Una compilación que sabe a futurismo latinoamericano

Venezuela 70 / Álbumes / Latinoamérica

por Guillermo Morán
Venezuela 70, más que una compilación musical, es el soundtrack de otra línea de tiempo.

Quiero creer que una máquina del tiempo puede tener la forma de una playlist. La música es texto y contexto. Al ser, se desparrama. Es la naturaleza del sonido: un gallo en el barrio América, al amanecer, descoloca la atmósfera. Vuelve rural al concreto, a un barrio cuyo trasfondo diurno es el murmullo constante de las imprentas. Desde una perspectiva materialista, en la que el orden de los átomos rige el resto de las cosas, y teniendo en cuenta que la vibración es movimiento, es posible, al menos imaginar, que un beat adecuado puede restituir un viejo orden de las cosas.  

Le doy play a Venezuela 70: Cosmic visions of a Latin American Earth. Con el subtítulo de ‘Venezuelan experimental rock in the 1970’, esta curaduría musical, elaborada por el DJ venezolano Toni Arellano, reúne a nueve artistas y tiene el prodigio de llevarnos al pasado, pero al mismo tiempo, a un futuro que nunca fue. 

Imagen vía Discogs.com

El álbum condensa una burbuja musical que fue posible en Venezuela hace 50 años. Y aunque hoy parezca inverosímil, en ese momento surgió una industria capaz de incentivar, organizar, producir, grabar y difundir ecosistemas enteros de música: jazz, electrónica, funk, además de géneros tropicales y propios del país. 

Vytas Brenner es quien abre el disco con el tema ‘Araguaney’, cuyo título proviene del árbol de floración amarilla insigne de Venezuela. Es el anuncio adecuado de lo que se viene: un bosque colorido. Alemán de nacimiento, Brenner pasó la mayor parte de su vida en Venezuela. Juan Carlos Ballesta, director general de la revista musical Ladosis, adjetiva quirúrgicamente esta propuesta musical como visionaria: la voluntad con la que este músico y su agrupación combinan el folklore venezolano con música electrónica y rock de los setenta, el moog (o sintetizador) con las congas, el piano Fender Rhodes y el cuatro. Una sola reverencia a diversas latitudes musicales. 

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Pero este álbum no es únicamente Brenner, por más descollante que sea su figura. Aquí debo confesar algo: el tema con el que me metí en la compilación es una exploración escalofriante y casi mística a través del moog medular. Me refiero a ‘Pánico a las 5 am’ del cubano-venezolano Ángel Rada. Del epicentro del Caribe, cursó estudios de química industrial en Alemania. Eso explica la influencia krautrock y electrónica en esta pieza sideral que perfectamente podría ser el soundtrack de una distopía latinoamericana, un thriller ambientado en el año 3000. 

El disco incluye además a otros artistas que vale la pena mencionar, así sea de pasada. Tenemos a Miguel Ángel Fuster, de origen español, cuya música fue vital para ambientar el cine producido en la época: Soy un delincuente (1976), El pez que fuma (1977), por solo mencionar algunas de sus películas.

La compilación también nos presenta a Un, Dos, Tres y Fuera…, la deliciosa vena tropical que no podía faltar. La selección de Toni Arellano evidencia profusión, variedad, creatividad. Una escena inagotable. 

La línea de tiempo abandonada

¿Qué pasaba en Venezuela en los años setenta, cuya música no tenía miedo de hibridarse? Había dinero. Un mundo posible gracias a la marea negra del petróleo. Esa savia telúrica y asesina. El ingrediente ideal para producir abortos de modernidad.

Pero antes del aborto, hubo una promesa de futuro. El portal Sounds of the universe sentencia (la traducción es mía): “La mayoría de los artistas presentes en Venezuela 70 permanecen prácticamente desconocidos fuera de las fronteras de su país, sin embargo, su visionaria música progresiva es una de las más sofisticadas del mundo”.

Es importante destacar la labor de la disquera londinense Soul Jazz Records por posibilitar este ejercicio de arqueología musical. Eso también da qué pensar, es decir, cómo esta escena desaparecida venezolana termina siendo reconocida y rescatada por una meca foránea de producción musical. 

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Quienes recuerdan esta época no pueden hacerlo más que con nostalgia: Venezuela era el norte (no solo geográfico) de América del Sur. La esperanza. El ya mencionado Juan Carlos Ballesta recuerda cuando era posible caminar de noche por las calles de la ciudad, o tomar un autobús, sin miedo ni paranoia. Y enumera los vectores transitados por los músicos de Venezuela 70: El Teatro París, Teatro Municipal, el Poliedro, el Aula Magna de la UCV. La cartografía de un futuro imposible. 

Salvatore Maldera, reseñista de la revista DJ Mag, hablando de la constelación de músicos de Venezuela 70, complementa la idea: “Surgieron en una época tan distinta a la que se vive hoy en su país que, a veces, el pasado parece que fue un sueño. No solo se trata de veteranos artistas que siguen en activo en su país o se han mudado a los lugares más recónditos del globo y continúan desarrollando su expresión, también están los que descansan enmudecidos en un catálogo traspapelado en alguna estantería en Caracas”.

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Cuando el disco finaliza, queda el presente. Probablemente son pocos los que pudieron vivir esta época de bonanza, pero seguro muchos crecieron bajo la sombra de esos relatos. La sombra de aquella época de música, cine, de recibir oleadas de migrantes provenientes del resto de América Latina, e incluso de otros lugares del mundo (como los músicos que forman parte de esta recopilación). Al menos queda el legado de ese pequeño sacudón musical, que muestra que no importa que hayan pasado cinco años desde la grabación de Venezuela 70, o cincuenta desde que los artistas compusieran su música.  Queda el sabor de ese pasado que suena a promesa. Tal vez en otra línea temporal.  

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