Entrevista por: JJ Alomía
Feriado se estrena en el Festival de Cine de Berlín. No entra a la sección de competencia, sino a Generation, una categoría dirigida a un público joven. No compite por el Oso de Berlín y esto, para cualquier cineasta emergente, es transcendental. Diego Araujo para entonces en Ecuador no tiene nombre, pero cuando estrena su película en Berlín, los medios lo invaden. Feriado se exhibe en salas en medio de ruedas de prensa, entrevistas, conversatorios, publicaciones en la web y numerosas reseñas de blogs. En medio de todo el movimiento, me encuentro con Diego.
Háblame de la experiencia de Berlín.
Siempre tuvimos en mente entrar a Berlín. Buscamos un festival acorde al tipo de la película. Tenemos un agente de ventas que también se encarga de la programación en festivales y trabajamos para que la vean los curadores del festival. En enero nos confirmaron que estábamos adentro y a partir de ahí, fue una carrera contra tiempo para lograrlo.
¿Cuándo fueron seleccionados, la película no estaba terminada?
Claro, faltaba… Apenas había cerrado el corte. Faltaba toda la post de sonido y la colorización. Tuvimos tres semanas para terminar la película. Trabajamos el color, una parte del sonido en Buenos Aires y la otra en Ecuador.
La experiencia en Berlín fue increíble porque la película tuvo una gran acogida de la gente y nadie del equipo se lo esperaba: tuvimos tres llenos totales (una función con 1200 personas), el público fue súper cálido, las personas se acercaron a hablar con los actores… Nuestra sección estaba enfocada para un público joven, pero hubo gente de todas las edades. Muchos de ellos me dijeron que les había conmovido, que habían llorado… Fue bacán sentir eso.
¿De dónde viene el guión?
Empezó con un cuento que escribí hace rato, que tenía que ver con el encuentro de estos chicos en una noche. Era más un tema de encuentro de dos clases sociales. Estaba contada desde la perspectiva de JuanPi, como una especie de despertar de conciencia social. No era algo panfletario, aunque la idea era que ese momento le abría la mente a muchas cosas. Empezó ahí. Me lancé de una a escribir el guión. Fue difícil porque no sabía hacia dónde iba y de ahí empezó a surgir esta relación entre los personajes.
Con Ana Luisa, quien es mi esposa y la productora, nos dimos cuenta que había esta tensión de momentos homo-eróticos, románticos, y decidimos irnos por ese lado. Me lo planteé como un desafío: “hagamos lo inesperado”. Fue bacán.
Estuviste en Sundance en un taller ¿Cómo aporta esto a la película?
Cuando fui, el guión estaba bastante desarrollado y significó confirmar ciertas cosas. En estos talleres tienes cuatro tutores que han leído tu guión y básicamente te sientas una vez al día con uno de ellos y te dan sus comentarios sobre tu trabajo; reflexionan ciertas cosas…
Es interesante cómo la visión del guión cambia dependiendo del lugar o del taller en el que estás. En esa época yo vivía en Estados Unidos y ahí, en espacios más mainstream, me decían “este guión es demasiado cine arte”, “está lento”. En lugares como Rotterdam -más cine contemplativo-, el comentario era lo opuesto. Por eso Berlín era un buen lugar, porque no tiene un lado radical.
¿Cómo llegas a la puesta en escena?
Para mí, es una cosa que la vas viendo en tu cabeza, cuando el guión ya está cerrado. Lo primero que hice fue dividir en beats, en momentos narrativos, siempre desde el punto de vista de JuanPi; observar los puntos con cambios en los objetivos de todos los personajes.
El diseño de planos lo hicimos junto a Magela (Crosignani), la directora de fotografía, siempre desde el concepto de meterte en la cabeza del personaje; como un viaje emocional, desde la luz, desde los colores, desde el sonido. La idea es que en el principio, estás en esta hacienda bien hostil, con sonidos disonantes: los cubiertos, las conversaciones, los teléfonos… Es un espacio más claustrofóbico, metido, más obscuro. A medida que JuanPi conoce a Juano, todo se va abriendo, aclarando, suavizando… los sonidos son más íntimos. Así haces una guía para tomar las decisiones.
¿Cómo llegaste al casting? ¿Cuál fue el proceso de dirección de actores?
Lo hicimos con Mauricio Samaniego quien ha trabajado como director de casting y es súper bueno. Fue directo a un grupo preseleccionado y en base a eso, escogimos a los finales. Después vimos si los protagonistas y los personajes principales funcionaban entre ellos. Grabamos y editamos escenas para escoger al elenco final.
Con Andrés (Paredes) -Juano- fue un poco distinto el trabajo, viene del teatro. Con Juan Manuel -Juan Pi- quien nunca había actuado, trabajamos con ejercicios de memoria emotiva, improvisación y fuimos creando las relaciones. Trabajamos un par de meses con los chicos para crear sus personajes, y durante el rodaje nos regimos al guión.
Háblanos de Juano. El personaje tiene ascendencia indígena, pero no es un estereotipo, es un personaje redondo y bastante real.
Fue interesante. Además del cuento que escribí hace años, hice una serie de televisión con cinco chicos de cinco sectores socioecónomicos del país. El personaje de Juano y su lenguaje están basados en uno de los personajes de la serie, el “demente no ve”, el humor, es de Santiago, este personaje real.
Sí, había el riesgo de que si metes a la abuela que habla quichua sí puedes caer en algo muy folclórico; pero siempre quise que de cualquier manera, sea la observación de Juan Pablo hacia un mundo distinto al suyo. Lo mismo ocurre en el concierto de metal: es el descubrimiento de una subcultura, pero desde sus ojos.
Cada personaje parte de alguien o algunas personas que conozco. Es para crear personajes con más capas. Los poemas de Juan Pi los escribí yo. Yo era algo así como él. Cuando tienes 17, piensas que eres súper obscuro y luego lees y ves que es super cursi.
Hay una tendencia en el cine actual mundial que se refiere mucho al género, a las representaciones de roles, a lo homosexual, lo bisexual o a romper estas fronteras ¿Es algo que tenías en cuenta cuando escribías?
Para mí más que nada es una película de cuestionamiento. Hay una exploración del mundo desconocido para el personaje principal y eso le lleva a descubrir cosas sobre si mismo. Esto también lo conduce a su sexualidad. Todo sucede en un ambiente de cambio: el país atraviesa unos cambios dramáticos, la familia está cambiando… internamente Juan Pablo también.
Escuché un comentario en el que alguien dice: «fui a ver una película del feriado y me encuentro con otra cosa» ¿Por qué llamar Feriado a tu película?
Fue cambiando. Siempre fue planteado como un telón de fondo. Son varios juegos. Empiezas con un “feriado” de carnaval. Es un amor de verano que pasa durante el “feriado” y termina en la declaración del feriado bancario. La película tiene este fondo.
Alguien en Berlín también me lo dijo: «vine a ver una película del feriado y no la encuentro». Investigamos mucho para la película, entrevistamos a Mahuad y Armijos, un poco para contar una historia honesta. Funcionaba mejor como un telón de fondo para contrastar esta relación idílica de estos adolescentes frente a un mundo adulto que podía destruirla.
Cuéntame un poco sobre el cine que tú ves. ¿A qué autores regresas una y otra vez?
Veo cine bastante diferente. Hay este cineasta gringo que se llama Gregg Araki, quien hizo esta película que se llama «Mysterious Skin», es también una película de descubrimiento adolescente. Están también Claire Denise, Lucrecia Martel y Kechiche hizo «El Esquivo», una película adolescente que va por lo naturalista. Pero de todo, loco.
El cine, como lenguaje audiovisual, tiene toda una instrucción o educación frente a la televisión, por ejemplo. Es distinto. La audiencia ecuatoriana está acostumbrada a un lenguaje más rápido, ligero, menos profundo ¿Crees que hay un lío de audiencias en Ecuador en cuanto al cine que se hace y a quien lo puede consumir?
Puede que haya algo de eso. El lenguaje televisivo y el del cine son distintos. En el cine te puedes tomar mucho más tiempo, en la televisión las cosas suceden ese momento. En la televisión tienes que ser muy claro. En el cine las cosas pueden revelarse poco a poco.
Yo creo que tiene que ver más con la oferta de cine que hay aquí: no hay mucha. Tienes el Ocho y Medio y ciertos festivales. Aparte de eso, lo que el público mira es un tipo de películas muy específicas, el rato que le sacas de eso, la gente se aburre porque no está acostumbrada a ver ciertas cosas. Yo creo que se menosprecian a las audiencias. Creo que son mucho más inteligentes de lo que se piensa aquí.
¿Hay audiencias propias para cada película o se puede conectar con todo espectador?
Hay audiencias y audiencias. Hay películas que están hechas para el público y están súper bien, y otras que no están pensadas para el público y también están súper bien. Hay muchos criterios que cumplir. Pero sí, hay producciones que por su estructura y ritmo pueden llegar a casi todo el mundo. Lo que ha pasado es que las películas son juzgadas por la taquilla y eso no quiere que sea buena o no.
¿Estas trabajando con alguien para sacar la película en otros países?
La peli ya está vendida en Alemania en cines. Tenemos un agente de ventas de allá. También tenemos nuevos festivales que se vienen.
¿Cuál es tu postura como cineasta? ¿Quieres contar historias? ¿Cambiar realidades? ¿Por dónde va?
Hago historias que yo quisiera ver. Estas son las que me interesa contar. El cine es un proceso largo, empiezas con una idea y es algo que vas a llevar por años. Me interesa conectar con el público. Siento que el cine es algo de emoción y sensación.
2 commentarios
Yo también me quedé con la impresión que lo que sobra en Feriado, es el Feriado Bancario. No es más que un decorado que aporta poco, ni nos convence que don Jorge Landívar es un corrupto ni en ninguna parte se insert en las actuaciones de los personajes. Creo que fue un tema demasiado serio para todos los que vivimos como para que se lo mencione así de pasada en una película que supuestamente trata sobre el tema.
Lo que si le felicito a Diego Sebastián es por la reconstrucción de época, los ’90s vovlieron de nuevo (y pensándolo bien es la época justa para contar la historia, cuando eramos un poco más conservadores, más cerrados, menos conectados y con más distancia entre pobres y ricos).
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