Where We Were Safe explora la relación entre comunidades, espacios y la ciudad que vio nacer al auge salsero de los setentas. Revisamos este archivo interactivo que recopila las memorias sobre los lugares perdidos de la salsa en Nueva York, con el fin de reclamar una historia latina que se ha borrado y perdido en el tiempo.
La salsa nos atraviesa a los latinos de maneras que pocas veces se identifican con tanta claridad como cuando nos toca salir del núcleo. Cuando nos toca enfrentarnos a un mundo en que los estigmas nos pueden hacer perder la firmeza y seguridad que nos brindan nuestras raíces.
La discusión alrededor de los orígenes de la salsa es compleja. En tal caso, se puede decir con seguridad que la salsa, como concepto, nació en Nueva York. Esta ciudad y lo que representa son claves dentro de Where We Were Safe, un proyecto multimedia de historia oral que busca reconstruir el espacio histórico y recopilar memorias sobre los lugares perdidos y destruidos de la salsa en los años 70s.
Su creador, el periodista quiteño Marcos Echeverria Ortiz, llegó a la gran manzana hace tres años y se encontró con una ciudad que, a pesar de tener una población sumamente migrante, no tiene una historia ni memoria cultural latina visible. La salsa se volvió su refugio de latinidad, su espacio seguro. Tal cual fue para muchos, décadas atrás.
Es claro que del género y sus protagonistas se ha escrito innumerables veces, y por esta razón, esta no es una historia sobre la salsa.
Más bien vendría a ser el punto de confluencia de un legado plasmado en un archivo interactivo que surgió desde el cuestionamiento de un latino en Estados Unidos. Una historia trazada por complejidades estructurales, étnicas, raciales y urbanísticas.
Al despojarse de todas sus cuestiones identitarias conocidas, perder algunos privilegios, lenguajes o formas de identidad, Marcos se dio cuenta de que nunca antes se había visto en la necesidad de hacerse una pregunta. ¿Qué mismo significa ser latino en Nueva York?
Re-descubrir la identidad
Atravesado por estos cuestionamientos, y ya siendo parte de la diáspora latinoamericana, Marcos quería saber qué había pasado con la cultura latina en Nueva York. Dónde estaba metida y cómo estaba representada.
La gran metrópoli históricamente ha estado trazada por procesos de hiper-gentrificación, desplazamientos comunitarios y pugnas de poder territorial. Una de las motivaciones del periodista quiteño era entender cuáles son las tensiones entre el espacio, migración, identidad, y territorialidad. Lo cual lo llevó a estudiar los mapas de Nueva York.
Según Marcos, muchos de los problemas estructurales de los 70s comenzaron porque los mapas que han sido creados para visibilizar a esta ciudad fueron también utilizados para oprimir y desplazar comunidades negras y latinas.
“Todos los lugares históricos en los mapas tienen que ver con la cultura blanca y anglosajona. Es complejo que esta sea la única historia que reconozcan y visibilicen, porque borra todo el legado de una ciudad que ha sido latina por más de 100 años”.
Desde ese lugar, la salsa floreció de ideas sumamente combativas y de identidad. En la “salsa dura” se pueden encontrar diversos cuestionamientos que aluden a la violencia que atravesó a este contexto y los demás temas sociales que este archivo quería abordar.
Marcos, como muchos de los que hemos crecido en los Andes, antes de salir del país tenía una relación distante con la salsa. Desapegada y limitada únicamente a la celebración y al legado musical familiar.
Uno de los motores principales de este proyecto fue reflexionar cómo a él, como quiteño, con una percepción andina distinta culturalmente a la del Caribe, la salsa lo pudo conmover y sostener tanto en un país diferente.
En su búsqueda por reconocerse, se encontró con un lugar llamado Toñita’s. Este es el último Club Social puertoriqueño de Nueva York, ubicado en una zona donde estuvo uno de los asentamientos más grandes de puertorriqueños y que durante los últimos 10 años ha tenido un proceso de gentrificación y desplazamiento relevante.
“Explorando la idea de qué significa ser latino, descubrí un lugar donde va gente joven en las noches a bailar salsa y reggaeton. Me fascinó este lugar. Hablaba con un dominicano y le pregunté: oye, para ti por qué este lugar existe o por qué es importante, y me dijo: el latino en el mundo del blanco se pierde y este lugar es para que tú no te pierdas. Ahí fue cuando conecté con la trascendencia de estos lugares”, comenta.
La condición migrante, entonces, puede delinear bastante la manera de leer, entender, vivir y escuchar esta música que mueve las fibras más profundas de nuestros orígenes.
Según Marcos, gracias al mismo sistema que te categoriza dentro de una muralla de latinidad, cuando sales se borran todos los límites que existen en Latinoamérica y se hace un salto a una trans-identidad. “Para mí, la salsa, de alguna forma, es una expresión muy política y de identidad que ayudó a generar una conciencia panlatina, de unión panamericana”, dice.
Alrededor de esta idea de unión y comunidad, la salsa concilia todos los cabos de manera precisa. Y, a pesar de que el registro salsero es claro y contundente, Marcos sintió la necesidad de hacer el primer mapeo y acercamiento que existe de los lugares de salsa que no se reconocen en la historia. Pero sí en la memoria.
Registro, recuerdo, fiesta, y barrio
Where We Were Safe es una pieza mediática que contiene un mapa, un documental interactivo y archivo histórico que gira en torno a entender estos lugares: que pasó en estos y cómo esas dinámicas de resistencia construidas a través de la salsa ayudaron a la comunidad latina a enfrentar los años 70s.
El proyecto ubicó más de 100 lugares, pero se concentra en esta primera etapa en ocho de ellos que se clasifican por en las categorías siguientes: espacio público, radios, sellos discográficos, discotecas, y teatros. Marcos busca reconstruir estos espacios a través de la memoria y la voz de la gente de la comunidad. Y deja de lado la “gran metanarrativa de la historia de la salsa” y los grandes protagonistas del movimiento.
“Cuando no existe nada, cuando no existe evidencia, la única forma de generar archivo es a través de la memoria. La memoria, para las comunidades que han sido oprimidas y a las que, de alguna forma, se les ha negado su derecho a la historia, es una forma de replantear, reevaluar y de reacotar la historia e identidad, dentro de sus propios términos” .
Buscando las piezas de esta historia alterna, entrevistó a gente que, sin ser famosa, estuvo en esos lugares y se involucró directamente en la escena. “Me interesaba la gente. Una historia oral tiene ese valor: es desde abajo, desde la gente común y corriente”, cuenta.
El objetivo general era crear un mapa de la resistencia latina en Nueva York y una discusión sobre el desplazamiento comunitario. Sobre cómo se borra a ciertas culturas a través del espacio público en la ciudad. La misma herramienta que oprimió a ciertas comunidades fue utilizada en este proyecto para reivindicar su historia.
Por otro lado, si enfocó su atención en los 70s, no fue realmente porque en esa época haya sido el boom salsero, sino por la complejidad social del contexto. “Me interesaba entender cómo la gente se organizó políticamente, la relación que la gente tenía con su barrio. Cómo se organizaron estos movimientos comunitarios que, al final, desembocaron en un montón de luchas por el espacio”, dice.
Estos lugares de reunión y celebración tropical hilados por la salsa fueron extensiones de los barrios. Espacios autogestionados que brindaron libertad y seguridad para ser. Para expresar la calidez, el sabor y la vivacidad latina. Fueron lugares donde los latinos se sintieron a salvo dentro de una ciudad caótica.
Los testimonios musicales utilizados en este archivo indagan en ese otro lado comunitario —y, de cierta manera, contracultural— de una salsa que trascendía a la fórmula estandarizada de La Fania Records. El proyecto brinda la posibilidad de entender a la cultura latina desde las otras maneras que hubo de habitarla. Con sus grandes complicaciones, contradicciones, y también, infinitos encantos.
“No quería generar una narrativa, sino entender varias perspectivas personales. Resistencia es poder hablar tu idioma en Nueva York, es poder bailar tu música ahí, reunirte con tu comunidad. A mí me interesaba esa resistencia cultural que no es tan obvia, no tanto como formar un partido y protestar, sino los matices que existen en el diario vivir de la comunidad latinoamericana en Nueva York y que ayudaron a que esta no se pierda”.
En ese sentido, el proyecto es un archivo vivo, inconcluso y extenso que aún tiene un amplio camino que recorrer para acoger todo lo que falta por contar.
Lee también en Radio COCOA: Salsa de Altura
Si bien Marcos comenta que su experiencia como migrante ha sido, de cierta manera, privilegiada, la salsa fue ese medio de expresión que le hizo entender su pertenencia. Uno que lo ayudó a ubicarse y a encontrar su rol como latino dentro de la sociedad homogénea gringa que se conduce por una historia contada desde la visión anglosajona y colonial. Esto, al mismo tiempo que descubrió el tesoro que la salsa te regala cuando la escuchas y conectas con plena atención. Es verdaderamente difícil no sucumbir a su gozo y fervor.
“Entendí que, aunque yo parto de un contexto totalmente distinto de aquel en que la salsa nació, mi experiencia como migrante me conectó con esta experiencia combativa de la salsa. Me hizo comprender la importancia de la salsa dentro de un ambiente que siempre trata de encasillarte, de definirte como el otro”.