Motivados por su propia experiencia como músicos, ingenieros de sonido y espectadores, los productores de un estudio de grabación de Quito crearon una vitrina de exposición para bandas emergentes en las que ven potencial. La llamaron «Delicatessen» y así es como lo hacen.
«Generalmente tengo noches de insomnio en las que se me ocurren los proyectos. Hay ideas que son medio locas y otras que sí son factibles, y creo que esta sí era la que más se acercaba a lo que necesitamos ahorita como escena y como estudio también». Así se originaron los Delicatessen en la mente de César Mena, director de Semifusa Estudio y creador de esta iniciativa para impulsar y difundir la música local emergente.
El proyecto se podría definir como una maquinaria de apoyo para bandas jóvenes que funciona con dos engranajes principales: la organización de conciertos para ellos que a su vez permiten financiar una grabación profesional de primer nivel, y la posterior difusión de su música con el dinero de la taquilla. Ahora, gracias a las ideas del insomnio de César y la gestión de su socio Pablo Dávila (vocalista y fundador de Tonicamo), el proyecto ya tiene dos años.
Desde entonces, los Delicatessen se han convertido en una especie de vitrina donde se exhiben al mundo productos musicales escogidos, «más finos de los que encontrarías en una tienda de barrio», dice César haciendo referencia al nombre.
La motivación para realizar este proyecto surgió de las carencias que César vio y vivió en los conciertos locales. Recuerda por ejemplo las épocas en las que salía de gira con las bandas de heavy metal en las que tocaba a los 20 años, épocas en las que las cuentas que pagar no eran una preocupación y lo único que importaba hacer música a como dé lugar. Épocas más frenéticas sin duda, pero en las que la falta de recursos y de organización resultaban en que las cosas a veces se hicieran «a la patada».
Luego habla de cómo siendo parte del público, sentía mucha inconformidad al ver conciertos en los que el sonido era deficiente y perjudicaba al performance de la banda. O conciertos en los que las ganancias se desaprovechaban y los músicos que habían ido a tocar quedaban endeudados con las cuentas del local, el equipo de sonido o el transporte.
Con esas experiencias en mente, César se vio reflejado en las bandas jóvenes que hoy buscan empezar una carrera en el mundo de la música independiente. De ahí nacen sus ganas de llevar a cabo los Delicatessen como una forma de darles un empujón a esas propuestas. «Yo hubiera querido tener esa oportunidad que les estamos tratando de dar, y quisiera que hubiera un montón de más oportunidades. Ni de chiste pensaba en que alguien venga y me diga: ‘hay chance de que toquen en conciertos y de ahí financiamos la grabación‘».
Por un lado, los Delicatessen han consolidado una plataforma para que bandas jóvenes surjan con buenas bases. Pero al mismo tiempo, le han permitido a Semifusa dar cabida una gran cantidad de clientes que querían grabar con ellos pero que no tenían dinero suficiente para hacerlo, y así completar su carpeta como estudio. César espera que todo el esfuerzo también impacte a la escena y ayude a «subir un poquito el estándar en cuánto a la organización de los conciertos, el sonido en sí, y el trato a la gente y a las bandas».
Para que todo esto funcione, el Delicatessen opera bajo un esquema de trabajo que se ha ido puliendo con el tiempo y que busca siempre ser sustentable económicamente. César lo explica de la siguiente forma: «La idea es reunir un grupo de bandas que a nosotros nos interesa producir porque hemos visto que, o se están moviendo bien en escenarios, o en los ensayos están súper sólidos y listos para sacar buen material. Entonces les juntamos y entre todos se arma el concierto. Nosotros organizamos toda la parte logística: conseguimos el local, ponemos al staff, hacemos entradas y la publicidad del evento, les organizamos entre ellos y ponemos el backline. Con todas estas condiciones, que son bastante buenas para bandas que están iniciando, ellas pueden invitar tranquilamente a sus amigos para que con el costo de la entrada puedan financiarse las grabaciones acá, o masterización o mezcla».
César dice que para que el Delicatessen sea rentable, cada show debe incluir un mínimo de cuatro bandas. Pero más allá de la plata, reconoce que mucho de lo que mueve al proyecto es su acolite por tramitar todo lo que requiere la organización de un concierto, cosas que él y Pablo pueden sortear con más facilidad dada su experiencia. Así pavimentan el camino para las bandas a las que convocan.
Afirma también que tienen una inclinación consciente por trabajar con bandas de indie rock: «Al ser bandas indie no tienes restricciones estéticas tan marcadas y eso nos da un poquito más de libertad de dirigirles y crear sonidos distintos para cada una de ellas». Sin embargo, no se cierran a un único nicho. «En el futuro de pronto sí nos abramos a otro tipo de géneros, pero sabemos que tienen que ser circuitos paralelos».
Bajo este modelo han organizado ya ocho ediciones del Delicatessen, y armado un compilado de las bandas que han aparecido en los show, entre las que están: H.O. y los Bicivoladores, Donnie Parko, Skinny Jeans, La Rabia del Roid, Tonicamo, Ficus y El Tiro, por nombrar a unas cuantas.
«Es chévere que los músicos estén con el espíritu de sacar las cosas solo para que su música se escuche. Nosotros estamos detrás trabajando para que empiecen a funcionar. Yo veo que las bandas se emocionan y eso es chévere porque así noto que estoy haciendo algo, acolitándoles en algo», dice César.
Ahora se alistan para una nueva edición este 26 de enero en Quito, y esperan mantener vivo el empuje para que cada vez sean más bandas jóvenes las que puedan surgir exponiendo su música en la vitrina de los Delicatessen, convirtiéndola en un producto refinado.