La importancia de los espacios culturales en una ciudad de cemento
Desde la perspectiva de una graduada en ciencias políticas y relaciones internacionales, feminista y activista por los derechos humanos
Por Catherine Torres Cabanilla
La Perla del Pacífico es considerada ciudad de nobles, de guerreros; conocida por su gente cálida y por su cultura. Pero, ¿qué tanto hay de cultura y en qué tanto de esa “cultura” se pueden incluir a lxs artistas guayaquileñxs que son consideradxs delincuentes?
Guayaquil es una ciudad que considera los tachos de basura como “áreas verdes” y el cemento como “estética” de la ciudad. Pueblo que se independizó solo allá por 1820, mas excluye a su propia gente de espacios públicos.
No es noticia que Guayaquil no le pertenece a sus habitantes, ni que ellxs no son libres de utilizar el espacio público. En la última década se han evidenciado varios casos en que agentes municipales censuran —de cualquier forma— o privatizan lo público.
Músicos que se encontraban regalando arte a la ciudadanía fueron desalojados del lugar, por ser el Malecón 2000 un lugar privado, como lo confirman sus guardias de seguridad. Hoy 5PM Giovanni Burneo Lupino nos contará lo que sucedió.https://t.co/HWNkkRkDBV pic.twitter.com/W5HwX98hYy
— Ideas para Guayaquil (@IdeasGuayaquil) April 1, 2019
La no tan ilustre municipalidad de Guayaquil
Para poner en contexto a lxs lectorxs, en abril de 2019 un grupo de músicos decidieron sentarse en el Malecón 2000; espacio “público”, parte de la regeneración urbana del Muy Ilustre Municipio de Guayaquil, con un letrero que exponía: “no queremos sus monedas, queremos usar nuestro lugar con arte y con cultura”. ¡Y claro pues! Si no tenemos espacios donde compartir y exponer nuestro arte, no queda otra que hacerlo en el espacio público —el cual nos pertenece como ciudadanxs—.
A los pocos minutos fueron aprehendidos por agentes municipales con la justificación de que el lugar, donde más temprano habían sacado a toletes a vendedores ambulantes, es un espacio privado. Y es aquí donde me pregunto, ¿qué tan ilustre puede ser una institución que privatiza espacios creados para el bien público? ¿Qué tan ilustre puede ser un Municipio que crea ordenanzas que deslegitima los derechos otorgados por la constitución?
¡Ay, Guayaquil! El constante deseo de autonomía e independencia y el autoritarismo bien impregnado que acompaña a sus políticos no caduca.
Otra evidencia de esto es la persecución que llevó a juicio a Daniel Adum Gilbert, artista guayaquileño, por su obra LitroxMate —en el link está nota que RC hizo hace un tiempo—. En sus palabras, “pintar arte en la ciudad era motivo para que el Municipio de Guayaquil me quiera ver preso”. Y sí, el caso del Municipio de Guayaquil contra Adum pasó en el 2011, y nada ha cambiado desde entonces.
Desde enero del presente año, la municipalidad lanzó un proyecto de murales con frases de escritorxs ecuatorianxs, empezando por el barrio Los Ceibos. Uno pensaría que es sólo el Municipio quien está en contra del arte pero es la misma gente de la ciudad. Y cabe recalcar la falta de responsabilidad periodística, con un artículo que generaliza la opinión de todo un barrio con una muestra de tres moradores —puedes leer la de El Expreso aquí aquí—.
Irónico, ¿no? Cómo tan internalizado tienen lxs guayaquileñxs el adoquín y el cemento que lo consideran como bonito o, en las palabras de la nota del diario El Expreso, “simétrico”. O peor aún, las personas a las que se les da voz y espacio son quienes velan por los intereses de quienes administran lo público. No es sorpresa, con casi 30 años del mismo régimen en el que se considera al artista como delincuente y criminal.
Con razón que no hay espacios culturales en Guayaquil. Con razón es más viable económicamente vender un centro de eventos musicales a una corporación de centros comerciales. Mientras reine el capitalismo y el consumismo en la administración pública de una ciudad donde gana el más sabido, más difícil será para lxs artistas exponer y visibilizar su arte.
El poder de lo simbólico
Es necesario darle el lugar al arte, tanto como su valor económico e importancia. En el momento que se le da espacio y se comunica, existe.
Por ejemplo, en Guayaquil hay varios teatros pero no todos están registrados como centros artísticos en la Superintendencia de Compañías sino como centros de entretenimiento. Y no es porque estos teatros lo quieran así, sino por los distintos impedimentos por parte del Municipio.
Si no existe un marco legal —para empezar— que avale y visibilice el arte, ¿que tan existente es?
Disculparán pero es una locura cómo la ciudad persigue a sus artistas pero se jacta de apoyarlxs. Se evidencia en La Plaza -comercial- Guayarte. Ahí, tanto quería Daniel Adum ponerle color a la ciudad como el Municipio lo censuraba enviando agentes municipales a pintar los murales con gris. Sin embargo, ahora construyeron y abrieron un Centro Comercial con la justificación de que es un centro artístico; cuando todxs sabemos que lo que menos hay es arte.
Ya que mencioné a los centros comerciales, traigamos a Fediscos a esta conversación: lugar histórico para la música ecuatoriana, disquera y estudio de grabación de Julio Jaramillo. En sus últimos años se convirtió en una sala de conciertos y trajo un valor agregado a los domingos con su programa “Mañana es Lunes”, conciertos de contribución voluntaria que crearon una tradición para que lxs guayaquileñxs consuman arte.
Este lugar debió haber sido patrimonio cultural de la ciudad y no vendido a una corporación de centros comerciales. El Municipio pudo haber intercedido.
Y, ¿qué nos quedó a lxs residentes guayacxs? ¿GyeArte?
Por otro lado, Guayaquil inauguró el mes pasado la primera galería aérea de arte en el mundo con nueve piezas artísticas. No obstante, más o menos, siete de las nueve piezas son de artistas extranjerxs; Ecuador tiene apenas el 18% de representación.
Claro que choca, claro que hace ruido. Si tanto Guayaquil se refiere a sí misma como libre e independiente pero se contradice al oprimir y esconder a sus artistas, ¿no les parece ridículo que no se aproveche para exponer al arte y cultura nacional mayoritariamente en una galería que está marcando un hito cultural internacionalmente?
Lo personal es político
No hay aval legal, no hay espacios culturales ni de recreación artística, no se puede utilizar el supuesto espacio público porque resulta ser privado. ¿Cómo no cabrearse?
Recordemos que lo personal es político, el arte es político. El arte y la cultura son expresiones tanto de emociones del/la artistx como muestras del contexto nacional/internacional. No se puede omitir, censurar ni invisibilizar el arte; mucho menos no darle espacio ni facilitar herramientas para exposición de la misma a lxs artistas.
Sostengo las palabras de Daniel Adum en su libro LitroxMate (2017), no se puede meter a artistas y delincuentes en la misma bolsa —recomiendo leer el libro para ponerse en contexto y comprender la censura artística en Guayaquil—. Ya estamos cansadxs de vivir sin color, sin música, sin cultura.
No se puede excluir el arte de la cultura. En el momento que el Estado —entiéndase a Estado como el conjunto de personas, gobierno y medios— comunica sobre el arte local, se lo visibiliza y se le da espacio. Y, a su vez, validez.
Y, al momento de darle validez, se construye una sociedad libre, comunitaria y revolucionaria. Mientras más se oprime la expresión de ideas, de luchas y de conflictos por desigualdades socioeconómicas, más lejana está la paz y armonía de la ciudad y de su gente.