Habilidad con los caballos, de Roy Sigüenza: caballo sea la poesía

por Jorge Bayas Lituma
Te invitamos a leer el nuevo volumen que contiene la poesía completa de Roy Sigüenza, uno de los grandes poetas contemporáneos del país. Descubre aquí por qué será provechoso y apasionante hacerlo.
Habilidad con los caballos

Roy Sigüenza. Foto: Roberth Mendoza

Hace dos semanas, Severo Editorial, en colaboración con USFQ Press, lanzó Habilidad con los caballos, un volumen que recoge toda la poesía (1990-2020) de Roy Sigüenza (Portovelo, El Oro, 1958- ). De la edición, cuidada hasta el extremo, hablaré más tarde. Lo que es necesario explorar de arranque es lo que trae consigo la obra del poeta y periodista ecuatoriano.

En primer lugar, como todo volumen de poesía completa, Habilidad con los caballos da cuenta de un creador que, si bien supo desde un principio lo que hacía, con un dominio técnico impecable, con alusiones potentes, horizontales, a su propia vida, fue avanzando en lo que respecta al oficio conforme pasaban los años. De modo que si a los poemas de su primer libro, Cabeza quemada (1990), les falta la contundencia en la frase final, a los de Tabla de mareas (1998) les sobra esta virtud.

En este último poemario podemos encontrar, justamente, a “Piratería”, uno de los poemas más conocidos de la literatura ecuatoriana de las últimas décadas. Un poema brevísimo, de apenas unas pocas líneas, cercano por extensión al epigrama o al haiku —tomo esta última comparación de lo que dijo la escritora ecuatoriana Daniela Alcívar en la presentación del libro—. No hace falta que sea más largo.

En unas pocas palabras tenemos condensadas muchas cosas, como en una singularidad dentro de la que está concentrada una cantidad considerable de materia:

 

Iré, qué importa,

caballo sea la

noche”

 

De acuerdo con la poeta y profesora María Auxiliadora Balladares —quien escribe el prólogo del volumen—, el caballo representa “la potencia sexual masculina”. Y, en general, el poema haría alusión al riesgo que entraña, para “los cuerpos queer”, vivir la sexualidad en una sociedad prejuiciosa e hipócrita como la nuestra.

Según mi lectura, el primer verso representa el riesgo, y la voluntad de desafiarlo por parte del amante. Del segundo ya se ha dicho todo. Y último contiene una sola palabra: noche. Ese espacio del día que, poblado de sombras, es el idóneo para los placeres que la luz del día —que potencia la mirada reprobadora de la gente— ahoga sin compasión.

Potente, ¿no? Y es que esa una de las grandes virtudes de Roy Sigüenza: decir mucho con pocas palabras. Lo que hace pensar que debió de trabajar sus poemas por mucho tiempo, librándolos de todos los fragmentos innecesarios, de todas las repeticiones inútiles. Para quedarse con versos contundentes, que golpean al lector hasta el extremo y lo dejan interrogándose sobre su vida, sobre el amor, sobre el placer.

Tomemos unos ejemplos de líneas que están al final de cada poema:

 

…estaba claro que los dos buscábamos

abandonar este mundo”

 

…morirse, entre los griegos, sosegaba”

 

…cuando ya nuestros pies iniciaban el vuelo”

 

…nadie tuvo tu nombre ni tus huellas”

 

No obstante, por bellos que sean estos versos, no es posible entenderlos cabalmente sin leer las composiciones que los contienen. En ellas podemos advertir la abundancia de bellas figuras literarias, los múltiples sentidos que pueden desprenderse de las frases —por más que nazcan de la vida y de la cultura personal de Sigüenza— y, sobre todo, el uso sabio que el poeta hace de la cesura —la separación entre versos—.

A fin de cuentas, hay que saber jugar con el silencio.

Habilidad con los caballos

Roy Sigüenza es un poeta de su tierra que, no obstante, abraza también, con pasión e ironía, la cultura universal. Foto: Roberth Mendoza

Un poeta sentimental e ingenuo a la vez  

En su tratado sobre “poesía ingenua y sentimental”, el escritor alemán Friedrich Schiller distinguía dos clases de poetas: el ingenuo y el sentimental. El primero es el que se deja ser y escribe sus poemas ignorando las reglas, guiándose ciegamente por medio del instinto. Algo que lo conecta directamente con la naturaleza.

El segundo es el que ha pasado ya por la cultura. El que ha perdido, irremediablemente, su contacto primitivo con la naturaleza y se encuentra atrapado dentro sus emociones y pensamientos. En sus poemas, a través de un férreo dominio de la técnica, sólo es capaz de simular un contacto con ese lado ingenuo perdido.

Roy Sigüenza pertenece a los dos bandos. Por un lado, es un soñador que, a medida que camina, encuentra nuevas imágenes, nuevas metáforas, y renueva la lengua con la que escribe. Todo ello con una sencillez apreciable que rara vez luce falsa.

Por otro, es un técnico consumado y sabio. Sabe administrar los efectos, sabe golpear al lector cuando es necesario. Y sabe utilizar su amplia cultura poética con elegancia y suavidad.

Tomemos como ejemplo de lo último al poema “Hallazgo en Nubia”:

Fue localizada la cabeza de un efebo y parte de su torso…En los ojos y labios, él artista había logrado crear tanta vivacidad que más de uno de los descubridores habló del fuego de su mirada y de la calidez de su sonrisa. Lo dijeron sin sospechar la fecha en que el bello efebo fue esculpido…cuando era común el amor entre los hombres y la pasión discriminaban los sexos; sólo ardía”

 

Unas líneas similares a las de un famoso poema del griego Kavafis. Pero con la voz inconfundible del poeta ecuatoriano, menos simple, más rotunda.

Incluso hay una composición dedicada al propio poeta helénico del siglo XX. Y otras más al portugués Fernando Pessoa, y a Mishima, y a Auden, entre otros, de los cuales Roy toma prestados rasgos de sus voces, en forma de guiños hábiles, pero que funde con sus propias cualidades. Al fin y al cabo, la poesía no es cosa de un hombre. Es patrimonio de todxs los que se aventuren en ella.

Habilidad con los caballos muestra una trayectoria vital en clave. Foto: Roberth Mendoza

Un deseo animal

Si hay un poema que llamó particularmente mi atención, como una suerte de centro del libro, es el que reza lo siguiente:

No hay forma de amar

que no sea precipitada

—está supuesto

que todas pertenecen

al reino animal”

 

Son, como ustedes deben haberse percatado que acostumbra el poeta, unas pocas líneas de una potencia atronadora y que contienen, a su manera, el sentido del título del libro. ¿Qué es el ser humano sino un animal que, por cuestiones de la evolución, ha venido a extraviarse por los manglares del pensamiento, sin haber perdido, eso sí, su instinto original?

Un instinto que aparece en el momento menos pensado. Venciendo a la razón, a las normas sociales que lo constriñen. Como dice el escritor francés Pascal Quignard, “el animal no es extraño en nosotros”.

Y eso parece saberlo muy bien el poeta.

Una edición personal

Ahora que nos hemos aproximado lo suficiente al contenido, conviene hablar de la edición. Una edición que le hace justicia al mundo personal, muy local, de Sigüenza que, combinado con su cultura literaria, se despliega en sus versos.

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Con una bella portada, diseñada por Adrián Balseca, Habilidad con los caballos rinde homenaje a la vida de Roy, que, entre líneas, queda regada por sus poemas. Tanto en aquellos de tono más apasionado como en las múltiples referencias y las frases de corte irónico que aparecen en otros. Todo ello queda representado en esos símbolos gráficos que ha colocado con acierto el diseñador quiteño.

Habilidad con los caballos

Portada de Habilidad con los caballos

Así mismo, tanto la sensación que produce en el tacto el material de la cubierta como en la diagramación, podemos advertir la intención de elaborar un objeto rompedor, único, ajeno a las lógicas más comerciales que convierten a los libros en artefactos homogéneos. Y si eso no bastaba, este bello volumen viene con dos sorpresas que me resisto a revelar. Deberán descubrirlas ustedes.

Para hacerlo, pueden comunicarse con Severo Editorial y USFQ Press. Mientras tanto, me permito decirles que tener Habilidad con los caballos en las manos y leerlo y releerlo vale la pena.

Porque la poesía de Roy Sigüenza, comprometida con la satisfacción del deseo, en medio de una sociedad que castiga fieramente, es una mezcla perfecta entre la imaginación del soñador, que redescubre las palabras, y la maestría del escritor más sabio.

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