Tomás se puso su camiseta de Deftones y agarró temprano el Vingala con su pana skater altísimo, para topar con otros amigos en la 12 de Octubre. Ese sería recordado como el día en que sonaron al pana skater de casi dos metros en un mosh épico, pero también el día en que Marinerito de Agua 7 se convirtió en un himno de su grupo del colegio. El sábado 11 de febrero de 2003.
Para ese entonces, los Tanque ya tenían un poco más de vello facial que en los primeros shows. Y tenían un público que coreaba sus canciones. Se las sabían todas. Ninguna novedad cuando el repertorio ya tenía seis años y el disco tres. Xavier Muller, el vocalista de la banda, recuerda que les costó sacar el disco. “En esas épocas era difícil sacar algo, de hecho los CDs para grabar los trajimos en la maleta de un tío». El lanzamiento que estaba previsto para 1997, tuvo que esperar hasta el 2000, cuando – desde su propia disquera, Mama Lucha Records-, soltaron mil copias de El Pank de Cada Día.
Tanque es de esas bandas que toca, desde 1996, sólo por diversión. Y porque se siguen llevando el Xavier, el Sebastián, el Juan Fernando y el Andrés, aunque sus vidas actuales poco tengan que ver con anarquía, con insultar a Febres Cordero o con planear tocadas en el Miami Recepciones. Más allá de su trayectoria y aceptación, han tenido la suerte de formar parte de años clave, donde pasaron cosas importantes para la música no comercial en Quito.
A finales de los 90 y principios de los 2000, la movida independiente era pequeña y las bandas eran pocas. Pocas mujeres en los conciertos, pocos lugares para tocar. El atado de bandas alternativas se resumía a Muscaria, Sal y Mileto, Mamá Vudú, Chancro Duro, entre otros proyectos más intermitentes y más under.
Pero en los márgenes del rock, saltaron bandas más jóvenes que se fueron uniendo a las otras para conformar poco a poco una escena. Nada estuvo planeado. Todo lo contrario, la rebeldía adolescente y la joda los llevó a juntarse, y aprender a tocar algo más que covers de Nirvana. En bares pequeños y casas abandonadas empezaron a armar conciertos de ska y punk. Ahí te encontrabas con El Retorno de Exxon Valdés, con la Rocola Bacalao, con los Tanque (escena Norte de Quito).
“Me acuerdo de esa casa por el Mercado Artesanal”, cuenta Juan Fernando Muñoz, bajista de la banda. O el Chicago’s Place, dice Xavier, recordando en voz alta el nécrido lugar con luces fluorescentes que por esas épocas funcionaba en el subsuelo de las Torres Almagro. De esos sitios había algunos. Empezaron en locales más gamines como El Sótano, el Miami en el Labrador, o La Cantina. Más adelante, se consolidaron espacios donde fueron a verlos sus fans por años. Dos de ellos, La Bunga y El Aguijón.
Oscar Tafur encontró la música de la banda cuando trabajaba en El Aguijón y se la llevó consigo para siempre. “Cobraba las entradas y les acolité a vender los discos. Y nada, se acabó el concierto y me regalaron uno, el segundo, y me lo autografiaron. Para mí fue una bestia, porque me había gustado la banda full. El Sebas Burbano [guitarrista] dibujó un muñequito con un tachito de agua y un trapeador y le puso dedicatoria y todo.” Desde ahí se aprendió las letras, empezó a ir a los conciertos (a todos) y se dio cuenta de que era un fan.
Cuenta la leyenda que Deleep Korah, -ex trompetista de la banda de ascendencia hindú-, antes de irse de vuelta a su país hizo una copias en cassette del primer álbum y las repartió por Quito. Esa era una de las formas de piratería que movía la distribución de música local de aquel entonces, y ellos vivieron lo positivo de compartir la música.
Las mil copias del álbum se habían ido rápido. Unas 400 en el lanzamiento, una disquera les robó 200 y el resto se esfumaron al primer año. A las personas como Tomás, que empezaron a salir a conciertos después del 2001, ya no les quedaron discos, pero sí cassettes. “Me lo cruzaron. De hecho, nunca he visto el primer disco. Los hermanos grandes de mis amigos tenían la música que nosotros queríamos. Entonces fui al bazar y me compré un cassette en blanco y uno de los hermanos me lo copió”.
A él le gustaban las letras de Tanque porque decían la verdad. Desde las situaciones cotidianas que apelaban a riñas en la escuela y a personajes de TV, hasta ese desafío a la institución y el enojo contra uno mismo. En una época en la que las emociones bullían en la piel y la soledad se metía a pelear con las hormonas, el Tomás adolescente no pudo identificarse más con la banda. Hasta ahora, les agradece por eso.
Se han ido a estudiar a otros países, trabajan lejos de Quito, se han ausentado por años y han vuelto a tocar decenas de veces en todo este tiempo. “Somos más o menos como el Blues [un bar de Quito], sólo que no nos cambiamos de nombre”, bromea Xavier. Pero han llevado el proyecto como cargar un tanque de gas: sumando los pasos, viendo al frente y con full ñeque. Sin tener que preocuparse por responder nada a ninguna disquera, ni a nadie.
Por eso tal vez, sin miedo a que les pidan las canciones de toda la vida, están componiendo unas nuevas y se están sacando la madre en los ensayos para que suenen con la misma prolijidad que las de Hasta la muerte de su Titular.
El Tafur les tiene una admiración por eso. Ahora él tiene 30 años y sigue viviendo la emoción de cada presentación de Tanque. Cada regreso es una excusa más para ir a verlos.
“Los fans de tanque son muy extraños, porque no es una banda a la que puedes seguir: Tocan una vez al año o dos”. Dice que no los puede ver en vivo siempre, aunque los escucha a cada rato en su casa. Para muchos y para Tanque, sobretodo, 20 años más tarde, la euforia sigue.
La tarde del sábado 25 de abril de 2015, Tanque desató un pogo de puños, gritos, lágrimas y estertores. Tomás no fue. Pero estaban, juntos, el aniñado que se hizo punky en cuarto curso y el anti noveleros que se enganchó con la música de la banda a sus 15 y no tiene interés en soltarla todavía. De esos pares impares habían cientos, entre ellos el Tafur, mezclados todos en una marea centrífuga. Y para toda esa masa caldeante, sobre la que caían gotas de sudor desde el techo de la carpa, Tanque tenía –una vez más- un regreso e himnos para corear.
2 commentarios
¡Excelente artículo! leí cosas que no sabía a pesar de que los escucho como desde el 2004 más o menos. Sólo faltó especificar que Tanque NO tiene fans, sino hinchada, aunque interpolando, me puedo declara hasta una groupie jaja xD
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