Tres libros ecuatorianos que puedes leer en menos de dos horas

por Jorge Bayas Lituma
En este Día internacional del libro, presentamos tres libros ecuatorianos que se pueden leer en dos horas o menos. Son textos que lxs divertirán, lxs conmoverán, lxs interrogarán y les recordarán que, a pesar de todo, la literatura continúa viva. 

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El primer libro de la historia nació cuando las palabras, apenas aire escrito, encontraron cobijo en la médula de una planta acuática”, dice la escritora española Irene Vallejo, acerca de los rollos de papiro, una suerte de ancestro de los libros modernos. No fueron, por supuesto, el primer soporte de la escritura humana. Pero sí fueron uno más amable, manejable, suave, todo lo contrario de la áspera, dura, rústica piedra de las tablillas.

Hoy, cerca de 24 siglos más tarde, el libro sigue siendo, a pesar de las intromisiones de las pantallas pobladas de imágenes incandescentes, efímeras y vertiginosas, algo muy significativo dentro del mundo en que nos desenvolvemos.

No importa que su nuevo hospedaje esté en un Kindle, en la pantalla de una computadora o en un podcast. El libro sigue aquí, vivo, repleto de misterios, complejidades e interrogaciones, listo para que quien lo tome se sumerja en el desafío de observar el mundo con más matices de los anteriormente entrevistos. Aunque, debo decirlo, el papel seguirá siendo, por el rol que desempeñan el tacto, el olfato y el oído en la experiencia que los libros ofrecen, por lo menos para quien escribe esta nota, su hogar más entrañable.

Un buen lector sabe que los mejores textos son incómodos. Puede que algún exquisito que teme contaminarse diga que, con el movimiento que hacemos para descifrar las letras de algunos libros, nos llevaremos un poco de “desperdicios al nervio óptico”. Una opinión como esta no es relevante ni interesante. Los libros que merecen ser leídos no son perfectos ni amables.

Fueron escritos por individuos eternamente perfectibles que alcanzaron a atisbar algún quiebre: el derrumbe de una “verdad” o alguna norma. Y ofrecen crítica y contradicción a quienes se animen a tomar el desafío de leerlos.

Es por esto por lo que, en el Día internacional del libro, presentamos tres textos de autorxs ecuatorianxs contemporánexs que, estamos seguros, lxs desafiarán y lxs divertirán —y que se leen en dos horas o menos—. Puede que lxs confronten con su lado más oscuro, o puede que lxs ayuden a observar el mundo con distancia crítica. Quizá lxs conmuevan o lxs hagan reír. O es posible que incluso animen a quien se sienta tocado —y sea capaz de serlo— a empezar a narrar sus propias historias.

Quién sabe. Todo camino interesante empieza por una saludable incertidumbre. 

Nuestra piel muerta – Natalía García Freire

La Navaja Suiza Editores, 151 páginas (hay versión Kindle)

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Portada de Nuestra piel muerta

 

La mente de un niño no resuelve problemas, no imagina cómo saltar los obstáculos, sólo piensa cómo sería si llegase a vencer”.

La cuencana Natalia García Freire merece toda nuestra atención como lectores. Y no sólo porque se haya convertido en una de las grandes revelaciones de nuestras letras en los años recientes, sino por la delicada factura de su primer libro.

Nuestra piel muerta es un objeto artístico elaborado con una prosa sencilla pero abundante en momentos poéticos. Una fina y entrenada respiración que se detiene con delicadeza en lo supuestamente feo y asqueroso del mundo —los bichos—, y que no lo es tanto. Sobre todo si comparamos a este anexo —por lo general ignorado a voluntad y con repulsión— de la naturaleza con lo que está a plena luz: lo monstruoso del ser humano.

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Natalia García Freire

En esta historia de destierro y retorno, de impotencia y desquite, el protagonista, Lucas, es despojado de su escasamente admirable padre, de su madre, quien ha comenzado a enloquecer, y de su casa por un par de individuos grotescos. Y volverá para devastar todo.

 Una crítica ácida, y a la vez sensible, a la sociedad y la religión, repleta de alusiones irónicas y bien pensadas, que hará pensar en una especie de fábula de José y sus hermanos llevada a los dominios de lo gótico.

Extremidad fantasma – Guillermo Morán

Manzana Bomb Ediciones, 103 páginas (versión Kindle, hay versión física)

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Portada de Extremidad Fantasma

 

Ordenar sus comentarios como un rompecabeza. «Aquí la sombra de Ishawna debería quedar en suspenso, sólo hablando a través de las formas que le van dando la lluvia». 

Cuento. El género más incómodo. Género contundente, lindante con la perfección y, a veces, olvidado. Un género que bien puede funcionar dividido, con las piezas separadas de las obras más grandes que las contienen, pero que, para dar sus mejores frutos al lector, debe ser consumido por completo. Por la unidad temática y por la experiencia brindada, tal y como se devora una buena novela. 

La colección de cuentos Extremidad fantasma, del guayaquileño Guillermo Morán, funciona, como dicen los musicólogos, in crescendo. Comenzamos con cuentos con algo de misterio y extrañamiento —“La mujer del boceto”, “El polvo de Yucatán y “Vórtice”. Ya por entonces advertimos lo que ha sido mencionado varias veces como tema dominante en los cuentos de Morán: la crueldad.

Pero es, al principio, una crueldad menos ruidosa y más plisada a lo cotidiano. Conforme pasan los relatos, sin embargo, entramos en un universo más oscuro y contemporáneo. Un buen representante de esto es el cuento doloroso y afilado llamado “Avatares”, que por su temática recuerda un poco al escritor estadounidense Ted Chiang y a la novela ecuatoriana Acoso textual.

El aterrador futuro tecnológico de la ciencia ficción está aquí. Ya estamos a medio camino entre lo físico y la virtualidad, entre la vida palpable y las pantallas. Y esta pieza lo muestra con maestría. 

Guillermo Morán

El resto de los relatos termina por consumar este cosmos oscuro, donde domina lo abyecto y —como ocurre en el cuento homónimo “Extremidad fantasma” — las buenas intenciones pueden desembocar en la desgracia. No obstante, hay varios matices que, debido al tamaño de esta reseña, se quedarán fuera.  

Así que una buena opción para averiguar cuáles son sería comprar este libro y ponerse a leerlo de inmediato.

El nuevo Zaldumbide – Salvador Izquierdo

Editorial Festina Lente, 177 páginas

Portada de El nuevo Zaldumbide

 

Leer, más bien, con frecuencia produce ansiedad. La ansiedad por llegar hasta el final de lo que se está leyendo para poder empezar a leer otra cosa, y así en la lista interminable de cosas por leer y hacer mientras se sigue con vida”.

¿Quién dice que leer es aburrido? Sí, quizá algún profesor de secundaria que nos obligó a tragarnos algún complicado y voluminoso clásico nos hizo desconfiar del placer de la lectura. Pero el libro indicado bien puede abrir puertas por las que no nos atrevíamos a cruzar. Ese libro es El nuevo Zaldumbide.

Ya hicimos una reseña del último libro de Salvador Izquierdo ¿Cómo estás?, una miscelánea de formatos. Ahora le toca el turno a una de sus novelas, la más reciente.

Eso sí, debemos prevenir a quien lea esta nota. Las novelas de Salvador Izquierdo no suelen ser convencionales. Por ejemplo, “Una comunidad abstracta” y “Té Faruru” son colecciones de comentarios. Frases aparentemente convencionales que refieren chismes literarios y, sorprendentemente, van hilándose entre sí hasta contar, de forma velada, una buena historia. Con ironía, con humor.

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Salvador Izquierdo

No hay duda de que el rasgo más notable de Izquierdo es el humor. Un humor que en El nuevo Zaldumbide le permite reflexionar sobre cómo se construye un escritor en nuestros tiempos, que son muy distintos de la primera mitad del siglo XX. No se escribe ni se lee de la misma manera que en esa época. Las lecturas infantiles son otras, el vocabulario del escritor ha cambiado bastante. Y hasta la sensibilidad y lo culturalmente permisible han mutado mucho.   

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El choque del narrador con la novela que su abuelo, un destacado historiador, le regaló a los 15 años es, por lo tanto, comprensible. Encuentra el libro interesante, pero le hacen ruido las palabras preciosistas y los rasgos sociales de los personajes. Además, sabe que nunca logró impresionar a su abuelo. Y, extrañado, constantemente se crítica a sí mismo: se interroga, desconfía, duda.

De forma similar a los anteriores libros de Izquierdo, abundan las observaciones en apariencia banales —¿por qué se construye una reflexión tan sesuda sobre los cargos diplomáticos de lxs escritorxs ecuatorianxs? — que van tejiendo un relato hilarante. Hilarante y crítico.

Entre tanta literatura doliente, El nuevo Zaldumbide es un buen refugio para reírse por un buen rato y recordar que, sin perder la profundidad, los libros pueden ser divertidos.

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