Leer Acequia, la novela del mexicano Amaury Colmenares, es como ir a la piscina un sábado soleado: nada puede salir mal.
En la neurosis informática que vivimos hoy por hoy, la literatura se ofrece como un refugio de la mente que produce algo muy parecido a la sensación de darse un chapuzón en agua fresca. Leer Acequia, la novela del mexicano Amaury Colmenares, es en ese sentido como ir a la piscina un sábado soleado: nada puede salir mal. El agua ha de llevarse todos los pesares.
La lectura de esta novela ha de llevarse, en cambio, asperezas que le quitan flexibilidad a la mente. Como con la música, con la literatura está sucediendo algo muy similar respecto a los géneros: las fronteras entre estos ya no son visibles y la experimentación genera resultados raros, estrambóticos, no convencionales, pero fascinantes a fin de cuentas. Si la literatura es un juego, narrativamente la obra de Amaury es más parecida a un rompecabezas que a juego de Monopoly donde hay menos cabida para la imaginación.
Radicado en Cuernavaca (México), Amaury Colmenares es un escritor de observación e introspección. Los personajes y situaciones de su obra son piezas de una realidad exagerada pero igualmente reconocible, lo que a su vez le da cabida al humor. Encontrar familiaridad en lo aparentemente inverosímil y reírnos de ello es una cualidad que se nos da muy bien en Latinoamérica y es el material de los hilos narrativos que se entrecruzan en Acequia: la ciudad, su historia y sus habitantes.
Acequia es la obra ganadora de la primera convocatoria del Premio Hispanoramericano de Narrativa Las Yubartas, elegida por unanimidad por un jurado constituido por editores y editoras de diez editoriales independientes. En Ecuador, la novela fue publicada por Severo Editorial.
El 5, 6 y 7 de mayo, Amaury estuvo de visita en Quito, luego de su paso por la Feria del Libro de Bogotá. Gracias a Severo Editorial tuvimos la oportunidad de conversar con él previo a su encuentro con el público en el Fondo de Cultura Económica. Ojalá la lectura de esta entrevista les resulte tan ligera como divertida y provechosa como lo fue charlar con el escritor mexicano.
Para Ecuador eres un escritor nuevo y entonces quería saber un poco sobre ti. ¿Escribes desde siempre?
Estudié historia y luego hice una maestría en producción editorial, las dos en la Universidad de mi Estado, que es el Estado de Morelos. Siempre tuve la intención de escribir desde niño, mi mamá todavía guarda ahí un cuento que escribí como a los seis, siete años, que lo escribí en unas hojitas y lo engrapé e hice mi primera publicación.
Siempre he tenido interés en las artes y desde muy joven me interesó mucho la literatura, leer y escribir, y en realidad estudié para tener una carrera. No estudié tanto por vocación, sino por cumplir el requisito de haber estudiado algo, pero siempre con la intención de dedicarme a escribir. Y también en mi país soy un autor nuevo, desconocido, porque en realidad publico muy poquito.
Me toma mucho tiempo terminar mis textos y apenas he estado empezando a publicar. Hace dos años se publicó mi primera novela y el año pasado salió esta novela que es Acequia, que sería la segunda. Y pues sí, en realidad no soy conocido en ningún lado. (risas)
Actualmente me dedico sobre todo a la docencia. En este momento soy director de una escuela que tiene una licenciatura en audio y producción musical. Es una escuela que se llama Sonoro. Tenemos un estudio de grabación muy grande en México y ahí preparamos a los jóvenes para que se dediquen a la producción discográfica, a la producción en general del audio y pues esto es como parte de mi camino profesional, me he dedicado siempre a la cultura, he sido de todo, he vendido cosas en la calle de joven y luego he sido librero y ahora más recientemente docente.
También doy clases de escritura creativa en el Centro Morelense de las Artes, que es como nuestra escuela universitaria local, donde preparamos a los futuros artistas y a eso me dedico ahorita.
Entiendo que no eres de Cuernavaca, eres de la Ciudad de México…
Yo nací en la Ciudad de México y muy joven mi familia se fue a Cuernavaca, que es una ciudad pequeña que está muy cerquita de la Ciudad de México. La Ciudad de México es un monstruo enorme y Cuernavaca es como una ciudad muy pequeñita que está ahí muy cerca.
Al inicio de Acequia hay un epígrafe que hace alusión a los rompecabezas para que vayamos entendiendo por dónde va la obra. Como persona que es amante de los rompecabezas quería preguntarte si tú los armas también y si es así, ¿por dónde empiezas?
Fíjate que armaba muchos rompecabezas con mi abuela, con mi abuela materna, se llamaba Estrella. Le mando un saludo a donde quiera que esté. Espero que esté en el cielo porque se portó muy bien, seguro sí. Armaba muchos rompecabezas con ella. Nos gustaba mucho armar rompecabezas y si recuerdo bien, nuestra estrategia era empezar por separar las piezas por colores y texturas.
Y ya que teníamos los montoncitos, entonces ya empezábamos por las orillas, encontrábamos todas las que fueran orillas y entonces ya empezábamos a armar el marco y ya del marco empezábamos a encontrar el sentido de las demás piezas.
Apoyándome en la metáfora del rompecabezas, ¿cómo empiezas colocando las piezas de esta novela? Por los personajes, por los paisajes….
Bueno, mira, la propuesta formal de Acequia es que sea como más bien un rompecabezas incompleto y que tenga las piezas suficientes para que quien vea el panorama pueda reconstruir la imagen a pesar de los faltantes, y entonces con unas pocas piezas pueda ver la imagen completa usando su imaginación. Mi intención era despertar la imaginación de quien leyera. Esa es como la propuesta formal, como la experiencia estética que busco.
Ahora, en la confección de la novela para armarla, las primeras piezas que fueron surgiendo fueron personajes y situaciones y ambientes. Empezó siendo notas como muy divagante, de pronto, pero notas con mucha fuerza en sí mismas. Y a partir de esas notas que yo veía como muy fuertes fui construyendo alrededor para ir haciendo ya la historia completa.
Me gusta que menciones lo de la imaginación porque me recuerda a una de las partes del libro que habla sobre los chistes y que dice que lo mejor de los chistes es la parte que no se dice y que se deja a la imaginación del público.
Claro, porque el sentido del humor es un arte, el más chispeante y más accesible. Y justamente si tú explicas un chiste, o sea, si tú cuentas un chiste y lo explicas, pues lo matas. Y no es nada gracioso, al contrario, es muy mal visto que tengas que explicar tu chiste porque quiere decir que no funciona. Y justamente eso es lo que busco en la novela, que esa respuesta de quien lea, que sin decirle la respuesta, pues la fabrique en su imaginación.
Dices que Cuernavaca es una ciudad muy chiquita en comparación a la Ciudad de México. Puedes describirme un poco cómo es el día a día ahí, ¿qué paisajes están, que ruidos, sonidos, aromas?
Cuernavaca es una ciudad muy antigua que está ahí desde antes de la llegada de los españoles. Es una ciudad que tiene sus buenos siglos existiendo. Antes era Cuauhnahuac y eran los tlahuicas y es una ciudad muy cálida que creció en un entorno de muchas barrancas y abismos. Entonces hay mucha vegetación, mucha diferencia de terreno, de un momento a otro las alturas son muy, muy variables, las calles avanzan siempre dando curvas y algunas terminan en precipicios y las casas están construidas tanto en las lomas o en las partes altas, pero también están construidas en las barrancas.
Entonces, de pronto hay muchas paredes que parecen ser el muro de alguna casa muy pequeña y entras y resulta que es una mansión pero que va bajando por la barranca. El entorno es muy verde, hay mucha agua, mucha vegetación, hay muchísimas flores. Siempre que regreso de viaje me doy cuenta una vez más de la cantidad de flores que hay, porque son muchas flores.
Y están muy presentes también en el libro…
Están muy presentes en la novela, sí. Entonces el día a día es así. Antes era una ciudad turística, estaba llena de turistas, de gente de otros países y hace poco, en 2009, empezó la guerra contra el narcotráfico y se convirtió en una ciudad bastante violenta. Se fue el turismo y ahora sólo existe la ciudad con su vida cotidiana, que le ha costado mucho trabajo adaptarse a la nueva economía, porque justamente se perdió mucho de la economía local, que era el turismo.
Dos preguntas ahí, primero, ¿entonces no te resultó tan extraño este paisaje montañoso de Quito?
No, no, para nada. Me es muy familiar y de hecho es muy interesante porque yo sueño mucho y tengo sueños muy vívidos. Recientemente he soñado con lugares que me parecían que eran Cuernavaca, pero ya estando aquí en Quito, recorriendo el centro, me di cuenta que eran esos sueños muy parecidos a aquí, más bien al centro de Quito, como que de alguna manera ya incluso en el plano onírico ya tenía más o menos conocida la ciudad. (risas)
La segunda pregunta, ahora justo que mencionas esto de la guerra contra el narcotráfico, aquí estamos viviendo una situación muy similar.
En una parte del libro se dice que antes en Cuernavaca lo que sucedía era un robo, no sé, y ahora tú ves en las noticias cosas muy fuertes, ¿no? Me hizo pensar mucho en la situación que estamos viviendo también en Ecuador. ¿Cómo ha sido ese proceso de cambio y transformación en Cuernavaca?
Ha sido duro y además se ha complicado también con malos gobiernos. Me parece que la población no estaba muy consciente de muchas cosas y sí como que nos agarró medio distraídos toda la situación que ocurrió. Efectivamente, cuando yo llegué a Cuernavaca, en las noticias, lo que se daba de noticias de nota roja era que a alguien le habían robado su cartera. Eso era noticia. Y luego ya ahorita las noticias pues son cosas muy escabrosas y lamentables y en un periodo de tiempo tan corto ese contraste tan grande ha sido muy, muy duro.
Hemos tenido también gobiernos muy corruptos y muy malos, y eso ha sido también complicado. Creo que ahorita la gente ya está empezando a entender también la gravedad de las consecuencias de sus decisiones.
Durante muchos años en mi en mi ciudad se votó por un futbolista muy famoso que es Cuauhtémoc Blanco y él fue presidente municipal y luego gobernador del Estado y pues no tiene absolutamente ninguna preparación política ni ningún talento, más allá de que es un excelente futbolista, pero una persona de moral muy dudosa con muchos escándalos y un pésimo político.
Y ahorita, recientemente ya la gente como que se dio cuenta de ese error y ya han estado tomando mejores decisiones. Pero pues sí, ha sido un periodo muy largo de adaptación también para buscar nuevas vías económicas, para darse cuenta de que ya el turismo no va a regresar y que muy probablemente tampoco era lo más sano tener ese turismo.
Creo que sí le afecta mucho a los lugares el turismo planteado desde el capitalismo, creo que es muy tóxico, y de alguna manera creo que también dentro de todo lo malo, pues es una oportunidad el haber perdido el turismo para reinventarse y descubrir qué nuevas posibilidades existen.
¿Dirías que ahí la cultura tiene un rol importante?
Sí, es una ciudad muy, muy cultural. Desde los treintas, cuarentas llegó mucho extranjero, bohemio y hubo mucha presencia de extranjeros. Por ejemplo, de Estados Unidos huyeron muchas personas expulsadas por comunistas y también muchas personas como de vida más alternativa o bohemia llegaron a la ciudad. Y también últimamente la juventud local ha empezado a interesarse muchísimo por el arte.
Es una ciudad que tiene mucha riqueza cultural, de tradición cultural, histórica, pero también de la actualidad. La juventud es muy talentosa, hay mucho talento, muchas propuestas y creo que sí. Hay un sector muy importante de arte joven.
Bueno, te pregunto todo esto porque el contexto siempre es importante para entender de dónde surge una obra y notado que eres una persona que está muy atenta de lo que está sucediendo en su entorno, me pregunto, ¿cuánto del porcentaje de tu escritura, de tu proceso de escritura es observar? Se dice que hay escritores que escriben solo de la imaginación y otros que necesitan estar en contacto con la realidad.
Yo creo que en mi caso es una combinación. Me gusta mucho salir, observar, conocer. Sobre todo más joven me gustaba mucho salir y conocer gente y estar en el chisme, o sea, estar bien pendiente de lo que sucedía. Más recientemente soy un poco más introspectivo, vivo un poco más en mi plano mental, pero de todas maneras mantengo el contacto con la gente y con el entorno.
Lo que hago es procurar habitar el presente de manera muy abierta, o sea, estar en el presente perceptivo para permitir que el mundo, como se manifiesta, de alguna manera se filtre a través de mí y poder entonces hacer una creación artística.
Los personajes en esta novela me parecen tan reales y sus nombres son detalles muy graciosos y curiosos. ¿Me pregunto si son personas con las que interactúas cotidianamente?
Lo que hago con mis personajes es, cuando conozco a alguien interesante, me gusta conocer a la gente, y luego lo que hago es exaltar sus características. Entonces conozco a alguien que tiene alguna peculiaridad y me gusta imaginar cómo sería esa persona si esa peculiaridad se fuera al extremo, y también si esa persona buscara con mucha mayor insistencia su anhelo.
Digamos que mis personajes son recreaciones literarias de personas reales, exaltadas. Sería como la exaltación de esas personas. Algunos otros personajes surgen de coincidencias o de cosas interesantes que observo. Por ejemplo, hay un artista que se llama Efmam J. Jason D. y es un artista extranjero. Ese salió de los calendarios, a veces traen abajo como las iniciales de los meses, entonces cuando juntas todas las iniciales de todos los meses del año dice Efmam J. Jason D.
Entonces siempre que veía un calendario veía ese nombre y veía ese nombre, como que algo me decía, no podía dejar de notarlo, hasta que un día dije: Bueno, a ver, ya Emfam, vamos a ver quién eres. Entonces empecé a dejar correr la mente pensando en ese nombre hasta que aparece el personaje, de alguna manera se manifiesta.
¿Te encariñas de tus personajes?
Sí, más bien me parecen interesantes y me gusta seguirlos para ver hasta dónde llegan y más bien me da mucho entusiasmo cuando lo que les está ocurriendo me gusta. Me entusiasmo mucho cuando digo: Ah, claro, por eso estaba siguiendo a este personaje, porque le iba a pasar esto que me parece interesantísimo.
Te he escuchado decir que tardaste diez años en terminar la novela y que para ti es importante tomarte el tiempo de explorar y ahondar en las ideas. En ese tiempo es inevitable el cambio. ¿Qué cambió en ti? ¿Qué recursos narrativos desaprendiste y con cuáles te quedaste?
Desaprendí muchísimo la noción de la invención y de la elucubración como para buscar uno la verosimilitud. Es decir, no me gusta escribir inventando racionalmente las cosas. Lo que realmente cambió mucho en mí fue la apertura a que se me ocurrieron las cosas. Me parece un verbo muy interesante eso de “se me ocurrió” porque de alguna manera ocurre dentro de tu mente, pero no es voluntario.
Entonces cuando se te ocurre algo, en realidad es bastante involuntario y es simplemente que en tu mente, por alguna u otra razón, sucedió algo ahí y entonces tú lo pudiste cachar porque tienes memoria y capacidad de comunicación, ¿no? Y por otro lado está la noción de que quien escribe inventa cosas y eso me parece antinatural y se nota cuando alguien está forzando el relato porque es demasiado pensado, demasiado intelectual.
Respecto a esto de los diez años, sí, me tardé diez años. No lo digo como virtud, al contrario, me da un poco de vergüenza, porque si hubiera escrito la novela en seis meses, como Gabriel García Márquez escribió en seis meses Cien años de soledad, pues eso sí es admirable. Así como “ah, bueno, escribió una gran obra en poco tiempo” y yo escribí una obra simpática en diez años. Me parece un poco lamentable. Me gustaría tardarme menos. (risas)
Por ahí en la novela digo que yo considero que el cuento es como una torta o un sándwich —bueno, aquí les dicen sánduche—, porque lo que te quepa entre las dos rebanadas de pan es lo que le cabe al cuento y lo tienes que poder agarrar con una mano y darle una mordida y que no se desbarate. Eso para mí sería un cuento.
La novela para mí es como un caldo, como un guiso de olla, porque ahí le puedes agregar muchos elementos y también el chiste es que pase un buen tiempo de cocción para que todos los elementos se compenetren los unos con los otros, y entonces tengas un buen guiso al final. Yo considero que eso es la novela. Las novelas que toman tiempo van agarrando mucho sabor, sus elementos se van cohesionando y ese es un poco el proceso de Acequia.
Me contabas que este es el segundo libro que publicas y es parte de este premio. Mientras leía el libro apareció Silvestre, este personaje que dice que le fue mucho más fácil descubrir el origen del mundo que encontrar una editorial que le publicara..¿Te pasó lo mismo? (risas)
Esa respuesta va a ser muy vaga, pero es que sí. Por un lado sí me ha sido difícil encontrar o me ha sido difícil publicar, pero también creo que ha sido beneficioso porque finalmente siento que las obras, o al menos estas dos novelas, han encontrado su casa ideal.
Primeras versiones de Acequia y también primeras versiones de la otra que se llama Grimorio las traté de publicar y no funcionó. Nadie me quiso, me rechazaron, pero al mismo tiempo estuvo bien porque la seguí trabajando. Me dio oportunidad de seguirlas trabajando y con Acequia es interesante porque cuando ya la terminé en serio, cuando ya realmente me di cuenta que estaba verdaderamente terminada, dije: Esto no me lo van a publicar, ¿no? O sea, quién sabe quién lo va a querer publicar. Está muy experimental la novela y a lo mejor demasiado localista.
Y sí, asumí que nadie la iba a publicar. Entonces encontré la convocatoria del premio de las Yubartas y la leí y dije: Bueno, pues ahí está, o sea, es tal cual. Comparte el mismo corazón y el mismo planteamiento conceptual de lo local, pero también la articulación con lo universal, de lo independiente, de lo fragmentario.Y entonces me pareció que ahí había una conexión interesante entre la novela y la convocatoria y pues afortunadamente ganó y se resolvió el problema, no tuvo que pasar mucho tiempo para que sí la publicaran.
¿Cuándo supiste que la obra estaba terminada?
Algo que sí aprendí durante estos diez años es que sí hay que tener bien clara cuál es la experiencia estética que uno busca con la obra. Entonces yo en algún momento, cuando estaba escribiendo Acequia, sí llegué a vislumbrar cómo quería que fuera la novela, no tanto de que quisiera que fuera una obra maestra o una obra perfecta o lo que fuera.
Más bien como que vi muy claramente. Pues un poco, si estás armando el rompecabezas puedes ya empezar a ver cuál va a ser la forma final, aunque no tengas el ejemplo en la caja, y un poco me pasó eso con Acequia. Dije: Ah, claro, esta novela al final tiene que ser así y hacerle esto al lector y producir este efecto.
Y entonces la seguí trabajando hasta que llegué a un punto en el que dije: Ya está, ya logré que cumpla lo que me imaginé. Lo cual no quiere decir que a mí me parezca una gran obra ni nada, pero simplemente funciona como yo imaginé que iba a funcionar.
¿Por qué elegiste Acequia como el nombre de la obra? Recuerdo que es una palabra que se usaba mucho más antes y en los pueblos. Cuando supe de la publicación del libro me llamó mucho la atención el título.
Acequia sí es una palabra muy antigua, muy colonial, yo creo, y es como se le llamaba a los canales de riego en los campos de cultivo. Y el título es así porque era la primera nota de mi cuaderno de notas de donde salió la novela, decía: Acequia es una palabra hermosa. Decidí mantener el título porque también me di cuenta de que engloba muy bien lo que pretendo con la obra.
Entonces estos canales de riego digamos que articulan o conectan todo un campo, aunque sea muy extenso y aunque haya distintos tipos de cultivo y algunas zonas sea para animales y otras zonas sea para otras cosas. De todas maneras, ese discreto discurrir del agua como que le da cohesión y unión a todo el campo. Y eso quería con la novela, hay como un sentido subyacente que de alguna manera retroalimenta toda la obra y finalmente el fluido que corre por esos canalitos es la imaginación de quien lee. Entonces ahí digamos que el agua de esta novela, de esta Acequia, es la imaginación de quien la lee.
¿Lees obras o lees autores?
Leo obras y de joven, durante muchos años, leía sobre todo lo que podía. No tenía mucho filtro, como que me interesaba mucho leer lo que fuera para aprender, para saber cuáles eran los alcances buenos y malos de la literatura. Y también leía mucho lo que encontraba en las librerías de segunda mano, las librerías de viejo.
Creo que soy un autor muy inculto en cuanto a lo que está ahorita sucediendo en el panorama literario, estoy bastante desactualizado. Me da mucha vergüenza, lo digo abiertamente, para de alguna manera redimirme (risas). Sí, más bien leo obras, aunque sí hay autores que me gustan mucho, como Marguerite Yourcenar, es de mis favoritas y ahí sí, cada que consigo algo lo leo.
He estado pensando últimamente mucho en cómo envejecen las obras. Mientras leía el libro aparece este comediante que está como en un momento de su carrera complejo, y de pronto termina dando un discurso público en la Ciudad de México, y dice cosas que la gente no se esperaba. Al principio parece que todo fue mal, pero eventualmente con los años, su discurso es recordado por la gente y tiene vigencia.
Eso me hizo pensar en cómo envejecen las obras y cómo vamos percibiendo de diferentes formas las cosas en el tiempo. ¿Cómo piensas que una obra como Acequia podría envejecer en el tiempo? ¿Cómo será leída en, no sé, 10, 20 o 30 años?
Qué miedo, qué miedo pensar en eso, me da miedo pensar en mi envejecimiento (risas). Bueno, es que yo tengo muchas esperanzas en la trascendencia de mi obra, pero sobre todo porque a mí me interesan mucho las lecturas de otras épocas. También por eso me gustó estudiar historia, porque sí me gusta también el pasado y parte de leer algo de otra época es igual que viajar a otro país o conocer otras culturas, pues es simplemente conocer la diversidad mental de la humanidad y conocer esos de pronto rincones.
Entonces yo creo que esta obra la escribí pensando mucho en ser muy cuidadoso de que sí hubiera manifestación local pero que no fuera críptico, o sea que sí fuera accesible y justo, más bien como una invitación a conocer esos aspectos locales. Entonces yo tengo la esperanza de que se pueda seguir leyendo dentro de 1 millón de años.
La novela es bastante compleja en el sentido de que hay muchos personajes, momentos y situaciones. ¿En algún momento sentiste que querías tener el control de todo y cómo te hiciste amigo de la incertidumbre y de dejar fichas fuera del rompecabezas?
Hubo un momento en el que yo pretendí que de alguna manera todos los fragmentos fueran como causa y efecto los unos de los otros y que todo estuviera como súper explicado, pero era una posición muy racional y muy neurótica. Sí quería satisfacer a quien leyera la novela y que sí existiera la retroalimentación de todos los fragmentos y que sí se notara la relación entre todas las historias y eso sí lo quería cumplir.
Pero también me di cuenta que no tenía que ser algo tan rígido, ni tan claro, ni tan llevado al extremo porque si fuera una novela un poco más racional, pues sería una novela de 600, 700 páginas. Qué sé yo. Y me di cuenta que lo más importante es dejarle el espacio a la imaginación y que lo sugerente, que a veces se entiende un poco más como erótico o cosas así, pero lo sugerente es lo mejor en el arte.
Siento que una obra de arte es muy eficiente cuando con un estímulo pequeño puedes generar una gran reacción mental. Por eso la poesía es tan importante. La poesía con unas pocas palabras, genera imágenes y sentimientos complejos en quien lee y no es algo racional. Finalmente es algo sugerente, o sea, es darle a quien lee un estímulo pequeño para que tenga una gran reacción.
Entonces yo pensaría que la clave ahí como escritor es procurar ver la obra desde el punto de vista de quien la va a leer. Por eso puse ese epígrafe al inicio, porque es este calcular cómo va a ser la experiencia de quien lee para poder entonces modificar la obra.
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Acequia se encuentra disponible en las principales librerías del país.