Para que cabecees como se debe en los últimos días de febrero, te presentamos un combo ganador desde Venezuela, Noruega y Suiza.
1. Zeta / Álbum: Mochima
Zeta es una agrupación venezolana cuyos discos han estado varias veces entre mis favoritos, año tras año. Comprometidos con la ética del DIY (Do It Yourself), no sólo han sido ejemplo de música sino de una transformación en los ámbitos de activismo, cultura e, incluso, comida.
Su música es una mezcla de post punk y hardcore con arreglos latinos, muy similar a lo que hicieron At the Drive in y The Mars Volta en sus inicios, pero con un toque más pesado e, incluso, de arreglos más elaborados. Con cierta influencia de las escuelas tropicales. Jugando entre diferentes ritmos, en sólo 10 años han producido siete LPs y tres Eps. Algo que también cabe recalcar es su incansable necesidad de presentarse en vivo, con giras extenuantes, convergiendo en muchísimos lugares pequeños, fieles a la idea de la catarsis entre el público y los músicos que se da en la intimidad.
Algo que me gusta de Mochima, que igualmente es quintaesencia en su composición, es la experiencia ritualista en la que se desenvuelve el disco. Como una especie de realismo mágico musical, muy latino, muy sudaca, que culmina en un crescendo pesado de percusiones y gritos que oscilan entre punk y jazz.
2. Borknagar / Álbum: True North
Habían pasado tres años desde la última placa de los nórdicos Borknagar. Era septiembre del año anterior y nada hacía presagiar que lograrían algo muy complejo: sacar un mejor álbum que el predecesor, Winter Thrice. Este último ya guiaba cada vez más a la banda a un sonido menos enraizado en el black metal de los 90, del cual son parte, y en él se abrían territorio por un black metal progresivo y técnico con más vocales limpias que ásperas en la mayoría de los pasajes.
Previo a la grabación de True Nord hubo un impacto muy importante en la alineación de la banda que, uno pensaría, podría haber complicado las cosas para la publicación del álbum: la salida de Vintersorg, que había sido el vocalista del grupo por casi 20 años. Aun así, esto dio oportunidad para aprovechar al máximo las cualidades artísticas de ICS Vortex y Lazare Nedland, que intercambiaron papeles en diferentes canciones y fueron el punto más alto de la composición, gracias a la cual el disco navega en gélidas aguas escandinavas.
Entre canción y canción se nota esta mejoría. Y, también, la soberbia actuación de una banda con madurez y experiencia, cuyo sonido genérico se va haciendo cada vez más reconocible. En lo personal, los dos últimos discos son los que más he disfrutado en todos estos años.
3. Bölzer / Álbum: Lese Majesty
Al hablar un poco sobre sus primeros pasos en la música, hace algunos años, los miembros del dueto suizo Bölzer decían que “habían recibido atención tanto positivamente como negativamente”. Así mismo, citaban que “era sorpresivo, en un género extremo, estar fraguados en dogmas conservadores y un elitismo pasado de moda”. Hay detalles que resaltan mucho en ellos: su composición, al ser sólo un dueto, sumada a su descomplicada habilidad y persistencia por no detenerse en mantener apariencias y, en su lugar, crear música pesada e intensa, llena de una atmósfera herética sin poses. Cabe recalcar que ellos mismos han sido parte de varias controversias por varias de sus declaraciones o elegías.
Lese Majesty presenta una música con toques de sludge metal y varios matices de black y death metal. Desde el primer tema, “A sheperd in wolven skin”, se crean las armonías que se mantendrán a lo largo de todo el EP. La fórmula recuerda a la de producciones anteriores, como Hero (2016), pero algo más cohesionada y con más claridad.
Un punto importante es el acierto de las líricas, estructuralmente bien construidas y con una afinada maldad. Todo esto, combinado con una clara evolución en riffs y una ambientación mejor detallada, da como resultado un sonido claramente imparable y en constante transformación.