Historia de Jazz #2: El encanto de la cercanía

por Bernarda Troccoli

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Foto: Bernarda Troccoli

Sus primeros pasos son suaves. De entrada, su voz cobija al escenario como una alfombra. Es un inicio predecible. Ella ilumina el Teatro Sucre con su voz grande, gruesa, profunda. La primera sensación es la esperada, te abraza con los sonidos.

Después, un golpe. En segundos, un cambio de potencia y de intensión. La sutileza amplificada, sobrexpuesta. Sus pasos más largos, más fuertes, más rápidos. Te sorprende. La energía es desbordada, intensa. Ella confronta al público, que en milésimas de segundo responde al estímulo. Un breve y espontáneo descontrol se activa en el Teatro, que pierde su orden, su forma. Todos son atraídos y se dirigen hacia ella, es un imán. Conmueve, puede llegar a paralizarte. La canción con la que inicia su presentación es «You Had Me».

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Foto: Bernarda Troccoli

Esta cantante y compositora inglesa se sorprende con el público que la recibe. Se emociona porque nos emocionamos. Ella compara a la gente con aquellas audiencias de las grandes ciudades. Cuenta que las reacciones pueden ser demandantes, desafiantes. Comenta que el público de Quito es capaz de asombrarse, ella se asombra. Parece cómoda y confiada. Se atreve a mostrar su nuevo repertorio, estrena canciones.

Ella juega con la elasticidad del jazz y las posibilidades que le ofrece su voz privilegiada. Construye universos con soul, funk y reggae. Nos invita a pasear por su historia, por discos como The Soul Sessions (2003) y Mind, Body & Soul (2004), por canciones como «Jet Lag», «Fell in Love Whit a Boy», «Right to be Wrong» o » I Put A Spell On You». Juega con el pasado de cada canción, con el origen de las letras y las referencias de su música. Todo lo expone. Te permite formar parte de su proceso y de su experiencia individual al estar en ese escenario, frente a ti, a tus reacciones.

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Foto: Bernarda Troccoli

Sus movimientos y sus objetos son prolongaciones de una feminidad muy especial, muy compleja. Elegancia absoluta como elemento constante. Sobre esa base, juegan los gestos desaliñados, las frases confianzudas, las bromas directas. Se ríe de las reacciones, se ríe de sí misma.

Joss Stone se encuentra con el público desde la informalidad y el despojo de las poses. Sus comentarios son espontáneos. Podría parecer que sus palabras y sus chistes son solo parte de esa atmósfera cálida y de confianza que ella crea. Sin embargo, sus expresiones siempre trascienden. Nunca llegan a la frivolidad. Toma en serio al público. Se da el tiempo de acercarse, de contarle cosas, de hablarle directamente. Cada historia que narra en escena termina convirtiéndose en una celebración de la música, de los encuentros que propicia el arte.

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Foto: Bernarda Troccoli

Ver y escuchar a Joss Stone es convertirla en una leyenda. Su voz y su presencia se sienten como patrimonios de una generación, son monumentos de una etapa musical mundial.  A la vez, se siente cercana, se siente conocida, se siente real.

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