Cuando los intercambios que suceden dentro de la pantalla se desbordan fuera del mundo virtual, ¿cuáles son las repercusiones? En la 2da edición de la Bienal Universitaria de Arte Multimedial hay algunas respuestas.
La BUAM es la Bienal Universitaria de Arte Multimedial (BUAM), una iniciativa de la USFQ con el apoyo del Centro de Arte Contemporáneo de Quito, Parterre Galería, Arte Actual Flacso y Q Galería.
Este año celebra su segunda edición y tiene como objetivo fomentar la creación de espacios de diálogo y colaboración centrados en la producción de conocimiento en el campo del arte, especialmente en su relación con las nuevas tecnologías digitales.
La BUAM 2023 tiene como temática “Espacios líquidos: Políticas de la pantalla” y según su curadora, Doreen Ríos, investigadora y académica mexicana, “apuesta por la reflexión acerca de pensar, navegar, utilizar y hackear las pantallas y sus contenidos a través de propuestas artísticas”.
La bienal fue inaugurada el 27 de octubre y permanecerá abierta hasta el 10 de enero de 2024. Conversamos con Doreen Ríos para profundizar sobre el proceso curatorial y por qué es relevante abordar la temática de este año desde el arte.
A continuación te invitamos a leer la entrevista completa:
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Juan S. Jaramillo: ¿Cuéntame un poco quién eres, a qué te dedicas y cuál es tu rol en la BUAM?
Doreen Ríos: Soy curadora e investigadora. Los últimos ocho años, más o menos, me he dedicado específicamente a trabajar con arte y tecnología. Actualmente estoy haciendo un doctorado en Historia del Arte, Teoría y Crítica en la Universidad de California, en San Diego.
Creo que todo mi trabajo gira muy directamente en torno a cómo diversas tecnologías, particularmente las tecnologías digitales, se han integrado dentro de la producción artística contemporánea. Pero con un interés muy puntual sobre una perspectiva crítica.
Llevo un proyecto que se llama Antimateria desde hace ocho años que justamente lo que hace es pensar desde la exposición, los estudios curatoriales, la investigación y el conocimiento situado, qué es lo que sucede con respecto a este entorno arte/tecnología/digitalidades/virtualidades, y bueno, todo este espacio crítico intermedio.
Por acá estoy haciendo la curaduría de la segunda edición de la Bienal Universitaria de Arte Multimedial, por invitación de Byron, a quien le agradezco mucho este espacio para poder también generar otros vínculos y conversar con artistas desde Ecuador sobre qué es lo que está sucediendo con el uso, en este caso en particular de pantallas, pero que toca con muchas otras áreas de la digitalidad.
J.S.J: Cuéntanos un poco sobre la línea curatorial de esta edición de la BUAM.
Doreen: La propuesta central era pensar sobre las políticas de la pantalla, pensándolo como una sombrilla generalizada, en un ambiente post pandemia –o todavía durante–, pero pues en ese intercambio entre lo que sucede entre 2020, 2021, 2022.
Sabemos que afectó radicalmente la relación que tenemos con el uso de diversas tecnologías, pero sobre todo con tecnologías digitales, a través de las cuales nos comunicamos principalmente con pantallas.
La invitación o la convocatoria hacía alusión a este pensamiento crítico, pero también con una apertura hacia el tipo de obra que podía recibirse. Algo que nos parecía muy interesante era recibir no solamente obra 100% digital o recibir obra que no solamente se presentara dentro de pantallas, sino también obra que, aunque no esté presentándose en estos dispositivos, reflexiona sobre los mismos, no.
Entonces tenemos algunas piezas como la de Carolina Velasteguí o Juan Pablo Racines, que están trabajando más con instalación, pintura. De repente hay algunas piezas también que giran más en torno a la escultura, al performance y que están reflexionando de manera crítica sobre el uso de pantallas, de incorporación de pantallas sobre la vida cotidiana, la forma en la que también vamos abordándolas desde la práctica artística, pero no necesariamente terminan dentro de una.
Eso era algo que también nos parecía súper interesante reflexionar, sobre todo a la hora de generar un puente entre las prácticas que utilizan activamente tecnologías digitales y las que tal vez no las utilizan de manera directa, pero sí que reflexionan en torno a ellas.
J.S.J: Desde tu trabajo como curadora, ¿cuál dirías que ha sido la respuesta de lxs artistas que participan en la bienal a la temática de esta convocatoria? Parece un tema bastante retador…
Doreen: Creo que es interesante también ver qué es lo que sucede con las prácticas que utilizan o reflexionan sobre los dispositivos digitales/espacio/pantalla antes de 2020 y a partir de 2020.
En mi caso en particular, creo que sí hubo un poco un giro. Es decir, si bien antes estaba muy dedicada y muy centrada a pensar sobre materialidades digitales e intercambios en Internet, colectividades en línea y muchas otras áreas que tienen que ver con pensar activamente el uso de estas tecnologías; la realidad es que yo mismo me encontré a partir del 2020 enfrascada en un universo en el cual decía: “Ya no sé si quiero pasar tanto tiempo acá”.
Cuando todo se convierte en un intercambio tan lineal, digamos, en un intercambio muchas veces tan aislado, en un intercambio que de repente no es ni siquiera a partir de algo que sucede en tiempo real, se empieza a volver como muy complicado, no. Y justo me interesaba pensar cómo es que esto se está viviendo más allá de eso que yo estoy entendiendo y adoptando desde mi propia vida y mi propia práctica.
Sobre todo tomando en cuenta que pues, bueno, yo estoy dedicada a este tipo de producción, y que de repente a mí me pesara, me parece que era un síntoma de algo mayor. O de algo que se podía pues recolocar en la conversación con otra manera de acercarse o con otra forma de pensar esa aproximación.
Creo que eso es algo que es muy evidente también en la obra que se presenta acá. Creo que sí hay una distinción entre las artistas que ya habían incorporado tecnologías digitales activamente en su producción, y quienes no.
Regularmente lo que sucede, y que creo que es algo que también me atravesó a mi, es que quienes ya llevaban una práctica extendida, utilizaron tecnologías digitales… llega este episodio 2020 2021 y más bien hay un distanciamiento de lo que hacían antes de ese momento. No porque dejen de usarlas, sino porque empiezan a pensar de otra manera cómo atraviesan su cuerpo, sus interacciones, sus intercambios.
Mientras que las artistas que no habían utilizado activamente estas tecnologías y que ahora ven el espacio de oportunidad, ya sea porque no hay otras formas, de repente, en ese momento de generar ese intercambio por cualquier otra razón, lo hacen como desde un plano que regularmente apunta hacia otras posibilidades.
Entonces creo que ahí también hay una conversación que se vuelve interesante y que, si bien tiene que ver con algo que yo misma viví, también es algo sintomático de la manera en la que se incorporan –o cambia nuestra incorporación– y el intercambio que tenemos con estos objetos.
J.S.J: Entiendo que has trabajado con artistas consolidados, pero ¿cuál ha sido tu experiencia trabajando con estudiantes, que además llevan integrada la tecnología en su día a día desde muy temprano?
Doreen: De entrada para mí era importante no separar a estos grupos, sobre todo pensándolos en los espacios de exposición. Es decir, tener una presentación horizontal sobre las conversaciones que están teniendo estas dos categorías de las personas que aplican a la convocatoria.
Por un lado, porque de alguna manera son conversaciones que se complementan o que van eslabonando otros sentires, que van cambiando de generación en generación, pero que también involucran otras lecturas de esa misma crítica.
Creo que eso era muy importante ponerlo al frente de la conversación: ¿Qué pasa cuándo estás en una sala en donde tienes obra que no solamente está producida a través de diferentes herramientas y de diferentes medios, sino que además está pensada desde diferentes generaciones y desde diferentes maneras de abordar la misma práctica artística?
En ese sentido, para mí era importante que hubiera una fusión entre estas dos categorías de la convocatoria y que no fueran algo que existiera de manera separada.
Ahora, evidentemente, los retos de trabajar con artistas en formación versus artistas que ya están produciendo de manera bastante más activa, es que quizás en ese acompañamiento –sobre todo a la hora de pensar el montaje– pues no es que ya hayan resuelto todo el tipo de producción o de obra que van a hacer.
Entonces esos acompañamientos se vuelven más puntuales, se vuelven mucho más ricos en muchos sentidos. Creo que también es una oportunidad, al menos para mí, como curadora de repente poder involucrarme un poco más en esa toma de decisiones que, a veces, con artistas que tienen como una práctica ya bastante más ensamblada cuesta un poco más de trabajo.
Me parece un espacio súper enriquecedor porque existe una conversación y existe una negociación sobre qué es lo que se quiere decir, de qué manera podría ser ese mensaje más contundente, dependiendo de los elementos que se seleccionen para la exposición o la forma en la que se navega ese mismo espacio.
Entonces, de mi lado, creo que también como docente, ese proceso me parece que es bastante más abierto, bastante más amigable, bastante más retador también, pero que en esos intercambios también hay muchos encuentros que son súper ricos para la conversación. No nada más es la obra final, sino también todo lo que acompaña a que esto llegue al espacio expositivo.
J.S.J: ¿Por qué es importante hablar de políticas de la pantalla y que se produzca arte a través de los medios o soportes que son parte de la temática de la BUAM?
Doreen: Punto número uno: porque son inescapables. Es decir, todas estas tecnologías digitales, sean pantallas, sea el Internet, sea inteligencia artificial, sean computadoras, sean cámaras fotográficas, etc., no son el tipo de dispositivos que vamos a ver disipándose en el futuro cercano, más bien vamos a ver lo contrario.
Creo que uno de los grandes retos que hay para hacer frente a las asimetrías, a las faltas de accesibilidad, al distanciamiento también entre cómo se usan o se explota a las personas que usan estas tecnologías, también tiene que ver con entender el contexto en el que están situadas. Pensarlas desde otra categoría que no sea exclusivamente la de la innovación tecnológica o la categoría del desarrollo puntual del objeto.
Sino también pensar de qué manera esto tiene muchas otras aristas alrededor que tienen que volverse visibles para que podamos tener cierto grado de agenciamiento de regreso, creo que eso es absolutamente crucial.
Sobre todo en el escenario político en el que habitamos, en el que hemos habitado en los últimos diez años al menos, en donde vemos muchos de estos intercambios que suceden en este caso dentro de la pantalla, se desbordan fuera de la pantalla y tiene repercusiones bastante reales que atraviesan los cuerpos, las políticas públicas, los sistemas de salud y que atraviesan las decisiones educativas pedagógicas.
Si no somos capaces de abarcar esa conversación desde un espacio, digamos, que logre colectivizarlas, tampoco vamos a ser lo suficientemente conscientes de las implicaciones que pueden tener sobre nosotres mismes y quienes nos rodean. Y con quienes nos rodean me refiero, claro, a otras personas, pero también a otros seres vivos y a otros espacios naturales.
Entonces sí creo que es algo que tenemos que tener muy al centro de la conversación, no solo porque no se van a ir a ningún lado, todo lo contrario, nos guste o no nos guste, pero creo que sí es una posibilidad para generar un grado de agenciamiento.
Ni siquiera diría una crítica, una postura, una ideología, ni mucho menos; pero al menos sí un espacio en el que podemos conversar e intercambiar a partir de cómo se están pensando, en este caso, la obra, que además cada una de las piezas tiene su propio universo y abarca esta idea de las políticas de la pantalla desde diferentes trincheras.
Y creo que eso nos permite ver todos esos huequitos y zonas grises que a lo mejor no tenemos en una dimensión del plano total de la tecnología hoy.
J.S.J: ¿Qué se va a encontrar el público que visite la Bienal en cada uno de sus espacios? ¿Cómo describirías la experiencia?
Doreen: Bueno, para empezar hay una diversidad yo creo que bastante interesante desde las piezas y los materiales que utilizan las piezas para hacerse presentes. Hay obra que está desde la instalación, la escultura, la pintura, la fotografía, la apropiación de video, inteligencia artificial, el performance, realidad virtual.
Hay un abanico de formas de producción, de uso de herramientas, pero también hay un abanico de conversaciones que atraviesan la idea de las políticas de la pantalla. Entonces nos vamos a encontrar con reflexiones que tienen que ver sobre los espacios naturales, cambio climático, cómo estos dispositivos y el uso de los mismos afecta al paisaje.
También vamos a encontrar conversaciones que tienen que ver con el consumo, por ejemplo, de contenidos en redes sociales. La forma en la que genera un intercambio muy ansioso y muy violento, muchas veces de los contenidos de los que parece que no podemos desprendernos y que, por supuesto, generan algo en nuestra psique y en la manera en la que interactuamos entre nosotres.
También hay conversaciones que tienen que ver con proximidades y distancias, como un ejercicio mucho más desde lo sensible, desde regresar al cuerpo, desde pensar que la pantalla es una herramienta que se extiende y que podemos utilizarla como para generar esos otros vínculos virtuales, pero presentes y tangibles, sobre todo.
Creo que lo que es importante también mencionar es que, si bien hay una línea curatorial que reflexiona sobre las pantallas y sus políticas, no hay una sola intención de lo que estas políticas representan. Es decir, hay ejercicios que van más hacia un uso bastante más utópico, quizás, o que observa las posibilidades de estos dispositivos. Y hay otras perspectivas que son absolutamente críticas y viscerales sobre lo que hemos vivido en los últimos años, atravesades por estas tecnologías.
Entonces, algo que me parece importante es que se permite una conversación que no nada más está orientada a una forma de entender esas políticas y que no nada más tiene una postura.
Creo que ahí sí se puede generar como una, no sé, quizás una tensión entre estos espacios que parecieran más benévolos y más de oportunidad, y aquellos que parecieran un poco más la distopía o un poco más como este peligro o esa sensación de de distancia.
Va a haber de todo un poco. Quiero decir que no es una sola línea, no es un solo medio y que al final eso es importante porque efectivamente la intención era reflejar un escenario activo que por supuesto no va a ser homogéneo.
J.S.J: ¿Por qué es importante para una sociedad que existan este tipo de espacios, que exista una Bienal que además convoque a muchos artistas locales?
Doreen: Bueno, punto número uno, porque es un punto de encuentro. Yo creo que eso es lo central de cualquier bienal o de cualquier espacio, convocatoria que más allá de generar una selección dentro de las redes que ya tenemos activas, como profesionales de las artes, que también permite que otras personas se integren a esas redes, al menos desde mi experiencia.
Yo tuve la fortuna de conocer muchísimos artistas que están trabajando con temas que me son afines, que me parecen interesantes y que me encantaría, por supuesto, también llevar esas colaboraciones e intercambios a otros lados. En ese sentido, para mí es una oportunidad para ampliar esas redes que, por supuesto, no solamente me atraviesan a mí como curadora, sino a todas las personas involucradas dentro de toda la gestión, toda la mediación, toda la museografía, todos estos ejercicios también interinstitucionales, pero digamos como en un vínculo más abierto, son precisamente eso, un espacio de encuentro, un espacio de conversación en el cual lo más relevante de todo esto es todo el intercambio que pueda suceder a raíz de, o como excusa, un poco tomando la presentación de esta obra. Creo que eso es lo más relevante.
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