¿Qué significaba ser alternativo en los 2000?

por Marcos Echeverría Ortiz
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Felipe y Nicolás Meneses (quién también es baterista de Los Alkaloides)

* La siguiente serie de publicaciones no corresponde a la construcción de estereotipos, sino al registro de espacios, momentos y personajes de la escena independiente pasada y actual.

¿Qué significa ser alternativo? Esta etiqueta cambia con el paso de tiempo, especialmente con la aparición de nuevas tendencias culturales, artísticas y sociales. Pero en términos generales, el “alternativo” es un personaje diferente y que mantiene una postura de contra cultura guiada por espíritu subversivo que desafía el status-quo, que no necesariamente es político.

Hoy la etiqueta de moda sobre lo alternativo corresponde al hipsterismo: subcultura que disfruta de la música indie-under, de las artes y que tiene una fuerte postura de rechazo a lo mainstream. Pero, hace 10 años atrás, la etiqueta de lo alternativo podría ser distinta.

Nicolás y Felipe 

A inicios de los 2000,  por lo menos en nuestro país, la piratería se posicionó como el método más efectivo, libre y popular para acceder a la música y a otro tipo de información. “En la Shyris vendían los mp3 compilados de la banda que tú querías, con fotos, portadas y letras. ¡Todo! Uno de los primeros que compré fue de Pixies. Escuché ‘Come On Pilgrim’ -su primer EP, 1988- y me pareció que fue grabado en el 2001. Esto fue la puerta hacia lo alternativo”, cuenta Felipe.

El internet se convirtió en un rascacielos con grandes ventanales en el que Nicolás y Felipe Meneses visitaban para sacar las cabezas y dar un vistazo a lo que pasaba fuera del Ecuador. Sus ojos y oídos comenzaron a adquirir una noción del mundo y su inmensidad.  Así fue como estos dos hermanos se pixelaron en el furor de una época repleta de tecnología y conexiones. Se volvieron más universales. 

Hoy, Nicolás y Felipe tiene 25 años y junto a Ernesto Torres, son El Extraño, banda de rock a la que ya no le interesa hablarte en «ecuatoriano».

El plan

Ocurría durante los sábados por la tarde, a inicios de los 2000. Estos gemelos vivían y consumían el sonido under de aquella escena: el Punk.

Estos conciertos funcionaban como matiné y terminaban, como máximo, a las siete de la noche. Esta era la otra experiencia, la que se contraponía a gastar $5 en el cine o a una partida de Q-zar en el CCI. “Esto no todos lo vivían. Uno estaba con otra gente escuchando una banda en vivo, eso era especial. Era como un secreto compartido. Regresabas el lunes al cole y no tenías con quién hablar de eso. Solo esperabas el próximo fin de semana para hacer lo mismo”, dice Nicolás.

Algunos de los locales donde ocurría esto fueron la Bunga, el Limbo y el Miami, en El Labrador: “Este sí era super under y punk. Una vez vimos a 2 Minutos con un cartel enorme, con Notoken y otras bandas más que venían de Guayaquil. La gente se daba de puñetes, entre los skins y los punks. Había sangre en el piso, pero la gente seguía pogueando y los músicos tocando. Era un domingo en la tarde”, cuenta Nicolás.

La descarga

Los hermanos Meneses también recuerdan pasar los fines de semana jugando Nintendo 64 mientras escuchaban “Room on Fire”, el segundo álbum de los Strokes (2003). De a poco, otra actividad se fue colando en este ritual de hermanos.

– Nico: «Ya empezábamos a quemar la tarde en el internet. Te acuerdas que teníamos que cambiar el cable de teléfono, conectarle a la compu, esperar que se conecte, se conectaba…»

– Felo: «También me acuerdo que teníamos un amigo que se sacó las claves del trabajo del papá, teníamos internet gratis pero pagabas full de teléfono.»

En este punto, a mediados de los 2000 ya comenzaron a bajarse música de internet. Existía Napster y páginas genéricas por las que les tomaba media hora  bajarse dos temas.  Descargaron miles y cruzaron mucha música en su colegio. Las primeras canciones que piratearon, posiblemente, fueron las de Soda Estéreo.

Las bandas

Aparte del internet,  la televisión por cable fue transcendental para conocer nueva música. Recuerdan dos programas específicos: Top Of the Pops (BBC) y Later With Jools Holand (HBO).

– Felipe: “Te mostraban un montón de bandas de todo el mundo, eso fue una referencia para buscar otras cosas”.

– Nicolás: Deley, era focaso.

– Felipe: Me acuerdo que una vez estaba viendo el video de ‘Y Control’ de los Yeah, Yeah, Yeahs. Mi papá vio eso y me dijo “¿¿Qué estás viendo??”. Es que sí es un video loco, se cortan extremidades  y todo…

Aunque hoy MTV ya no representa nada para su interés, sí consideran que tuvo una relevancia para esa década. “Lo importante fue cachar lo que estaba pasando en Latinoamérica. Entre su mal contenido, MTV comenzó a hacer sus premios y por ahí te pasaban un buen video. El Otro Yo fue una banda importante para nuestros quinces”, cuenta Nicolás.

Este proceso de globalización les  sirvió de influencia para valorar la música producida en el país con un discurso desapegado a las raíces latinas y tropicales. “Aparte del punk, en esa época todo el mundo hacía ska, estaba de moda”. Mamá Vudú y a Can Can son dos referentes que les abrió la cabeza. “Vudú tenía esa escuela sonicyouthsesca o como New Order y eso era cague, era lo distinto. Igual Can Can con su sonido electrónico y Tanque, una de las bandas más potentes. Decir que no fue importante, es mentira”.

La pinta

Aunque no había una noción estética establecida, sí recuerdan haberse vestido diferente. “En nuestro caso fue medio tranquilo, medio neutro. Nunca botas, cadenas, pero los Converse sí eran “los zapatos”. De ahí las camisetas de bandas era lo más cague”.  Este era el “fashion statement” de ambos, con camisetas de Misfits, Amigos de lo Ajeno, Tanque, Mama Vudú, Ataque 77 y parches para las maletas del colegio.

La Postura

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“Vi la peli de Coachella en el 2006, vi esa idea de festival. Esto me dio la noción de que hay algo mucho más grande allá afuera. El sonido tradicional en la música ya fue. Ahora es lo experimental, las cosas diferentes”, revela Felo.

Esta es la postura vigente dentro de un gran sector de escena actual, valorada por una oleada de nuevos músicos y público que prefieren diferir de un discurso costumbrista.  Ya no existen las banderas ni la noción de cambiar al mundo. Hoy, estos músicos están reinterpretando la forma de escribir y componer música: “No hay ese interés de celebrar la jerga o lo urbano, nunca fue nuestra intención. Nunca siento que tengo que hablar de mi país al momento de crear algo, no hay esa predisposición de que tengo que sonar ‘ecuatoriano’. Es algo más personal”, dice Nicolás.

¿Alguna referencia? Sí, la música de una banda ochentera, sus primeros MG de música digital. “Soda es un buen ejemplo de este rock cantado en español con melodías de rock universal. Rescatar el idioma en español con melodías pegajosas, es lo que estamos buscando”, cierra Felipe.

 

 

 

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