Ya no mires atrás, el nuevo disco póstumo de Luis Alberto Spinetta, es lo que sus fans esperaban: una muestra auténtica de su talento inagotable. Y aquí te contamos por qué.
No es una novedad. Cuando un artista consagrado lanza nuevo material, nos lanzamos sobre él como gallinazos sobre carroña. Ya sea para decir que la nueva obra es muy mala y no se compara a la obras cumbres de nuestro genio admirado, o para elogiarla hasta rayar en el fanatismo.
Que quede claro: ninguna de las dos actitudes es reprochable, sobre todo si tomamos en cuenta la cantidad enorme de material que abunda en la red. Si pensamos en las grandes plumas que escriben sobre el mismo tema y que, seguramente, tendrán más visibilidad y más finura que la nuestra, ¿importa lanzar una gota más al mar?
Ese es el sentimiento con el que escribo esta reseña. Porque —a riesgo de caer en la segunda categoría— creo estar entrando en el terreno un hombre infinitamente más complejo y dotado que yo. Un hombre precoz que se pasó la vida componiendo elegantes melodías y complicados pasajes, y adornándolos con su poesía cargada de múltiples sentidos, a veces impenetrables.
Ese es el Spinetta que habita mi mente. Un Spinetta arcano, cuyas letras tienden un velo entre el sentido que puedo darles y el sentido que el propio músico imprimió en ellas. Pero, a fin de cuentas y como dicen, la música es un lenguaje universal. Si de placer hablamos, el nuevo póstumo disco de “El Flaco”, Ya no mires atrás, es de los más accesibles de su discografía, de los que más rápido te sumergirán en sus melodías y sutilezas.
Han pasado varias semanas desde que, el 23 de enero, Google homenajeara a Spinetta en el aniversario de su nacimiento, con un doodle cubierto casi en su totalidad de verde. El mismo color que, con variaciones tonales, está presente en la portada de su Artaud, de Pescado Rabioso, acaso el disco más famoso del rock argentino. Ese mismo día sus fans se emocionaron con el lanzamiento de un nuevo álbum. Sí, no importa que fuese a través de la música. No importa que los huesos del maestro llevasen siete años dentro de su ataúd. Ese día, a través de la reproducción digital, el genio volvió a la vida.
La portada, inspirada en las ilustraciones hechas por el multifacético Spinetta, luce como una versión robótica del hombre que aparece en la portada del primer disco que grabó, Almendra. Podríamos verlo como un recordatorio de cuánto tiempo ha pasado desde entonces. De cómo el mundo ha cambiado desde aquella época idealista que combinaba a partes iguales la política y una intensa y libre experimentación artística.
Ahora bien, ¿de dónde salió la música de Ya no mires atrás? Según su hija, Catarina Spinetta, un día, revisando un viejo pendrive de su padre, se topó con una colección inédita de canciones grabadas por él. Al parecer databan de 2008 y 2009 —una época que, desde nuestros días, se ve ya muy lejana—. Sólo hacía falta masterizar y hacer la mezcla final.
Luego de efectuado el proceso, ¿cuál es el resultado? ¿Es un álbum que sabe a su época, o una obra de anticipación digna del genio del inolvidable Luis Alberto? A primera vista, indudablemente, lo primero. Ya no mires atrás no podría sonar más a la década de los 2000 —excepto por una canción, pero ya hablaré de eso luego —. Y ya lo anuncia “Veinte ciudades”, el tema bien pop, adornado por unos teclados sutiles, con el que empieza el disco. La letra, suave y sutil, transmite ternura y demuestra que, pese al sonido “dosmilero”, “El Flaco” sabe crear temas intemporales. Canciones que remitan a una época tan lejana a la que atravesaba cuando la compuso: la juventud, tan plagada de incertidumbres e ilusiones.
El segundo tema es el highlight absoluto del disco. “Ya no mires atrás” es una bonita balada, sostenida por una música tranquila y decorada por una letra dulce y, de algún modo, epifánica. ¿Te suena? Sí, quizá no es la primera vez que escuches la canción. Si has visto el documental sobre Spinetta que hizo National Geographic, seguramente ya oíste un fragmento de este tema. Ahora podrás degustarlo entero.
Y si de escuchar algo que ya escuchaste se trata, “Nueva Luna, Mundo Arjo”, registro en estudio de un viejo tema de la banda ochentera de “El Flaco”, Spinetta Jade, cumplirá con tus expectativas. En especial porque este tema trae la nota discordante al disco. Y la trae al apartarse musicalmente de los últimos discos de Spinetta y volcarnos, momentáneamente, a una onda más ambiciosa. Buena adición. Aunque probablemente sea el tema que corta en dos al disco, ubicando la parte más reveladora y amable al inicio, y la más melancólica después.
Antes de ese tema, sin embargo, tenemos “Agua de Río”, un track relajante, teñido por la sutileza de los teclados y las cuerdas presentes en medio de la pegajosa melodía, que a tu cerebro le será imposible eludir. No sé si sea el mejor tema del disco, pero sí, tal vez, el más pegajoso y mi favorito. Y de la letra, mejor no hablar. Para muestra, un botón: “No pares de crear, cambiando lo que anda mal/Puedes elevarte de aquí”.
“Merecer”, una canción que habla, nuevamente, sobre las incertidumbres del amor, inaugura la segunda parte del álbum. Y lo hace con una sorpresa bien guardada. Su música, digna de Spinetta, pero sin nada que la eleve a la condición de highlight, tiene un gancho ineludible que conecta la obra del gran maestro con las nuevas generaciones. A los dos minutos, nos toma por asalto una sección extraña: la protagonizada por Benicio y Angelo, los hijos de Catarina y nietos de “El Flaco”.
Ambos nos regalan un rapeo contundente cuya inclusión posterior a la grabación hecha por su abuelo, para mí, es clara. Se trata de mostrar la correspondencia, por encima de ritmos e instrumentos, con los temas universales. Esos que, a pesar del paso de los años y el cambio en el gusto, siguen y seguirán presentes en el arte.
El siguiente tema, “Luces y Sombras”, de corte más melancólico, es un buen anuncio para “Diadema”, que, con su lentitud pasmosa, cierra el disco por todo lo alto. Tiene un aire actual, si bien, por momentos, su estilo recuerda al de El jardín de los presentes. La letra, que comienza haciendo hincapié en lo fugaz de la vida, la tiranía inquebrantable del tiempo, termina con unos versos enigmáticos y epifánicos que parecen conectar con el principio del álbum y, al mismo tiempo, cerrar el camino del artista hacia la inmortalidad: “De las vidas veo salir/Una llama de eternidad”.
Y es que, aun si la música de Ya no mires atrás parece, en mayoría, un mero rastro rastro de lo que se hacía en los 2000, la obra no tiene desperdicio. Y no lo tiene porque, como ocurre con otras obras tardías y póstumas, podemos verla como una despedida, el ascenso de una estrella a la eternidad. El comienzo de su permanencia definitiva en los anales del rock.
El periodista argentino Sergio Marchi dijo que, sin importar que las épocas hayan cambiado, el rock ha envejecido bien. Es parte de la memoria humana. Una presencia ubicua en nuestra cultura, tan rica y compleja. Y Spinetta, con su voz distintiva, su obra prolífica y sus letras repletas de misterio, ya es una parte inseparable de ella. Larga vida al rock. Larga vida al Flaco.