Conoce este interesante proyecto y cómo todavía puedes participar en su festival de cortometrajes.
“Felipe, en el cine no inventes el agua tibia. Todo ya está dado. Ahí ve cómo lo ocupas, ahí está la innovación”. Fue lo que un profesor de cine le dijo a Felipe Egas en sus años de aprendizaje, algo que contradecía la creencia popular de que la invención es el único camino para hacer nuevos proyectos. Aquellas certeras palabras permanecieron apostadas durante mucho tiempo dentro de su mente. Y quizá ello ocurrió porque las había entendido muy bien. Felipe se había percatado de que —como había ocurrido en otros países, antes de que alguien echara a andar el proyecto en cuestión— en Ecuador hacía falta un festival de cine rodante.
Hacía falta un proyecto que escapara de los muros de las academias y de las salas donde suelen darse cita los iniciados. Un festival que llevara el cine a todo el mundo. A todo aquel que quisiera experimentar la belleza de escuchar y contar historias, sin importar lo que hubiera consumido en el pasado. Sin importar su formación, sus gustos.
Así fue como Felipe lo pensó bastante, habló con gente y, después de pensar por un buen rato en un nombre que calzara con su idea, decidió crear Turi Cine. Un proyecto con un nombre particular que, de entrada, sorprende. Después de todo, Turi no era, como uno podría pensar, una simple reducción de la palabra “turismo”, sino un término kichwa cuyo equivalente en nuestro idioma era “hermano”. Algo que, claramente, enfatizaba el sentido de comunidad que llevaba el proyecto. Corría el año 2016.
Hoy, cuatro años más tarde, Turi Cine es un nombre que, si no está consolidado dentro del país, por lo menos ha crecido a pasos agigantados. Y la prueba más evidente está en el nuevo evento que está próximo a suceder: su primer festival de cortometrajes. Un evento que puede contarse entre pocos —por el peculiar contexto en el que tendrá que desarrollarse y por el énfasis en un género cinematográfico que, por lo general, no suele recibir la luz de los grandes reflectores de la industria— para nuestro cine.
El festival tendrá lugar entre el 1 y el 17 de julio de 2020 —todavía hay oportunidad de que mandes tu corto y participes en él, hasta el 15 de junio, si haces CLICK AQUÍ— por las plataformas digitales. Y su realización está a cargo de la agencia multimedia Kurz.ec.
Para llevar a cabo este proyecto, Felipe cuenta con una ayuda muy valiosa, e impensada en un inicio: la de algunas de las más grandes figuras del cine ecuatoriano de los últimos tiempos. Ellxs serán los jueces que cribarán la lista de los muchos cortos que el festival está recibiendo.
Entre los nombres más resonantes se encuentran los de Gabriela Calvache, Juan Carlos Donoso, Mónica Mancero, Diego Coral, Christian Hidalgo y Christian Rojas, por Ecuador, y, por Argentina, Ayi Turzi. Un crew de lujo que promete mucho, por su experiencia y por su sensibilidad de cara a esta clase de estos proyectos que, quizá, alimentarán el futuro del cine ecuatoriano.
¿Qué esperar de los cortos?
“Espero encontrarme con qué están haciendo las nuevas generaciones en este formato, siendo tan amante como soy del cortometraje. Siempre estoy escribiendo cortos”, dice Gabriela Calvache, la cineasta que conquistó al público ecuatoriano con su cinta La mala noche hace un año.
Para Gabriela, pese a la dificultad implícita que conlleva ser parte del jurado, siempre hay grandes recompensas, sobre todo si hablamos del contacto con voces nuevas. “Es un tema generacional. Yo tengo 43 años, y normalmente una persona de 43 años ya no está haciendo cortometrajes. Entonces, quiero saber qué hacen los chicos de 20, de 25 años, descubrir sus inquietudes. Y eso me va a llevar a descubrir el país desde otra perspectiva”, señala.
Algo parecido opina Diego Coral, cineasta, docente, gestor cultural y director de la Cinemateca Nacional. “Quisiera sorprenderme y que los cortos evidencien preocupaciones, anhelos, formas de ver la vida de la gente. Quisiera ver a gente que hable honestamente, y con mucha curiosidad, sobre el lenguaje cinematográfico y las nuevas tecnologías y situaciones de la actualidad”, indica.
Respecto a su labor como jurado, cree que, más que preocupaciones de índole subjetiva, es importante construir la identidad del festival. “Es importante tener clara la mirada del festival, y, de ahí, es un ejercicio complicado pero interesante. Porque te obliga a pensar en tu propia subjetividad, y empiezas a preguntarte qué tipo de cine quieres ver”, añade.
Por su parte, Juan Carlos Donoso, conocido por su película Saudade, cree que, en festivales como este, a más de hacer películas con calidad técnica, es imperioso que los jóvenes creadores propongan conceptos nuevos. “Si no hay una mirada fuerte, si está floja o está imitando, es una mirada que se queda”, afirma Juan Carlos, quien suscribe la opinión de que Diego, acerca de lo necesario que es construir la identidad del festival.
Algo que comparte Christian Rojas, director y productor de cine especializado en proyectos de temática LGBTIQ+ y de igualdad de género, y una de las personas más decisivas en lo que respecta al origen del nuevo festival. “Es poder entender, encontrar esas películas que innoven. Es un tema de estar entre lo que me gusta y tener la línea correcta”, dice Christian.
Un nuevo matiz a la pregunta lo aporta Mónica Mancero. “Espero que los proyectos sean hechos de una necesidad de las personas que los manden. No para demostrar nada, sino que salgan de una historia que ellos y ellas quieran contar”, puntualiza.
La directora de Azules Turquesas cree que el arte debe ser una crítica constructiva de la realidad. De ahí nace la creatividad. Y, en ese sentido, el cine “debe partir de la necesidad de quien lo haga”, sin que sea necesario pensar en lo que querrá el público.
La idea de que el cine no se quede en los círculos de iniciados está presente en las respuestas de la directora y crítica argentina Ayi Turzi. “Yo creo que la principal vocación del cine es ser entretenimiento. Dentro de ese entretenimiento, lamentablemente, hay propuestas que subestiman al espectador. Pero hay otras que saben encontrar un equilibrio, y, dentro de ese equilibrio, lograr una propuesta inteligente que el público entienda y disfrute”, expresa.
Desde luego, para que este intercambio sea justo es necesario que el público apoye en todo momento. Y ello será posible solamente si los prejuicios que aminoran el consumo de películas de otros países quedan atrás. “Si es una elección, si estás especializado en el cine español, ve todo el cine español que puedas. Pero hay veces en que se toma como prejuicio… Esto está bueno para que la gente se encuentre en el marco del evento y baje el prejuicio”, añade.
A Christian Hidalgo, cineasta y docente, lo pone muy feliz el hecho de que exista un festival con el del Turi Cine. “Los chicos tienen un montón de ganas de rodar historias. Es interesante porque aquí, en el Ecuador, gracias a las escuelas de cine que hay, se hacen varios cortos. El problema es que hay poca salida, pocos espacios para difundir”, indica.
Cine en tiempos de pandemia
Más allá del nutrido crew que sostiene el festival de cortos, es posible advertir un lado complejo dentro del asunto. A Felipe Egas y su socio dentro de Turi Cine, Francis Castro, la repentina aparición de la pandemia del COVID-19 los dejó tan sorprendidos y tan golpeados como a los demás. Porque los obligó a prescindir de una las características que, desde un principio, habían caracterizado al proyecto: llevar el cine directamente a las zonas rurales y los forzó a replantear el proyecto
De un momento a otro, se acabaron las visitas a Nayón, a Llano Chico, a Mindo y a varios lugares recónditos del país. Terminó ese contacto tan cercano con la gente, que consta de gestos, de opiniones, de anécdotas. “La parte más bonita es ver, justamente, la interacción”, recuerda, con un dejo de nostalgia, Francis. Y es que a la pantalla de la compu, que permite comunicarse rápidamente con cualquier lugar del mundo, le falta capturar los filos de la expresión humana que sólo están presentes cuando se habla cara a cara. Cuando habitamos el mismo espacio físico.
Y, por supuesto, no podemos olvidarnos del gran tráfico de eventos que amenazan con quitarle audiencia a un evento como este. «Cuando tú haces un festival en línea, no sólo haces el festival, sino que hay varios eventos paralelos que pasan al mismo tiempo que el festival”, afirma Francis.
No obstante, pese a esto, al hecho de que las cintas nuevas han perdido grandes espacios de distribución y a las muchas cosas que han sucedido recientemente —como la fusión del Instituto de Cine con el IFAIC—, todavía puede brotar algo de esperanza. Y que así sea es urgente, por el rol tan necesario de la cultura en nuestra sociedad. «La cultura no siempre es lo que más importa en momentos de crisis, y, sin embargo, es lo que nos sostiene emocionalmente”, dice Gabriela.
Sin embargo, para que esto sea posible será necesaria siempre la oportuna intervención de las autoridades y de todo aquel que quiera apoyar la producción cultural. “Esto nos ha dado tiempo para pensarnos a nosotros mismos, en lo frágil que somos, en la familia, el miedo. Temas universales. La gente que toma decisiones debería entender eso, y no sólo los políticos, sino los empresarios o el público”, afirma Christian Hidalgo.
Mientras tanto, Turi Cine proseguirá su camino, con un festival que será otro grano de arena para el futuro del cine ecuatoriano. “Es importante que el arte se vea como una necesidad, no como la última rueda del coche. Si Turi Cine puede ser esa ventanita chiquita que abra una luz para que el cine ecuatoriano siga surgiendo, esa siempre será nuestra lucha”, concluye Felipe.
Así que no lo pienses más. Acude a la página de Turi Cine, del 1 al 15 de julio, y apoya a las nuevas voces del cine nacional.