Simón Gangotena y Daniel Becerra salieron del conservatorio con ganas de darle la vuelta a la música clásica, de bajarla de la estratósfera a la calle. Hace 5 años ejercen esta filosofía en su grupo «InConcerto». Este es su último experimento.
Tal vez se acuerden de InConcerto por el video de «Los Ojazos de mi Negra» de Paola Navarrete. Este conjunto de cuerdas que reforzó la dulzura en la voz de Paola con la dulzura de sus acordes existe hace 5 años y ha ido mutando con el tiempo en base a una filosofía atrevida: romper los estereotipos elitistas que envuelven a la música clásica.
Su último experimento se llama «Música Ocupa». Simón Gangotena en el violín, junto con Rodrigo Becerra en el contrabajo, se van a rodear de una constelación de músicos para adueñarse de un puñado de espacios populares de Quito. Si quieren caer a este recital callejero, acá les contamos todos los detalles.
Obertura
Después de una media década de evolución, Simón y Rodrigo se lanzan a llevar a cabo MúsicaOcupa, en conjunto con el Centro Cultural Metropolitano, para llevar a una escala un poco mayor sus intervenciones con música clásica en el espacio público. Es un proyecto que según dice Simón, «sintetiza su filosofía como grupo».
Van a apoyarse en un montón de invitados distinguidos para armar pequeñas orquestas con las cuales tocar en diferentes espacios de Quito, donde la música clásica se siente ajena. Van a dividir sus intervenciones en dos. Por un lado están los sitios patrimoniales, en los que su presencia va a embellecer un espacio que busca ser preservado en el tiempo. Por otro, los espacios «comunes», en los que mucha gente transita y trabaja a diario, como el Mercado de San Roque, por ejemplo.
Toda la información al respecto está aquí, en el evento de Facebook.
Simón ve este proyecto como un conjunto de «intervenciones», más que conciertos. Casi como happenings, que buscan sorprender a la gente que habita o pasa por estos espacios.
Interludio
Simón y Rodrigo se juntaron en 2012, después de haber recorrido juntos algunos escenarios durante su formación como músicos clásicos. Ambos compartían el afán de explorar otras formas de llevar la música que tocaban a un público más amplio. Entre idas y vueltas, se les ocurrió formar su propio grupo de músicos, y así nació InConcerto, en un inicio, con 30 intérpretes.
«Fuimos muy idealistas», dice Simón. El tiempo no tardó en demostrarles que la envergadura de la orquesta era muy grande para manejarla con eficacia. Poco a poco fue reduciendo el número de personas, con algunos músicos que se fueron y un periodo de stand-by en el que las dos cabezas se separaron por seguir sus estudios en tierras lejanas. Cuando se reencontraron, fue fácil reanimar su proyecto. No obstante, ahora entendían que para darle vida, consistentemente, tenían que ser solo dos. Así, InConcerto, quedó en las cuerdas de Simón y Rodrigo.
No obstante, estas metamorfosis en su composición nunca alteraron la fibra de su música, lo que les motivaba a tocar. Siempre estuvo claro el deseo de quitarle la pompa a la música clásica, y con ese norte les fue fácil reintegrarse y seguir adelante.
Como producto de ello, se dedicaron desde el inicio a llevar a cabo «experimentos» con su música, llevándola a diferentes espacios públicos en los que seguramente nunca se había escuchado un violín o un instrumento parecido. Simón recuerda con especial emoción una intervención que hicieron en el 2013 en el barrio de «El Rancho», en los bordes nor-occidentales de Quito.
Junto a una orquesta pequeña, tocaron en el mercado del barrio. Antes de ir, se cuestionaron si iba a valer la pena interpretar un repertorio clásico. Incluso consideraron armarse solo de música popular como pasillos o yaravíes, por miedo a no pegar con su público prospecto. No obstante, les ganó el atrevimiento, y su coraje rindió frutos. Tocaron un repertorio clásico para un montón de gente que en su vida había escuchado algo parecido, y el resultado fue impresionante: «al final, incluso había una señora que nos agradecía en lágrimas», cuenta Simón.
Epílogo
Con Música Ocupa, van a fondo en su afán de romper estereotipos. Van a tocar en estos lugares sin importar la bulla, sin importar la acústica complicada, sin pensar en las condiciones «requeridas» para una orquesta clásica. Su idea es justamente demostrar que estos requerimientos pueden ser otros, y que la música clásica puede convertirse en un ritual de formas alternativas, que puede ocupar otros espacios y ocuparnos a nosotros desde ellos.