Siempre he sentido mucha curiosidad por la música de Juan. Conversando con él, he podido entender sus gustos en el cine, y un poco más vagamente, en la música. Lo he visto tocar con la Tripulación de Osos, una banda de post-punk que tiene con tres amigos más. Allí suele gritar bastante, y me cuenta que es una de las cosas que más disfruta haciendo lo que hace. Para esta banda también ha compuesto algunos temas. Un día me comentó que andaba componiendo más, pero esta vez para un proyecto suyo.
Pasó el tiempo, y en otra ocasión me dijo que ya había subido unos temas a SoundCloud. Cuando los busqué, no encontré nada. Enseguida me di cuenta que estaba buscando bajo el nombre equivocado, y así supe que el proyecto de Juan no lleva su nombre, sino el de Santos Lugares.
Mientras conversamos, se me ocurre preguntarle sobre el nombre de su proyecto. Entonces me cuenta que mientras vivió en Buenos Aires, paseaba con frecuencia en bicicleta, y fue también la época en la cual empezó a descubrir, más a fondo, la literatura en español. Dice que leía a Julio Cortázar y Ernesto Sábato, entre otros. En uno de sus paseos, pasó por el último lugar donde Sábato vivió tranquilo, escribiendo y pintando, antes de morir. El sitio se llama Santos Lugares.
Este lugar, este nombre, adquiere el significado que uno le dé, y para Juan es su proyecto musical como cantautor; uno que se va gestando desde que tiene 17 años. Desde ese entonces, ya componía y experimentaba con la guitarra, pero el proyecto existe porque ahora le tiene más confianza. O para precisar desde sus palabras, porque conoce mejor su huella digital de la creación, esa que es única a cada uno de nosotros.
Que ésta ya no esté impregnada únicamente en melodías de su cabeza, sino en su voz y guitarra en SoundCloud, es la primera razón por la cual recomiendo su música. Es una cuestión arriesgada esa de mostrar un primer proyecto, pero es posible verla desde una perspectiva más sencilla. Juan me cuenta que realmente se divierte con su proceso creativo, con conocer y empujar sus límites, luchar con sus ideas, y esperar curioso a ver cual es el resultado final. Ese es el estado actual de Santos Lugares.
¿Qué sentido tendría que todo esto se quede guardado en su cabeza, o en un cajón, o en un par de hojas de papel desgastadas? El punto es que ahora su música está ahí afuera, y eso es suficiente. Yendo por la misma línea, también vale preguntarse, ¿de donde viene?
Así como el nombre de su proyecto se carga de una influencia, su música también. Cuando me cuenta sobre ella, hace énfasis en John Frusciante y Nirvana, menciona a Mac DeMarco y Los Tres, y finalmente recuerda lo importante que es Neil Young para él. Pero estas no son su única fuente de inspiración, Santos Lugares viene de los sueños y de un intento de escribir historias con la voz. También viene de conversaciones, experiencias personales, de las que odia, y aún más importante, de las que él ama.
Esta dualidad es parte del combustible que Juan aprovecha con su trabajo independiente, en un medio donde precisamente no hay industria. Incluso ha creado su propia «productora fantasma», a la cual ha denominado «Breve Vértigo». Su manera de enfrentarse ante la producción musical es otra razón por la cual lo recomiendo, en este caso por ser un músico que, como mencioné antes, conoce y empuja sus límites. Y no sólo los suyos, pero también de lo que comúnmente se cree que se puede hacer con la música.
Su producción es artesanal y rústica. Todos sus temas están armados con su voz y guitarra, y todas las variaciones que va descubriendo con ambas. Su música se siente cotidiana, como lo que conversamos y la manera en que lo hacemos. Las palabras más banales del día a día están en sus letras, y son parte de lo que lo hace tan particular. Puede que su música a ratos suene a Frusciante o a Young, pero más suena a él.
El ejemplo más claro de su huella digital es «Incoherencias en Stereo», el primer EP de Santos Lugares. Lo que empezó siendo un proyecto de score para el documental de un amigo suyo, es ahora un recorrido emocional que habla por sí solo. De hecho, estas incoherencias existen por sí solas, como representaciones de esas emociones que nos infestan sin que las invitemos.
Los títulos de las piezas que lo conforman son tan sugestivos como su «Intermedio sugestivo». Para éste, Juan me cuenta que quería llegar a esa sensación de estar aturdido y disperso en la cabeza. Y ahí recuerdo eso tan universal que hay en la subjetividad. Es más, para ser exacta, esta pieza es perderse en su cabeza, y a la vez, en las de todos.
Juan me cuenta que con su música, el busca comprender en base a la incomprensión. Es curioso cómo sucede que al final de escuchar «Incoherencias en Stereo», dejan de ser incoherencias.