siniestros, para disuadir a la gente de hacer algo que la sociedad no juzgaba correcto. A esto contribuye, como preámbulo, un video introductorio que, al parecer, busca refutar la existencia de algunos hechos escabrosos en cierta comunidad que refiere la película.
Los espectadores reciben la cinta animada y su prólogo como un producto propagandístico. Pero repasar la realidad que Cociña y León usaron como base nos deja ver las cosas más a profundidad. En los años 60, el antiguo nazi Paul Schäfe instauró una colonia alemana, famosa por los rumores de violaciones a niños y trabajos forzados, en el sur de Chile. De ahí nace la inspiración la trama y la forma en que se cuenta.
El talento de los realizadores logra que el espectador pueda ver el sentido escondido del relato y concluir quién es el lobo de la historia y qué hechos perturbadores se ocultan en la narración. Así, tenemos una inquietante película animada cuyo terror funciona a dos niveles. El primero reside en lo que pasa en ella y el segundo lo hace en los hechos reales en los que el filme se inspira y los símbolos que usa para representarlos.
En cuanto a lo cinematográfico, podemos decir que La Casa Lobo es el resultado de un trabajo de producción verdaderamente extenso. Durante cinco años, Cociña y León se empeñaron en realizar un largometraje terrorífico, cuadro por cuadro.
La técnica de stop motion, quizá la técnica de hoy en día que más se parece al cine en sus orígenes, es dominada de forma maestra por los dos cineastas y artistas plásticos. El largometraje cobra vida al juntar miles de fotografías de instalaciones artísticas hechas a escala humana. Desde 2013 hasta 2018, la cinta se filmó en 12 museos de diferentes países como Argentina, México y Alemania, además de Chile.
La casa, que es el lugar donde se ambienta toda la película y, a la vez, es un personaje en sí, sufre completas transformaciones a lo largo del film. En ella se pinta y repinta las paredes y muebles, y se esculpen y re-esculpen los personajes, según lo requiere cada escena. Todo esto, en un ambiente donde predominan los colores blanco y negro, creando una atmósfera de continuo suspenso.
De esta manera, Cociña y León generan ilusiones como el movimiento de los personajes y el movimiento de cámara. No obstante, uno de los aspectos que más pesan en la ambientación de la película es el sonido.
A las inocentes y a ratos espeluznantes voces de María, Pedro, Ana y del Lobo se suman unos impresionantes efectos sonoros. La Casa Lobo es un escenario en constante movimiento, construcción y desarme.
El sonido de los bloques y tablas acomodándose, así como los pasos y todo tipo de acción que hacen los personajes, son representados por crujidos, chirridos, golpazos, susurros o murmullos. Todos llenos de crujientes texturas, los cuales facilitan la ambientación siniestra y misteriosa de la película.
Dicen que el cine es la fusión de todas las artes. La Casa Lobo es una película muy fiel a este concepto. El filme resulta ser una obra de arte que atraviesa a las miles de instalaciones que tuvo que hacer el dúo chileno, a base de papel, cartón, cinta adhesiva y pintura. Una obra maestra del terror y la animación en todos los ámbitos posibles.