Monos: La inocencia no florece en el corazón de las tinieblas

por Jorge Bayas Lituma
La nueva peli de Alejandro Landes nos acerca al tema de los adolescentes entrenados por las guerrillas. Una cinta cruda, tensa y necesaria que puedes ver por Netflix.

Monos

Dirección: Alejandro Landes

Guión: Alejandro Landes y Alexis Dos Santos

Reparto: Moisés Arias, Sofía Buenaventura, Julianne Nicholson, Karen Quintero, Laura Castrillón, Deibi Rueda y Wilson Salazar

País: Colombia, Estados Unidos, Argentina, Holanda, Alemania, Uruguay, Dinamarca, Suecia y Suiza

Año: 2019

Duración: 103’

Estreno: 2019. Está disponible en Netflix

 

En El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, una de las novelas más inquietantes del siglo XX —con la que la película de la que aquí se habla es comparada a menudo— podemos leer unas de las descripciones que hace el narrador, Marlow, al recordar su paso por la selva, mientras buscaba denodadamente al desaparecido Kurtz. Esa descripción convierte a la idílica selva en un lugar ominoso, siniestro:

“Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron en reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era caliente, denso, pesado, embriagador. No había ninguna alegría en el resplandor del sol”.

Con el paso de las páginas, sin embargo, no podemos evitar pensar que la selva no es siniestra en sí misma. Advertimos que la verdadera oscuridad está anidada en el corazón de los hombres y que la impresión de Marlow podría deberse más a lo que vivió a causa de estos que a lo que podría provocar en él la atmósfera selvática.

En su nueva peli, Monos, el director colombiano Alejandro Landes resalta particularmente esto. Aunque, a diferencia de la novela de Conrad —y, por extensión, de la película Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola—, aquí la oscuridad está presente desde el inicio. No hay una puerta simbólica tras la que esta se oculte.

Monos

“El mensajero” entrena a los jóvenes reclutas. Fotograma de Monos

Aun en la cima de una montaña, donde empieza la acción, comienzan a verse las señas de la degradación, que está presente en el corazón de…un grupo de niños. No importa que a este escenario inicial lo rodeen unas nubes azules, gordas, esponjosas, como si estuviéramos en una especie de paraíso.

No importa que todos los adolescentes que están siendo entrenados por la guerrilla —en un país que podría ser cualquiera de los nuestros— parezcan haber conformado una cofradía cálida. Desde el principio sabemos que todo eso se desmoronará a la menor irrupción de un hecho siniestro y azaroso.

Ese hecho es la muerte accidental pero evitable de Shakira, la vaca que “El mensajero” —el personaje que entrena a los jóvenes— había dejado en el campamento. A este evento lo sucede el suicidio de “Lobo” —el líder del grupo—, quizá provocado por la presión y por la culpa.

Monos

“La doctora” responde las preguntas necesarias para saber si sigue viva. Fotograma de Monos

Luego de su muerte, el impulsivo “Patagrande” toma el mando. Y el ambiente de cofradía empieza, poco a poco, a resquebrajarse.

El hecho de que los niños y “La doctora”, la mujer angloparlante que mantienen como prisionera, lleguen más tarde a la selva sólo cambia el escenario físico. No la cadena de desgracias que han venido ocurriendo y que ocurrirán.

Estas son las señas más claras que puedo darles a modo de sinopsis. Si quieren saber qué pasa luego, vean la peli.

En el corazón de las tinieblas

Uno de los méritos más grandes de la cinta es el fino análisis que hace de la pérdida de la inocencia a una edad temprana.

En lugar de vivir todo lo que entraña la adolescencia con curiosidad y despreocupación, en un ambiente que los prepare, los proteja y los blinde de los peligros, los jóvenes de Monos deben hacerlo en medio de una tensión perpetua que los curte dolorosamente. Una que elimina el menor rastro de su inocencia, que, en un contexto como ese, podría pasar por debilidad.

En ese sentido, tal vez los personajes más luminosos de la película sean “Rambo” y “Pitufo”. Los dos son los únicos miembros del grupo que se permiten mostrar, con lágrimas, el miedo y la incomodidad que sienten en un ambiente tan hostil. Los únicos que desafían la crueldad imperante dentro de un microcosmos sin ley.

“Patagrande” (izquierda), poco después de proclamar la independencia definitiva de grupo. Fotograma de Monos

Ni siquiera “La doctora”, prototipo del prisionero extranjero que, intuimos, ha caído en tierra hostil a causa de las “buenas intenciones”, se salva de incurrir en la brutalidad o la desidia. Ella busca su libertad a cualquier costo. Incluso si eso implica dejar en el olvido, y carentes de redención, a sus jóvenes captores.

Así, la historia de Monos—si usamos las palabras que el escritor mexicano Sergio Pitol empleó para referirse a la novela de Conrad— se convierte en “un contacto con las energías criminales que permanecen latentes en el ser humano…”. Sin distingos de algún tipo.

La fotografía como contraste e inmersión

Un nombre que no debemos dejar pasar de largo es el de Jasper Wolf, el director de fotografía de la peli. Gracias a su trabajo, Monos está envuelta en colores vivos, bañados de una luz intensa que contrasta con la oscuridad de las acciones humanas.

Toda la belleza que emana de los paisajes montañosos, con ruinas colosales y titánicas que coronan una vegetación parca, y de los selváticos, con los verdes ostensibles de las plantas tropicales, queda capturada en la cinta. La intención es clara: no sugestionar al espectador, no masticarle las cosas. No insinuar un clima de pesadilla o irrealidad que ocupe el lugar de la crudeza presente en la trama.

Monos

“Patagrande” y “Pitufo”, poco antes de que el segundo revele el secreto. Fotograma de Monos

Un último punto para destacar es el uso de los encuadres y de los puntos de vista, que cambian según el lugar. La acción de las montañas se desenvuelve en planos alejados, que muestran la pequeñez e insignificancia del ser humano frente a paisajes que lo devoran.

En tanto, la acción de la selva discurre en planos cercanos que, a veces, exponen puntos de vista subjetivos. Especialmente en momentos de tensión —cuando los protagonistas buscan escapar, o cuando un hecho especialmente violento se aproxima—.

Es una suerte de viaje inmersivo cuya función es transmitir las texturas, e incluso los olores y sabores —algo que podemos ver cuando los personajes se comen un hongo que ha crecido en el excremento de la vaca— circundantes.

Indignarse es inevitable

Ahora bien, una vez vista, ¿qué sensaciones te deja esta película?

La más palpable es la del horror. Un horror lóbrego, cruento, dentro del que los personajes flotan a la deriva, sin cuestionarse, consumidos por su lucha esforzada por sobrevivir.

No obstante, hay una luz. Aunque no tan visible en la trama, la cual conduce a los protagonistas a una amargura sin final. Sino en el efecto de indignación, de espanto, que puede crecer dentro un espectador atento.

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Y es que, si algo tienen cintas como Monos, es esa virtud de provocar la incomodidad en ese mundo de privilegios dentro del que vivimos amurallados. Que estos adolescentes experimenten un horror inmenso, para el que, evidentemente, no están preparados, y que deban ver desaparecer su inocencia tras la violencia hacia la que se ven conducidos, debería preocuparnos, y mucho.

A fin de cuentas, lo que pasa en la sociedad es, de algún modo, responsabilidad de todxs.

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Puedes ver Monos en NETFLIX haciendo click AQUÍ.

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