Entre las películas más destacadas del año pasado y del circuito actual de galardones, quizá la más arriesgada, y a la vez la más entretenida, es «The Wolf of Wall Street» de Martin Scorsese (actualmente en carteleras nacionales). Sin desviarse de su marca que ya lo ha consagrado como uno de los grandes proponentes de la historia del cine, el director toma la oportunidad de contar una historia biográfica que fácilmente podría ser encasillada en un drama, y lo hace desde el territorio de la comedia negra. A pesar de siempre estar muy presente dicho humor en la obra de Scorsese, en esta en particular se nota ya una inmersión que claramente toma un giro de sus obras más clásicas.
El resultado de esta comedia negra -aunque el término se quede corto con respecto a todo aquello que abarca- es un intenso retrato de nuestros tiempos, donde la megalomanía se ha vuelto la mentalidad distintiva, y el tiempo mismo parece adelantarse a nuestro paso. De hecho, las tres horas de duración de la película son un testimonio a dicha idea. Así también como al talento que posee Scorsese para entretener a su audiencia recurriendo a viejos trucos y viejos colaboradores. Entre ellos, la editora Thelma Schoonmaker, el guionista Terrence Winter, y más notablemente Leonardo DiCaprio.
Y así la película jamás llega a ser monótona, y de carcajada en carcajada, va profundizando sobre una realidad que ya no parece realidad.