Si alguna vez te avergonzaste de comer caldo de patas, de saberte la letra de un san juanito o de parecerte más a Rumiñahui que a Brad Pitt, el Mishky Fest es el evento que necesitas para reconectar con tu electrolongo interno y liberarte zapateando como loco.
El 6 de diciembre de cada año se celebran las Fiestas de Fundación Española de Quito. Todo muy bien con esto, con el espíritu festivo, la alegría que se siente en las calles, con los canelazos, el cuarenta y los dichos coloridos de la «sal quiteña». No obstante, Quito también es una ciudad milenaria, con una tradición indígena que se extiende mucho más atrás de los 500 y pico años que ha durado su tradición española.
Según Atawallpa Díaz, productor y DJ auto-definido como un «político que se comunica a través de la música», la historia de Quito se remonta con seguridad a cuatro mil años antes en la antigüedad. Pensando en todo ese legado y su energía, Atawallpa convoca a todos a convertirse en electrolongos en el Mishky Fest.
Este primero de diciembre, para conmemorar los 500 años de la resistencia liderada por Rumiñahui en contra de los conquistadores, el Mishky Fest hace un llamado para que, por lo menos una noche, nos sumemos a zapatear, sudar las penas y liberar el shungo en una fiesta que celebra nuevos lenguajes musicales y honra a las viejas culturas ancestrales de nuestra chacrita entre las montañas.
Atawallpa habla sin pelos en la lengua para definir al festival y los motivos que lo convocan: «Un imperativo de soberanía cultural de los pueblos es tener referentes de la identidad que sean incluyentes de las mayorías». Más claro, para saber qué mismo somos los quiteños, deberíamos dejar de pelearnos con nuestra identidad y aceptarnos por lo que somos: MESTIZOS. Nada que hacer. La mayoría de nosotros es la mezcla de la mezcla, el sancocho del sancocho, el refrito de todas las sobras que han habido en la refri.
Y es más, en ese proceso de aceptación de nuestro mestizaje para volvernos soberanos, Atawallpa nos insta a dar un pasito más y reconocer que como mestizos, no podemos negar que una mitad de lo que nos compone es la identidad indígena. A eso le apunta el Mishky Fest, a revalorizar la parte de nuestro bagaje cultural a la que inconscientemente le hemos dado la espalda y a combinarla con los lenguajes musicales del hoy y del mañana para ponernos a bailar y gozar con ella.
La idea no es declarar que los quiteños somos todos indígenas puros, pero sí hacernos notar que le guste a quien le guste y le duela a quien le duela, sí llevamos sangre de indio en las venas. Para no olvidarse de nada de esto y revalorizar nuestra herencia indígena, «hay que resistir» dice Atawallpa, y la resistencia es una celebración.
¿Cómo mismo se resiste? Con la música. Ahí está la cuestión de toda esta movida. «Nosotros hacemos música regional post-digital«, dice Atawallpa. «Regional porque es endémica de determinadas regiones del Ecuador. Y post-digital porque no es solamente electrónica. Yo por ejemplo toco el pingullo que es acústico y a veces el acordeón acústico. Quixosis por ejemplo hace procesos analógicos. Carolina Arroba toca sin computadora». Es como el mestizaje: medio jodido de cachar al inicio, pero una mezcla sabrosa para el que sabe probar con confianza, como los higos con queso más o menos.
«Para englobar todo esto podríamos decir que la post-digitalidad vendría a ser como la síntesis entre lo mejor de la tecnología que las computadoras nos han dado y lo mejor de la tímbrica que nos han dado los instrumentos acústicos y eléctricos y electrónicos». Esta es música que mezcla el pasado con el futuro en vivo y en directo, en el presente. Es música que reinterpreta los ritmos tradicionales de nuestro país y que busca hacerlos atractivos para el guambra de hoy cerrando cualquier brecha generacional que pueda haber a la hora de entenderlos y disfrutarlos. «Estamos re-empaquetando la música tradicional para el siglo XXI», dice canchero el Atawallpa.
Este es un movimiento con conciencia política, con pies y cabeza, con un objetivo definido a través de la música, traduciendo lo local a un lenguaje global. Para afiliarse hay que reconocerse no más, y saber zapatear. Lo más bacán de todo es eso: que cualquiera puede ser parte del club de los Ilustres Electrolongos.
«Nosotros hacemos música mestiza, no música indígena», aclara Atawallpa al hablar de su legión de electrolongos. «No tenemos la obligación de hacer los yumbos, o los albazos, o los yaravíes como se hacían antaño», dice Atawallpa citando a Alex Alvear como para defender aún más la esencia de su música.
Los electrolongos no tocan folklor sino que hacen un tipo muy particular de música contemporánea y entienden la responsabilidad que tienen con la música de la que toman prestadas temáticas y sonidos, para mezclarlos con todos sus tereques post-digitales. Un electrolongo es el ser sabido que cacha todo esto, y que sabe sintetizarlo para bailar y resistir. Un electrolongo ilustre es el «longo contemporáneo que elige ser longo y que se vale de la tecnología para enaltecer su identidad de longo».
La idea detrás del nombre está en agarrar un término que se utiliza de forma despectiva a lo largo y ancho de nuestro medio, y darle la vuelta a su significado para convertirlo en una bandera que identifique a un grupo de gente orgullosa de ser lo que es. Lo mismo pasa con la palabra «Mishky» con la que el festival se denomina con orgullo para homenajear a la «tripa mishky», «el chicle de longo», uno de los platos más deliciosos pero más bastardeados de nuestra cultura según Atawallpa.
El Mishky Fest es la escena perfecta para que los nuevos electrolongos se den a conocer entre el público y compartan tarima con los electrolongos viejos, porque caben todos y todos valen en cuanto estén orgullosos de su herencia indígena y sepan ponerla a resonar en el lenguaje musical actual.
Junto a los longos de siempre como el mismo Atawallpa, el Quixosis o el Mateo Kingman, tocarán algunas caritas nuevas que vienen con propuestas llenas de power post-digital. Entre ellos están Carolina Arroba, Señales Tawapaqa o Andes Machine/Pinteiro. En su segunda edición el festival va creciendo, y con el tiempo, Atawallpa espera que de chance de tener a toditos tocando bajo el mismo techo.
La invitación está hecha y toda la congregación está alistando sus aparatos para darnos una descarga de poder musical post-digital. Que caigan todos y que no les dé vergüenza dice el Atawallpa. Todos los aniñaditos y todos los rocotos están invitados a fundirse en esta olla de presión. «Que no nos dividan porque uno vive en Cumbayá y el otro en el sur y el otro en el Centro de Quito, ¿me cachas? Aquí lo importante es que como mestizos somos como una sola nación».
Como una sola nación, un solo puño, un solo grupo de longos orgullosos. Se puede resistir bailando y esa es la apuesta del Mishky Fest para contagiarse entre todos este 1 de diciembre en el Ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Si quieren saber todas las de ley para no perderse esta fiesta densa y sabrosa, hagan click aquí y ¡caigan con confianza!