La Semana Mundial del Agua se conmemora desde hoy hasta el 31 de Agosto. Aquí algunas canciones que resuenan con nuestro deber de defender este recurso vital para nuestra supervivencia.
Una de las tantas cosas que el COVID-19 truncó este año fue la Semana Mundial del Agua. Esta conferencia global es organizada desde 1991 por una organización sueca. Reúne anualmente a actores del mundo político, científico y la sociedad civil con el objetivo de “transformar los desafíos globales en torno al agua”.
Pero lejos de esa realidad de terno y corbata, dichos desafíos se extienden y se tornan cada día más urgentes y agudos. Sin ir a otro lado, en nuestro propio país, durante la emergencia sanitaria provocada por la pandemia, sucedió una de las catástrofes ambientales más graves de nuestra historia.
Una que no se puede pasar por alto y que no debería ser una de esas cosas que el coronavirus motiva a guardar bajo la alfombra.
El pasado 7 de abril, un hundimiento de tierra provocó la rotura de los dos oleoductos que transportan crudo desde la Amazonía hacia una terminal marítima en Esmeraldas: el SOTE y el OCP.
Para el momento en que se detuvo el bombeo de petróleo en las tuberías, 8900 barriles ya se habían regado en el Río Coca. Se estima que para este momento ya han llegado al Río Amazonas, dejando una marejada de destrucción a su paso para el ecosistema de la selva, y para los pueblos que lo habitan.
El Ministerio de Energía afirmó que esta catástrofe fue un “acto de fuerza mayor”. Sin embargo, estudios científicos y grupos ecologistas apuntan a que se relaciona con la construcción de la planta hidroeléctrica Coca Codo Sinclair —la más grande del Ecuador—, hace 10 años.
Esto lleva a pensar que la negligencia estatal —que ahora, al parecer, busca encubrir los hechos— fue la primera responsable de este desastre. Y detrás de ella, una larga y tristemente conocida historia de entroncamiento de los intereses de los grupos de poder, con las políticas extractivistas que han marcado la marcha de nuestro país desde el boom petrolero en los 70s. El cuento de nunca acabar.
Este derrame, revisado con el pretexto de “La Semana Mundial del Agua”, es un capítulo más de un problema que en vez de clarificarse se enreda a diario. No hay cabida, en este sentido, para pensar que la solución debe venir solamente del gobierno o de las empresas responsables. Ni tampoco para autoflagelarse y asumir la culpa como individu@s por un problema sistemático mucho más grande.
La responsabilidad es compartida. No se puede abordar con ingenuidad, ni admite la apatía. Es un proceso en el que todxs estamos implicados desde hace décadas, y que estaremos más implicados en las décadas por venir. Considerando, además, que los escenarios futuros son cada vez menos alentadores.
Más allá del pesimismo, el acto de tomar conciencia debe ser permanente, partiendo de la reconciliación con las circunstancias individuales, para formar parte de un entramado colectivo. Las artes juegan un rol fundamental en ese proceso. La música, sin duda, lo activa.
Es por eso que aquí presentamos una lista de canciones que hablan de las múltiples aristas de esta situación compleja. Ninguna es nueva, lo cual habla de la resonancia del problema desde el pasado hasta el presente. Pero todas sirven como portales para que nos adentremos de forma más profunda en él, desde nuestra sensibilidad hacia nuestro accionar.
Las historias que cuentan estos temas y los sonidos con que nos abordan están para que pongamos en perspectiva cuál es nuestra relación con el agua, y cómo podemos mejorarla y amplificarla por el mundo que deberíamos construir y reparar. La música es el catalizador. Lo demás tiene que venir por nuestra cuenta.
TUCÁN – SWING ORIGINAL MONKS (2012)
Como ya mencionamos, el extractivismo no es una novedad y sigue siendo la causa principal de los “desafíos globales del agua”. De una u otra forma, podríamos afirmar que esta práctica se instauró en nuestros territorios con la colonización. Antes no se llamaba así. En tiempos más salvajes y con menos eufemismos corporativos, simplemente era saqueo. Aunque no nos guste admitirlo, forma parte de lo que somos, desde la raíz. Y cuestionarlo es un ejercicio de valentía.
Eso mismo hace una de las canciones con las que los Swing Original Monks se dieron a conocer hace casi una década. “La idea de la letra era hablar sobre la explotación de materias primas en Latinoamérica por los países más desarrollados del mundo”, afirma su vocalista, Mr. Bumbass.
“Empieza con un trabalenguas inentendible —la primera versión de “Tucán” se encuentra en el álbum La Santa Fanesca— que simboliza la llegada de Colón y cómo colonos y nativos no se entendieron en un inicio. La gran orgía o violación que da origen a nuestra cultura y distintas lenguas que hablamos hoy en el continente, el saqueo y robo de tierras, y cómo toda nuestra historia de opresión constante dio origen a la confusión de identidad que tenemos ahora y la falta de apropiación de lo que es nuestro y hemos que cuidar”.
“Creo que como ningún otro arte la música tiene la cualidad de tocarte y sensibilizarte con emociones y sensaciones sutiles que a veces no alcanzamos ni a percibir. Si a esa fuerza invisible le das un sentido, con el poder del ritmo, la melodía y la letra, comunicando un mensaje claro, se convierte en una obra de acción que causa una reacción directa en el oyente”, afirma después el cantante.
“Nunca sabemos qué exactamente va a provocar, pero seguro va a inspirar algo, así sea invitar al espectador a poner atención en un tema medioambiental o despertarle la rabia y cosquillearle a actuar. Ya con eso una canción se convierte en un elemento de cambio”.
ORO NEGRO – GUANACO MC (2013)
Lo primero que se escucha es el canto de una mujer secoya que narra cómo la llegada de una corporación contaminó los ríos de agua clara entre los que vivía, y mató a sus hermanos. Termina con un llamado hondo, desgarrador: “Me preocupo por el futuro. Qué será de mi gente. Qué le pasará a nuestros hijos”.
Por debajo se venido construyendo un beat de percusiones crudas y potentes, que arremete con todo cuando el canto termina. Entonces entra la avalancha de versos de Guanaco MC.
El rapero cuenta que en la época en que estaba trabajando en su penúltimo disco, Raíz, tuvo la oportunidad de ver el documental “Crudo”, de Joe Berlinger, y conocer a Pablo Fajardo, uno de los activistas más reconocibles de nuestro país en la lucha contra Chevrón/Texaco.
Ese es, seguramente, el caso de perjuicio ambiental más sonado en el Ecuador —sí, por ese fue que vino Roger Waters a nuestra Amazonía—, y representa un litigio que ha estado vigente por más de 20 años contra dichas empresas petroleras. “Lo que causó Chevron en nuestra selva es 85 veces peor que lo que hizo la British Petroleum en el Golfo de México y 18 veces más grave que el derrame del Exxon Valdez en Alaska”, decían los anuncios del MAE en la campaña de “La Mano Sucia de Chevrón”.
Según hemos visto, la cuarta petrolera más grande del mundo se niega a responsabilizarse por el hecho, y a indemnizar a nuestro país. La lucha porque alguien pueda resarcirlos, a causa de su territorio violado, ha sido personal y constante para las poblaciones indígenas, desde entonces. Debería serlo también para todo el resto de la población. Esa fue la vertiente musical que llevó a Guanaco a componer este tema junto a Xavier Muller.
“Es un tema global. No creo que está aislado ni que solo le pertenece a los pueblos en aislamiento. Creo que es un tema que nos compete a todos. Y al ver que hay demasiadas malas decisiones de gobiernos sobre infraestructuras petroleras, sobre términos de seguridad en los que se está usando mal recursos, yo creo que sí hay que hablar. Ponerlo sobre el tapete al menos”, afirma él.
“Yo creo que la música es universal. A mí me llegó full poder escuchar lo que esta mujer decía, y esas microtonalidades en las que las expresaba, porque no están dentro de la afinación normal. Están fluyendo en otro sistema musical que es muy ajeno al que nosotros (…) podemos entender. Entonces para mí fue súper chévere poder captar eso”.
Desde su forma, el tema representa un acercamiento al sentir de los pueblos que han sufrido por la vulneración de sus derechos, de su entorno y de su agua. Guanaco señala que lo más increíble del proceso fue que al acercarse a Pablo Fajardo pudo conocer a la mujer del documental y cantar la canción con ella afuera del Ministerio de Minas y Petróleos.
“Se cerró un círculo y se sigue cumpliendo una ley en la que siempre he pensado”, dice él. “Hay cosas que uno vive y las expone. Pero hay cosas que uno las expone y después las vive. La música sirve también para proyectar sueños, anhelos, pensamientos, y después los círculos se van cerrando. Y con este tema pasó eso”.
YAKU – CURARE (2014)
“El agua vale más que el oro, el agua vale más que el cobre, el agua vale más que el petróleo. El agua es nuestra fuente de vida”. Así de claras las cuentas en la letra de “Yaku”, canción del disco Revive Esperanza, de Curare. La banda de “longometal” agarró todo el poder que la caracteriza para dejar un canto de guerra, inspirado en la situación de riesgo que se vive en otro punto caliente de nuestro país: Intag, en el Chocó Andino.
“La Minería está hace muchos años tratando de entrar a ese ecosistema tan sensible como son las estribaciones de los Andes Occidentales en Ecuador. En la zona de Intag se ha encontrado siempre con la férrea oposición de los comuneros, que son los que viven ahí, los que siembran esa tierra y los que toman esa agua que se está contaminando”, cuenta Juan Pablo Rosales, guitarrista y vocalista de la banda.
Juan Pablo y su hermano David crecieron en Imbabura y tienen una relación muy cercana con el territorio de Intag. De ahí nació la inspiración para el tema, que denuncia de frente y sin miedo a las empresas mineras que pretenden penetrar en la región desde hace años. Intag comparte este problema con toda la franja del Chocó Andino, que es uno de los puntos más biodiversos del planeta.
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La música se convirtió en el canal por medio del cual ellos se hicieron presentes en la lucha. “Para nosotros es vital que los artistas se contacten con la realidad en la que viven, y esta es una forma de hacerlo”, comenta Juan Pablo. “Creo que el rock siempre ha sido una música contestataria que enfrenta al sistema en un montón de territorios y de aspectos (…)».
Esta vena se refleja en su música y ha provocado que “Yaku” sea incluida en un documental que se está produciendo en la Universidad de Florida, sobre cómo los metaleros buscan conectar con problemáticas sociales. Adicional a esto, la banda también participó de la última edición del Festival del Chocó Andino, organizada por varias ONGs que promueven el desarrollo social sostenible y defienden a la región de la minería.
La canción es un grito brutal, pero a la vez un homenaje a esta fuerza de la naturaleza. Expone por igual el amor con que deberíamos cuidarla, y la rabia ante las amenazas a las que la hemos expuesto. Y, sobre todo, el respeto a su fuerza.
“El agua, así como te da de comer y hace crecer las plantas que te alimentan, también te puede ahogar, también te puede inundar y también puede arrasar con todo, ¡porque es poderosísima! Así como es nuestra mamita Yaku, también puede acabar con nuestra vida en cualquier momento”.
¿Será miedo, entonces, lo que nos nubla y nos lleva a entablar una relación tan barbárica con ella? Los gritos de Curare podrían servir para que nos curemos el espanto.
FUERZA DE PANTERA – MATEO KINGMAN (2016)
Mateo Kingman compuso esta canción a los 18 años, cuando todavía vivía en la Amazonía. Para él, forma parte de un retrato bastante literal y algo ingenuo de su percepción de ese mundo exuberante. Sin embargo, de esa mismas cualidades nace una vitalidad importante, con la cual el músico pretendió hacer un llamado que sigue resonando.
“Fuerza de Pantera nace, me parece, después de algún viaje a alguna asamblea del pueblo Shuar Arutam, que es una organización del pueblo Shuar en donde trabajaron mis papás como 20 años”, cuenta el músico. “Mi intención al escribir canciones en relación a la Amazonía creo que tenía que ver con una percepción, pero también con una necesidad de contar cosas que yo sentía que en ese momento no eran tan visibles para mis amigos mestizos en Macas”.
“Yo tenía una vida un poco híbrida en relación con lo que se hablaba en la casa, que era todos los temas y las problemáticas ambientales, y en un pueblo mestizo donde la conciencia o la relación con esas problemáticas es casi nula. Yo la escribí desde ese lugar, para conectar y establecer un primer diálogo (…) con mis propios amigos mestizos amazónicos”.
“No naciste pa’ bajar la frente” dice la canción, antes de rematar con la siguiente frase: “¡yo defiendo la selva con fuerza de pantera!”. Vista desde los ojos de Mateo, su valor más grande es la cercanía con el contexto. “Es una canción que de alguna manera habla en tercera persona. No soy yo quien dice todo lo que dice la canción, sino un personaje más mágico, más místico que pertenece más al espacio de la selva”.
Querer agitar la conciencia de las personas que te rodean y con las que te contactas directamente, como intentó él con este tema, es una de las cosas más necesarias a la hora de replantear nuestro relacionamiento con el agua y la naturaleza. Y sin embargo, es una de las que menos hacemos. Cuesta hacerlo, pero el arte es un recurso para lograrlo, como lo hizo él al proyectarse sobre esta voz narrativa con la que canta.
Su testimonio da cuenta de que, de alguna manera, lo personal siempre termina siendo político, sin importar en cuántas capas de metáforas lo envolvamos. En su nueva visión artística, él así lo reconoce y por eso busca trasladar sus posturas y acciones afines al activismo fuera de la tarima y las pantallas.
La voz que levantó en defensa del territorio en el que creció, y que definió una primera parte de su carrera, ha pasado a ser una esencia que atraviesa lo profundo de su música. Ahora se refleja más bien en su accionar como persona.
“Me involucro con dos causas al año, a profundidad porque trato de no abarcar demasiado y solo comunicar superficialmente, sino más bien meterme a proyectos de cero a cien, en todo su desarrollo. Eso también me parece válido. No solamente en el personaje o la música expresarlo de una manera muy explícita, sino más bien involucrarme personalmente en estos temas”.
LUCHA ETERNA – CAYE CAYEJERA (2019)
“Lucha Eterna” fue inspirada directamente por la intervención militar que sufrió el pueblo shuar en Nankints para la instalación del proyecto minero Cóndor-Mirador”, cuenta Caye Cayejera. “La noticia fue reportada por las organizaciones sociales con las que tenemos alianza y trabajamos, y por la cercanía también con algunas personas en la lucha contra el extractivismo nos enteramos de lo fuerte que fue”.
El episodio al que se refiere la rapera fue la invasión de la comunidad shuar ya mencionada, ubicada en la Amazonía Sur del Ecuador. Esto ocurrió en el 2016. Con orden judicial en mano, un grupo de uniformados desalojó a las 32 personas de sus casas de forma rápida y brutal. En cuestión de horas el pueblo de Nankints dejó de existir. No quedó ni una tabla sobre otra.
Caye recuerda que, después del desalojo violento, mujeres de Nankints llegaron a Quito pidiendo apoyo de otras organizaciones, y buscando denunciar lo ocurrido en los medios. “Por los vínculos logramos tener contacto con ellas y fueron parte de las voces que construyeron el tema. Evidentemente, acercarnos a esto y tener el privilegio de lo poderoso que es juntarnos con otras mujeres que de primera voz van a contar lo que está pasando (…) nos parecía súper importante”.
Las voces femeninas son la punta de lanza en la canción. Junto a Caye rapean también La Mafiandina, Black Mama y M. Ankayli. La colaboración floreció también gracias a la amistad y el respeto que estas cantoras tienen entre sí. “La verdad que el rap kichwa de Mafiandina, y la reivindicación de la defensa a lo afrodescendiente y a la negritud de parte de Black Mama, generan un vínculo (…) para fortalecer lo que es defender las tradiciones de los pueblos originarios que de alguna manera sostienen posibilidades de vida en el planeta. Para nosotras esa siempre va a ser una Lucha Eterna”.
La base instrumental, trabajada por Nicolás Dávila y Felipe Romo, se entreteje también con grabaciones de archivo de rituales sonoros de los shuar. Esto corresponde a un proceso de composición meticuloso. “Una propuesta que tiene carácter propio y que busca ser condescendiente con el pueblo al que estábamos reivindicando y apoyando”, afirma Caye.
“El uso de algunos elementos simbólicos como las tzantas, como posibilidad de los propios shuar que al matar a los guerreros y reducirles las cabezas obtenían las fuerzas para seguir defendiendo sus creencias, su territorio. Así mismo nosotras utilizamos estas herramientas para desde ahí obtener las fuerza y desde ahí luchar contra el extractivismo”.
El rap subversivo, feminista, lésbico y rebelde de Caye Cayejera integra en sí muchos procesos de investigación, involucramiento y activismo, en cada pulsión. Vivo reflejo del poder de la música para proyectar las versiones de nosotrxs mismxs que son capaces de defender lo que tenemos que defender.
“El desafío de estos tiempos tan fuertes implica poner en primer lugar lo que va a sostener la vida. Y eso evidentemente implica conservar los recursos naturales, las selvas y las aguas».