Don’t Look Up: La terrorífica ironía de Adam McKay

por Gustavo Iturralde V.
Don’t Look Up tiene muchos más aciertos que fallas en las conversaciones que desarrolla durante sus más de dos horas de duración. Demuestra que es una obra intrépida y valiente generando escalofriantes ecos del mundo real.

La producción de películas y programas televisivos es un concepto que colectivamente se relaciona con la magia. Desde los primeros cortos de los hermanos Lúmiere, hasta el más reciente estreno de Marvel; todas las producciones audiovisuales tienen algo en común: Ser una experiencia virtual para el espectador. Una suerte de escape hacia realidades alternas, donde se experimenta la vida diferentemente con elementos que rompen las reglas de nuestro universo, etc. Pero cada cierto tiempo surgen películas que rechazan esta naturaleza escapista del medio y mediante elocuencia visual nos gritan retratos extremadamente verdaderos. La más reciente es Don’t Look Up

Este filme fue dirigido por Adam McKay, quien ha trabajado en películas como The Big Short y Anchorman; ambas con toques de su característico humor oscuro e irónico. Netflix fue quien tomó las riendas en la producción y plataforma de distribución. Después de un lanzamiento limitado en cines, los usuarios podían acceder a la película en la plataforma desde el 25 de diciembre del 2021. Estas características funcionaron como catalizadores de su popularidad, inundando conversaciones familiares y redes sociales con opiniones diversas sobre la trama.

Leonardo DiCaprio encarna al Dr. Mindy, un astrónomo dedicado quien junto a su colega Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubren un cometa dirigido en colisión directa hacia la tierra.

Fotograma Don’t Look Up

Pero al tratar de socializar esta información son enfrentados con responsables lentos e incrédulos, llevándolos a una guerra contra el tiempo para generar conciencia social ante una amenaza de vida o muerte para toda la humanidad. Las emociones y refinada habilidad de estos actores permiten tener empatía; sentimiento que personajes como la presidenta (Meryl Streep) y su hijo (Jonah Hill) perversamente carecen. 

Pero la lista de grandes nombres hollywoodenses no termina ahí, ya que Cate Blanchett, Timothee Chalamet, Mark Rylance y Ariana Grande también están presentes. Este ensemble funciona maravillosamente, encarnando la diversidad de criterios (y falta de la misma en los líderes globales) de manera refrescante.

Fotograma de la película

Pero este filme es mucho más que una lista de favoritos de los tabloides. Es en sus mensajes profundos y crítica social donde brilla con esplendor. Don’t Look Up permite develar el detrás de bambalinas del gran sistema mediático, que genera la información consumida diariamente por todos los miembros de la sociedad. De esta manera, invita a considerar una visión crítica que cuestiona directamente el éxtasis informático de la postmodernidad: Donde existe un extenso desglose de la vida de ricos y famosos; mientras se ignoran realidades de mayor inherencia en la existencia misma de nuestra especie.

El filme incluso toma las riendas para entablar conversaciones complejas sobre la distribución de poder hacia figuras caricaturizadas de varios líderes globales y económicos. Pero entre los chistes, es común tener breves momentos de horror al ver acciones increíblemente familiares presentadas en pantalla. Dichas metáforas son trazadas intencionalmente hacia narrativas globales como el cambio climático y la pandemia, instancias en las que la sociedad colectivamente ¨se hace de la vista gorda¨ sobre fenómenos incontrolables, pero prevenibles, para beneficio de pocos.

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De esta manera, Don’t Look Up también funciona como una narrativa de denuncia sobre la irónicamente llamada era de la información. Lamentablemente, existe una cantidad exorbitante de tergiversación del conocimiento; llevando a reacciones desinformadas que tienen efectos peligrosos, como la mentalidad de rebaño. Un ejemplo reciente es el conglomerado de teorías conspirativas estadounidenses de extrema derecha conocido cómo Q-anon y Pizzagate. Ellos afirman descubrir un esquema de tráfico de menores manejado por una lógica global; en donde un pasado presidente era una figura mesiánica que traería el fin del ̈nuevo orden global¨. Dicha narrativa causó que un hombre invada una pizzería con un rifle de asalto armado, asegurando que en ese lugar se capturaban a los menores.

Incluso la metáfora se ajusta a eventos que resultan aún más cercanos al contexto latinoamericano: la vacunación. Durante este esfuerzo global de varias áreas del conocimiento, existieron mandatarios públicos que activamente negaron la existencia del virus; o su apoyo a la inoculación masiva de sus gobernados. Entonces, estas actitudes altamente mediatizadas funcionan como un sesgo de confirmación para aquellas personas que ya tenían una percepción desinformada, llevando a que generen un mayor riesgo para toda la sociedad.

Muchas veces los eventos similares a estas realidades generan una verdadera impotencia sobre el funcionamiento de la sociedad, sentimiento que es compartido por varios personajes de la película. Este concepto es explorado en conjunto con el individualismo de diferentes maneras: el manejo de relaciones personales, lo monetario sobre lo humanitario y, quizá el ejemplo más claro (que juega con el título de la película): el negar hechos factuales por la influencia de terceros. La retórica es tratada como una constante dentro de una trama con tiempo limitado por el cometa que caerá en la tierra, manteniendo al espectador con la piel de gallina.

Fotograma de la película

Aun así, el largometraje se presenta con menor fuerza en dejar claro los límites de su trama. Si bien logra generar los retratos exactos de las figuras que toman parte en esta historia, muchas veces surge la sensación de no saber qué es lo que va a pasar en el siguiente momento. Este constante suspenso funciona bien al graficar la amenaza del cometa y sus implicaciones; pero también genera ligeras inconsistencias sobre cuánto nos va a mostrar el director durante la narrativa. 

Un ejemplo puntual es el tratamiento diferenciado que los medios dan al personaje de Jennifer Lawrence en contraste al personaje de Leonardo DiCaprio; en un mundo donde la presidenta de EE. UU. es una mujer (Meryl Streep). Ergo, la injusta realidad de roles de género es tratada como una ocurrencia tardía y desarmada, que si bien tiene peso inminente en la trama, nunca es mencionada de manera directa.

Considerando esta pequeña desviación, Don’t Look Up tiene muchos más éxitos que fallas en las conversaciones que desarrolla durante sus más de dos horas de duración. Demuestra que es una obra intrépida y valiente generando escalofriantes ecos del mundo real. Si bien su intención es humorística resulta en muchas ocasiones más cercano a un filme documental de terror; sobre la decadencia informática de los medios actuales. Definitivamente este filme no fue producido con la intención de escapar de la realidad vivida en el contexto global, sino mostrar y enfrentar cara a cara aquellos aspectos incómodos del mundo interconectado del siglo XXI.

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