El CAC cumple 10 años. Revisamos lo que lo ha convertido en uno de los mayores espacios artísticos de Quito y Ecuador, según algunxs de sus gestorxs.
El Centro de Arte Contemporáneo de Quito (CAC) cumplió diez años como parte de la Fundación Museos de la Ciudad, es decir, desde que fue fundado como un centro de arte oficialmente. Para celebrarlo, este espacio artístico-cultural realizó, el pasado 15 y 16 de junio, un encuentro entre gestoras, curadoras e investigadoras que han pasado por sus puertas, a quienes se sumó el actual coordinador del centro, Eduardo Carrera.
Este para nada pequeño centro de arte, se encuentra en el barrio San Juan, en el Centro Histórico de Quito, en lo que alguna vez fue el Hospital Militar de la ciudad. Con una vista privilegiada al casco colonial y unos 5.000 metros cuadrados de espacio, este se ha convertido en uno de los lugares más icónicos para el arte en la capital.
Sus puertas y su gestión han albergado importantes eventos para el circuito artístico. Entre ellos, destacan el rediseño y organización del Premio Mariano Aguilera desde 2012, la gestación del Premio Brasil, coordinado junto a la Embajada de Brasil en Ecuador, desde 2013, o el proyecto Cartas de Mujeres, coproducido junto a ACNUR, en 2012, por mencionar algunos.
El conversatorio llevó el nombre de “Musealidades Tectónicas” y el objetivo del mismo fue reflexionar, basándose en la experiencia y conocimiento de lxs panelistas, sobre la importancia que ha tenido el CAC en la ciudad y el país en su primer decenio. También se conversó sobre cómo ha enfrentado este espacio la crisis de la pandemia y hacia dónde debería mirar en el futuro.
El CAC se fundó —tal y como lo conocemos ahora— el 19 de mayo de 2011, al integrarse a la Fundación Museos de la Ciudad, durante la gestión del ex-alcalde de Quito, Augusto Barrera, y bajo la gestión de Ana María Armijos como directora ejecutiva de la Fundación.
Previamente, el edificio construido a principios del Siglo XX, y que alguna vez fue el Hospital Militar de la ciudad, funcionó bajo el nombre de “Bicentenario Centro de Arte Contemporáneo”, entre 2009 y 2011. Sin embargo, en ese entonces, no tenía una política administrativa clara como espacio cultural.
“Ese edificio estaba a cargo del FONSAL (Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural)”, recuerda Armijos. “Y, evidentemente, esa no era una institución que se hiciera cargo de museos ni de espacios culturales. Había que traspasar ese edificio, en términos de gestión, a alguna institución que tenga más que ver con la gestión de museos”.
La primera coordinadora del CAC fue Ana Rodríguez, artista y gestora cultural, quien llegó al puesto por sugerencia de Armijos y bajo el visto bueno de Barrera. Desde entonces, han pasado por el puesto:
Pedro Cagigal (2013)
Karen Solórzano (2013)
Rosa Jijón (2014)
Paulina León (2015)
León Sierra (2016)
Belén Santillán (2017-2019)
Willson Ruiz (2020)
Eduardo Carrera (2020- actualidad)
Eduardo Carrera, actual coordinador, asumió el puesto en julio de 2020, ya en la época de pandemia y confinamiento. Previamente fue parte del CAC como curador en jefe y jefe de investigación, participando en esta institución desde su fundación y por intervalos de tiempo, interrumpidos por la obtención de su maestría y su paso por otras instituciones como la misma Fundación Museos de la Ciudad y el Ministerio de Cultura.
La invitación que emitió el CAC, a propósito del evento, explica por qué lleva ese nombre (Musealidades Tectónicas):
“Existe la necesidad de pensar el museo a través de la metáfora volcánica y tectónica —enunciada ya por las curadoras e investigadoras Amanda de la Garza y Mabel Tapia— no sólo por el territorio geográfico en que se encuentra el Centro de arte Contemporáneo de Quito; sino también por ser un núcleo estructural complejo y activo que aduce a una arquitectura de resistencia matérica que moviliza y transforma el paisaje, el territorio y la historia”.
El encuentro de dos días, junto a una entrevista personal con Carrera, deja varias reflexiones sobre la importancia de este espacio cultural en el tiempo. El evento puso en evidencia que el circuito cultural está movido y acumulando fuerzas gracias a la gestión de espacios como el CAC. Existe una hoja de ruta para abrir más espacios culturales acoplados a nuestros tiempos, pero es necesaria una gestión eficiente y voluntad política.
A continuación, algunos puntos en común de lxs panelistas.
1. El CAC es un espacio que goza de institucionalidad, gracias a la gestión mantenida en el tiempo
La institucionalidad es una de las bases necesarias para mantener a flote un Estado de Derecho y un sistema democrático. Si la sociedad no cree en el trabajo de las distintas instituciones, es muy difícil direccionar los esfuerzos hacia verdaderas políticas públicas que atiendan las necesidades sociales, en este caso, las necesidades del sector artístico y cultural de la ciudad de Quito.
Algo que va muy de la mano con lo mencionado por Susan Rocha, ex investigadora y curadora del CAC, quien advirtió que “un museo o un centro de arte que no investiga o no ejerce un criterio de selección claro, se convierte en un contenedor sin contenido, aunque tenga las paredes llenas y la agenda llena”.
Con respecto a eso, Carrera menciona que una de las facilidades con las que se ha encontrado al asumir el CAC como coordinador fue, precisamente, “el trabajo que han hecho todos los coordinadores y antiguos funcionarios”, ya que ha generado una memoria institucional. La cual, explica, “sirve para continuar con programas, líneas de trabajo, de investigación y políticas de programación, claves para el espacio”.
En ese sentido, es destacable que el CAC ha mantenido líneas y enfoques de trabajo que trascienden más allá de la administración de turno. Además, la misma presencia de Carrera, que ha estado involucrado con la institución desde su nacimiento, es importante.
Sobre todo, si tomamos en cuenta que también es alguien que ha obtenido experiencia en otras instituciones de la cultura y que propone investigaciones cercanas a los problemas y búsquedas de nuestro tiempo: género, sexualidades e identidades, cambio climático o ciencia y arte, por mencionar algunos.
Este pequeño espacio de institucionalidad que ha ganado el CAC no es poco, ya que, como mencionó Lupe Álvarez en su intervención, “una de las características principales de nuestro medio artístico, ha sido la fragilidad de las instituciones, la casi imposibilidad de un proyecto de arte contemporáneo”.
2. El CAC y las instituciones culturales deben estar en constante actualización
La pandemia del covid19 trajo consigo la tediosa “nueva normalidad”. La cual no sólo implicó que desde ahora tengas que salir con mascarilla cuando vas a espacios públicos, sino que espacios como el CAC cerraran durante cerca de seis meses.
La nueva normalidad también supone un estado de crisis, en el cual los presupuestos del gobierno central y los GADs tuvieron que reacomodarse y dirigir recursos a la emergencia, dejando por fuera recursos que iban a ser destinados a otros ámbitos, entre ellos la cultura.
Por ejemplo, el Premio Mariano Aguilera 2020, organizado desde su rediseño por el CAC, tuvo que cancelarse y posponerse por falta de presupuesto. Por el mismo motivo, cuenta Carrera, se cerraron varios puestos de trabajo, necesarios para que un lugar como el CAC funcione.
La respuesta hacia esta crisis ha sido focalizar los esfuerzos a autofinanciar el proyecto. “Es el primer año en que la programación expositiva del centro es totalmente autofinanciada”, declara Carrera. “El Municipio de Quito no nos asignó un presupuesto para la programación cultural, sino que ha sido un levantamiento por parte de la coordinación”. Para esto, se buscó auspicios de otras instituciones como universidades o embajadas, explica el actual coordinador del CAC.
El reformar los modelos de gestión, buscar nuevas fuentes de ingresos, nuevas formas de gestionar la cultura es indispensable para momentos de cambios acelerados como el que vivimos. La actualización, coinciden lxs panelistas, debe estar en los modelos de gestión, pero también en la investigación y procesos curatoriales, de manera que estén siempre alineados a lo contemporáneo.
3. Necesitamos mejores políticas culturales
En un país como Ecuador, con inestabilidad y desorden en las finanzas públicas, no sorprenden los recortes continuos a instituciones como el CAC. No es novedad que los actores de la cultura están insatisfechos por las políticas públicas y los funcionarios que rigen al sector público cultural. Aparentemente, el arte está siempre en crisis.
Ana Rodríguez, primera coordinadora del CAC, lo reconoce. “Siempre que estamos reflexionando sobre cultura, ya sean las artes, la música, el cine, el fomento de la memoria y patrimonio, siempre están en riesgo de desaparecer”, dice. “No se crean más instituciones, no se fortalece lo caminado, se busca disolver, eliminar y restringir”.
“Tenemos muy pocas instituciones que admiten los desafíos metodológicos que el arte contemporáneo conlleva”, destacó Lupe Álvarez, una de las principales acompañantes del proceso del CAC, conocida, entre otros aspectos por haber gestionado el Museo de Antropología y Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil.
Como una posible solución, Rosa Jijón, coordinadora del CAC entre 2013 y 2014, y documentalista del programa Cartas de Mujeres del mismo, propone una ley de mecenazgo. “Una ley que tenga que ver con desgravámenes fiscales que puedan ser destinados a la cultura, esa es una discusión que se ha puesto mil veces sobre la mesa y que no se logra mover”. Es decir, una ley que incentive a financiar el arte desde el sector privado.
Carrera, por su lado, expresó que en Ecuador no hay un programa de adquisición o coleccionismo de arte contemporáneo, lo cual podría ser una ayuda para el sector en medio del contexto de crisis que vivimos. “Vemos galerías que empiezan a levantar pequeños mercados de coleccionismo de arte contemporáneo, pero las instituciones públicas deberían también coleccionar y apoyar a los artistas”.
Por otro lado, la curadora y gestora Ana Rosa Valdez, quien fue la primera jefa del nuevo Premio Mariano Aguilera, ahondó en la necesidad de generar más espacios y procesos formativos en el país, para que proyectos como el CAC funcionen. Recalcó que no existen espacios formativos no-formales, donde se enseñe sobre arte contemporáneo.
3. El CAC es un espacio propenso a tensiones (y está bien)
Un espacio donde constantemente se están redibujando los límites del arte y lo contemporáneo, es un espacio que por su propia naturaleza va a generar debate entre los distintos actores que lo transitan y forman parte de su comunidad. Pero el aceptar y permitir que existan discusiones y debates es lo que lo nutre.
Al menos, así lo da a entender Rosa Jijón cuando menciona que “el CAC tiene un sentido de pertenencia: a veces con debates, a veces es un centro de disputa con el terreno que lo circunda y que está atravesado permanentemente por una gran cantidad de grupos y comunidades que lo consideran un lugar, no sólo para la generación de arte contemporáneo, sino para activismo, diálogos, y participación directa”.
Y es que el espacio debe mantener un equilibrio “entre el respeto al derecho a la libertad creativa y la necesidad de formalizar las prácticas artísticas al interior de las instituciones”, como lo menciona Valdez. Estos “entres”, explica, “no constituyen polos, sino que son signos de esta tensión que se produce cuando se juntan las personas que se dedican al arte y las instituciones públicas”.
4. El Nuevo Premio Mariano Aguilera debe seguir
Uno de los esfuerzos importantes que hizo el CAC luego de su fundación, fue el rediseñar el Premio Mariano Aguilera, por parte de la misma Ana Rosa Valdez y Ana Rodríguez. El nuevo premio está enfocado en “edición, investigación y educación, y no sólo en creación”, explica Valdez.
Y es que los procesos del premio, según Valdez, “se nutrían de cómo las múltiples comunidades de la ciudad se estaban apropiando del centro de arte”. Sin embargo, advirtió que “cada vez que el Mariano se lance, debe contar con nuevas formas de gestión institucional, en medida de lo posible”, manteniéndose a la línea de constante actualización del CAC.
Quizás fue el nuevo enfoque que se le dio al premio lo que permitió que llegase a ser “el premio más importante a nivel nacional y quizás uno de los más importantes a nivel regional”, como lo ve Carrera.
Por ordenanza municipal, el premio debería llevarse a cabo anualmente. Sin embargo, esto no ha sucedido desde 2018. En 2020, la organización del premio emitió un comunicado, indicando que no se podrá llevar a cabo por falta de presupuesto.
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Los 10 seleccionados del premio, tradicionalmente, se llevan becas de $10.000 dólares cada unx para la producción de proyectos en cinco áreas: creación artística, investigación, curaduría, nuevas pedagogías del arte, edición y publicación. Además, el premio por reconocimiento a la trayectoria otorga $20.000 dólares a unx artista. Por este motivo, dice Carrera, es fundamental que se siga con el premio, para aliviar la crisis que vive el sector.
A ese pedido se sumaron Valdez y Armijos, quienes hicieron un llamado a las autoridades para que faciliten que el Premio Mariano Aguilera se instaure definitivamente y se siga llevando a cabo, como parte del fortalecimiento de la institucionalidad del CAC.
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Los diez años del CAC son motivo de festejo, para cualquiera que le importe el sector artístico y cultural de Quito y del Ecuador. En un país con problemas de memoria histórica sobre sus artistas, que exista una institución que desde lo contemporáneo escriba la futura historia del arte local, más que positivo, es necesario.
Como parte de la celebración, el CAC abrió una exposición con la memoria gráfica del centro, llamada Diez. “Un ejercicio de revisión a las exposiciones, momentos y aprendizajes de esta última década”. La muestra estará abierta hasta el 17 de julio.