RC Archivos | Encuentro de ritmos tradicionales con distorsiones del mundo

Propuestas musicales ecuatorianas donde conviven el rock1y la música tradicional

por Radio COCOA
El rock y la música tradicional son cosas que, para oídos políticamente correctos y mentes configuradas en convencionalismos y estándares rígidos, jamás podrán ir juntas en un mismo pentagrama ni mucho menos, tener un milímetro en el cual puedan encontrarse.

 

Este texto fue escrito por Pablo Rodríguez, reconocido periodista y gestor cultural quiteño, quien falleció en marzo del 2021 a causa de Covid19. A través de este texto, que aparece originalmente en nuestra publicación impresa RZINE Vol. 1, recordamos a Pablo y sus más de dos décadas de oficio visibilizando al rock ecuatoriano y sus actores a través del periodismo y la gestión cultural.

Ventajosamente, existe una escena musical compuesta por varios grupos que, por sus propias necesidades, en varios casos alimentados por su entorno o el simple deseo de experimentar fusiones, han roto sus propias reglas y han reconfigurado en una misma línea sonora, ritmos y sonoridades características del rock y la música tradicional.

En los más de cuarenta años que lleva generándose rock inédito hecho en Ecuador, la corriente que más identidad le ha dado a esta propuesta es la relacionada con grupos que fusionan, o mezclan, —las dos opciones se aplican como lo veremos más adelante— al rock en sus diversos géneros con la música tradicional. Esta propuesta tiene su antecedente en los años ochenta, cuando en Cuenca surgió el grupo Tahual, que recurrió a la sonoridad de la música cañari, con el sentir musical de Pink Floyd.

Si bien luego de este grupo no aparecieron ampliamente otras propuestas en este estilo, se generó una comunidad de músicos que más tarde generaron propuestas sólidas, como Curare, Sal y Mileto, Aztra, pasando por grupos como Grimorium Verum, que alternan el black metal con el yaraví, o Wanancha Puka, que introducen metales en su propuesta rock.

Para delimitar esta propuesta, ubicaremos a lo tradicional como los ritmos musicales propios de determinadas zonas —de la periferia sobre todo— de la Sierra y la Costa: la música propia de sus festividades y sus rituales. En cuanto al rock, se lo abarca en todos sus géneros, desde el rock psicodélico de Pink Floyd, que influye en Tahual, hasta el black metal de Grimorium Verum, pasando por la marimba o el sanjuán que marcó a grupos como La Grupa o Cruz del Sur, y casos puntuales de grupos como Sobrepeso y Antipatikos, que han versionado temas referenciales de la música tradicional como «La Vasija de Barro».

Se encuentran dos formas para denominar a la relación entre el rock y la música tradicional. Unos prefieren llamarlo fusión, y otros mantienen el concepto de mezcla. Los primeros se enmarcan en la aplicación conjunta de recursos característicos de cada estilo, como por ejemplo Curare, quienes utilizan la distorsión de guitarras al interpretar partes de sanjuanes.

En cuanto a lo que se denomina como mezcla, el ejemplo sería Grimorium Verum —a pesar de que su líder no está muy convencido de identificarse como tal—, quienes en una misma estructura musical alternan riffs de black metal con partes de yaraví. En el trasfondo de este ejercicio sonoro predomina el sentimiento y la complementación a la que llega el rock con la música tradicional.

Por lo tanto, el término fusión es lo más cercano para denominar a esta forma de expresión sonora, que, por sus elementos, sobrepasa cualquier denominación.

Los otros que conviven en mi espacio

Apuntes sobre el entorno en el que se desenvuelve esta fusión tradición-rock.

Poner en escena estas tendencias requiere de un trabajo que, en el fondo, tiene en la música su recurso final. Es el medio para conseguirlo, ya que la simple intención de «fusionar» no sirve. Así, por sí sola, puede llegar a ser una falta de respeto. Porque requiere de la convivencia con lo tradicional.

Primero, por un tema de lógica, ya que al no haber partituras escritas de esta música, o tal vez pocas, la única referencia son las grabaciones de música tradicional, pero estas lo único que permiten es copiar la música, o versionarlas, para darle algo de valor a esta acción que, sumada a un simple arreglo rockero, sabrá a nada. La intención de esta fusión es decir algo más por encima de la fuerza que desde sus orígenes tienen ambas corrientes musicales.

La segunda razón obedece al sentir, al hacerle entender al corazón cuáles son las razones por las que hay que alternar, en este orden, el sentir rockero con la esencia tradicional. Más que para responder preguntas, para encontrar una luz que guíe esa otra configuración sonora en ciernes.

Por citar pocos ejemplos, tenemos a Sal y Mileto, quienes luego de ensayar, muchas veces se quedaban en las fiestas de pueblo para convivir hasta la anécdota como aquella corrida de toros de pueblo, en la cual la muerte se acercó demasiado a uno de sus miembros, e inspiró la canción «San Camilo». O el caso en que el silencio de la noche, y la oscuridad propia de una zona sin luz eléctrica en Cañar, inquietó a uno de los compositores de Tahual, quien en su niñez pasaba sus vacaciones en esa parte del Ecuador.

La marimba y los sonidos de la Costa que caracterizan a Cruz del Sur son posibles solo luego de la convivencia que su compositor tuvo en las fiestas de Canchimalero. Para que exista una banda como Curare, fue vital la época infantil que dos de sus integrantes pasaron en las fiestas del Ejido de Caranqui, en su natal Ibarra. Al norte del país, junto al cementerio de Tulcán, sonaban siempre los yaravíes que acompañaban el inicio de actividades del niño que años más tarde fundó Grimorium Verum, uno de los grupos referenciales del black metal en Ecuador.

Tras todo este recorrido, se identifica otro elemento vital en esta fusión: el ser mestizo, que marca la identidad de los latinoamericanos. En lo musical representa a Occidente con el rock, y a lo tradicional como ese elemento que forma parte de la cotidianidad y al que accedemos de varias formas, muchas de ellas subjetivas.

El rock tiene una estructura ya definida, en la que hay una base estándar para tocarlo y componerlo, al contrario de la música tradicional, que en su gran mayoría responde a las vivencias y las formas como se la vive en su lugar de origen. Estas diferencias hacen que el rock sea la parte formal, en términos musicales, mientras que lo tradicional responde a la parte flexible, que en varios casos facilita esta fusión.

Para tener una idea más amplia sobre las implicaciones de esta fusión, citamos a LeRoi Jones, quien en su obra Blues People. Música negra en la AméricaBlanca (2011) hace un exhaustivo análisis a la génesis del blues, atravesando la situación económica, social y política que devino en su nacimiento como una expresión contestataria, en medio de una sociedad poco dispuesta a aceptar sus formas culturales propias del lugar de origen:

«Un oyente occidental criticará peyorativamente las cualidades de timbre y afinación de un cantor africano o negro, cuyo canto tenga una finalidad totalmente diferente a aquella preconizada por el criterio de la suma perfección. El chillón y bronco sonido de los cantores africanos se atribuye a su carencia de adecuada preparación, y no a un consciente deseo, dictado por sus propias culturas, de producir un efecto determinado», dice Jones.

Este autor profundiza más en estas implicaciones y llega a poner un escenario de confrontación de conceptos:

«No hay modo de comparar a un cantante de blues con un tenor wagneriano, proceden de culturas que casi nada tienen en común, y la música que cantan son igualmente dispares… Que un occidental afirme que la voz de un tenor wagneriano es mejor que la voz de un cantor africano o de un cantante de blues, equivale a que un no occidental desprecie la Novena Sinfonía de Beethoven debido a que no fue fruto de una improvisación».

Esto nos ubica en dos escenarios. Por un lado, la identidad ya definida que tienen estas corrientes, y por otro, las necesidades marcadas que definen sus formas. Como en nuestro caso somos hijos del cruce de estas dos culturas, nos ubicamos en el centro, en una posición que nos aleja de nuestra identidad originaria, para exponernos a la búsqueda de otra forma para definir nuestra identidad, por eso una razón de ser de la fusión entre la música tradicional está en nuestro ser mestizo.

Se puede llegar a esta fusión después de volver a ver nuestros antecedentes, a nuestras raíces y juntarlas con la corriente occidental, a la que estamos expuestos desde un primer momento de aprendizaje y convivencia con el entorno.

Hay casos donde el estudio fue el proceso que devino en la música. En esto destaca la propuesta de La Grupa, grupo que inició en 1998 y fue creado por Christian Mejía, Ivis Flies y Johnny Ayala.

La Grupa cautivó al público joven con una propuesta que se reforzó con la inclusión de músicos como Carlos «Pantera» Pizarro y Lindbergh Valencia, natural de Esmeraldas y experto en música tradicional. Sin embargo, es indispensable regresar constantemente en el tiempo para no perder de vista los antecedentes, como por ejemplo Promesas Temporales, quienes en los años ochenta fueron vitales para la música hecha en Ecuador. Su propuesta experimentó con varios ritmos tradicionales.

Lee el texto completo en RZINE Vol. 1. A la venta en: Librería Española, Librerías del Fondo de Cultura Económica Ecuador, Librería y Cafetería Tres Gatos, The Owl Books & Gifts.

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