¿Por qué ver la ‘comedia de pie’ de Rhon, Viñachi y el Ave?

por Ga Robles

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No los hemos visto jamás en escena. No sabemos que han actuado en Enchufe TV, que están sumergidos en el mundo de la producción audiovisual o que en temporadas anteriores, han tenido que dejar gente afuera de sus funciones. Apenas hemos visto un video de Youtube en el que salen desnudos, con sus cuerpos tan humanos y tan poco sensuales, invitándonos a verlos en la Casa Humboldt.

Esta temporada de “Hablan mucho, no dicen nada” se estrenó una noche de lluvia y frío a sala llena -nada raro- y bajo un discurso ‘sin censura’ que puede o bien llamar la atención de los espectadores, o bien espantarlos de tanta pretensión. Los comediantes Esteban ‘Ave’ Jaramillo, Juan Rohn y Pancho Viñachi se agarran del humor y su naturaleza histriónica para estrenar por segunda ocasión, su show de ‘comedia de pie’.

No soy fan de los formatos gringos de comedia, pero entré en razón sobre el hecho de que sólo es cuestión de dejar que la risa fluya y cuando uno lo hace, la risa viene sola para aniquilar los prejuicios o la vergüenza de reírse por huevadas. Total, los temas no están nada alienados de lo cotidiano y cada ‘reflexión’ llega como ellos en su invitación, desnuda, sin intentar ocultar nada, sin temerle al curuchupismo, todavía en llamas, de nuestra ciudad.

Es algo así como presenciar un festival de temas de los que no se debe hablar en la mesa. Sexo, mucho sexo, muy poco de fútbol, mucho de política y un in crescendo de religión van mezclándose con otras bromas de barrio, de hijos, y a ratos acarician sin rasguñar el género o la raza. Lo demás es Facebook , fiesta (con drogas) y otros temas banales con los que nos bañamos todos los días de la vida con un hábito que no nos da risa sino cuando lo sacamos de contexto.

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Hablan mucho, no dicen nada

A ratos la tensión antecede la risotada, el atranque, la risita absurda que se escapa. No están hablando de nada lejano. Somos nosotros, en la boca de otros, un espejo irrenunciable por el que pagamos diez dólares. El más escéptico de ese tipo de comedia se reía a arcadas la noche del jueves, mientras tres sujetos salían con su cara de chiste a cumplir la consigna sin algún disfraz y muchas malas palabras.

Así como son, así los vemos. Personajes quiteños extremadamente creativos, siempre con algo que decir y que mucho de lo que dicen es chiste. Pancho Viñachi viene de una escuela de teatro en la actuación y dirección y es la mentecita gestora de tantos videos musicales, de animación y ficción que hemos visto en el país. Si no lo sabemos cuando llegamos a verlo, no importa. Su tamaño corto y su cara de queja e impavidez al pronunciar insultos antes de burlarse de ellos, son aperitivo para escuchar toda su sesión del stand up.

El Ave es otro caso porque desde que lo ves te da chiste. No necesita hacer mucho al principio. Sabes que saldrá con algo pronto porque te contaron de ese show que vieron hace años, que ‘el man es cague de risa’. Así recomendado y todo, Esteban Jaramillo viene con esto de los shows de stand up comedy desde 2007. La elocuencia se le riega de los pantalones que también se le riegan y cuando empieza a contar su parte, se ayuda de sus manitas regordetas y su tono de voz de quiteño casi-aniñado para sacarnos de la tibieza cómoda de la butaca.

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En cambio, el genio detrás de SAPO INC., el escritor de ‘Quito Bizarro’, sale a pasear alrededor de la cuadra para dar paso a Juan Rohn, ese personaje recién padre, irónico, con cara de árabe sin Yihad que sale al escenario y nos habla de su ateísmo intrascendente, de su apellido ‘con h (porque va con hielo)’, de las bromas que le salieron en días normales, junto a sus amigos, tal vez. El chiste vive en sus gestos y en su ropa de folklor extraño y lo lleva en la punta de la lengua, o del dedo. Me volví a dar cuenta anoche, cuando recibí una respuesta de correo de Juan Rohn que decía: “Hola Gabriela. Cómo andas? Sí te estas riendo? Importantísimo. Básico, Primerito.”

La risa está en una esquina superior del pecho, sube, se reproduce, sale de la boca, de los ojos, de los músculos de la cara y otros miembros, y se transforma (creo que no muere). Viaja a más velocidad por el cuerpo cuando se trata de vergüenza, de auto-encuentro, o sátira visceral; suele pasmarse cuando la fingimos antes de tiempo. Y parece que ése es el chiste que cacharon estos tres, antes que nosotros entráramos al teatro de la Humboldt: encontrar más razones para calzarnos in fraganti con nuestros vicios y encogimientos. Para qué reírnos del resto, si podemos reírnos de nosotros mismos.

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1 comentario

ElectroBandas Quito 24 febrero, 2014 - 7:03 PM

No sé si se te pasó esos chistes Ga Robles, pero hay momentos de extremada violencia sexual misógina. No me parece que acarician el género, me parece que lo penetran con un pie…Literalmente.

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