Se sentó en el sillón de estampado de helechos y se juró a sí misma no depender de nadie para trabajar. Jenny quería ser fotógrafa y eso hizo: se convirtió en una de esas fotógrafas que todos quieren en el mundo de la publicidad quiteña.
Le costó un poco tomar decisiones, salirse de arquitectura, conversar con su padre mirándolo a los ojos y viajar. Tres años más tarde, llegó de Buenos Aires sin planes, pero recargada de aprendizaje y con un compañero que le acolitó en la búsqueda de la opción idónea para trabajar sin jefes. “Siempre tuve en mi cabeza que quería tener un estudio, un lugar para mí.”
Tres &Dos podrían ser cinco, pero no. En realidad son los números de la suerte de Jenny Ruiz, Andrés Vallejo y Sergio Parreno o no, mejor que sean ellos tres, más los dos perritos de Jenny o mejor sólo el nombre que salió la tarde que se reunieron para almorzar en el centro comercial y que, por razones irrecuperables, decidieron ponerle al colectivo que querían formar. El tema es que tres meses después, encontraron casa e ideas suficientes para cambiar sus vidas de agencia –al menos las de Andrés y Sergio– por una de freelanceo, trabajos creativos, talleres y horarios libres.
La idea de Tres&Dos se une a una tendencia que dicen, nació en San Francisco, EEUU y ahora se despliega como espuma de jabón por el mundo. Una nueva forma de trabajar en la que la oficina rectilínea, con modulares de aluminio y vidrio para cada ente es cambiada por un espacio abierto, abierto a las ideas, abierto a la luz y a la creatividad. Para ellos, en este punto de sus vidas era lógico pensar en algo así. Jenny hace foto, Andrés es creativo de publicidad y Sergio, diseñador gráfico, y les movía pensar por un momento en la posibilidad de hacer que algo brote de su iniciativa.
“Pensamos que era un lindo momento porque los carbones se están empezando a prender y creo que hay que empezar a soplar para que se aviven. Creo que ahora hay más chance y también hay más gente que está haciendo diseño” reflexiona Andrés, sentado en algo así como un área de juegos de la casa de Tres&Dos, donde hay una gran chimenea negra, césped sintético, una tele y un playstation.
La palabra clave aquí es coworking. Varia gente con profesiones afines, comparten un mismo espacio de trabajo donde hay mucha chance para el networking, la colaboración y el lanzamiento de propuestas. Digamos que es como una comunidad donde cada uno trabaja por su lado, pero el ambiente permite compartir varios proyectos. En Quito, algunas personas, en especial jóvenes y del ámbito creativo, se dieron cuenta que esta idea podía resolver su cansancio de vivir, o bien metido en una oficina con una estructura vertical, o la de pasar en casa trabajando solo hasta el fin del día, sin tener un lugar a dónde volver luego de la jornada.
Para hacer la experiencia aún más diferente que la de una oficina entre la Naciones Unidas y la Patria, los interesados en regar este tipo de experiencias buscan casas grandes –esas que alguna vez albergaron a familias con cinco hijos- para adaptarlas a sus necesidades y darles su toque creativo. En Tres&Dos hay diseñadores gráficos, publicistas, fotógrafos, un diseñador de interiores, un animador y una diseñadora de modas, conviviendo en un inmueble de siete ex habitaciones.
Sergio, Jenny y Andrés son los fundadores del colectivo Tres&Dos / Fotograma Radio COCOA
Este colectivo tiene ahora un objetivo en la mira. La chispa de todo esto surgió luego de un taller de fotografía de moda dictado por Jenny. Lo demás, fueron ideas que como mariposas, fueron volando y reflejando otras ideas alrededor, hasta asentarse en la arcilla maciza de este proyecto. “Queremos que este sea un espacio para todos y que cualquiera pueda venir y proponer cosas”, dice Sergio. Una especie de filosofía, ayudar al medio y ser puente. Por eso, el plan de armar talleres, ya no sólo con Jenny de expositora, sino con gente pilas de cualquier rincón del mundo, sigue siendo un leitmotiv creciente.
Sergio sueña con traer de pronto a la gente de Threadless o a Sagmeister, con armar una expo con proyectos de diseño local, con llenar la casa de gente interesada en sus trabajos. Las ideas, a medida que va adecuando su espacio nuevo, van surgiendo y las comparte con los chicos. Hoy sólo son eso, ideas sueltas, pero ya no tiene que mandarlas para aprobación, ni tiene que consultar sobre presupuestos a ningún departamento. Es él y su nuevo equipo, su renuncia recién presentada y una mazamorra de pensamientos que empieza a leudar con fuerza en la casa.
