Daniel Llanos fue uno de los seleccionados para el Segundo Laboratorio de Escritura de Guión para los Países Andinos. Es el director de tres cortometrajes, que en unidad conforman La Trilogía del Desamor: Culebrón (2008), Callados (2010) y Remenber (2012). Fue el primer asistente de dirección en Ruta de la Luna (2011). Su primer largometraje se titula Mancha Blanca.
¿ Puedes empezar contándonos de qué va tu guión ?
La Mancha Blanca es la historia de Fernando, un chico de 13 años, fan a muerte de Kurt Cobain, que decide escapar de su casa el día que muere su ídolo *(el 8 de abril de 1994). Busca a la única persona que lo entiende, y que cree que va entender su dolor, su primo David. Cuando llega, encuentra a un tipo más maduro. No ha perdido su admiración por Kurt Cobain, pero es más adulto porque ha embarazado a la empleada de su casa, Astromelia. Fernando le pide hacer una celebración por Kurt y deciden enterrarlo en el patio. Cuando van a Guayaquil para conseguir los elementos que conforman el homenaje, hay una serie de eventos, encuentros con adultos, que lo hacen ver la realidad a la que se está enfrentando: su familia está en quiebra. La Mancha Blanca, una plaga que ataca al camarón, ha dejado a su familia en banca rota.
¿Cuándo empezó el proceso de escritura?
Está co escrito con Juan Fernando Andrade. Empezamos hace tres años. Ganamos el fondo de escritura de guión del Consejo Nacional de Cine. Nació de la necesidad de contar nuestra adolescencia y entender que sí es un proceso dramático. Con mi compañero de trabajo compartimos la música, entonces entedimos que Kurt Cobain había sido importante. El guión fue creciendo. Pero el tema central es la adolescencia como etapa de crecimiento.
¿Cómo se co escribe?
Requiere práctica y paciencia. El producto final es rico. Si los dos tienen el mismo objetivo, es bellísimo. Es difícil. Al final del día estás trabajando con otro ser humano. Cuando tú escribes solo, tienes tu tiempo, manejas tu vida, manejas cómo vas a escribirlo. Con otra persona no es así. Escribir es un proceso sensible. Puede ser muy álgido. Pero cuando encuentras el punto preciso, es muy gratificante.
Esto funcionó así: Juan Fernando necesita escribir solo. Luego nos encontrábamos, y en sesiones que duraban todo el día, dividíamos por bloques, hablábamos de una secuencia y él se iba a escribir. Nos veíamos después. Hablábamos de personajes, temáticas, escenas. Teníamos claro que nuestros personajes secundarios fueran muy vivos… Con Juan Fernando hemos co-escrito tres guiones de cortometrajes. Y yo los dirigo. El borrador con el que vine al taller lo escribí yo.
¿Hacia dónde va la película en cuanto al proceso de dirección?
Le agregué elementos visuales, el universo. Por ejemplo, cómo mira Fernando. Antes era una escena en la que está en el bus y sucede la acción. Ahora me pregunto y escribo quién está en el bus, qué se vende ahí y porqué le interesa al personaje. Empezar a crear el mundo visual concretamente es el inicio de ese proceso.
¿Y el desarrollo de la película?
Ahorita. El taller llegó en el momento en el que íbamos a desarrollar. Queríamos grabar a finales de 2015. Depende mucho de fondos, no tanto de uno. Tenemos el equipo visual de la peli y tenemos a Toño Cepeda en la parte auditiva. Con ellos se enriquece el proyecto.
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