Ritmos Bastardos es la nueva producción de ZZK Films. Anímate a adentrarte en la historia del sello discográfico que lanzó a la fama a Nicola Cruz y a muchos más. Esta es la historia de un proyecto que absorbió los sonidos populares, los sonidos bastardos.
En los primeros días del siglo XXI, en California, Grant C. Dull, joven estudiante de arte y filosofía, se topó con la obra de Jorge Luis Borges. Quedó impresionado por la forma en que, sin ninguna pesadez, el escritor argentino abarcaba la cultura universal en sus textos. De inmediato sintió curiosidad y, al cabo de un tiempo, hizo maletas. Así comenzó un viaje interrumpido por Argentina, hasta 2004, cuando Grant se mudó definitivamente al sur del continente.
Para entonces, hacía rato que se había familiarizado con las expresiones musicales argentinas, que empezó a cachar luego de escuchar a Astor Piazzola en la radio. También llevaba tiempo poniéndose en contacto con gente dispuesta a emprender una singular aventura con él. Se había plantado la semilla. En 2006 nació, por fin, el Zizek Club, puerta abierta al arte popular, aquél que, hasta ese momento, no había sido valorado en toda su medida por los aficionados al rock y a la música independiente.
Esa, la historia de Grant —hoy director del sello ZZK Records—, es tan sólo una de las tantas que se cruzaron para construir la historia mucho más extensa que cuenta “Ritmos Bastardos”, el nuevo documental dirigido por Pablo Mensi. La cinta, dividida en varias partes, se nutre de los testimonios de los grandes gestores de ese sueño, así como de varios testigos de cómo fue creciendo la escena en la que ZZK se insertó.
Una fiesta con sonidos bastardos
El inicio de ZZK y, por extensión, del Zizek Club no puede entenderse sin recordar la crisis que asoló a Argentina a finales de los 90 y comienzos de los 2000. De ahí nació un concepto, una base.
“Hay un fenómeno que yo lo relaciono mucho al inicio de la Zizek. Era que, a finales de los 90, por la crisis, la gente salía a buscar cartones y botellas, para reciclar. Y con eso ganaba unos pesos para sobrevivir. Hubo una cultura paralela a esa. Requería buscar entre lo que, por la juventud, por el rock, por la generación joven anterior, se consideraba basura: la cumbia, el folclore. Los sonidos más populares, conectados con las raíces”, dice Pablo.
Pronto, la escena argentina de principios de los 2000 empezó a acunar esos sonidos de corte popular. “La Zizek” fue, pues, un espacio que los recogió. Por ello, el nombre de “Ritmos bastardos”. “Por un lado, esa cultura de reciclaje, de que eso no es basura. Por otra, la de recoger esos sonidos y fusionarlos con algo más de vanguardia, que empezaba a llegar a la Argentina de ese momento. Había mucha gente en tránsito, que venía de muchas partes del mundo porque todo estaba barato. Ahí empezó la Zizek”, añade Pablo.
Y el nombre de lugar no pudo ser más extraño e inusual para aquellos años. Por entonces, el nombre de Slavoj Zizek no era tan común como en nuestros días, si bien el filósofo había sido candidato a la presidencia de Eslovenia. Sin embargo, los gestores de la nueva fiesta decidieron, poco antes de la inauguración, con el tiempo sobre echándose sobre sus hombros, que la fiesta tenía que llamarse “Zizek”.
“Decidimos que queríamos hacer la fiesta a fin de mes, cuando las agendas culturales estaban a punto de cerrar. Los primeros nombres que habíamos pensado eran malísimos. Entonces, en la segunda reunión, viene Villa Diamante y nos dice que tiene el nombre: Zizek. ¿Zizek? ¿Qué era Zizek? Pero nos gustó, estética y fonéticamente. Esa misma noche googleamos su nombre. Nos gustó su filosofía, su humor, su forma de unir el mundo contemporáneo con la filosofía”, recuerda Grant.
Lo novedoso del Zizek Club fue que, a diferencia de otras fiestas de electrónica, no oponía restricciones de algún tipo. No discriminaba a nadie y los sonidos que retumbaban en la pista de baile eran mestizos. Muchos se reconocieron casi de inmediato a través de ellos. Fue lo que le sucedió al músico y productor ecuatoriano Ataw Allpa.
«Fue la primera vez que pude ir a una pista de baile de música electrónica sin ser un ciudadano de segunda categoría. Desde el punto de vista de la curaduría musical, le hablaban al mestizo. Fue la primera vez que pude bailar una cumbia en una pista de baile de Buenos Aires, que siempre ha estado polarizada por el rock, que representa a esta clase más blanca, anti-latinoamericanista, y la cumbia villera, que representaba a las clases populares, hijas de la migración», recuerda Ataw Allpa, quien asistió a algunas de las primeras ediciones de «La Zizek».
Así empezaron los primeros años de la fiesta, marcados por el baile y por la abundancia de nuevas propuestas musicales que fusionaban lo popular y lo vanguardista. Esa es la parte de la historia que cuenta la primera parte del documental. Pero conviene hacer un paréntesis antes de llegar allá.
ZZK Records, el sello de los sonidos bastardos
El sello discográfico ZZK Records llegó, como una prolongación natural del Zizek Club, en 2008. Y con él vino una nueva ola de músicos enraizados en música popular y vanguardista al mismo tiempo. Allí tuvieron su gran oportunidad artistas tan reconocidos como Nicola Cruz, Chancha Vía Circuito —su música sonó en Breaking Bad—, El Remolón, King Coya, La Yegros y Frikstailers.
Estos encuentros felices se produjeron gracias a una gran amplitud de miras por parte la gente de ZZK. Así fue el caso de La Yegros, cuya música llegó a un sitio tan impensado como Francia, donde alcanzó un éxito masivo, y de Nicola Cruz, descubierto por Grant: “Dijo que está buenísimo lo que está haciendo este chabón, que vamos a editarle un disco, que voy a ir a Ecuador a filmar un poco sobre él y eso. Y vuelve maravillado y dice que acá hay un caldo de cultivo similar a Buenos Aires cuando empezó la Zizek. Y de ahí sale Sonido Mestizo”, señala Pablo.
Después de eso, el alcance musical de esa generación se extendió por distintos países, a lo largo de los años, hasta los momentos que estamos viviendo. Pero los hacedores de ZZK no se han dormido en los laureles. No se conforman con los éxitos, con las cosas bien hechas del pasado. Saben que hay que innovar constantemente y salir en busca de nuevas propuestas que reflejen lo cambiante de la música.
«La escena sigue evolucionando. Si escuchas lo que hicimos en el 2006, 2007, suena muy diferente a lo que suena hoy en día. La escena nuestra ha evolucionado, apuesta más profundo, a algo más curioso. Ya no estamos hablando de samplear cumbias viejas, sino de músicos y productores que graban música, que investigan. En este momento está más inteligente, más profundo que antes. Nunca queremos repetirnos», afirma Grant.
Por ello, ZZK ha decido actuar localmente. Como es sabido, una de las ramas del sello argentino es Aya Records, discográfica ecuatoriana fundada en 2016. «Ahora tenemos a Río Mira, música de marimba, del Pacífico, pero todos son jovencitos de 30 años. Tenemos a Mateo Kingman, que es música urbana mezclada con música electrónica, música de raíz y música popular. Hemos firmado a nuestra primera banda mexicana, unos veinteañeros que tocan cumbia y marimba de forma fresca», indica Grant.
ZZK y Ecuador
Sobre la labor de ZZK Records hay opiniones muy positivas en nuestro país. Los elogios recaen, sobre todo, en el orden con que se maneja el sello, así como en la intensa labor investigativa que hay detrás de sus proyectos. «Estoy seguro de que hay muchos otros sellos que tienen el mismo propósito, pero ZZK lo hizo de forma mucho más formal, estructurada y con mayor inversión», opina Eduardo Zambrano, de Lascivio Bohemia.
Luis Astudillo, CEO y fundador de North Groove Family, tiene una opinión parecida. «Es un claro referente y un reflejo de nuestra música y de nuestras raíces, algo tan grande que tranquilamente podría competir con otros sellos internacionales de alto nivel». Para Luis, el valor de ZZK reside, más que en cualquier otra cosa, en la calidad de la labor desplegada por detrás.
A Juan Francisco Melo, de Taita Machine y Reptil Records, ZZK lo influyó en el plano de la organización. Del sello argentino aprendió la importancia de forjar una comunidad. «Poder juntar a todas esas personas en una sola fiesta ha generado una comunidad, tanto con la gente que asiste como público espectador. Compartir escenario con artistas de trayectoria junto con productores que recién inician ha generado una comunidad, en donde darse la mano es una prioridad para que las oportunidades sean iguales para todos», afirma.
En cuanto a Ataw Allpa —quien figura en uno de los episodios de The NuLatAm Sound y ya ha colaborado con ZZK—, el sello discográfico ha sido una fuente de inspiración para él, por ser uno de los primeros en Latinoamérica en ofrecer una propuesta tan cercana a la música de raíz. «Había otra manera de escuchar música, otra manera de hacer música para América Latina y, después, para el resto del mundo, una piedra fundacional que inspiró a toda una generación de músicos», afirma Ataw Allpa, quien fundó el sello discográfico Mishky Records.
Estas opiniones muestran la percepción sobre un sello que no se rinde ante los éxitos fugaces y siempre busca abrirse paso y, asimismo, abrirlo a los demás. Los miembros de ZZK no se permiten perder el tren. Siguen, como cuando todo empezó, dispuestos y curiosos, ávidos de nuevas propuestas. Todo sea por la música.
Un documental bastardo
En la vida de todo hombre que ha cambiado algo llega un momento en que quiere mirar su pasado a profundidad. Quiere recordarlo, reconstruirlo. También ocurrió con quienes hicieron posible el Zizek Club y ZZK Records. De esta manera, bajo la batuta de Pablo Mensi y de Grant, varias de las figuras detrás de la escena argentina de principios de los 2000 prestaron su voz a Ritmos Bastardos. Lo que empezó como un proyecto que recurrió al crowdfunding y al apoyo de un concurso del Instituto de Desarrollo de Argentina es ahora una realidad.
La motivación principal del film es mostrar los entretelones de la música, que normalmente se obvian. «Lo que queríamos era contar la historia que hay detrás de la música. Porque uno dice: ‘qué bueno que suena Nicola Cruz, Chancha Vía Circuito, El Remolón o Frikstailers’, pero hay una historia detrás de eso, especialmente cuando hay un contacto con la música de raíz, con la contemporáneo y lo profundo», señala Pablo.
Después de madurar el proyecto en privado, empezó el trabajo de contactar a las personas, entre las cuales podemos contar a djs, músicos y productores. Había que ajustar la agenda propia y, al mismo tiempo, ajustarse a las agendas de los demás. Aunque ese esfuerzo ha valido la pena, con un producto cargado de valiosos testimonios.
No obstante, todavía queda mucho por hacer. Los espectadores estamos frente a un anticipo. En realidad, para el crew detrás de Ritmos Bastardos quedan muchos caminos por desandar en su historia. «Hay mucha más gente que queda por entrevistar. Lo haremos en el avance de la película», afirma Pablo. Lo más seguro es que así será, y que la siguiente parte será tan apasionante como la primera.
Por lo pronto, si quieres engancharte con este relato desde ya, aquí tienes la primera parte de Ritmos Bastardos.