Pequeña reflexión sobre cine y mariconería en Ecuador

por Fabo Ceferino

Diseño: Marx Corella

 

Pequeña reflexión sobre cine y mariconería en Ecuador

Desde la perspectiva de un cineasta y cinéfilo
Por: Fabo Ceferino

 

marica

Fotograma del cortometraje “Al filo de un sueño” (1991), de David Grijalva

Recibo un mensaje de whatsapp: me invitan a escribir sobre cine y representación LGBTQ en Radio COCOA. Lo primero que pienso es que nunca sé de qué escribir y eso me causa ansiedad. Segundo, me conflictúa hacerlo; Radio COCOA es un medio de la escuela de comunicación de la San Francisco, la universidad más aniñada del país; por mi consciencia de clase, siempre estoy alerta para quién voy a escribir. Tercero, “no soy escritor”, lo mío es escribir “acciones en presente”, es decir, un guión de cine. 

Mi mente depredadora me dice: “el cine es el único tema del que éticamente puedes escribir”. Un entusiasmo poco usual, me causa más ansiedad. De nuevo la neurosis: las siglas LGBTQ. La campanilla de mi garganta es un torbellino. Yo no me identifico con la G, ahora me nombro marica o maricón, aunque a mi mamá le de un soponcio cuando me escucha decirlo.

“Gay” es una palabra que se alejó de mí por completo. Para ejemplificar mi desconexión, debo contarles el “chiste” que expresa por qué ahora me defino maricón. Este mal “chiste”, que seguro lo han escuchado varias veces, expresa lúdicamente mi sentir:

Un chico le dice a su papá que es gay. El papá le dice, “mijo: ¿Usted estudia en la San Francisco?” El hijo responde: “no”. “¿Usted tiene auto?” responde: “no”. “¿Usted mijo viaja todos los años a Nueva York?” Mijo:”no”. “Mijito usted no es gay, usted es maricón”.

Sólo ahora puedo entender por completo los niveles de clasismo que llevan esas líneas. Permeado por un colonialismo gringo cultural, lo “gay”, se esparce por Latinoamérica como un signo de clase alta. En cambio, lo maricón es lo pobre, lo sin educación. Por eso pienso que maricón es una posición política frente a la clase

Todo esto para decir que la G ya no significa mayor cosa, tal vez ni siquiera la bandera arcoiris —actualmente un símbolo profundamente prostituído por empresas privadas y públicas, que se disfrazan de aliados para tener réditos económicos y capital social—. Por el momento confió en la palabra marica, ¿Quién sabe hasta cuándo?

Este discurso de lo “gay” y lo “marica”, llevémoslo al cine. ¿Hay cine gay y cine marica? Absolutamente. El cine es un artefacto para dominar los símbolos. El cine forma nuestra manera de vivir y desear. La ingenuidad de tomar al cine como llano entretenimiento es un peligro. 

 Pienso en “representaciones maricas” en el cine ecuatoriano, lo que recuerdo no me atrae, y ojo, utilizo “atrae”, porque decir “no me representa” es una desfachatez. 

Fotograma de “Cuando me toque a mí” (2006), de Víctor Arregui

 Lo primero que recuerdo (1) es el adolescente rubio de “Feriado” (Araujo, Diego, 2014);  siento un distanciamiento de clase con su personaje, y sobretodo, con su deseo tibio; ese besito en la película entre el adolescente y el mecánico, no empata con el deseo que siento por los hombres: sus dedos, sus rodillas, sus vergas. La iniciación es un ritual;  por ello, siento que en “Feriado” se santifica al descubrimiento, en lugar de destruirlo, hacerlo humano, deseoso. Otro personaje que recuerdo, es el de Victor Arauz en “Mejor no hablar de ciertas cosas” (Andrade, Javier, 2012), personaje rígido y heteronormado, discreto; sus escenas de deseo están filmadas con pudor, no percibo el deseo marica en su cuerpo, el deseo que muerde, pica y gusta. Por otra parte, está el personaje actuado por Juan Martín Cueva en “Cuando me toque a mí” (Arreguí, Víctor, 2006), aunque es el típico maricón quiteño de clase media alta, que se acuesta con jovencitos (posiblemente es un sugar daddy) donde su vida “privada” permanece “privada”, (otro discreto); es quizá el personaje marica más humano, la escena en la que conversa con su hermano, dota de complejidad a su deseo. Es necesario mencionar que ninguno de los tres personajes enunciados se le quiebra la manito, o son maricones descarados: los tres están en proceso de indagación/descubrimiento, su deseo no les llena la cabeza de polillas. En general, a los largometrajes producidos “profesionalmente” en Ecuador, les aterra el ano y su disfrute.  

 No hay un largometraje marica por excelencia en nuestro país. 

 Comienzo una pequeña investigación sobre cine maricón ecuatoriano. No sorprende que la única opción viable, que responde de manera eficaz al sistema hegemónico de producción de cine, sea filmar cortos. Dentro de esta categoría hay dos vertientes: los que se producen en la Floresta (lugar donde estudié cine), y los cortos que se producen de manera periférica, fuera de nuestra corta visión quiteña de “industria”, que lxs cineastas creemos tener. Es emocionante ver que hay una gran cantidad de cortos maricas por fuera de nuestro mundillo; cortos que afrontan el deseo de una manera menos pacata que lxs “profesionales”;  para muestra, coloco aquí el enlace hacia el corto “Mentalmente” (Freire, Marlon, 2015); cuya escena de sexo roza afortunadamente con lo animal; el ano, finalmente se libera y es penetrado ¡Bravo!  

marica

Fotograma del corto “Mentalmente” (2015), de Marlon Freire

 Sigo con la búsqueda, pregunto a Javier Izquierdo (cineasta ecuatoriano) sobre un corto que él considere como el primer encuentro con lo marica en el cine de Ecuador. Me responde: Al filo de un sueño” (Grijalva, David, 1991), cortometraje de 25 minutos, con guión de Ada Palacios. El cortometraje es audaz por la implicación sexual entre un  veinteañero y un hombre cuarentón (relación similar a la del personaje de “Cuando me toque a mí”); corto atrevido si tomamos en cuenta que ser marica era penado por la ley hasta 1997. Sin bien las escenas entre los dos hombres no llegan a ser explícitas, hay indicios de su deseo. Desde este corto podemos ver como el estereotipo de hombre “gay” se construye; el hombre mayor pertenece a cierta clase, su vestimenta está cerca a la de un vampiro, misterioso, punzante; en el desenlace, el hombre mayor termina delirante y loco. “Al filo de un sueño” rinde honor a su nombre, nos introduce a escenas que no tienen una conexión completamente argumental, sólo vemos destellos de acciones. Como en un sueño, es más importante las “sensaciones”, que el significado de la trama. 

“No hay referentes maricones en el cine ecuatoriano”, pienso. Estamos cagadxs. Me asfixia la culpa, debería hacer una película, tengo una deuda con mi deseo maricón

Un destello de oscuridad acontece, recuerdo que leí sobre cine marica en Recodo.sx.  Encuentro: “Ni gay, ni queer, solo joto” (Iñaki Mori, Recodo.sx); el texto es un suspiro, un bálsamo para esta orfandad de referentes maricas. Me siento menos solo. Tengo ganas de ver todas las películas de las que habla Mori, pero me quedo prendado de una sola: “El lugar sin límites” (Ripstein, Arturo, 1978).  Tengo un buen presentimiento. Encuentro “El lugar sin límites” en Youtube. Lo sé desde la primera escena, esta película marcará mi mariconería. 

Y a falta de referentes maricones ecuatorianos, me agarro del referente de Mori: La Manuela; protagonista de la película. La Manuela es un joto, una travesti, que administra con su hija “la Japonesita” un prostíbulo en un pueblo abandonado, en México de 1978. 

En el inicio de la película está todo: 

La Manuela se levanta una mañana asustada, ya que escucha el sonido de un motor. La Manuela reconoce la procedencia del ruido, sin darnos mucha información sobre el personaje que maneja el camión, reconocemos en La Manuela el terror a su deseo por aquel hombre, como dice Pedro Adrian Zuluaga “el deseo es el destino” (2) y La Manuela, intuye su tragedia.  

La clase a la que pertenece La Manuela determinan el trato que tiene en toda la película, hasta su final, donde se muestra su pesimismo frente al patriarcado (la patria, el macho, el padre); (3) y señalo este particular porque “El lugar sin límites” es un espacio de horror, donde el “padre, el Estado”, aniquila a sus hijxs por sus objetivos capitalistas–mercantiles. 

Hay que tener sumo cuidado con las acciones del personaje del Viejo, el dueño del pueblo; si bien calza en el “abuelito de bien”, que ayuda a sus hijxs, lo único que hace es explotarlxs sexualmente y aniquilarlxs. La diferencia entre el hombre del camión, al cual La Manuela desea y teme de una manera escalofriante, y el hombre Viejo dueño del pueblo, es muy leve: los machos matan. Al patriarcado, la vida maricona sólo le sirve para su deleite sexual y diversión. Por eso repito, ser maricón es tomar una postura política consciente de esta lucha de clases y deseo, dentro y fuera del cine 

Siento que la palabra que más he escrito en este texto es “deseo”. Quisiera cerrar esta pequeña reflexión sobre cine y mariconería ecuatoriana, hablando sobre el deseo de hacer cine, y de cómo los deseos que vemos en el cine nos moldean. No estoy diciendo que un hombre heterosexual no pueda escribir sobre el deseo marica, (justo para eso está la ficción). Pero el deseo no es poca cosa. Al deseo hay que politizarlo, es la fuerza más brutal que tenemos y hay que agarrarlo con las dos manos. Yo deseo que haya más deseo marica en el cine ecuatoriano, no “gay”. Nada está por fuera de la clase, y ser “maricón” o “gay” marca la diferencia. Ahora sí, ódiame por piedad, yo te lo pido

 


(1) Este texto no tiene las intenciones de enumerar todxs los personajes maricas de la filmografía ecuatoriana. Es una mirada personal, inscrita en mi memoria y mi deseo. No pretende ser un texto académico ni cronológico. 
(2) Cito palabras de Pedro Adrian Zuluaga (periodista y escritor colombiano) en la entrevista que le hace Carolina Sanin. «Criminalizar el deseo es autoritario y violento” – Dominio Público, Canal Capital Bogotá, Marzo, 2, 2021. 
(3) Me refiero al patriarcado como padre, patria y estado, gracias al monólogo “Carolina Sanín sobre asesinatos de civiles a manos del Estado”. Carolina Sanin – Dominio Público, Canal Capital Bogotá, Marzo, 2, 2021. 

 

Únete a la conversación

Tal vez te interese

Add Comment