El nuevo docu de Netflix es una pieza polémica que muestra por qué deberíamos prestar más atención al papel de las redes sociales en nuestras vidas. ¿Qué tiene de bueno y qué de malo? Aquí te lo mostramos.
La mayoría de nosotros, en algún punto de nuestra vida, hemos visto The Matrix, la famosa cinta de las hermanas Wachowski que, tras su estreno, en 1999, se convirtió en uno de los grandes fenómenos cinematográficos de todos los tiempos.
La premisa la conocemos sobradamente: Neo, programador en el día y pirata cibernético por las noches, es contactado por Morfeo. En una de las escenas más emblemáticas en la historia del cine, el misterioso individuo le ofrece dos opciones al protagonista.
Si toma la píldora azul, permanecerá en el mundo virtual dentro del que, desde su nacimiento, ha vivido prisionero. Si, por el contrario, se decanta por la roja, despertará a la dura realidad. Un entorno del todo desconocido y, por ello mismo, inquietante.
Neo, por supuesto, escoge la píldora roja —caso contrario, no habría historia—. Y, efectivamente, despierta en un mundo caótico e inseguro, con una humanidad que requiere de sus talentos latentes para liberarse del yugo al que está sujeta.
Esta bella historia de ciencia ficción, inspirada directamente por el mito de la caverna de Platón, funciona como una alusión permanente en el documental de Netflix The Social Dilemma. Y ocurre así porque va como anillo al dedo a lo que en este se plantea.
La nueva cinta, a medio camino entre el documental y el drama, fue estrenada en el festival de cine de Sundance de este año y fue lanzada en Netflix el 9 de septiembre de 2020. A continuación, te contamos por qué es una referencia ineludible para los tiempos que vivimos.
1. Hablan las autoridades
Estamos conscientes de que apelar a la autoridad de los expertos no siempre es un check que garantice que un producto esté libre de sesgos —incluido este documental—. A fin de cuentas, fraudes científicos como El hombre de Piltdown fueron apoyados por algunos de los hombres más versados de su tiempo.
Sin embargo, el hecho de que antiguos trabajadores de las empresas criticadas en este documental —Tristan Harris, de Google; Justin Rosenstein, de Facebook; Tim Kendall, de Pinterest, entre otros— aparezcan en él y ofrezcan su punto de vista otorga una gran fuerza a los argumentos.
Después de todo, ¿qué mejor fuente para conocer el interior de algo que alguien que ya ha emergido de las profundidades y está dispuesto a revelarnos algunos secretos?
2. Hay una crítica a una normalidad aceptada
No es fácil buscarle sus peros a una realidad a la que ya estamos acostumbrados. Todos pasamos horas y horas surfeando en redes sociales. Algo que no está del todo mal.
A fin de cuentas, este uso de las herramientas sociales nos ha garantizado estar más cerca de nuestros amigos y conocidos en tiempos como los que vivimos. ¿Qué mejor reemplazo para un trato físico que hoy se antoja imposible que una red de contactos gracias a la que, instantáneamente, nuestras reacciones emocionales y nuestras ideas serán recibidas por la persona que queramos?
Los expertos entrevistados en The Social Dilemma no niegan que esta sea una cara positiva de las redes sociales. No obstante, señalan la existencia de una sombra creciente en él.
Y es que, según ellos, hay una sutil diferencia entre una herramienta y un objeto adictivo. Lo primero sería una cosa que nos permita superar una dificultad o una imposibilidad que nuestros límites físicos nos pongan por delante y que no exija de nosotros más que un uso ocasional.
Lo segundo sería una cosa que, por más que nos ayudé a desempeñar una tarea, consuma una parte importante de nuestro tiempo —que podría invertirse en la lectura, en los estudios, en citas románticas, en actividades deportivas— al apelar a nuestra atención exclusiva.
Coincide, ¿no? ¿Alguna vez sentiste, nada más al despertarte, la necesidad irreprimible de abrir Facebook y revisar tus notificaciones? ¿Has visto Instagram por horas y horas, incluso si ya ojeaste las publicaciones de las cuentas que prefieres? ¿Te has pasado horas en Twitter en ese scroll infinito, en busca de…? ¿En busca de qué?
En la imposibilidad de contestar racionalmente esta pregunta está la base de la argumentación de The social Dilemma.
De acuerdo con el documental, la dopamina —una hormona producida por las neuronas del encéfalo y que está ligada al placer— tiene un papel primordial en la forma en la que las redes sociales nos mantienen enganchados. Nos prometen una gratificación rápida, fácil una vez que entremos, y muchas veces nos la entregan.
Pero la sensación de vacío vuelve con rapidez. Y es necesario persistir y persistir…como con una droga.
¿Es exagerado hacer una analogía entre las redes sociales y las drogas? Quizá no tanto si vemos lo que The Social Dilemma expone.
3. Muestra que vivimos en una burbuja
La segunda tesis más fuerte que sostiene The Social Dilemma para criticar las redes sociales es que estas nos han confinado en una suerte de burbuja de ideas permanentes y de prejuicios. Los algoritmos de Facebook y Youtube, que, de acuerdo con el documental, han sido perfeccionados con mucho trabajo a lo largo de los años, con el objetivo de que nuestra atención no se aleje de la pantalla, nos han dejado encerrados en una suerte de frío reducto en el que, de forma similar a la alegoría de Platón, se nos distrae infinitamente con las sombras de una realidad que apenas alcanzamos a percibir.
El problema está, en un inicio, en la maleabilidad de nuestra mente y, posteriormente, en el sesgo de confirmación que sucede a ello. ¿Por qué posturas científica e históricamente tan aberrantes como el terraplanismo, la negación del cambio climático, el rechazo a las vacunas o el negacionismo del holocausto judío están a la orden del día?
¿Por qué en internet abundan las opiniones políticas encontradas en las que un bando es reducido a una mala caricatura por parte de miles de fanáticos de otro bando —por ejemplo, el uso peyorativo del término “progre” en ciertos círculos —? ¿Y por qué las discusiones en internet no terminan en una síntesis de ideas, sino en ataques gruesos que se apoyan en las falacias más básicas del pensamiento?
Porque los algoritmos, al recomendar contenido relacionado con los gustos del usuario, acercarán a este, cada vez más, a sus creencias. No dejarán que vea el resto de las caras del cubo. Apenas se conformará con una. Y, lo más importante, creerá que, aun si las otras existen, son mucho menos valiosas que la que está viendo.
¿Creías que Matrix estaba lejos? Puede que ya esté aquí. O, por lo menos, eso es lo que nos dicen.
4. Muestra una crítica a sistema que lucra sin frenos
Si hay una última cosa que The Social Dilemma sostiene, es que las redes pueden no ser malas en sí. Sí, en cambio, el uso que puede hacer la gente de ellas. Nada nuevo a la vista. ¿O sí?
¿Qué tal si el sistema económico imperante aprovecha lo que hemos expuesto? Para lucrar sin control. Para difundir sin límites miles y miles de anuncios directamente relacionados con lo que se encuentra dentro de nuestra burbuja. No importa si se trata de las ideas más delirantes y contradictorias.
Pues, conforme a lo que dice el documental, eso es lo que hace el sistema actual, cuyos dictámenes implícitos son seguidos fielmente por parte de los diseñadores y los programadores de las redes sociales. A veces sin mala intención. Sin el objetivo de que las cosas más perversas ocurran.
Y es que, muchas veces, los efectos que provocan las intenciones dependen del contexto en el que nacen. Lo que da pie a un círculo vicioso que seguirá hasta que un grupo de personas decida romperlo.
¿Cuándo ocurrirá esto? No existe una respuesta. Tampoco sabemos si será posible, pero eso, insisten las voces presentes en el documental, es algo que necesitamos. Necesitamos una reacción colectiva y leyes que nos protejan. Que protejan nuestro tiempo y nuestra salud mental.
Algunos puntos criticables
Como todo producto comunicacional que tiene un punto para defender e insiste en sostenerlo, The Social Dilemma adolece de algunas falencias que deben ser expuestas y evaluadas. En su afán por convencer, este docu-drama incurre en recursos demasiado evidentes y algunas verdades a medias que deben ser matizadas.
1. La parte dramática del documental es demasiado evidente
No está mal elaborar una historia ficticia que, en clave, nos advierta de los peligros en los que estaremos metidos si no cambiamos la dirección en la que van las cosas. Pensemos en ficciones como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, El cuento de la criada, de Margaret Atwood, El cero y el infinito, de Arthur Koestler, o Rebelión en la granja, de George Orwell.
Sin embargo, a veces este afán didáctico puede ser contraproducente.
En eso cae The Social Dilemma, con una especie de trama ilustrativa que sigue el orden de los argumentos que exponen los expertos. En esta historia ficticia conocemos a la familia de Ben, un hogar pretendidamente común que, no obstante, empieza a tambalear a causa de la injerencia de las redes sociales en las vidas de los jóvenes.
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La premisa no es mala y podría funcionar. Si no fuera porque somos testigos de un desfile forzado de las situaciones más extremas provocadas por el uso de redes en unos pocos minutos. El recurso es tan deliberado, tan poco realista, tan inclinado a persuadir, que es difícil tomarlo en serio. Casi como si viéramos un capítulo más de La rosa de Guadalupe.
Y no sólo por esto, sino porque la manera en que las redes sociales influyen en la mente de Ben es mostrada de una forma sumamente maniquea. Como si estuviésemos enfrentando a una maldad absoluta, con una personalidad propia, y no a ese sistema económico basado en los réditos máximos al que ya estamos habituados.
2. La polarización y la burbuja no son cosas tan recientes
Si bien no es algo que la película declare explícitamente, con el énfasis que en ella se hace de las redes sociales como propagadoras de los distintos sesgos, pareciera que vivir en una burbuja es algo exclusivo de nuestra época. Que los mayores radicalismos y necedades son esencialmente un tema de los tiempos que vivimos. Y no es así.
Los sesgos de confirmación y la idea errónea que tienen muchos individuos de saber más que el resto viene de hace mucho. La afición a teorías de conspiración y la simplificación de otros grupos humanos distan mucho de ser un rasgo exclusivo de nuestro tiempo.
Puede que las redes sociales hayan exacerbado esta situación. Sin embargo, no han sido su origen.
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Hay muchas otras críticas que podríamos hacer a The Social Dilemma, como la falta de análisis de las características particulares de cada red social, la evaluación un tanto simple de cómo las redes pueden influir en nuestras decisiones políticas duras y una presentación no lo suficientemente clara de conceptos como la Inteligencia Artificial. Pero son temas que rebasan el espacio y el interés de esta reseña.
Por lo pronto, queda en tus manos ir a Netflix y hacerte una idea propia de The Social Dilemma.
En lo que respecta a mí, la tengo algo clara. Social Dilemma nos muestra que, pese a que pueden ser buenas herramientas para acercar a la gente, las redes sociales tienen un lado sombrío que no deberíamos ignorar y sobre el que deberíamos exigir grandes cambios.
Como dice Julio Cortázar, en uno de los cuentos breves, “no te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”.