¿Cuál es la situación del arte drag y del voguing en Ecuador? Cuatro voces de la escena local nos lo cuentan.
Reportería y producción: Aileen Boada, Andrea Aguirre y Gus Iturralde
Redacción: Aileen Boada, Andrea Aguirre y Jorge Bayas
Hablar de la pandemia es hablar de una suerte de limbo. Es hablar de una vida que permanece suspendida. Atrapada dentro de los límites de las casas y los departamentos. Es hablar de una espera prolongada para comenzar a vivir nuevamente con intensidad, para continuar donde nos quedamos hasta que el minúsculo virus irrumpió en nuestros días.
Pero también es hablar de otras cosas. Es hablar de los sectores más precarizados de nuestra sociedad. Es hablar de lxs trabajadorxs del arte, quienes históricamente han permanecido cubiertxs por la niebla del olvido. Desatendidxs por la autoridades y por un público que debería estar más cerca del arte sensible y profundo que siguen produciendo.
Para ellxs, la pandemia sólo ha recrudecido lo malo y ha provocado regresiones en los pequeños avances que han hecho. Aun así, se las han arreglado para sacar de la manga varias alternativas, principalmente virtuales. Aunque no es suficiente. El regreso a la normalidad se hace cada vez más necesario.
Tal es el panorama para lxs practicantes del voguing —un baile inspirado, entre otras cosas, por la poses de las modelos de Vogue y los movimientos de gimnasia— y del arte drag. A lo largo de la pandemia, ellxs han vivido unos meses inciertos, complejos. Marcados por la desaparición de espacios que, con esfuerzo, habían conseguido abrir. Pero, también, por la exploración de algunas pequeñas posibilidades a las que se han visto obligadxs a prestar atención y aprovechar.
Conversamos, en lo que respecta al voguing, con Jota de los Milagros, quien se mueve entre Quito y Guayaquil, y Maty Palacios, que hace lo suyo en Cuenca. En lo tocante al arte drag, Larry Cai FreeSoul y Daniel Moreno nos brindaron su punto de vista.
Estas cuatro voces reconstruyen un panorama que, no por tener unas luces tibias penetrando la oscuridad, deja de ser preocupante y de necesitar del apoyo de la gente y de las autoridades para mejorar.
Jota de los milagros. Jordy de los Milagros. Bailarina, cineasta y cantante, vedette, travesti.
Voguing: una oportunidad de descubrimiento personal y de las personas que nos rodean
Con el paso de los años, el voguing, por lo menos en un plano más global, se ha expandido. Series como Pose, de Ryan Murphy, han cumplido con el objetivo de difundir esta práctica entre públicos que no hasta hace mucho ignoraban su existencia y su práctica se ha tornado cada vez más frecuente. Sin embargo, en Ecuador la escena del voguing sigue siendo pequeña, aunque con practicantes entregadxs.
Unx de ellxs es Jordy Tapia, “Jota de los Milagros”. Jota hace voguing desde hace unos años. En ellos ha investigado y leído, nutriéndose de libros y documentales. Y ha repartido su tiempo, principalmente, entre Quito y Guayaquil dando clases, charlas y conversaciones.
Para Jota, el voguing es un espacio de descubrimiento que, además del baile, incorpora muchas otras “disciplinas (e indisciplinas)” provenientes de la cultura más amplia que lo contiene: la cultura Ballroom. En sus palabras, es un espacio cuya libertad estética puede verse en “la forma en que puedes quebrar el cuerpo, con las siluetas que puedes proponerte a ti misma y hacia los demás espectadores, el vestuario que puedes utilizar, los gestos que puedes hacer, las poses…”.
“Para mí, el voguing es una oportunidad de descubrimiento personal y de las demás personas que nos rodean. Permite hacer alianzas con otras cuerpas disidentes que tienen sentires e intereses similares a los nuestros, preocupaciones similares”, define Jota.
Desde el punto de vista de Jota, en Ecuador las escenas más grandes de voguing son las de Quito y Guayaquil, en las que es posible hallar un mayor interés por practicarlo. Aunque no deja de hacer un paréntesis en este punto y señala que lo que más conoce es el voguing en las dos ciudades más grandes, y no tanto su situación en ciudades más pequeñas. Algo que fue capaz de atisbar en una oportunidad. “Una vez fui a dar un taller en Machala y había una compañera trans que bailaba voguing. Así que yo no puedo hablar de todo el Ecuador, sino de la pequeña parte que conozco”, puntualiza.
En lo que respecta a los sitios donde se practica el voguing, menciona a los parques, las plazas y las fiestas como algunos de los lugares en los que este ha florecido. No obstante, al estar contenido en la cultura Ballroom, hace falta mucho más para terminar de desarrollar el voguing en el país.
“Nunca, hasta donde yo tengo conocimiento, ha habido un desfile, un ball, que es el contexto real del voguing, donde tiene que suceder, ese contexto de personas maricas unidas celebrándose a sí mismas, y, de pronto, aparece la categoría en la que pueden bailar y competir entre ellas. No ha habido eso en Ecuador, es un proyecto que intentamos seguir sosteniendo. Lo que va a permitir que eso se dé más fácilmente es que la gente empiece a ponerle el ojo a todo lo demás y no sólo al voguing”, precisa.
Además, hay un par de factores que evitan que el voguing se desarrolle más a nivel local. El primero es el económico, que engloba los lugares que se alquilan, por períodos prolongados de tiempo, los trofeos y los jueces.
“¿Quién va a costear los gastos? En esta cultura usualmente somos personas precarizadas, con trabajos no fijos, temporales, etc. Se nos hace difícil solventar esos gastos económicos, que vienen a ser un factor, uno de los principales, que impide que esto se realice en el país”, se pregunta Jota.
El segundo es la falta de figuras de las grandes escenas que han hecho voguing en eventos que se desarrollen dentro del ámbito local. Lo que podría ayudar a que la escena local crezca considerablemente.
“Digamos que viene Jose Xtravaganza, me descubre y viene acá, y me dice: oye, quiero que organicemos clases de voguing para que la gente se sienta más cómoda y podamos llevar a cabo un ball, y él trae los contactos para que puedan ejercer como jurados de las competencias. Porque, si nosotros estamos aprendiendo, ¿quiénes van a ser los jurados? Habría que hacer estas cosas en alianzas, con las personas que han tenido una participación anterior, por decirlo de algún modo”, dice Jordy.
Aun así, la escena de voguing dentro de nuestras fronteras se había agrandado, poco a poco, antes del 2020. Entonces, llegó el COVID y trastocó los planes. Provocó cambios, obligó a lxs artistas a adaptarse. Y Jota no fue la excepción. Poco antes del comienzo de la pandemia, estaba creando un espacio en la Universidad de las Artes. Un espacio en que la gente podía verlxs bailar, al que se sumaron participantes de todas partes del país y que terminó por causa de las restricciones.
De todas formas, Jota armó otro espacio, en esta oportunidad, virtual.
“Luego de eso, y por las necesidades económicas, empecé a pensar cómo podía sortear la adversidad con el voguing, y abrí clases online por dos meses, septiembre y octubre. Empecé a darlas, tuvieron una bonita acogida. La ventaja que hubo fue que gente cualquier parte podía meterse a ellas, pero tuve que suspenderlas más tarde porque empecé a hacer mi tesis y tenía que concentrarme mucho”, recuerda.
Por supuesto, las escenas de voguing que se han recuperado más pronto han sido las más grandes, las de Estados Unidos y Europa. Por la afluencia de las vacunas y las medidas acertadas. Ello no ha ocurrido en Ecuador, donde la precarización en todos los ámbitos es grande. Aunque esto quizá revele un filo adicional del asunto. Según Jota, el voguing siempre ha sido político, más allá de la parte de entretenimiento que entraña.
“Eso está bien, pero el ball siempre ha tenido un contenido político. Por ejemplo, uno de los temas que siempre nos ha atravesado, a la diversidad sexual y a otras personas, es el tema del VIH-Sida. En el ball siempre ha sido importante visibilizarlo, hablar del tema, repartir condones. La presencia de los preservativos siempre ha sido un tema de los balls”, afirma Jordy.
Y es que, sin importar lo positivo del interés que el voguing pudiera despertar a escala masiva, según Jota, siempre debería haber algo adicional a la diversión. Para que no pierda los sentidos primarios que lo definen. “El problema, la desventaja, porque hay una, es que nos deja de pertenecer un poco y se vuelve algo comercial, algo a lo que tiene acceso cualquier persona y que es reinterpretable y se puede volver a hacer con otras lógicas y de otra manera”, afirma.
¿Qué le espera a la cultura ball en el país? Una vez terminada la pandemia, y con las cosas de vuelta a una aparente normalidad, ¿será posible que vuelva a crecer? O quizá se estanque. No hay nada seguro. La única certeza para Jota es seguir practicándola, investigando acerca de ella y difundiéndola. Además, claro está, del interés que el público pudiera tener. Un interés profundo, libre de generalizaciones y de análisis superficiales.
“Ya dependerá de cada medio el enfoque sobre el voguing y la cultura Ballroom. Siempre es necesario que las personas se interesen más en esta cultura: quiénes son las personas que lo hacen, de dónde vienen, y no sólo verlo en posts y hacer una interpretación suelta”, señala Jordy.
¿Qué papel le resta desempeñar al público para ayudar a la escena del voguing? ¿Cuáles son las mejores formas de hacerlo? Aquí es necesario hacer otro paréntesis y volcar la mirada a otra dirección. Porque, probablemente, el primer apoyo debería provenir, de acuerdo con Jota, de las autoridades.
“El apoyo que deben recibir las personas que hacen voguing, que pertenecen a estar culturas sub-urbanas, subalternas, debería ser mayor. En verdad, no recibimos apoyos estatales ni de gobiernos locales, y esos apoyos son súper importantes, porque nos permiten crecer y ofrecer a la sociedad otros puntos de vista, y romper las estructuras de opresión, de control, que nos mantienen en estos márgenes”, dice.
No hay duda, eso sí, de que el público tiene un rol necesario. Sobre todo, en el plano de la difusión. En este punto, Jota se permite hacer, más que una sugerencia o una recomendación, un comentario en cierto modo motivante:
“Si tienen la oportunidad de ver que está sucediendo algo con el voguing en una escena local, intenten asistir a las clases, compartir con un mensaje positivo, para ver si podemos llegar a otras personas, rompiendo las barreras mentales, normalizar lo que sucede. Para poder entrar en una especie de mercado que nos permita llegar a otros lugares y conseguir otras cosas que, al fin y al cabo, merecemos y que a otras personas se les hace muy sencillo obtener”.
Después de todo, la vida es cambiante. Es probable que en nuestro país el ball no siempre permanezca confinado dentro de los límites de la precariedad. Tal vez, al conectarse con el exterior y al establecerse las copiosas redes internas que requiere, se expanda. Así que mientras más pronto entre la gente, más pronto verá la diferencia en su vida:
“Lo que le recomendaría a la gente es que no pierda tanto tiempo intentando involucrarse con esta escena, porque siempre las que se involucran primero son las personas cuyos nombres quedan para la posteridad. Yo sé que el mío va a estar, no es por ser una persona poco modesta, pero es sí es una sugerencia que hago: no se tarden tanto involucrándose, porque es una cultura que da frutos”
Maty Palacios – Voguer, Drag, Travesti, parte de la casa Drag: Haus Of FreeSoul
La resistencia emergente
La reunión, la movilidad, el aguante, la celebración, el juntarse a travestirse, el disfrute del contacto con los tuyxs y en los espacios seguros que colectivamente se van creando, son algunos de los aspectos que abarca la cultura Ballroom. Mientras que, localmente, esta construye paso a paso un constante proceso de expansión.
Estas ritualidades compartidas en las que la presencia física es esencial, de muchas maneras se han trasladado al espacio digital en la búsqueda de sostenerse debido al panorama actual. Sin embargo, la escena drag y voguer sigue amplificándose desde la creación de redes sólidas y desde la presencia en el espacio digital, que también representa un espacio político.
Maty Palacios (Selene Witch), se encaminó en la cultura Ballroom a finales de 2019, encontrándose con un sector que le permitió abrazar su corporalidad, reapropiarse de su feminidad y entenderse como una persona no biniaria, como unx travesti, unx drag.
En el 2020 —año sumamente desafiante para todxs)—, a pesar de las contrariedades, Maty logró armonizar el voguing con su personaje drag y orientarse firmemente en esta comunidad. “La primera vez que hice voguing encontré un lugar o un pertenecer, me sentí muy abrazadx. Por fin podía moverme, expresar mi cuerpa, no sólo hacer un giro lingüístico en mi vocabulario, sino también re-apropiarme del lado de mi feminidad. El voguing me ha ayudado a caminar segurx y orgullosx de ser marica. Yo no me enunciaba desde lo marica antes de eso. Me ayudó a liberar las represiones que guardaba en mi memoria corporal”, cuenta.
El voguing para Maty no sólo es el baile y los movimientos, es toda una historia de resistencia a través de la celebración, de las agrupaciones, de la creación de una comunidad y del cobijo colectivo. Si bien la pandemia ahondó al colectivo en la incertidumbre, estas expresiones y quienes recientemente las encuentran y las potencian junto con quienes ya han estado desde antes, demuestran que es de esa incertidumbre de donde sacamos más fuerza y resiliencia.
“No solo hago vogue, yo soy vogue. Cuando estoy con un grupo, cuando bailo, práctico, escucho música o hago un show, yo me siento parte de todas las personas que han conformado esta comunidad. Es como una conexión que viene desde atrás, desde lxs que han resistido antes de mí y que yo espero que siga para adelante”, afirma.
Maty ha estado en una constante movilización de Quito a Cuenca. A pesar de que según él la escena Drag ha crecido más que en otros años, Cuenca no es una ciudad sencilla para hacer este tipo de arte. “Somos cuerpos ilegibles bajo la heterónoma y eso no te permite transitar con la libertad que esperamos y nos merecemos. Más allá del día del orgullo, en Cuenca son casi inexistentes los espacios artísticos o de recreación que se preocupan por hacer algo con temas drag o voguing, además de que todavía hay muchos estigmas”, comenta.
Hay y siempre han existido muchas barreras. El reto más grande según Maty es buscarse estos lugares donde poder manifestar todo lo que abarca esta cultura con libertad y respeto. Antes y después de la pandemia el espacio público sigue representado un riesgo para estas expresiones y para muchas otras. Y es importante cuestionarse que el acceso a lo digital también es un privilegio y es un espacio en el que también tenemos que cuidar entre todxs:
“Se necesitan recursos para hacer un show. Pero hay que seguir encontrando los espacios, aunque signifique una complejidad. Entre la comunidad Ballroom, sean artistas drag o voguers, el apoyo siempre es como el de una familia. Hay un sentido de colaboración donde todos nos sostenemos en el plano artístico, pero eso transciende a un plano afectivo también. Estamos hermanando y uniendo fuerzas. La comunidad es una herramienta para resistir”.
Maty comenta que lo importante del voguing últimamente es que lo podemos ver mucho más cercano a las calles y extendiéndose por Latinoamérica. Al conocer la historia se puede entender que es una comunidad que siempre ha estado y resistido, no únicamente algo actual. Sin embargo, nosotrxs también podemos aportar a su desarrollo local al comprender y conocer los espacios que habitan, la complejidad detrás de sus expresiones, apoyando y visibilizando el arte que gestan.
Daniel Moreno – actor y artista drag – Dionisios: arte, cultura e identidad
Larry Cai FreeSoul – cantante y artista drag – Haus of FreeSoul
El arte drag frente a la pandemia
Con una sala adaptada, telón y luces, muchxs drag queens intentan armar su propio escenario. Sin embargo, unir el lenguaje teatral con la virtualidad ha sido una situación complicada. Aunque muchxs intenten usar la plataforma, las transmisiones y Zoom, no es lo mismo hacer un espectáculo en casa.
Antes del COVID, lxs drag vivían un proceso de trabajo y de esfuerzo para conseguir espacios para su performance. A raíz de la pandemia, todo se vino abajo. En una época en donde se estaba potencializando la movida drag en el Ecuador, los colectivos estaban generando espacios de interacción con gente que no conocía sobre el arte, dándole mucho a este movimiento. Con la pandemia todo se complicó, porque uno de los sectores más afectados es el del arte, y de la misma forma, muchos de los espacios a donde la gente iba a consumir este tipo de performance.
“Todos estos espacios que estábamos generando y construyendo se cerraron, no porque no haya trabajo, fue por obligación de la pandemia el tener un aforo controlado y discotecas cerradas. Ya no es lo mismo, antes hacíamos de tres a seis apariciones semanalmente, y ahora con suerte se hacen dos a tres al mes”, cuenta Larry Cai FreeSoul, artista drag.
Daniel Moreno es parte de la comunidad drag desde hace más de veinte años. A lo largo de su carrera, asegura, la conexión ha hecho que el teatro sea mágico, porque lo vibras, porque sientes que tu cuerpo se conecta con el espectador y entras en esa catarsis en donde todo el mundo crea ese momento mágico.
Inicialmente con los shows en línea no podían hacer un espectáculo directo porque se caía la señal o la imagen no era clara. “No somos una televisora, no tenemos el material que tienen las empresas para producir y difundir. Empezamos a pre-grabar para evitarnos estos problemas, pero también te das cuenta de que el público se cansa. Teníamos una inversión gigantesca en equipos y personas, y eso provocaba que la ganancia del artista sea menor, entonces era una pérdida”, explica Daniel.
Tras la suspensión de eventos públicos por Covid-19, muchxs drags intentaron hacer transmisiones: “lo intenté en cuatro ocasiones, en las primeras transmisiones se conectaron alrededor de 50 personas, luego redujeron a 20-10 y en la última no hubo ni una persona”, agrega Daniel. Poco después decidió abrir el link para el público: “tampoco quería tener guardado un trabajo que costó tanto grabar para que nadie lo vea, es más el desgaste y el esfuerzo antes que poder conseguir algo de esto”.
Algunxs drags aprovecharon la pandemia para emprender y sacar nuevos talentos, como Larry, quien decidió producir su primer single “Culpable”. “Quería sacar mi canción hace años, pero antes tenía como prioridad mis shows semanales, no había la oportunidad de sentarme y enfocarme. En la pandemia me dediqué y tuve bastante tiempo, no puedes sentarte y esperar que todo pase”, cuenta Larry.
Con su casa Haus of FreeSoul, Larry ha logrado mantener el drag vivo e incluso se planea sacar un show por el mes del orgullo. El teatro drag Warmillas, dirigido por Kataleya Drag Queen, también ha permanecido firme en la pandemia con un show mensual en teatro, en el núcleo de Pichincha.
“Lo más cool es que puedes ser lo que tu quieras, puedes expresarte de cualquier forma. No hay límite, desde lo corporal a lo gestual, todo es un concepto que nace de ti desde cero, El drag es súper libre, es una sanación, lo más fiel a ti”, menciona Larry.
Por otro lado, la pandemia también se convirtió en una etapa depresiva para muchxs. “Se me suspendió todo, mis viajes nacionales e internacionales, festivales, programas, etc. Todo eso provocó que yo deje de hacer drag por un tiempo”, cuenta Daniel.
Mantenerse vigente es esencial, y para ser visible hay que estar constantemente en escena. Hay que innovar, pero el arte se pone en pausa y hay que tomar en cuenta la inversión y la ganancia. “La gente siempre critica y no ve el arte que hay detrás, el drag es un arte caro, y el cambiarse los tacos, la vestimenta, el maquillaje es una gran inversión”, aclara Larry.
Debido a la virtualidad se han abierto varias convocatorias. Afortunadamente hay organizaciones que se han propuesto hacerlo una vez al año y bien estructurado. El evento “Orgullo diverso”, que incluye el drag face, hizo la convocatoria, consiguió fondos y tiene la ventaja de tener un fondo de incentivo artístico, es decir que hay premios de hasta $1000. Hubo alrededor de 40 convocatorias. Y aquel es un grupo de trabajo grande, con organizadores, concursantes y jurado.
Lastimosamente, todos los espacios en donde se presentaba esta performance están cerrados, especialmente las discotecas. Ya no hay tanta apertura en los teatros por el aforo. No han cerrado sus puertas, pero han redireccionado su enfoque, ya que necesitan comercializar, y el arte drag no tiene un público cautivo aún. Las marchas y otros eventos a los que antes se hacía convocatoria drag ya no se realizan.
Radar, uno de los bares principales de espectáculo drag, ahora es un restaurante-bar. Ahí se ha intentado hacer varios shows, pero ya no hay la misma acogida de antes. Las discotecas emblemáticas de Quito de la comunidad LGBT cerraron sus puertas y todavía no se van a abrir. Muchxs vendieron sus lugares y muchxs migraron.
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En Ecuador no existe un auspicio y presupuesto tan grande como en otros países. La situación de los artistas drag internacionales es totalmente diferente. Así mismo, de la misma forma, los shows digitales no han tenido suficiente acogida y hay escasez de ellos. Tampoco hay suficiente representación de contenido LGBT en el país. Algunxs drags realizan su contenido independientemente para Instagram y Tik Tok, pero no hay presupuesto para algo más grande.
Lo más importante de la circunstancia que se vive es que el talento no falta, y lxs artistas drags han sabido sacar adelante su trabajo desde casa con esfuerzo y dedicación. Poco a poco, conforme todo regresa a la normalidad, se espera que el movimiento drag retome la misma postura que mantenía antes de la pandemia y que esta se mantenga firme en Ecuador.