En un mar de series, películas y todo tipo de contenido audiovisual, el trabajo más importante del japonés Hideaki Ano sigue dando de qué hablar a 26 años de su estreno. Pero, ¿por qué todos hablan de esta serie? ¿Es tan buena como dicen? Aquí te lo contamos.
A breves rasgos, Neon Genesis Evangelion es otro ánime de tipo Mecha, es decir, robots pilotados por un humano para enfrentar al monstruo gigante de turno —Kaiju—. Una premisa simple con la que otras series como Mazinger Z y Robotech lograron posicionarse como referentes del género.
La particularidad con Evangelion es que, a diferencia de los ejemplos anteriores, los combates y la espectacularidad característicos de este tipo de animación se ven superadas por el desarrollo de sus personajes, su naturaleza introspectiva y la visceralidad con que su creador interpela a la audiencia respecto a temas como la depresión, la ansiedad y la soledad. Lo que, entre otras cosas, le ha dado a la serie el estatus de obra de culto.
Pero a lo que venimos. Si todavía no has visto ninguno de los 26 episodios de esta serie, te contamos algunos detalles —sin spoilers— para que le pierdas el miedo y le des una oportunidad a esta historia de ángeles, angustia adolescente y crisis existenciales.
Está denso, pero no tanto
Uno de los aspectos más relevantes de la narrativa de Evangelion es que por momentos se siente más como un ejercicio de catarsis para su autor que como una historia hecha y derecha. A medida que avanza la serie, la trama y los personajes obligan al espectador a interpelarse en más de una forma.
Desde implicaciones filosóficas hasta referencias religiosas, cada episodio te descoloca más que el anterior. Es una serie que no teme incomodar al espectador y se toma su tiempo para construir vínculos que tarde o temprano son puestos a prueba.
Esto tampoco significa que estemos ante un producto audiovisual apto sólo para psicoanalistas e intelectuales. Todo lo contrario. Es una obra que sacude a cualquiera que la vea porque, en algún punto, para terminarla es necesario renunciar a la satisfacción con que otras series premian a su audiencia y aceptar que esta va a ser una experiencia tan disfrutable como desconcertante.
Desde luego, también hay algo de comedia y momentos que podrían entrar en la categoría de lo romántico. Tampoco es una película de David Lynch. Evangenlion es divertida e introspectiva. Con momentos conmovedores e intensos, a tope de sensaciones difíciles de olvidar. Ese es su punch.
Pilotea el f****** Eva, Shinji
Cuando creces viendo series como Dragon Ball Z, Power Rangers o Saint Seiya, con el tiempo se posiciona en el inconsciente la admiración por el héroe que todo lo puede, que no siente miedo, que destila seguridad en cada decisión que toma y que además cuenta con un carisma arrollador. Básicamente, el personaje que además de ser el más bacán de la serie, es capaz de superar cualquier obstáculo.
En este caso, Shinji Ikari, el protagonista de esta historia, es un adolescente de catorce años abrumado por sus inseguridades y complejos de inferioridad. Un personaje al que es difícil admirar pero con el que es imposible no identificarse en algún momento de la historia —bastantes, en realidad—.
Si esta descripción del protagonista suena particularmente atípica, el resto de personajes entran directamente en la categoría de lo disfuncional —como Asuka—, y en algunos casos, como el de Rei Ayanami, resultan ser inquietantemente inexpresivos, rayando en lo inclasificable.
El trío protagónico hace lo posible por defender la tierra, pero cada victoria los lastima y desgasta en formas que, con el tiempo, son incapaces de manejar. Algo contrario a lo que pasaría en un shonen, en donde cada batalla hace más fuertes a los personajes —como ocurre en Naruto, por ejemplo—.
En esta historia lo terrenal y lo divino se enfrentan, pero las secuelas de este conflicto son devastadoras para los pilotos de los evas —los mechas de la serie—, tanto que incluso dejan de verse así mismo como humanos para reconocerse como herramientas con un solo propósito, vencer.
El compromiso de la serie por construir personajes alejados de la unidimensionalidad ha hecho que muchos de ellos se conviertan en objeto de análisis del público y la prensa especializada, lo que ha permitido que su mito siga vigente por casi 30 años. En resumen, no esperen grandes héroes, pero sí grandes personajes.
El dilema del erizo
¿Salvar al mundo o salvarse a unx mismx? Evangelion plantea ese tipo de preguntas pero jamás intenta responderlas porque entiende que ese ejercicio le corresponde al espectador. No hay fábulas ni metáforas de superación. Pero sí, una búsqueda.
Sin embargo, hay un tema presente en toda la historia: no huir. A diferencia de otros shows de animación japonesa, aquí los personajes no descubren su potencial, descubren su naturaleza. Y eso es precisamente de lo que huyen a lo largo de la serie.
Partiendo de lo anterior, otro elemento medular de la serie es el “Dilema del erizo”, la idea del filósofo alemán Arturo Schopenhauer que sostiene que, cuanto más cercana sea la relación entre dos personas, es más probable que puedan dañarse mutuamente. Una premisa que se hace evidente cuando Misato Katsuragui intenta darle a Shinji algo parecido a un hogar, pero él se resiste a formar parte de uno.
Por décadas, la narrativa aleccionadora de una gran parte del audiovisual occidental condicionó nuestra experiencia respecto al consumo de series, películas y otros formatos. La idea generalizada del bien contra el mal como único conflicto posible en una historia, ahora se siente anacrónica frente a una realidad que nos exige pensar y actuar más allá de la dicotomía del héroe y el villano.
Este ánime cuestiona esos conceptos y los aterriza de la manera más realista que puede, deconstruyendo el mito del héroe que inspira al público y hace que se sienta especial y reemplazándolo por uno que los invita a reconocer su vulnerabilidad, miedos e inseguridades.
El impacto de este trabajo en la cultura popular se siente con fuerza hasta la actualidad. Su estatus como un hito de la animación no es gratuito, en parte porque ha demostrado que su capacidad para estremecer audiencias es atemporal.
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La serie completa, así como las dos primeras películas, se encuentra en Netflix, y, aunque no podemos garantizar que se convierta en tu ánime favorito, podemos asegurar que será una experiencia intensa y catártica, si es lo que buscas. Si no, encontrarás una serie con una historia interesante, personajes fascinantes y mucho rollo existencialista. Lo que tampoco está mal.
La idea generalizada de la animación japonesa como contenido que aspira únicamente al entretenimiento de las masas va mermando. El ánime, como cualquier otra expresión artística, puede sacudirnos y conmover profundamente. No todo lo que consumimos tiene que inspirarnos, no todas las historias deben darnos el final que queremos. Y aunque que nos incomode, intentar huir es imposible, el arte tarde o temprano nos interpela. Como le pasó Shinji. Así que súbanse a ese robot gigante que es la vida y den lo mejor.