Music can come from objects as unexpected as a set of stairs, demonstrated Tiger Okoshi and his band during Saturday’s Ecuador Jazz concert. The show started late due to heavy rain, but quickly captivated a small but lively audience. IMC Mini Big Band, an eleven-piece group from USFQ, began the evening with a song by Don Menza. Although the crowd was hesitant at first, applause picked up as soloists from the band showed off their skills.
Some of the band members seemed too absorbed by their music to move, but the animated bass player kept the concert visually upbeat. The band played songs that varied in length and speed, composed by prominent jazz artists like Freddie Hubbard and Miles Davis. The audience added their own musical accents by snapping and tapping their feet hard enough to shake the balcony. By the end of the performance, many of the balcony audience members were on the edge of their seats, peering over the barrier to get a better look at the show.
Tiger Okoshi and his band took the stage after a brief intermission, to the sound of heavy applause. The international group included a Swedish bass player, an Italian piano player, and a saxophonist who currently lives in Brazil. The musicians played compositions by Okoshi himself. “Most of my songs [have] a picture and story,” Okoshi said.
Okoshi’s music often related to nature. A composition inspired by the ocean, which started with discordant, low tones, received the most applause. A piano solo in the middle of the set broke the pieces up nicely, adding a vocal element to the performance.
Near the end of the set, Okoshi started to feel the altitude. “It’s high up here, right?” he asked, while holding his chest. “Probably I should live here so I can get used to it,” he said. Despite this, the band went on to play four more songs, welcoming Francisco Lara and Esteban Molina onstage to showcase their talents.
The concert ended with an offbeat number, which included an instrument changeup. A melodica took over for the piano, while the sax player pulled out a flute. The percussionist kept the beat on a small set of theater stairs through combination of tapping the sides and pushing the steps forward with his foot. Okoshi offered an instrument case as an extra drum partway through, giving the percussion another tone. The band invited the audience to join in with a clapping pattern, which they kept up steadily throughout the second half of the song.
As the musicians packed up, the audience gave them a standing ovation. “See you next time,” Okoshi said. “Goodbye.”
Objetos tan extraños como las escaleras pueden producir música, así lo demostraron Tiger Okoshi y su banda durante un concierto el sábado, en el festival Ecuador Jazz 2011. El concierto empezó tarde a causa de la lluvia, pero los músicos rápidamente capturaron la atención del pequeño pero animado auditorio. La IMC Mini Big Band, un grupo de once músicos de la Universidad San Francisco de Quito, comenzó la función con una canción de Don Menza, “Groove It Hard”. Aunque el auditorio estuvo tranquilo al principio, la energía subió cuando los solistas demostraron sus habilidades.
Algunos de los miembros de la banda se abstrajeron en la música y permanecieron totalmente quietos, aunque el bajista puso en claro que el concierto y el repertorio eran para moverse. La banda tocaba canciones que variaban en duración y velocidad, en un setlist con artistas destacados del jazz, como Freddie Hubbard y Miles Davis. También, el público contribuyó con el beat de la música, chasqueando y taconeando con tanta fuerza que todo el palco se sacudió. Al final de la interpretación, las personas en el balcón estuvieron al borde de sus asientos, mirando por encima de la verja para ver mejor a la banda.
Tiger Okoshi y su cuarteto entraron en el escenario después de un intermedio corto, acompañados por el aplauso del público. El grupo internacional, invitado al festival, incluyó un bajista sueco, una pianista italiana, y un saxofonista que vive en Brasil. Los músicos tocaron composiciones de Okoshi. “La mayoría de mis canciones [tienen] una imagen y un cuento.”, dijo Okoshi.
La música de Okoshi muchas veces relacionó a la naturaleza. Una composición que se inspiró el mar e inició con sonidos discordantes y bajos, fue la más aplaudida. Un solo de piano en la mitad del concierto funcionó como un buen intermedio del set. Al mismo tiempo, y en ese momento, la pianista cantó, añadiendo un elemento vocal a la interpretación.
Cerca del fin del espectáculo, Okoshi empezó a sentir la altura. “¿Es muy elevado aquí, verdad?” preguntó, mientras puso la mano en el pecho. “Probablemente debo vivir aquí para que pueda acostumbrarme.” A pesar de esto, la banda tocó cuatro canciones más, dando la bienvenida a Francisco Lara y Esteban Molina de la USFQ para tocar con ellos.
El concierto terminó con un número excéntrico, que incluyó un cambio de instrumentos. La pianista tocó una melódica y el saxofonista, la flauta. El percusionista mantuvo el tempo en unas escaleras pequeñas, con una combinación de dar toques en los lados de las mismas y el movimiento de sus pies. Okoshi ofreció al baterista el maletín de su trompeta, como un tambor adicional a su particular set de percusión. La banda invitó al público participar con un arreglo de aplausos, que se mantuvo a un ritmo constante durante la segunda mitad de la canción.
Al final, mientras los músicos guardaban sus instrumentos, el público le dio una ovación de pie. “Nos vemos pronto.”, dijo Okoshi. “Adiós.”