Fue una noche de contrastes en el Teatro Sucre. El frío que rondaba la plaza nos empujó hacia una entrada, sin fila. Poca gente en las afueras… adentro, un aforo vacío. Los únicos personajes que incursionaban en las tablas del escenario eran los Tilingos, caricaturas fantásticas de cartón que minutos después, agarrarían un poco de confianza para mover sus cuerpos con un poco de jazz.
Parecía que el show no tendría acogida. La hora marcaba su rumbo y los asientos, aún vacíos…para alimentar el ambiente, James Brown sonaba de fondo como abre oídos. En cuestión de cinco minutos, el teatro se llenó con un oleaje de aficionados en busca de ecos jazzeros. La capacidad del lugar casi llegaba a su tope cuando Andrés Noboa y la Orquesta Interbarrial acompañaron a los Tilingos.
El toque comenzó.
Este proyecto de Noboa se aleja de las raíces bluseras a las cuales siempre estuvo aferrado. Esta vez, su sonido se asemeja a un free jazz con tintes académicos pero que siempre recurre a la improvisación. El sonido de esta banda es para apreciarlo y oirlo cómodamente.
La música de Noboa era interrumpida por puertas a medio abrir, por idas y venidas de los atrasados y por sombras que se acumulaban en los pasillos.
Finalmente, la banda terminó el número mientras la gente no paraba de llegar. Platea, luneta, atrás y adelante, arriba y abajo, repleto. Todo a reventar.
Tras el receso de quince minutos, los Dap-Kings se deslizaron al escenario con unos elegantes ternos que hacen alusión a aquellas bandas sesentonas de súper soul americano. La gente enloqueció… Los asistentes cacharon que no iba a ser un concierto para verlo… sino para sentirlo. ¿Cómo? ¡Moviendo el esqueleto!
El peculiar guitarrista, Binky Griptite, cumplió con su rutina de presentador. Antes de abrirle paso a Sharon Jones, introdujo a las dos cantantes del coro. Saundra Williams y Starr Adkins impactaron con sus vozarrones tras cantar dos temas como intro. Si el preámbulo era motivador, lo posterior…
Griptite puso al teatro en onda. Pidió a la gente escuchar el concierto de pie y tras decir algunas palabras sobre lo acogedora que es la ciudad, el soul en estado puro comenzó a desbordar el escenario. Se arrastró por el piso y subió por las paredes para apoderarse del cuerpo de la multitud. La música entró por la punta de los pies, pasó por las piernas, invadió el pecho, siguió por los brazos hasta llegar a la cabeza. Todos al baile y poseídos por este sonido histórico.
“Ladies and gentleman, please welcome to the stage, the Super Soul Sister… ¡Miss Sharon Jones!”, anunció Griptite.
¡Soul, soul, soul! ¡Parán pan pan Awwww! Y aquella dama, negra, de baja estatura y contextura gruesa fluyó a lo largo del escenario con un vestido amarillo, lleno de flecos, como aquellas prendas setenteras de estilo disco. Se movía, bailaba y alegraba la noche. Su primera canción fue “Tell me”, seguida por temas como “I learned the hard way” y “Mama don’t like my man”.
Tras un par de canciones, el jam se apoderó del escenario y Jones simuló un viaje en el tiempo hacia los años 70, específicamente para recordar la época del popular programa de televisión Soul Train, que fue una catapulta para grandes cantantes y bandas de Soul, Disco y Funk en los Estados Unidos.
Tras un gran desborde de energía, la banda tocó algunos temas oscuros y fuertes como “If you call”. La fiesta se reanimó y Jones invitó al escenario a varias chicas a bailar. “Move it, move it, move your body”, gritaba su voz aguda y ronca que se asemeja a aquellas cantantes de soul de antaño como Aretha Franklin. Mientras tanto, una de las seis bailarinas era una niña de alrededor ocho años, quien sacudió el teatro por las ganas con las que bailoteaba. Fue la estrella del número.
Posteriormente, Jones interpretó “How Long” y “Better things”. Pareció como si un diablo del Funk se apoderara de sus piernas… Jones se sacó sus elegantes tacos, movió y bailó su cuerpo con estrafalarios movimientos. Parecía un trompo de luz amarilla que daba vultas al ritmo de la sección de vientos, la percusión y el profundo sonido del bajo. Show total.
Los músicos se despidieron. Pero la audiencia, sedienta de más soul, no bajó sus palmas ni dio pasos de retiro. ¡Querían más!
En eso, Fernando Vélez, percusionista de la banda apareció sobre el escenario y animó al público a llamar nuevamente a Sharon Jones. La mítica artista de 57 años volvió al jam y cantó aquel hit que no podía faltar. “100 days & 100 nights” fue la última canción, para una última y única oportunidad de ver a una leyenda del soul como ésta… Sharon Jones & the Dap-Kings fue un concierto de los que solo se pueden ver una vez en la vida.